¡Hola gente de Fanfiction!
Este es un fic dedicado a mi hermana querida, bestsellerwriter, por su cumpleaños -que fue hace cuatro meses... escribo con la velocidad de un embotellamiento de caracoles (¬.¬)-. Es un drabble que, creo, tendrá dos capítulos. Espero que lo disfruten.
Disclaimer: Los personajes de Youngo Justice no me pertenecen, sino a DC Cómics, solamente los utilizo para mis historias y perversiones.
La historia, por otro lado, esta basada superficialmente en hechos de mi vida, pero no crean, ojalá me hubiera ido tan bien u.u
Disfrútalo Best ¡Te Quiero Hermosa! y lamento de corazón la tardanza...
Seducción
Wally x Artemisa
Miró con horror el estúpido conjunto que llevaba puesto. No tenía idea de cómo fue que habían terminado por convencerla de usar aquella maldita ropa, pero en verdad que se estaba arrepintiendo de haber aceptado.
Oh, si su madre la viera...
-Meggan, no tengo idea de que es lo que me hayas hecho en la cabeza para que no salte ahora mismo a matarte, pero mejor sácalo de una vez, porque siento que voy a explotar- murmuró entre dientes la arquera, jalando del estúpido short negro que llevaba, tratando de que escondiera más piel de sus muslos. Misión fallida.
Vio a través del espejo como la marciana hacia un gracioso puchero y ponía los ojos en blanco. Obteniendo un ceño fruncido por parte de la rubia.
-Arty, tú aceptaste hacer esto porque quisiste, no porque yo me haya metido en tu cerebro- aseguró la extraterrestre. Se acercó a ella y tomó uno de sus brazos, a modo de darle ánimos. Cuando vio que tenía la atención de la rubia comenzó a modelar su perfil y a hacer caritas sensuales al espejo, como si estuviera en una sesión de fotos, Artemisa no pudo evitar reír un poco, sólo para luego soltar un pesado suspiro.
-Llamaré a Cheshire para que me mate.
-No exageres.
-¿Quién está exagerando?
Meggan estaba a punto de regañarla, pero fue interrumpida cuando unas alegres Zatanna y Rachel salieron del armario. entrando a la habitación saltando y riendo como locas.
-¡Noche de Fiesta, Bebé!- exclamó la maga, prácticamente abalanzándose sobre la arquera y la pelirroja. Rachel se acercó al espejo de cuerpo entero y comenzó a modelar de la misma forma en que lo había hecho Meggan, revisando cada detalle de su vestuario, que consistía en un short blanco de jean y una blusa negra con encaje que dejaba su vientre al descubierto.
-Me siento sexy- comentó la morena, mientras le lanzaba un beso con brillo labial al espejo.
-Lo lamento Rocket, linda, pero yo soy la más guapa aquí- aseguró la maga, mientras hacia una demostración de cómo menear las caderas con una falda de mezclilla decolorada artesanalmente y una blusa top verde.
-Blanquita, mi abuela baila mil veces mejor que tú... y eso que usa bastón.
-Púdrete.
Artemisa y Meggan se echaron a reír entre dientes, aquellas peleas entre la maga y la protegida de Icon ya eran algo normal en el Equipo, casi tan cotidianas como las discusiones entre la arquera y cierto pelirrojo pasado de revoluciones.
Meggan se puso en medio de ambas muchachas, cortando la discusión antes de que Rachel respondiera con un comentario subido de tono, como era su fiel costumbre.
-¿Esto me hace ver con mucho trasero?- preguntó, dándole la espalda al espejo para poder apreciar su retaguardia, cubierta apenas por una ligera falda negra con decoraciones doradas.
-Si... Y eso es muy bueno- aseguró la morena, mientras se giraba y también le echaba una mirada a su cuerpo.
-Tal vez deberías hacerla más pesada, creó que se mueve demasiado- comentó Zatanna, frunciendo el ceño al ver la ligereza de la tela. Si una brisa llegará a soplar, Dios y medio mundo vería las bragas con encaje que de seguro llevaría la marciana en ese momento.
-Creó que Zatanna tiene razón, Meggan- apoyó Artemisa, mientras continuaba tratando que su short tuviera un largo decente.
-¡¿Están locas?!- exclamó Rocket, mirando horrorizada a sus amigas, quienes alzaron una ceja, extrañadas-. Entre más dejé ver esa falda mejor. La idea es seducir, chicas, no lo olviden- enfatizó, alzando su dedo índice y regalándoles un guiño.
La arquera no pudo evitar poner los ojos en blanco por el comentario de la morena. Zatanna, por otro lado, comenzó a reflexionar sobre las palabras de su amiga.
-Mmm... Si lo pones de esa forma ¿No puedes hacerla más ligera?
Meggan se les quedó mirando como si estuvieran locas, más o menos la misma forma en que Artemisa lo llevaba haciendo desde hace unas horas.
-Sólo quiero seducir a Conner, no que todos los hombres allí presentes me pregunten cuanto cobro por hora- murmuró y todas notaron como la falda se hizo más rígida y un poco más larga, para horror de Rachel.
La palabra "seducir" hizo que Artemisa se removiera nerviosa en su lugar. Tragó saliva y se aclaró un poco la garganta. No entendía porque estaba tan nerviosa, o mejor dicho, si lo hacía, y la respuesta no le gustaba ni un poco.
- Oigan, chicas, no estoy segura de querer ir a ese lugar- comenzó, refiriéndose a la discoteca a la que las demás chicas planeaban ir en una misión muy "especial"-. Confío en que ustedes puedan seducir a sus chicos solas. Así que yo mejor me bajo de la fiesta.
La forma en que las tres chicas se voltearon a mirarle con una expresión de reproche en el rostro le dejo muy claro que no le sería tan fácil escaparse de esa.
-De ninguna manera señorita- exclamó Rachel, acercándose a la rubia y jalando de su brazo, colocándola frente al espejo- ¿Cómo puedes desaprovechar una noche de fiesta cuando tienes esta pinta?
Artemisa rodó los ojos. Sólo tenía una estúpida blusa bordo que odiaba y un short negro demasiado corto. Lo jaló un poco, ya se le había hecho costumbre, y casi de inmediato recibió un golpe en la mano por parte de Rocket. La miró con el ceño fruncido.
-Deja ese pobre pantaloncito en paz, está diseñado para mostrar tanto de ese culo y esas piernas de atleta como sea legalmente posible- gruño, mientras volvía a colocarlo en su lugar.
-Y deja de usar los escotes tan arriba. Mataría por tener tus tetas... ¡Y tú ni siquiera sabes aprovecharlas!- exclamó Zatanna, mientras comenzaba a jalar, sin ningún tipo de cuidado, la blusa a tirantes de Artemisa, que soltó un pequeño grito de sorpresa y le obligó a alejar las manos, mirándola con una mueca de horror que daba risa.
-¡Dios Santo!- exclamó mientras volvía a poner en su lugar su blusa, que tampoco le agradaba mucho, ya que tenía demasiado escote, aunque al menos mantenía su vientre escondido, a diferencia de las ropas de sus amigas. La verdad es que no tenía idea de cómo las chicas no terminaron obligándola a ir en ropa interior-. Me siento violada.
-Pues si tienes suerte...
-Cállate Rocket- murmuró, amenazante, antes de suspirar cansinamente y mirar con resignación su reflejo-. No entiendo porque tengo que ir, ustedes son quienes tienen problemas "maritales". No yo.
Las otras tres fruncieron el ceño en su dirección, haciendo reír a la arquera. Quien diría que la falta de contacto físico pondría tan irritables a sus amigas.
Por algún motivo, se estremeció cuando Rocket se acercó a ella con una sonrisa traviesa y un brillo perversos en sus oscuros ojos.
-Oh, Arty, querida. Aquí tú eres la que menos derecho tiene a hablar sobre problemas maritales... Ni siquiera has tenido novio- susurró con tono burlón. Recibiendo un ceño fruncido y una mirada asesina por parte de la rubia.
-Es justo por eso por lo que no estoy desesperada por un poco de sexo, como alguien que conozco- dijo, dándole una mirada significativa, a lo que Rocket se ruborizó ferozmente-. Además, si nunca he tenido novio, es porque no he querido, no por falta de pretendientes- finalizó, orgullosa y cruzándose de brazos.
-Bueno, tal vez ya viene siendo hora de que aceptes a uno de esos pretendientes- comentó Meggan, recostándose en su mullida cama de sabanas rosas. Sonrió coqueta cuando las tres se giraron a mirarla-. Para ser más clara, uno ardiente y acelerado.
El rubor que trepó por sus mejillas en esos momentos no le pasó desapercibido a ninguna de las heroínas, y provocó que muchas risitas nerviosas y burlescas llenaran la habitación. Éstas aumentaron cuando Artemisa se acercó a la cama y le lanzó una de las almohadas que en ella había a la marciana.
-En serio, Meggan, en cuanto dejes de hacer lo que haces con mi cerebro, te mato- gruño, mientras le daba otro almohadazo.
-¡Te digo que no estoy haciendo nada!- exclamó entre risas, arrebatándole la almohada de las manos-. Y deja de golpearme, me despeinas.
-Puedes cambiar la forma de tu cabello igual que con tu ropa- comentó la rubia, mientras ponía los ojos en blanco y se cruzaba de brazos. Meggan imitó su gesto y se cruzó de piernas, antes de inclinarse hacia ella y dedicarle una mirada divertida.
-No trates de escaparte, estábamos hablando de Wally- le recordó, Zatanna y Rocket asintieron con un juguetón "Aja" al unísono, mientras se dejaban caer en la cama de la marciana. Artemisa volvió a poner los ojos en blanco.
