Sus pasos resonaban en las solitarias calles de Nápoles. Miro la hora, hacia tiempo que había pasado la media noche. Había estado llamándole todo el día sin recibir respuesta, y por eso decidió ir el mismo hasta su casa. Feliciano le había llamado el día anterior con un tono de preocupación en la voz. Era por su hermano, hacia días que no sabia nada de él, no le cogía el teléfono y cuando le llamaba a casa no abría, temía que le hubiese paso algo. Había llamado a Antonio para ver si estaba en España visitándole.
La preocupación de Feliciano se convirtió entonces en la suya propia. ¿Donde estaba aquel idiota?. Sabia que no había estado bien últimamente, por lo que le contaba su hermano ya que no se dignaba a llamarle o si no obviaba el tema, la mafia estaba destrozándole.
Y por eso andaba por las callejuelas de Nápoles andando de noche y solo, bastante tenia con sus propios problemas , pero aun así, ahí estaba y en que cogiese a ese estúpido italiano le iba a echar una buena bronca por tenerlos preocupados a él y a su hermano, no podía ser tan irresponsable.
Estar por aquella ciudad le traía recuerdos, había caminado por allí muchas veces en el pasado y no todos sus recuerdos eran felices. Pero ver como estaba la cuidad en la actualidad le dolía, estaba muy descuidada y había perdido todo su esplendor.
No tardo en llegar a la casa de su ahijado y llamar a la puerta. Al igual que con sus llamadas no hubo respuesta. Volvió a llamar. Nada. Dentro de la casa estaban las luces apagadas, empezó a impacientarse, tal vez realmente no estaba en casa, pero ¿donde estaba entonces? No era alguien que tuviese muchos amigos y saliese. Se sentó en las escaleras a esperar a ver si volvía. Entonces oyó dentro una melodía de móvil y como la colgaban. Estaba dentro.
-¡Romano, abre que soy yo!- Le gritó desde fuera, pero solo le contesto el silencio. No hay nada más cabezón que un español, y si no le abría por las buenas, lo haría por las malas. Se hecho hacia atrás todo lo que pudo y cogiendo carrerilla dio una patada a la ya de por si desvencijada puerta, abriéndola.
La puerta chirrió al abrirse, las luces estaban apagadas, y no parecía que hubiese nadie. Había polvo en las mesas. En una de ellas vio restos de lo que parecían ser una pistola a medio montar al lado de un cenicero abarrotado de colillas. Al acercarse a aquella mesa oyó un pequeño clic y noto el cañón de un arma contra su espalda.
-Levanta las manos.- Era la voz de Lovino, aun que no sonaba como normalmente, estaba grave y algo cascada. Se le notaba cansado, tal vez le había levantado de la cama.
El español no levanto las manos al oír su voz.
-HE DICHO QUE LAS MANOS ARRIBA, JODER!- Le grito nervioso.
-No creo que me dispares -Al oír la voz de Antonio, salio como de un trance y dudo un segundo, pero volvió a recuperar su postura otra vez sin bajar el arma.
-Al salón- Le ordeno el Italiano haciendo un gesto con las pistola.
Antonio sabia que estaba pasando una mala racha, bueno todo mundo estaba en ello, pero no sabia que tan mal estaba realmente, se veía peor que su casa. Al llegar al salón se sentó en uno de los sofás. No temía al arma, creía conocer suficientemente bien a su antiguo subordinado para creer que no le dispararía, no tenia suficiente valor.
No vio a Lovino cuando paso a su lado, pero se puso enfrente suyo y justo le daba de lleno la luz de la calle. Estaba mucho más delgado desde la ultima vez que le vio, iba despeinado y con unas ojeras muy marcadas. A cada ruido que venia de fuera se giraba , siempre alerta. Solo llevaba puestos unos pantalones, lo que le hizo deducir que lo había levantado de la cama, calla que no le hubiese recibido desnudo, idea que tampoco le desagradaba. Pero lo que llamo la atención de Antonio fueron sus antebrazos, los llevaba vendados y se podía entrever manchas de sangre.
Su semblante se endureció al verlo, sabia lo que había hecho, más bien lo que había intentado hacer, nunca pensó que estuviese tan mal. El mismo había caído muy bajo alguna vez, también le habían cubierto los brazos vendas para ocultar heridas. Y por eso estaba enfadado, no quería que él estuviese así, le dolía verle las heridas más que si las tuviese el mismo, también le dolía que no le hubiese pedido ayuda, o que no confiara en él lo suficiente para contárselo.
-A que has venido estúpido.-Le dijo con desagrado el italiano. Aun que cuando levanto la vista para mirarle y sus miradas se cruzaron, el italiano aparto rápidamente la mirada.
-Feliciano me llamo a ver si estabas conmigo.
-Ese idiota...
-Nos tenias preocupados.
-Y UNA MIERDA !!! - le grito- nadie nunca se preocupa por mi, todo el mundo Feliciano esto, Feliciano lo otro. Y de mi como si no existiera. Incluso tu.... -Le miró con recelo.- siempre preferiste estar con él, te crees que no se que te pasas horas con él al teléfono, estarías todos mejor sin mi, ojala estuviese muerto.
Antonio se levanto enojado del sofá situándose frente a él y le cruzo la cara con la mano. Nunca le había pegado antes, pero nunca se lo había merecido como ahora. Odiaba que hubiese dicho que deseaba estar muerto.
La fuerza del golpe hizo retroceder unos pasos a Lovino, y aun que lo intentaba no pudo evitar que unas lagrimas de rabia resbalaran por sus mejillas. Sin saber muy bien lo que hacia acabo apuntando directamente al español con la pistola, temblando.