-Mejor dicho, tú estabas hablando de Wally- rectificó, mientras alejaba la vista-. Yo no tengo nada que hablar sobre el Guardián de la Bahía.
Rachel suspiró pesadamente, le arrebató la almohada a Meggan y se la lanzó a Artemisa, enfadada, dándole en el trasero, provocando que ésta diera un gritito de sorpresa y las otras dos heroínas rieran.
-Oh no, a mí no me vengas con ese orgullo de mierda que tienes- gruño, haciendo que las risas de sus otras dos amigas aumentaran y que la arquera le alzara el dedo corazón. Rocket continuó, tan sutil como siempre-. Es obvio que estás loca por él, y se nota a leguas que a él le pasa lo mismo ¿Por qué simplemente no dejas de lado ese estúpido papel de chica mala que se chupo diez mil limones y te lanzas a sus brazos y a su cama de una maldita vez?
La arquera le miró con los ojos abiertos de par en par, para luego entrecerrarlos hasta que parecieran dos rendijas oscuras y cubiertas de pestañas negras. Era vagamente consiente de que estaba muy sonrojada, pero deseaba atribuírselo al enojo que le producían las palabras de su "amiga".
-Rocket, vuelve a decir una idiotez como esa y veras que lo de Chica Mala no es ningún estúpido papel- murmuró de forma amenazante, mientras la señalaba con su dedo índice.
La morena esbozó una sonrisa prepotente mientras alzaba una perfecta ceja negra. La amenaza de Artemisa le daría miedo sino fuera porque ese fuerte rubor en su rostro le hacía ver adorable hasta para ella.
-Quiero ver que lo intentes, Vainilla- desafío, guiñando un ojo en su dirección.
Ambas se quedaron mirando por un minuto o dos, midiéndose en silencio, desafiantes. Las otras dos heroínas se tensaron, por lo general, las peleas de Rocket con cualquier miembro del Equipo siempre eran amistosas, pero cuando se trataba de dos personas tan explosivas como Artemisa y Rachel, eso era otra historia. Comenzaban a preguntarse si tal vez aquello no sería en broma y tendrían que intervenir para que sus amigas no comenzaran una pelea seria, pero se relajaron cuando éstas se echaron a reír estruendosamente.
-Como si estuviera tan loca como para pelear con alguien como tú- comentó, entre risas, la rubia, mientras se lanzaba juguetonamente sobre el regazo de su amiga-. Lo que menos quiero es que una de tus esferas me patee el trasero... mucho menos si tengo este maldito short puesto- gruño, jalando nuevamente de la tela del pantalón, ignorando el gesto reprobatorio que le dieron las otras tres chicas.
-Tranquila, jamás te lastimaría... Sobre todo porque Wally me perseguiría por el resto de mi vida si le hago algo a tu precioso culito.
Artemisa volvió a entrecerrar los ojos, molesta por el comentario y las miradas divertidas de sus amigas.
-De verdad que están locas- comentó, poniéndose de pie y dirigiéndose nuevamente al espejo de cuerpo completo de Meggan.
-¿Segura?- oyó la voz divertida de la marciana.
-Yo pienso que quienes están locos son aquellos que esconden sus verdaderos sentimientos hacía otras personas- comentó Zatanna, haciendo alarde de su conocido lado filosófico, y haciendo, de paso, que los pómulos de Artemisa volvieran a teñirse de un sutil rosa. Frunció el ceño y se volteo para echarle una mirada al pantalón desde atrás, jaló nuevamente de la tela, fiel a su costumbre, antes de girarse a sus amigas.
-¿Saben qué? Me estoy hartando de esto, así que si quieren que vaya a esa estúpida discoteca con ustedes esta noche, mejor vámonos de una vez- gruño, caminando hacia la puerta, escuchando el sonido de sus tacones negros sobre las baldosas blancas.
Debía admitirlo, llevar ropa de prostituta y ser obligada participar de aquella "misión" valía completamente la pena por ver las reacciones de los chicos. Y es que, si hubiera sabido que los miembros masculinos del Equipo iban a poner aquellas caras de idiotas al ver a sus novias vestidas así no hubiera opuesto resistencia desde el principio... Estaba segura de haber visto un hilo de saliva caer de la boca de Nightwing cuando vio las faldas de Zatanna, así como pudo percibir el rubor mejillas de Conner cuando Meggan le dio un beso un tanto caluroso frente a todos. Y casi se le escapa una carcajada al ver a Kaldur abrió los ojos de par en par al clavar "disimuladamente" la mirada en el escote de Rachel, quien al descubrirlo se abrazó juguetonamente a su cuello y le susurró algo al oído que no pudo escuchar, pero por la expresión del atlante, agradeció no haberlo hecho.
Sin embargo, lo que le llamó la atención fue la reacción del velocista del grupo, no por el hecho de que hiciera algo malo, sino porque no lo hizo. No comentó nada sobre el vestuario de las chicas o como se veían de bien, lo que cualquier persona con un mínimo de sentido común y aprecio por su vida hubiera hecho, pero ¡Estamos hablando de Wally!
Al no escuchar ningún comentario imprudente por parte del pelirrojo se giró para ver si al menos estaba en un estado similar al de sus compañeros, pero tan pronto como lo hizo volvió a alejar la vista, ligeramente ruborizada.
Nunca se había sentido intimidada o avergonzada porque un hombre la estuviera viendo, por lo general no le importaba. Pero, muy a su pesar, no podía ser indiferente ante la forma en que Wally parecía querer comérsela con la mirada. Un brillo oscuro que jamás había visto en él relucía en sus verdes ojos, que paseaban lentamente por su cuerpo, recorriéndolo de arriba a abajo. Artemisa trago saliva disimuladamente y tuvo el impulso de jalar de su short negro, aunque esta vez se contuvo.
-¡Vámonos de fiesta!- exclamó Rocket, y Artemisa nunca pensó que agradecería tanto por la hiperactividad de su amiga.
El viaje de camino a la discoteca en la nave de Meggan estuvo lleno de los gritos, risitas agudas de las chicas y uno que otro comentario burlesco de la rubia, además del extraño y tenso silencio de los chicos, que parecían sentirse un tanto incómodos, sobre todo Kaldur, pues su fiestera novia había tenido la grandiosa idea de sentarse en su regazo a mitad del viaje y cada tanto hacía uno que otro movimiento de baile un poco... sugerente.
Rio en su fuero interno al recordar cómo es que terminaron en aquella situación.
Sus amigas llevaban cerca de un mes o dos quejándose de la falta de pasión de sus novios a la hora del contacto íntimo y la escasa predisposición que tenían cuando les ofrecían probar con algún tipo de juego romántico o cosas de ese tipo. Francamente ya la tenían harta, todos los días que salían juntas de compras o a tomar algo, la conversación irremediablemente terminaba volcándose de lleno a los problemas maritales de sus amigas.
"Si tantos problemas hay porque no logran provocar a sus novios, entonces vístanse como zorras alguna noche de estas, llévenlos a emborracharse en una fiesta y listo, camas agitadas para todas" comentó sarcástica una vez, molesta. ¿Por qué tenía que escuchar los problemas de las otras parejas cuando ella ni siquiera tenía una?
Realmente nunca creyó que se lo tomarían tan en serio... Y mucho menos que la metieran a ella en tal problema.
"¿Qué? Claro que no, no iré allí a estar parada como idiota mientras ustedes tratan de hacer cosas sucias con los chicos en el baño" gruño, agitando las manos en negativa y alejándose de sus amigas.
"No será en el baño, cada una se llevará a su novio a casa... Además, no estarás sola. Seguro que a Wally le encantaría hacerte compañía" reprimió su deseo de halarle el cabello a Rachel -sólo porque Zatanna y Meggan estaban allí para separarlas- y volvió a negar.
No tenía idea de cómo la habían convencido, pero juraba que si Batman se enterará del extraño poder de sus amigas, las pondría como las principales negociantes de la Liga.
Colocó un mechón de cabello suelto detrás de su oreja -cabello que cierta maga había insistido en que se soltara- y echó una mirada a sus compañeros. Todas las "Felices Parejas" estaban sentadas lo más cerca posible. Las miraditas, que pretendían ser discretas, por parte de los héroes se le antojaban divertidas, sobre todo por el ligero brillo de impaciencia que había en ellas. Parece que sus amigas tendrían suerte esa noche.
Sus plateados ojos se deslizaron inconscientemente hacia su izquierda, visualizando a su acompañante. No pudo evitar recorrer con su mirada la blusa manga corta negra que Wally traía puesta, notando, con un ligero rubor en sus mejillas, la forma en que los marcados músculos de su pecho y abdomen se dibujaban en ésta, o la forma en que sus brazos parecían dos fuertes tubos de acero recubiertos por suave y apenas bronceada piel. Alzo su mirada, clavándola en la que, sin duda, era una de sus partes favoritas en el cuerpo del velocista: su cuello.
Ese cuello grueso y de largo perfecto -ni muy largo ni muy corto- siempre le había llamado la atención, haciéndole fantasear más de una vez con envolverlo entre sus brazos, acariciarlo y besarlo, deslizar sus labios suavemente por su nuez de Adán, para luego subir lentamente por la línea de su yugular y juguetear con el lóbulo de su oído.
El pensamiento de que fuera Wally quien le hiciera eso a ella le hizo vibrar en su asiento y ruborizarse de forma feroz.
-¿Estas bien?- preguntó el pelirrojo en voz baja, sólo audible para ella -y posiblemente para Conner, si no hubiera estado tan absorto en el cuerpo de su novia-. Su voz era otra cosa que había mejorado notablemente con el pasar de los años. Ahora, en sus veinticinco primaveras, su voz se había vuelto grave y profunda, por algún motivo que desconocía, le recordaba a un violín en un frío día de otoño, cuando uno lo escucha estando acobijado junto al fuego.
En un acto instintivo, sus muslos se presionaron fuertemente. Sólo asintió, reprimiendo un respingo de sorpresa y temiendo que su voz temblara si trataba de hablar. Decidió alejar la vista por terrenos más inofensivos, como la noche estrellada que se extendía a su derecha. Había unas pocas nubes en el horizonte, y recordó que habían pronosticado lluvia esa noche.
El viaje duró unos cinco minutos, que para Artemisa se acercaron más a los mil años más lentos de su existencia.
El lugar al que fueron se llamaba "Love's Night" y, aunque sonaba cursi, parecía causar el efecto deseado en los chicos, ya que apenas llegaron a la cola de personas impacientes por entrar, comenzaron con los besos largos y cadenciosos o las caricias con doble significado... Tal vez debería estar allí menos tiempo del que creía.
Un casi desconocido sentimiento de incomodidad se apodero de ella cuando Conner, que estaba en frente, comenzó a dar lentos besos en el cuello de Meggan, que suspiraba entrecortadamente, muy ruborizada.
Ella giro el rostro lejos de la muestra de cariño, encontrándose con la mirada divertida del pelirrojo. Mentiría si dijera que no se veía tremendamente guapo con aquel cabello alborotado y mirada de depredador, pero en ese momento, sus ganas de darle el golpe de su vida le ganaron a su poder de observación.
La fila, por gracia divina, avanzo rápido, y pronto estuvieron rodeados de música demasiado alta, alcohol, luces de todos los colores y jóvenes adultos demasiado "cariñosos" unos con otros. Se oía una canción que no conocía, pero que sonaba muy bien y, por lo visto, estaba cantada en español. En "Love's Night" solían reproducir música de todo tipo de géneros e idiomas, en un segundo podías estar bailando un poco de regatón y al otro tratabas de seguir el ritmo de un rock japonés, era un lugar para personas versátiles... Y ese era otro de los motivos por los que no tenía idea de que hacia allí.
No le sorprendió el hecho de que sus amigas e incluso ella llamaran la atención de algunos componentes del género opuesto casi de inmediato. Pero si lo hizo el que los chicos, apenas entraron, ya habían buscado dos vasos de alcohol cada uno y estuvieran llevando a sus chicas a distintos puntos de la pista de baile. Se echó a reír mentalmente.
"De repente sintieron el apuro ¿No?"
En vista de que se hallaba sin compañía de forma temporal, se disponía a ir hasta la barra de bebidas y sentarse allí sola el resto de la noche. Si tenía suerte el cantinero sería agradable o algún chico medianamente fresco se le acercaría para sacarla a bailar.
Se giró distraídamente, pero se detuvo cuando casi choca con cierto pelirrojo y dos vasos desechables con un espumoso líquido oscuro y agitadores brillantes dentro. Alzo una ceja y le dio una mirada inquisidora, aunque el velocista detectó un brillo juguetón en sus ojos de plata líquida. Él le sonrió, entre divertido y tranquilizador, ambos sabían que la rubia no respondería a una petición silenciosa, así como Wally nunca sería alguien que expresara sus ideas en silencio.
-Aunque sea sólo un baile- pidió, entregándole el vaso que sostenía en su mano izquierda. Ella lo aceptó con una pequeña sonrisa y lo olfateó un poco. Olía algo amargo, pero no de una forma a la que no estuviera familiarizada, esa bebida ya la conocía, era un tanto amarga y al comienzo no le había gustado, pero poco a poco comenzó a tomarle gusto, aunque había otras mejores. Guió su atención al pelirrojo, sonriéndole de forma leve, extrañamente coqueta a su modo.
-Eso depende que tantas posibilidades hay de que me vuelvas a pisar- comentó, recordando la última vez que bailaron -hace unos cuatro años, en un baile al que tuvieron que ir juntos en una misión encubierta. Resumen: Nunca bailes un vals con Wally si aprecias tus pies-. El velocista rió entre dientes y ella bebió un poco de su vaso para calmar el rubor, recordando que aquella vez terminaron cayendo en mitad del salón. Casi muere de vergüenza y casi mata al Wally de veintiún años que bailaba con ella.
-No te preocupes- murmuró, tomándola de la mano y llevándola hasta el centro de la pista-. No es por presumir, pero he mejorado mucho en estos años.
Artemisa prefirió no contestarle, en lugar de eso, se concentró en que el rubor de sus mejillas no se notara mucho y que su mano no comenzará a sudar alrededor de la de Wally.
Una canción comenzaba a sonar, esta vez en inglés. Sabía cómo se bailaba, y Wally también por lo visto, ya que apenas se colocaron en un buen lugar la giró con un brazo por encima de su cabeza y comenzó a guiarla en sus movimientos. El hecho de que Artemisa le siguiera la corriente sorprendió a ambos, que estaban habituados a la actitud indomable y nada sumisa de la rubia.
Ese baile en especial llevaba movimientos bruscos y muy cambiantes, sus cuerpos se alejaban y volvían a juntarse de inmediato, muchas veces Wally se atrevía a inclinar el cuerpo femenino un poco o ella hacia algún que otro pasito coreografiado que llamaba la atención tanto de su bailarín como la de los otros. Hace tiempo que los vasos habían sido dejados en una de las mesas cercanas a la pista, más específicamente, luego del primer minuto de baile, cuando se dieron cuenta de que en realidad querían moverse en vez de beber.
Pasaron unas tres canciones, y la que bailaban ahora era un poco más agresiva que las anteriores, algo así como una mezcla de regatón y pop. Descolocó al velocista un poco, pero Artemisa era otra historia. Le dio la espalda y comenzó a girar sus caderas lenta y rítmicamente, frotándose unas cuantas veces contra las caderas de Wally. En realidad no buscaba mostrarse provocativa o emocionar de alguna forma a su compañero, pero ese tipo de fricciones eran comunes en ese ritmo. Wally recobró rápidamente la confianza en sus movimientos de baile, ya que se dio el lujo de tomar la curva de las caderas de la arquera y marcar un ritmo enérgico pero lento a la vez. A Artemisa no se le pasó por alto que los roces parecían ir en aumento a medida que más se aproximaban al suelo.
Quiso ignorar el cosquilleo que la caliente respiración del velocista le provocaba en todo el cuerpo, aun cuando su aliento estaba enfocado en la zona de su nuca, más no pudo evitar que su piel se erizara notablemente. Esperaba que el detalle le pasara por alto a su compañero, aunque desechó esa esperanza cuando las grandes y cálidas manos del velocista volaron hasta sus brazos, acariciando suavemente, haciéndole cosquillas.
La rubia tragó saliva sutilmente, sabiendo que los rápidos ojos del pelirrojo no pasarían por alto ningún detalle o reacción. Hizo una mueca de alivio cuando la música cambió a un ritmo más lento, pero no por ello menos alegre. Pensó que sería algún tipo de salsa, bachata, o tal vez el remix de una canción lenta.
Wally tomó su cintura con firmeza, girándola, y pegando su cuerpo contra él, haciendo que un escalofrió les recorriera a ambos cuando los turgentes pechos de la heroína chocaron contra el firme pectoral del pelirrojo. Tomó su mano derecha e impidió que se alejara. Ella frunció el ceño y le dedicó una mirada molesta, a lo que el velocista respondió con una sonrisa engreída de las suyas y con un guiño apenas marcado, Artemisa pensó que habría logrado que la soltara si no hubiera alejado la mirada cuando acercó sus labios a su rostro, o si no se hubiera ruborizado cuando cayeron sobre la piel de su cuello, donde se quedaron unos tres segundos que se le hicieron eternos, en los que pudo sentir la forma en que él inhalaba su perfume y sus cálidos labios ardían sobre su piel. Odió que su risa la hiciera estremecer como si fuera una colegiala, y el hecho de que se la pasara girándola y acercándola a su cuerpo no le ayudaba en nada a calmar sus nervios.
-No deberías estar tan nerviosa- su aliento rozó su oído y pudo sentir sus labios acariciando suavemente el lóbulo de éste. Se estremeció notablemente, la sensación de calidez que el pelirrojo le profesaba era endemoniadamente embriagadora, provocando que el lado orgulloso y luchador de su cerebro se desconectara por completo, dejando a la vista a una chica sumisa, sonrojada y de ojos cerrados, que se sostenía apenas de los anchos hombros del héroe al notar que sus rodillas tenían la misma firmeza que una gelatina-. Ambos sabemos que estos roces serán de las cosas que más disfrutaremos esta noche.
Al oír esas palabras, Artemisa dio un leve respingo, abriendo sus ojos de par en par y con sus mejillas unos dos tonos más oscuras. Wally sonrió divertido al sentir el movimiento abrupto del pecho de la rubia contra el suyo, más no pudo evitar sonrojarse suavemente al notar sus manos femeninas haciéndose puños sobre la tela de su blusa y sentir su corazón tomar un ritmo acelerado contra sus pectorales.
Se alejó apenas para ver su expresión, y el brillo extravagante que las luces provocaban en sus ojos plateados casi le hace pasar por alto toda la rabia y vergüenza que éstos destilaban. Sabía que estaba confeccionando mentalmente todo un diccionario de insultos en su honor y que se los hubiera dicho sin ningún tipo de miramiento si no fuera porque una alegre Rocket jaló de la mano a la rubia y se la arrebató al velocista con un atropellado "Deja de acaparar a la culona", provocando que Wally la mirara extrañado y Artemisa molesta.
-¿Qué sucede? ¿La misión va fallando?- preguntó, ligeramente divertida y deseando molestarla, aun cuando la había salvado de una situación incómoda.
La morena le dirigió una mirada orgullosa y juguetona a la vez, mientras la llevaba hasta el centro de la pista, donde podían verse a unas Meggan y Zatanna muy... ¿ansiosas?
-Claro que no, esto va sobre rieles- aseguró, deteniéndose junto a sus amigas y sonriéndole con un gesto muy seguro-. Pero necesitábamos una movida que incline el juego a nuestro favor - Artemisa pensó que el juego estaba a su favor desde que los chicos las vieron con esa ropa puesta-. Y jamás te dejaríamos fuera de esto... La canción que viene ahora la pedimos nosotras.
La arquera las miró extrañada por un segundo, hasta que escuchó la canción que comenzaba a sonar. Abrió sus ojos ligeramente y se golpeó la frente de la misma forma que solía hacerlo Meggan.
-Están locas- gimió, mientras sentía como era jalada hasta estar cuerpo a cuerpo con sus amigas.
-¿No eres tú la que siempre dice que las mejores personas están locas?- se burló la marciana, mientras aprisionaba el cuerpo de su amiga entre ella, Rocket y Zatanna, formando las cuatro una especie de círculo.
Artemisa no podía evitar sonreír mientras el ambiente y su cuerpo se llenaba del movimiento y alegría de Adrenalina. Ya estaba acostumbrada a bailar con sus amigas, de hecho siempre bailaban esa canción cuando se quedaban en la casa de alguna, sin embargo, se sintió un poco cohibida al notar que los demás bailarines del lugar hacían una ronda alrededor de ellas, lo que prefirió ignorar y mantener la vista clavada en sus compañeras, que reían y no paraban de hacer comentarios sobre los movimientos de las otras o sobre sus cuerpos.
"Volvamos a hacer el amor como aquel día" inevitablemente tuvo que reír al oír la frase, y, al escucharla, las demás también lo hicieron.
-Hey, Arty- Zatanna arrastro la "y" más de la cuenta, y su tono de voz no le daba buena espina en lo absoluto-. Por ahí hay un par de ojos verdes que no se te despegan.
El comentario hizo sonrojar a la rubia y reír a las demás. Reprimió su impulso de seguir con los ojos la dirección de la mirada de la maga y buscar a su bailarín. En lugar de eso, alzó su mirada por sobre la cabeza de la de ojos azules, encontrándose con un Nightwing que de alguna forma se las arreglaba para mirarla embobado y a la vez fulminar con la mirada a los otros chicos a los cuales les llamaba la atención Zatanna.
-Podría decir lo mismo de tu novio- rió, un poco agitada por el esfuerzo de menear su cuerpo al ritmo de la canción, que, para ser exactos, no era de las más calmadas para bailar-. Si mueves un poco más el culo pasará de héroe a asesino.
El fuerte rubor ahora se hallaba en el rostro de la de cabello oscuro, que escondió ligeramente su cara en la espalda de Rocket, aunque movió su cadera de forma más provocativa aún, detalle que no paso por alto ni por su novio ni por sus amigas. Estas últimas se echaron a reír suavemente.
A medida que la canción aceleraba su ritmo y llegaba a su clímax, Artemisa notaba como algunas miradas sensuales y muecas lascivas escapaban de los rostros de sus amigas hasta los ojos sorprendidos de sus -acalorados- novios. Reprimió la necesidad de darles una mirada de reproche y simplemente continuó meneándose de un lado al otro y rozándose con ligereza con sus compañeras, que iban subiendo el nivel al empezar a acariciar alguna parte de sus cuerpos y a alborotarse el cabello. No llegaría a hacer eso con ellas, no entendía que era lo que tenía de excitante eso de mostrarse frente a todos como una fácil... ¿Cómo podía eso avivar el fuego de una relación?
"Eso es fácil de explicar, Arty" oyó la voz de Meggan en su mente, por un minuto se preguntó si alguna de sus otras dos amigas o los chicos estaban conectados mentalmente también, pero lo descarto al no percibir ningún otro tipo de pensamiento además de los de ellas ". El sentimiento de competencia en el ser humano con tendencia lo domina rápidamente. Cuando Conner o los chicos ven que recibimos la atención de otros hombres, no van a poder reprimir el deseo de marcar su territorio".
Estudió esa respuesta por unos segundos y le pareció extrañamente convincente, aunque no pudo reprimir el estremecimiento de ligero asco que le recorrió la columna vertebral.
"Así como lo dices, con lo de marcar territorio y lo de competencia por las mujeres, haces que hacer el amor suene como algo superficial y de animales" comentó, rozándose sutilmente con su interlocutora, quien le dedico una mirada divertida. Oyó la risa cantarina de su amiga en su mente.
"Es que el sexo es la parte más animal de una relación amorosa. Es la forma en que los miembros de una pareja logran demostrar físicamente cuanto se quieren sin necesidad de utilizar las palabras" la voz de Meggan le recordaba a una profesora de literatura explicando el contexto oculto en un poema ". Es la forma en que pueden compartir algo que ambos disfruten. Piensan y se mueven como uno solo, y al entregarse al otro muestran cuanto confían en su pareja... Obviando el hecho de que se siente terriblemente bien".
Se sonrojó levemente al oír la última parte y Meggan volvió a reír mentalmente ante la reacción tan inocente de su indomable amiga.
"Jamás te había visto como una Experta en Sexo" comentó y la otra volvió a reír antes de cortar el vínculo mental, posiblemente para unirlo a Conner.
La canción llegó por fin a su final, al igual que su paciencia al ver las muecas casi felinas que sus amigas les dedicaban a sus novios. Ignoró los comentarios "galantes" y los aplausos de algunas personas, realmente no era para tanto, sólo era bailar una canción y ya.
Sus amigas también ignoraron unos cuantos halagos y se dirigieron lentas, pero directamente a sus respectivas parejas, que se apresuraron a tomarlas por las manos y llevarlas a algún lugar más apartado y alejado de las miradas babeantes de los otros componentes masculinos del lugar.
En serio, sus amigas eran unas sociópatas de lo peor...
Sintió que alguien la llamaba por su nombre, y sólo entonces recordó que tenía un excéntrico bailarín esperándola a sus espaldas, y la verdad es que se sentía un poco incómoda con el hecho de tener que bailar con Wally, sobre todo porque en esta ocasión parecía bastante predispuesto a practicar esos tontos juegos de seducción que de vez en cuando se le daba por hacer con ella.
Hizo oídos sordos a su llamado y echó a caminar, con cierta velocidad, hacía el baño de mujeres, sabiendo que sus pasos la seguían de cerca. Entró en el recinto respirando nerviosa, y agradeció que éste se hallara vacío. Tragó saliva audiblemente y un suspiro cansino brotó del interior de su garganta.
Caminó sin prisa y se posicionó frente al gran espejo que surcaba la pared izquierda del lugar por completo, justo en frente de las letrinas. Era un sitio limpio y ordenado, a excepción de los infaltables pedazos de papel higiénico con restos de maquillaje en el lavabo y un vaso descartable derramado.
Empapó sus dedos en agua del grifo y se los llevó al rostro, cuidando de no arruinar su maquillaje o lo que quedaba de él en su rostro. Miró con desinterés el reloj que había sobre el espejo del baño, y se sorprendió al notar que ya habían pasado unas tres horas desde que habían llegado allí. Frunció el ceño, como siempre, el tiempo se le pasaba volando cuando se divertía…
Se estremeció al percatarse de que la mayor parte del tiempo, su diversión la propició Wally, con sus comentarios galantes y sus caídas de párpados sensuales.
Peinó su cabello con los dedos, estaba un poco enmarañado por el movimiento y el sudor en sus sienes lo había humedecido. Sus dedos se deslizaron por su cuello con rapidez, quitando el sudor, aunque se detuvieron concienzudamente en la unión de su cuello y mentón, allí donde los labios del velocista le habían dejado una marca invisible, pero que sentía arder sobre su piel. No pudo evitar sonrojarse nuevamente al recordar el sonido de la risa sibilina del pelirrojo. Acarició el lugar lentamente.
Desde hace tiempo que Wally y ella se habían vuelto más... unidos. Comenzaron a llevarse mejor hace unos meses, una tarde de lluvia en la que eran los únicos en toda la base, ya que los demás habían ido a una misión de reconocimiento, y Canario Negro y Tornado Rojo se hallaban en sus propias misiones. Al parecer, la base siempre necesitaba tener un casero, y ellos habían quedado en ese lugar.
Wally, como siempre, trataba de molestarla por todos los medios posibles, desde hacer comentarios desdeñosos sobre su actitud seria, hasta lanzarle pequeños objetos que tuviera a mano. Extrañamente, por esta vez, Artemisa no tenía la más mínima intensión de responder a sus provocaciones, ni siquiera tenía ánimos de encestarle un buen golpe en la cabeza, cosa que extraño a Wally por lo inusual, que era muy consciente de que a esas horas ya debería de estar agonizando por un buen porrazo.
"¿Pasa algo"- le preguntó, sentándose junto a ella en el sofá blanco de la sala. Su rostro estaba sereno, aunque sus ojos esmeraldas denotaban preocupación. La arquera había respondido a su pregunta con una negativa seca y rotunda, aunque su tono de voz cargara leves atisbos de amargura, tristeza y enojo, sentimientos que su rostro no ocultaba para nada bien.
El pelirrojo estuvo repitiendo frases como "¿Qué sucede?", "Puedes confiar en mi", "Tus ojos están llorosos, no me engañas, Hermosa" y "No, no me importa que me mates por haberte dicho 'Hermosa'. Ahora, ¿Podrías decirme que es lo que te pasa?" por las próximas cinco horas, para horror de Artemisa, que terminó por confesar que ese era el aniversario del día en que Jade había abandonado el "hogar" en el que vivían con Sportmaster. Comentó algunas cosas de lo sucedido esa noche, también le habló sobre los entrenamientos extremadamente peligrosos a los que su padre la sometía desde que tenía cuatro años, llegando a fracturarle él mismo brazos, piernas y costillas más de una vez. Incluso terminó por confesar, entre lágrimas, que albergaba un pequeño resentimiento hacia su madre también, ya que nunca trataba de detener a su padre o protegerlas de algún modo, aunque admitió que estaba siendo injusta, ya que ella estuvo incomunicada dentro de la cárcel la mayor parte del tiempo, e invalida la otra mitad de su vida.
Le había sorprendido de sobremanera que el pelirrojo escuchara en silencio y con expresión seria en el rostro todo lo que le estaba diciendo-¿Entonces Wally si podía tomarse en serio algún aspecto de la vida?-, pero la sorprendió más aún cuando la rodeó con sus fuertes brazos y, literalmente, la obligó a sentarse sobre sus muslos. Le acarició la espalda por una media hora, susurrándole palabras alentadoras y reconfortantes todo el tiempo que le llevó a la chica dejar de llorar. Para cuando se dio cuenta, ella se hallaba en una especie de sopor muy intenso entre la realidad y la inconsciencia, y sólo pudo despertarla con una taza de café caliente y algunas galletas que Meggan siempre preparaba de más y dejaba en un frasco en la alacena.
Desde ese día, se les había vuelto costumbre el encontrarse a solas en la base para hablar de cosas demasiado pesadas o demasiado estúpidas como para compartirlas con los demás chicos. Por lo general, Artemisa hablaba de su familia, mientras que Wally contaba anécdotas chistosas de su infancia para animarla, o alguna que otra teoría descabellada que se le podría ocurrir ("En serio, Artemisa. El pan lactal tiene microchips que están diseñados para controlar la mente de los humanos"), y aunque escasas, existían las ocasiones en que era Wally quien se descargaba y la arquera se encargaba de regresarle ese humor alegre y pícaro, aunque más de una vez se hmaldiciera por hacerlo.
Podían ser los peores ene-amigos la mayor parte del tiempo, pero eran los mejores confidentes del mundo cuando así lo querían.
Sonrió para sí misma, cuando Wally y ella estaban solos su relación era de lo mejor. Casi no discutían, y si lo hacían se trataba de una broma que ambos terminaban disfrutando. Wally siempre tiene alguna idea extraña dándole vueltas en la cabeza y Artemisa siempre termina ayudándole a ponerla en práctica. Como correr hasta México con la arquera a cuestas, ya que al velocista le gusta el sabor de los tacos auténticos, o probar sus reflejos esquivando las flechas de la rubia -idea que le costó una flecha en la nalga derecha- o hacerle bromas pesadas a Nightwing, aunque Wally siempre se llevaba todo el crédito por eso, junto con alguna que otra bomba de humo en la casa que renta en Happy Harbor como venganza.
Una muchacha un poco tomada ingresó al baño, así que Artemisa dejó de sonreír como tonta al espejo y fingió limpiar una pequeña mancha que el rímel había bajo su ojo derecho. Ahora que lo pensaba, habría sido buena idea el traer una bolsita de maquillaje con ella.
"Hey Arty" la voz de Meggan resonó en su mente, y agradeció el hecho de que la manchita había ocupado el lugar donde antes había estado Wally en su cabeza.
"¿Qué sucede Meggan?" preguntó, colocando un mechón rubio detrás de su oído y arreglando un arete que se había volteado.
"La Misión ha sido todo un éxito" sus palabras le recordaron a Batman, lo que le hizo gracia y borro de su mente el perverso significado que éstas llevaban ". Comenzaremos con la segunda fase" continuó la marciana, ahora con un ligero tono de diversión en sus palabras ". Lo siento, no podrás acompañarnos en esta etapa... Bueno, quizás tengas suerte con Rocket."
Artemisa se estremeció levemente, ni siquiera se atrevería a preguntarle a la protegida de Icon, no por el hecho de que fuera una falta de respeto, sino porque, conociendo a la morena, temía que fuera a aceptar.
"No gracias" contestó precipitadamente y con voz horrorizada, a lo que la marciana soltó una risita nerviosa ". Mejor me voy a mi casa"
"¿Y por qué no a la de Wally?" preguntó, traviesa. La arquera puso los ojos en blanco.
"Deja de hacer esos comentarios estúpidos... Mejor ve a besuquearte con Conner y déjame en paz" contestó con la voz más molesta que pudo fingir. Nunca podía enojarse con Meggan, y se maldecía por ello.
"Será un placer" comentó, y la conexión mental se rompió.
Artemisa suspiró pesadamente y se dirigió a la salida del baño. Por un segundo pensó en advertirle a Wally que se iría, pero prefirió marcharse en silencio y alegar sobre algún problema o imprevisto. La verdad es que ese día se sentía extraña con respecto al pelirrojo, aunque seguramente tuviera que ver con las constantes insinuaciones de sus amigas. Se deslizó en silencio por el oscuro lugar y salió rápidamente por la puerta principal, agradeciendo no haber sido descubierta por su hiperactivo compañero.
A las tres de la mañana todavía había mucha euforia y alcohol en el aire como para regresar a casa, así que no se sorprendió al encontrarse con aquellas calles desoladas, en las que sólo había unos cuantos autos transitando y una o dos parejas compartiendo un momento a solas a la salida del lugar.
Frunció el ceño al notar el cielo demasiado oscuro, por culpa de las nubes cargadas de agua que lo recorrían. Un viento potente y frío soplaba, erizando su piel y provocando que un notorio estremecimiento recorriera su cuerpo. Alzó un poco los hombros y entrecerró los ojos, algo asustada, cuando la luz de un relámpago cortó la oscuridad de la noche, seguido de inmediato de un trueno ensordecedor.
Echó a caminar rápidamente, tratando de llegar a la base antes de que las nubes comenzaran a llorar, aunque no tenía muchas esperanzas de terminar mucho más seca que un pez.
-¿Necesitas ayuda para escaparte de mí o así estás bien?- le preguntó con voz grave, aunque podía reconocer, sin dificultades, el trasfondo divertido de sus palabras.
Artemisa se volteó para verle y le dedicó una sonrisa pícara, junto con una miradita burlesca. Fingía estar calmada, pero por dentro buscaba a toda velocidad una excusa medianamente creíble y no tan bochornosa. Maldijo al no encontrar ningún buen motivo, así que hizo lo que le pareció lo más correcto: decir la verdad... o un pedazo de ella.
-No estoy escapando de ti- aseguró, con un ligero tono de molestia en la frase-. Es sólo que ya no tengo por qué estar ahí.
Wally frunció el ceño, extrañado por la respuesta de la arquera. Ésta sintió la mirada inquisitiva del muchacho sobre ella, aun cuando no lo estaba viendo, así que se disponía a explicarse, pero se detuvo al sentir como algo húmedo y frío golpeó su frente y comenzó a escurrirse por su entrecejo y nariz, seguido por otro impacto en su mejilla y uno en su hombro al descubierto.
Parpadeó extrañada un par de veces y alzó la mirada hacia el cielo encapotado, encontrándose con todas esas frías gotas de agua que se precipitaban hacía la ciudad. Sonrió levemente, siempre le había gustado la lluvia, incluso desde pequeña, cuando la veía sentada en el marco de la ventana de su habitación, o cuando Jade le preparaba chocolate caliente por las noches en las que Sportmaster no estaba en la casa y le leía unos cuantos capítulos de Alicia en el País de las Maravillas, sobre su cama, antes de que ambas cayeran dormidas por el sonido de la lluvia en el techo de zinc.
"La lluvia es amor, Arty. Las gotas de lluvia son los besos que el cielo le da a la Tierra cuando hacen el amor. Son las caricias de las nubes a las flores. Son los secretos que la Luna le cuenta al viento y él los guarda cuidadosamente en las cosas hermosas, como los ríos, las montañas o la tierra misma"
La voz de Jade resonó en su mente como el fantasma de una de esas noches y la obligó a esbozar una mueca de nostalgia. Esa tarde había estado leyendo muchos poemas de un tal Neruda, y al parecer, se le había pegado el gusto por lo poético.
Volvió al presente de golpe, gracias al relámpago y el trueno que rompieron el silencio de la ciudad y que iluminaron todo repentinamente con un cegador destello blanco. Fue cuando notó que las gotas de agua no caían con la gentileza que ella tanto admiraba de la lluvia, sino que éstas se precipitaban con intensidad, y el fuerte viento no ayudaba a mermar la agresividad de aquel temporal.
Wally maldijo por lo bajo, había olvidado por completo el pronóstico de tormenta que había para la noche. Él se estremeció levemente, aunque la noche era cálida, el frío de aquellas gotas contra la piel desnuda de sus brazos y rostro le calaba hasta los huesos. Artemisa estornudó, llamando su atención y provocándole un pequeño sentimiento de preocupación. Escudriñó los alrededores con la mirada y sonrió al ver que no había ningún testigo potencial ni en la calle ni en las ventanas, ni siquiera había personas saliendo de Love's Night, que se hallaba vomitando música y luces de colores una cuadra detrás de ellos.
Guiado por su forma de ser impulsiva y para nada escrupulosa, cargo a la arquera en brazos -sonrió al escuchar el respingo de sorpresa que escapó de sus rosáceos labios, y pensó que la muchacha se veía tierna cuando la tomaban con la guardia baja- y echó a correr con su súper velocidad, dejando una estela detrás de él y el estómago de la rubia, como de costumbre.
Mientras atravesaba a toda velocidad las calles mojadas y solitarias, trataba de no distraerse con el calor del cuerpo entre sus brazos. Correr era tan natural para él que ni siquiera miraba por donde iba, pues había memorizado todas las rutas hasta su casa y la base; aunque siempre había una parte de su cerebro atenta a las variaciones del suelo en caso de que hubiera algún obstáculo.
Por desgracia, cuando viajaba con la rubia, le era muy difícil concentrarse en el camino y alejar su mente de ella. Más de una vez habían tropezado o caído en algún río o arroyo por descuido del velocista. Para su mala suerte, la forma en que Artemisa escondía su rostro en su pecho, exhalando lentamente su cálido aliento contra la fina tela de su blusa, y presionaba su cuerpo contra él no ayudaba en nada a su escasa concentración ¡Ni hablar de su escote!
Se ruborizó vagamente cuando sus ojos traviesos vagaron involuntariamente por esa exuberante parte de su cuerpo. Sacudió la cabeza de un lado a otro y se obligó a prestar atención al camino, notando con alivio que sólo faltaban dos cuadras para llegar a su casa.
Sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta sin que ella siquiera lo notara. Entró rápidamente y cerró la puerta con el pie, antes de colocarla cuidadosamente en el suelo. Artemisa trastabilló un poco y el pelirrojo se apresuró a sostenerla por la cintura antes de que cayera al piso.
-¿Podemos volver a por mi estómago? - preguntó atropelladamente, mareada-. Estoy segura de que lo he perdido por ahí.
Wally rió entre dientes, ganándose un intento de mirada molesta por parte de su compañera, cosa que causo que riera de forma perfectamente audible.
-¿De qué te ríes, idiota?- masculló, ya más centrada, pero aún con las ideas un poco revueltas.
-De lo tierna que te ves cuando te mareas- comentó, desvergonzado, ante lo que Artemisa lo miró con los ojos abiertos de par en par por un segundo, antes de alejar la vista, avergonzada y con un fuerte sonrojo en las mejillas.
-Idiota- volvió a gruñir, soltándose del agarre del pelirrojo. Éste esbozó una sonrisa de ternura casi imperceptible ante los nervios de la arquera esmeralda.
-¿Por qué no te tomas una ducha y te evitas el resfrío? Voy a buscarte una toalla y ropa seca- ofreció, apiadándose de la rubia, que asintió, agradecida.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando su fría piel entró en contacto con el agua caliente de la ducha. se tomó unos minutos para disfrutar de la agradable sensación que le ofrecían las cálidas gotitas cayendo por su cuerpo, como si fueran dedos invisibles que se dedicaban a hacerle delicadas y reconfortantes caricias; no pudo evitar soltar un suspiro de placer ante eso. Tomó el champú que había en una estantería junto a ella y vertió su contenido en su mano derecha, antes de llevarlo a su cabeza.
Quiso reírse de sí misma por la situación. Al final, sus amigas si habían logrado que terminara la noche en casa de Wally... aunque no de la forma en que ellas lo habrían querido, claro.
Oyó un par de golpes en la puerta, y se apresuró a esconderse detrás de la cortina blanca de la ducha.
-¿Se puede?- preguntó, entreabriendo la puerta para que pudiera oír su pregunta.
-Claro- respondió, levemente ruborizada. Oyó la puerta abrirse completamente y pudo ver difusamente la silueta de su compañero a través de la cortina.
Wally colocó sobre el retrete unas toallas limpias y un pijama de cuando era niño que creía le quedaría bien. Por algún motivo, su madre le había obligado a guardar todos sus pijamas desde los dos hasta los catorce años... gracias a Dios, había aprendido a dormir en ropa interior o tendría que rentar otra casa sólo para los pijamas de toda su vida.
-No tengo ropa de mujer en casa, pero creo que este pijama te quedara bien- comentó y se giró hacia la ducha para agregar algo más, pero sus palabras murieron en su boca cuando sus verdes ojos se toparon con la difusa silueta de la heroína a través de la cortina de plástico blanco. No podía ver cada detalle de su cuerpo bronceado a través de esa cortina, pero la silueta de las curvas de sus pechos, cintura y trasero eran más que suficiente para estimular su imaginación.
-Gracias, Wally- agradeció, sintiendo un repentino nerviosismo recorrer su cuerpo, que le obligó a bajar el rostro mientras se colocaba acondicionador en su cabello, aunque por el rabillo del ojo pudo notar la forma en que el velocista se había quedado mirando a la ducha. Lo normal hubiera sido dejar la ropa y marcharse, pero él se quedó allí, estático, mirando en su dirección. Tragó saliva disimuladamente, el silencio en la habitación estaba siendo demasiado pesado para su gusto y comenzaba a molestarse ligeramente. Se aclaró la garganta en una tos disimulada, esperando que su voz no se tornara temblorosa al hablar- ¿Sucede algo?
El pelirrojo sonrió ladino, no se le pasó por alto el carraspeo de Arty ni el casi imperceptible tartamudeo en su voz, necesitaría esforzarse más si quería engañar a alguien que podía oír cómo crecen las plantas gracias a su súper veloz oído.
-No es nada- dijo, y de repente le llegó una idea juguetona a su hiperactivo cerebro. Sonrió burlón- . Me estaba preguntando si no quieres compañía ahí dentro.
Artemisa abrió los ojos de par en par y necesito darle a su cerebro unos segundos para poder procesar lo que el pelirrojo había dicho. Si hubiera sido otra persona, habría creído que había oído mal... pero siendo Wally de quien estamos hablando.
-Wally West- empezó con voz calmada y amenazante a la vez, odiándose a sí misma por ruborizarse y fantasear sobre qué sucedería si el pelirrojo cumpliera con sus palabras-, si aprecias en algo tu estúpida vida, te aconsejaría salir de aquí ahora mismo.
El aludido se echó a reír entre dientes de forma gutural, lo que provocó un estremecimiento en el cuerpo de la rubia.
-Está bien, está bien. No tienes por qué molestarte- comentó, juguetón, y Artemisa reprimió la necesidad de lanzarle el jabón que tenía entre manos-. Por cierto- continuó el pelirrojo, con la mitad del cuerpo tras la puerta abierta. Artemisa esperó con el ceño fruncido a que dijera lo que tenía que decir y se largara de una vez; pero ni siquiera de Wally se habría esperado una palabras tales como las que dijo-, te vez increíblemente sexy detrás de la cortina, es una lástima que no pueda apreciar la belleza de tu cuerpo desnudo en su totalidad.
Cerró la puerta justo a tiempo para esquivar el jabonazo que le lanzó la arquera esmeralda, pero sus veloces ojos verdes lograron apreciar el hermoso color bermejo que adornaba sus enfurecidas facciones, eso fue lo único que pudo ver a la perfección; su cabello húmedo y sedoso, con algunas hebras pegadas a sus sonrojadas mejillas, y sus ojos de plata líquida reducidos a unas aureolas color plomo rodeando sus dilatadas pupilas.
Gruño un insulto al pelirrojo cuando éste estalló en sonoras carcajadas del otro lado de la puerta. Suspiró resignada, ya debería de estar acostumbrada a esa clase de bromas por parte del velocista, después de todo, en los últimos tres meses no había parado de hacer comentarios de doble filo y se la pasaba besando distintas partes de su cuerpo descaradamente, tomándola por sorpresa y haciéndolo en público. Besaba sus brazos, hombros, nuca, sien, cuello, manos y, algunas veces, incluso sus piernas, dejando siempre una sensación de ardor donde sus pieles entraban en contacto. Para su buena suerte, solía hacerlo tan velozmente que nadie lograba percatarse de sus actos salvo ella. Y con ella ya era suficiente histeria.
Todavía tiene demasiado presente la primera vez que eso sucedió, justo después de una de sus tantas peleas con el pelirrojo. Irónicamente, se la pasó todo el día en la ducha, frotando la piel de su hombro derecho hasta irritarla, pero sin poder lograr limpiar de su mente la sensación exquisita que la cercanía y calidez del velocista provocó en su organismo completo.
Se ruborizó al recordar cada una de las veces en que Wally le había hecho de esas jugarretas. Eran contactos superficiales, sí, pero tan suaves y cálidos que siempre le dejaban anhelando por más. Más de una vez se había despertado fuertemente ruborizada y con una temperatura corporal demasiado elevada luego de haber soñado que Wally la interceptaba en algún pasillo oscuro de la base y la arrastraba -usualmente contra su voluntad, le daba cierta sazón a la situación- hasta alguna habitación donde ninguno de los otros héroes podrían encontrarlos en bastante tiempo. Las ilusiones de sus labios sobre su piel eran tan vívidas que, con frecuencia, despertaba abrazando y besando su almohada... y esos eran los momentos en los cuales deseaba fervorosamente matarse a golpes por comportarse como una adolescente necesitada.
Gruño y cerró los ojos, tratando de que no llegara a su mente el recuerdo de aquellas maquinaciones de su cerebro en las que el pelirrojo la arrinconaba contra una pared y la hacía suspirar de placer. Fracasó estrepitosamente y esos recuerdos provocaron que la piel de su cuerpo se erizara y ella tuviera que morderse el labio inferior al sentir como un calor muy conocido en los últimos meses nacía de su vientre bajo y se extendía por cada una de sus terminaciones nerviosas hasta llegar a las puntas de sus dedos.
Al sentir arrugadas las yemas de los dedos decidió que ya había estado en la ducha por suficiente tiempo. Terminó de enjuagarse el acondicionador del cuero cabelludo y salió de la regadera, dejando un rastro de agua bajo sus pies.
Se acercó al retrete y envolvió su mojado cabello en la primera toalla que encontró sobre él, ajustándola, y con la segunda comenzó a secar lentamente su cuerpo, asegurándose de no dejar un solo pedazo de piel húmeda. Cuando finalizó con su cuerpo, frotó violentamente su cabello para dejarlo lo más seco posible y convirtiéndolo en una maraña dorada similar a la melena de un león, sonrió al recordar lo mucho que le gustaba de niña su cabello cuando estaba húmedo y todo esponjado, le parecía salvaje y divertido. Se echó una rápida mirada al espejo, notando que no le quedaba nada mal el aire feroz de su cabellera, sin embargo, la peinó los más ordenadamente posible. Ni loca le mostraría ese aspecto a Wally, esa era una parte de sí misma que sólo ella podía disfrutar.
Inesperadamente, su ropa interior de encaje azul estaba en perfectas condiciones, lo que agradeció profundamente. Se la colocó y miró de reojo el pijama amarillo y rojo antes de seguir peinándose... Alto ahí ¿Amarillo y rojo?
Se giró de cuerpo completo hacia la prenda con un ligero tic en el ojo. Descubriendo los colores chillones y el estúpido logo.
No podía ser en serio.
-¡West! ¡¿Por qué demonios me diste un pijama de Flash?!
Se había colocado el atuendo lo más rápido posible -notando, para su horror, que le quedaba bastante bien- y había salido hecha un bólido hacia la sala, esperando encontrar al pelirrojo allí y poder estrangularlo antes de que se le pasara la rabia. Se extrañó al no poder verlo al comienzo, pero lo ubico rápidamente al oír un par de sonidos saliendo de la cocina y luego ver a su futura víctima de homicidio salir por la puerta de ésta.
El pelirrojo le recorrió de arriba a abajo con la mirada, y Artemisa vio su enfado aplacado ante el peso de los verdes y profundos ojos del velocista sobre ella. Eran pocas las veces en que sus ojos se podían apreciar tan maduros, y se apoderaron por completo de su atención, tanto que ni siquiera fue consiente de la sonrisa sibilina que se extendía ladina por rostro masculino.
-¡Hey! Te ha quedado excelente- comentó, repentinamente, volviendo a ser el pelirrojo alegre de siempre. Artemisa se ruborizó levemente y alejo la vista, algo que obligó al hombre a reprimir el deseo de tomarla por la cintura y colocar un dedo bajo su barbilla para que lo viera a los ojos y poder saber que estaba pensando-. De hecho, creo que te queda más sexy de lo que me quedaba a mí.
-Cállate- gruño, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa de orgullo ante el comentario.
La sonrisilla no le pasó desapercibida al velocista, y se le antojó de lo más enternecedora. Recorrió el cuerpo de la arquera esmeralda una vez más de una veloz mirada, empezando por el pantalón rojo de elástico, que a él le había quedado grande mientras lo usó, pero a la rubia le quedaba perfectamente pegado al cuerpo, marcando sus largas piernas y la deliciosa curva de sus nalgas, provocándole un hambre que no podría satisfacer sencillamente. Lo mismo la blusa amarilla que se adhería a sus anchas caderas, su estrecha cintura y su exuberante busto, y, sin embargo, era lo suficientemente suelta como para serle cómoda a su portadora.
A pesar de todo eso, cielo santo, no había nada en ese vestuario que lo excitara tanto como el logo del relámpago mostrándose orgullosamente en el pecho de la arquera. Lo hacía sentir extasiado, como si esa marca hiciera irremediablemente de su propiedad a la rubia.
Sonrió de medio lado y sacudió la cabeza, avergonzado por sus pensamientos, no tanto por lo posesivos, sino más bien por lo inverosímil que resultaban.
-¿Se te antoja?- preguntó, y la arquera pudo ver que traía en manos dos tazas de un humeante y espumoso café. Ella asintió con una pequeña sonrisa, esa bebida marcaba sus Actividades Secretas, en tiempos de frío, café con leche para ella y café negro para él. En días calurosos, llegaban a tomar cinco vasos seguidos de té helado.
Wally la llevó al improvisado living que había creado en su sala, un sofá blanco para tres personas que a sus lados tenía dos taburetes del mismo color, se le antojaba un lugar demasiado iluminado al ser las paredes y el suelo blancos, pero no era algo excesivamente molesto. Había una pequeña mesita de madera barnizada en medio de los tres asientos. Invitó a la arquera a sentarse y se dirigió a la cocina, a paso normal, para desconcierto de Artemisa. Echó una mirada a la sala, era la primera vez que entraba en la casa del velocista, y en verdad que la había sorprendido. Siempre que se imaginaba el hogar del pelirrojo se lo veía hecho todo un desastre, como si Wally pasara por cada habitación con sus mini tornados todo el tiempo, en un constante estado de aceleración.
Pero, en realidad, el lugar era limpio y ordenado. No tenía ningún tipo de decoración más allá de unos cuantos portarretratos con la familia, el Equipo, Barry y algunos chicos que no reconocía, suponía que eran amigos de la universidad por los rostros ya maduros que mostraban; una decoración normal en un hombre de veinticinco años que vive solo.
La mesa donde Wally comía estaba en la misma habitación, y los ambientes estaban separados más bien de forma tácita, gracias a los cambios de muebles, cómo del sillón a las sillas o del televisor en una esquina a una biblioteca del otro lado de la mesa, lo que quería decir que también era mesa de estudios.
Wally volvió cuando le dio el primer sorbo al café, quemándose un poco la lengua. Alzó las piernas y se sentó en posición de flor de loto sobre el sofá, mientras él se dejaba caer pesadamente en éste, colocando un bol lleno de palomitas azucaradas entre ellos. Ella lo miró enarcando una ceja.
-¿Palomitas y café?- preguntó, llevándose unas pocas a la boca y viendo como él encendía la televisión con una media sonrisa.
-Siempre hay una primera vez para todo- comentó como al pasar, mientras hacía un rápido recorrido por los canales. Paró de repente y marcó un número específico, cambiando de canal justo a tiempo para ver los créditos del comienzo de alguna película.
-¿Qué estamos viendo?- preguntó la rubia, dando otro sorbo a su café.
-La Llamada (1)- contestó el pelirrojo, con una voz grave que fingía ser tenebrosa, pero que hizo reír a la chica. Quién, acto seguido, asintió pensativa.
-¿Sabías que está basada en una película japonesa?- comentó- "Ringu".
-No tenía idea... no veo nada de cultura japonesa en ella- murmuró, con el ceño ligeramente fruncido.
-El cabello negro cubriéndole el rostro- expresó la heroína, removiéndose en busca de una posición más cómoda-, es clásico de las "demonias" japonesas.
Pasaron unos minutos en silencio. La película llegó hasta la parte en que Katie muere y la rubia prefirió apartar la vista de la pantalla, odiaba admitirlo, pero aborrecía completamente esa película, más aún desde que había visto la original japonesa y leído la novela Ringu. No se explicaba a sí misma por qué se asustaba tanto de pensar que un fantasma demoníaco salía de su televisión para matarla, es decir ¡En cada misión a la que iba algo o alguien salía de la oscuridad para matarla!
Apartando de su mente la historia por un momento, notó que Wally había cambiado su blusa negra por una térmica gris de manga larga y cuello de tortuga -Mmm... Ese cuello-, y su jean azul por uno negro. También pudo percibir un suave aroma a menta y esencia de ortiga, que es la línea de champú y acondicionador favorita del pelirrojo, junto a atisbos de tierra húmeda. Alzó la vista, comprobando que su cabello rojizo aún estaba mojado y goteando.
-¿Acaso te bañaste a súper velocidad o algo así?- preguntó, frunciendo el ceño en una mueca de extrañeza.
Wally la miró descolocado por un segundo, ya que estaba muy compenetrado en como Rachel había tenido la genial idea de ver el "Vídeo Maldito" -Informe de último momento para una periodista de pacotilla: Vídeo Maldito, es Ví-de-o Mal-di-to, es completamente irracional sacarle una copia, mostrársela al padre de tu hijo y dejarla al alcance del niño-, para luego darle una sonrisa divertida que hizo que la piel de la arquera se erizara y un escalofrío recorriera su cuerpo.
-Algo así- comentó como si nada, tomando un sorbo de café.
-¿Cuándo fuiste a bañarte? No te vi pasar hacia el baño- si lo hubiera hecho lo sabría, incluso aunque hubiera sido a súper velocidad, Wally siempre dejaba señales que variaban entre cubrirle la cara con sus cabellos o dejar papeles volando por todos lados.
La sonrisa del velocista se ensanchó aún más, volviéndose más bien burlona.
-Eso es porque no me bañe en el baño- explicó, mientras se robaba todo un puñado de las palomitas- ¿Nunca te has bañado bajo la lluvia? Es algo increíble.
Ella se le quedó mirando por unos segundos, incrédula y con los ojos abiertos como platos en una mueca de perplejidad que hizo reír entre dientes al velocista.
-¿Qué?- preguntó, curioso por saber qué tipo de cosas estaría pensando de él la arquera.
Negó con la cabeza un par de veces, antes de alzar la vista y regalarle una sonrisa que bailaba entre divertida y enternecida.
-Nada. Diría que es raro, pero siendo tú ya nada me parece raro- expresó, antes de llevarse su taza de café a los labios y darle un lento sorbo. Le pareció ver que los ojos del pelirrojo se oscurecieron ligeramente cuando se posaron sobre sus labios, y se ruborizó al ver que se inclinaba levemente sobre ella, sin apartar esos ojos de peridoto de su boca. Tragó saliva suavemente, abrumada por la cercanía del héroe, notado hasta ahora lo increíblemente fornido y lascivo que resultaba el trabajado cuerpo sobre el de ella. Él percibió su reacción y alzó la vista hasta sus irises de plata líquida, Artemisa sintió que su corazón iba a saltar de su pecho si el velocista llegaba a decirle algo en ese momento.
No lo hizo. En su lugar, llevó su mano derecha a su rostro y delineó suavemente el contorno del labio inferior, sobre el que había posado la vista nuevamente, haciéndole estremecer de pies a cabeza. Los ojos verdes del velocista recorrían su rostro con avidez en una mirada intensa de párpados caídos, causando que sus mejillas se tiñeran de un fuerte color borgoña. Parpadeó un par de veces, nerviosa, y sintió como su estómago se llenaba de mariposas cuando él clavó su mirada en sus ojos plateados.
El pelirrojo le dedicó una sonrisa sibilina y entrecerró los oscurecidos ojos verdes, acto seguido, alejo su índice de sus labios y sorprendió a la rubia llevándoselo a la boca.
-Tenías un poco de espuma ahí- comentó como al pasar, ante lo cual la rubia se le quedó mirando con la boca levemente abierta. Se miraron por unos segundos antes de que él alejara la vista, concentrándose en la película, en la cual Rachel comenzaba a investigar en unos diarios sobre la vida de Anna Morgan.
Artemisa cambio de posición, esta vez con las piernas contraídas hacia el pecho y sus brazos rodeándolas. Apoyó su mejilla derecha sobre sus rodillas, tratando de concentrarse en la estúpida película, aunque su mente no podía dejar de pensar en cuan cálida se sentía aquella parte bajo su labio donde el pelirrojo la había tocado. Se había sentido nerviosa y vulnerable frente a la mirada de depredador de su compañero, y, extrañamente, esas sensaciones no la molestaban. Por el contrario, le gustaba sentir que, por primera vez, alguien la mirara con anhelo, con deseo y pasión, que fueron algunas de las emociones que leyó en los oscurecidos ojos verdes del velocista. Nunca antes alguien le había provocado aquella sensación de mariposas en el estómago, de hecho, nunca nadie se había atrevido a tocarla como Wally lo hacía. Él era el único insensato que era lo suficientemente valiente o lo suficientemente idiota como para hacer eso, y no tenía un especial interés en cambiarlo.
-¿Cómo está tu madre?- preguntó de repente, cortando el hilo de sus pensamientos abruptamente, extrañando a la arquera, que lo miró descolocada por unos segundos, sólo para luego emitir una silenciosa mueca de reconocimiento.
-Está bien, el doctor dice que si toma dos de esas pastillas por día por los próximos quince días se sentirá mejor- explicó con una sonrisa calmada, mientras se llevaba unas pocas palomitas a la boca. Las comió rápidamente para evitarse una situación como la anterior. Wally asintió, y Artemisa se sintió ligeramente enternecida ante la expresión de sincero alivio que adornó el rostro del velocista.
La semana anterior su madre había presentado unas fuertes jaquecas y vómitos por culpa de una epidemia de gripe que había atacado la ciudad. Estaba envejeciendo, cada vez era más propensa a enfermedades y le costaba más reponerse -aunque tal vez Artemisa estaba exagerando, como toda hija preocupada-, no podía evitar angustiarse por ella.
Como de costumbre, Wally la había leído como a un libro abierto y la persiguió durante todo un día hasta que logró que le dijera cuál era su preocupación. Desde entonces siempre estaba al pendiente de la salud de Paula, pues con frecuencia ella enviaba uno que otro bocadillos al Equipo -que solían competir con los de Meggan en cuanto al buen sabor- y las pocas veces que la mujer y Wally se habían encontrado, ella hacía bromas y halagos al velocista, lo que a él le encantaba y a Artemisa le provocaba náuseas y, tal vez, un poco de celos ¿Quién se creía Wally para robarle a su madre?... Y viceversa.
Le prestaban atención a la película intermitente, ya que de vez en cuando comenzaban alguna conversación trivial sobre la universidad o las bromas que tenían planeadas para Nightwing la próxima semana.
Artemisa se abrazó fuertemente las piernas y escondió parte de su rostro detrás de sus rodillas en esa escena que tanto odiaba, esa donde Samara atacaba al novio de Rachel en su trabajo. Dio un respingo al sentir como algo envolvía sus hombros y la aproximaba al cálido y musculoso cuerpo del pelirrojo, alzó la mirada, encontrándose con la sonrisa tranquilizadora que éste estaba esbozando y el extraño brillo de sus ojos verdes. Parecía una mezcla de ternura y otro sentimiento que no podía descifrar, le hizo sentir reconfortada y ya no le importo la película; por más que fingiera verla, sólo le importaba la casi desconocida sensación de seguridad y calidez que le provocaba el brazo de Wally alrededor de sus hombros o el exquisito y extraño aroma de menta y tierra húmeda, ahora mezclada con café. Ni siquiera supo que la película había terminado hasta que él estiro su cuerpo de forma un tanto exagerada sobre el sofá, aunque nunca alejo su brazo de ella, lo cual agradeció.
-Nada mal- comentó, bajando sus piernas de la mesita, donde habían estado la mayor parte de la película.
Ambos se estremecieron cuando la luz en la sala se apagó de repente mientras, simultáneamente, un relámpago iluminó todo el lugar, seguido de un trueno ensordecedor que obligó a Artemisa a abrazarse fuertemente al pelirrojo y esconder su rostro en su costado. Dos cosas que Artemisa Crock odia con toda su alma: la saga de La Llamada y los relámpagos estruendosos.
Permanecieron en silencio por casi un minuto, en estado de shock y esperando a que la luz se restaurara... no lo hizo.
Artemisa se alejó apenas del cuerpo de Wally, notando lo calmado que estaba el corazón del pelirrojo en comparación con el suyo, que estaba desbocado y a punto de saltar de su pecho. Él la estrechó más aún contra sí, como si no quisiera que se alejara, aunque la rubia se reprendió por ese pensamiento infantil.
-Tranquila, el gran Wallman está aquí para protegerte- aseguró el pelirrojo con una nota de diversión en la voz, aunque si Artemisa hubiera podido verlo a los ojos, habría descubierto el sincero brillo de ternura que había en ellos y no le habría propinado aquel golpe en el brazo que le obligó a aullar de dolor.
-Cállate bromista- gruño, mientras se cruzaba de brazos y hacia un gracioso puchero, agradecida de que el pelirrojo no pudiera ver el notorio sonrojo que cubría ahora sus mejillas.
Wally frotó su brazo repetidas veces hasta que el agudo dolor se volvió un ligero escozor. Se vio tentado a tomar revancha, pero se abstuvo cuando recordó que era Artemisa de quien estaban hablando. Sin embargo, eso no quería decir que no se tomaría su venganza, sabía muy bien cómo poner en un aprieto a la rubia y ya le estaba viniendo a la mente un plan.
Sonrió travieso y se relamió el labio inferior. Acercó sus labios al oído de la heroína, exhalando su aliento de forma concienzuda en él. Su sonrisa se ensanchó al sentirla estremecerse.
-No estoy bromeando, Hermosa- susurró gravemente antes de morder suavemente el oído de la muchacha. La escuchó ahogar un gemidito y podría jurar que su piel estaba ardiendo bajo sus labios, lo que hizo que su ego, del tamaño de la Atalaya, creciera aún más. La sintió removerse incómoda, con la intención de alejarse, pero él no lo permitiría, quería seguir con su jugarreta. De un veloz movimiento le cargo en sus brazos al típico estilo princesa y se puso de pie, rió divertido ante el agudo gritito que escapó de los carnosos labios de la arquera-. Bien, es hora de ir a la cama.
Al oír esas palabras, Artemisa sintió que su corazón se detenía, sólo para arrancar a latir a una velocidad casi peligrosa.
-¿Q-Qué? ¡Oye, que ni se te...!- tuvo que cortar su frase cuando el pelirrojo echó a correr, obligándola a sujetarse fuertemente de su remera y contener el aliento por el escaso segundo que le tomó al héroe ir de la sala a su habitación. Estaba mareada, sí, pero no por ello dejo de notar que estaba siendo depositada sobre un colchón, y casi le da un infarto cuando su mente procesó que estaba acostada sobre la cama de Wally. Sintió como un par de cálidas manos recorrían sus piernas por sobre la tela y llegaban hasta sus pies, haciéndole cosquillas suavemente, en una sensación que no sabía si definir como agradable o molesta. Dio unas patadas a ciegas para alejar sus manos antes de sentarse y abrazar sus piernas, tratando de protegerse, aunque en el fondo sabía que eso no le serviría de nada.
Bien, eso es todo por el momento, pero no se preocupen que la segunda parte ya está en camino. Otra vez, lamento la tardanza hermana, y espero que lo disfrutes, aunque yo misma tengo mis dudas de si se ve bien... ¬¬ Siempre soy mi peor crítica, espero que sea la única.
(1) La Llamada: es conocida en el resto del mundo como El Aro o The Ring, y, aunque no es de las más aterradoras y lo sé, es una de las que siempre han asustado a esta pobre miedosa por más veces que la vea.
Espero que lo disfruten, un gran beso, Mangetsu Youkai.
P.D: ¿Saben? Mi gatita se alimenta solamente de los review que me deja la gente, y esta tan flaquita, apiádense de mi pequeña Minsifus y dejen uno, aún si es una amenaza de muerte.