Antonio se puso entonces en medio de la trayectoria del cañón sin miedo.
-¿Crees que puedes matarme,...cuando no has podido hacerlo contigo mismo?- Le espetó el español desafiante y haciendo que el italiano pusiese una mueca de sorpresa, y que bajara la guardia.- ¿O que te crees que no se que esconden esas vendas?.
Mientras lo decía le agarro con fuerza de la muñeca, reabriendo la herida ya que noto en su mano la temperatura cálida de la sangre. Debido a la fuerza del agarre, Romano con una mueca de dolor tuvo que soltar el arma, que cayo al suelo.
El español le empujo contra la pared donde lo acorralo.
-Que te crees que así se van a solucionar tus problemas-Se ríe con deprecio.- solo eres un cobarde.
Las lagrimas de rabia surcan la cara del italiano mirando con profundo odio. Aquellos ojos dorado se clavaban con fiereza, como los de una bestia herida.
-Vete y dejame en paz- dijo por lo bajo con resentimiento- no tienes que darme sermones,no tienes ni idea , ya no soy un crío y tu … Tu ya no tienes nada que ver conmigo.
-Eres tu el que no tiene ni idea.
-He dicho que te vallas.- No quería que le viera así, no necesitaba la compasión de nadie, y menos la de él.
-Sabes perfectamente que no lo voy ha hacer.-Le aseguro Antonio.
-Lo considerare invasión de territorio. Te lo vuelvo a decir, ya no tienes ningún derecho aquí.-Antonio se ríe ante aquella amenaza.
-Tu no sabes lo que es una invasión., niño insolente-Le respondió agarrándole del pelo y atraiéndolo contra si.- Yo te protegí contra cualquiera que te invadiese, pero tal vez va siendo hora de que aprendas, y de que vuelva reclamar territorios.
No creía que hubiese salido eso de su boca, pero aquello era una amenaza real. Sabia que después de iba a odiar y se lo merecía, pero en ese momento no veía otra manera de hacerlo volver a su casa, al menos un tiempo, y no iba a dejarlo solo en aquel estado. Y últimamente estaba más bravucón que de costumbre, ¿Porque con él siempre tenia que hacerlo todo a las malas.?
Pero en ese momento otro pensamiento cruzo su mente, ¿Realmente lo hacia por el italiano... o por el mismo?. Tal vez solo era una escusa para justificar sus actos, por su bien, se decía. Pero sabia que el tenerlo tan cerca solo despertaba a la bestia que llevaba guardada siglos, la oportunidad de hacerlo suyo y le había dado una justificación para ello. Ya no era ningún niño. Su aroma le embriagaba, sus ojos le trajeron a la mente la cuidad del Dorado, y como ella el deseo de poseerla. No tenia que haberlo dejado nunca ir y ahora iba a solucionar aquel error.
-¡¿QUE, QUE HACES?!- Grito el Italiano al sentirlo tan cerca, al oír su amenaza. Notaba los ojos verdes el español clavados en él, deseándolo. Tenia miedo, nunca le había visto comportarse de aquella manera, no, no era posible, seguro que al final le revolvería el pelo y le diría que era una broma sonriendo, como hacia siempre. Pero algo en aquella mirada hizo que un escalofrió recorriera su cuerpo. Aquellos ojos verdes que recordaba cálidos y afables, brillaban como los de un depredador.
Antonio le respondió la pregunta lamiendo su cuello, y agarrándole con fuerza de la cadera con la mano que tenia libre. El italiano forcejeo con violencia ante el ataque sin resultado, sabia que su antiguo jefe era más fuerte que él, no tenia escapatoria. Sonriendo con malicia, el español comenzó a juguetear con su pelo, sabia perfectamente su punto débil. Agarro aquel rizo rebelde notando como intentaba ahogar un gemido producido por el contacto.
-No..- Jadeo Lovino.- Su..suéltalo...-intentaba aparentar que estaba normal, que no le afectaba, pero su cara enrojecida y su respiración acelerada lo delataban.
El español recorría el borde de su pantalón con su mano libre, sonriendo por que se lo había puesto demasiado fácil, no llevaba ropa interior, y noto su sobresalto cuando al alcanzar el botón, le desabrocho el pantalón.
El italiano grito como protesta, quería resistirse, quería forcejear, pero le tenia atrapado del rizo. Estaba aterrado, eso ya no parecía una broma, era la primera vez que veía a aquel que otros países llamaban en demonio español. Siempre había considerado que mentían, que Antonio era imposible que fuese así, pero ahora temía por que fuese verdad.
Sus ojos volvieron a llenarse de lagrimas, intentaba resistir tanto el llanto como los gemidos que pugnaban por salir de su boca. Noto como los pantalones bajaban hasta el suelo dejandole desnudo. Se sintió impotente, vulnerable y débil. Las manos del español magreaban su cuerpo con ansia, cada pequeño rincón era explorado, y continuaban su avance hasta sus regiones vitales, que para torturarle aun más respondían a las caricias del español. Un gemido de sorpresa escapo de su boca cuando la invasión se llevo acabo.
-Bastardo, suéltame!- Le ordeno con rabia, arreándole un puñetazo en la cara al español, que le soltó al recibir el impacto. -VETE DE MI CASA!
Respiraba fuertemente, debido al esfuerzo y se agacho para recoger sus pantalones. Mientras Antonio le miraba con soberbia. Aquel puñetazo había ido con fuerza, le había partido el labio y el sabor metálico de la sangre le llenaba la boca . Pero aquello no le iba a parar. Estaba cegado por la codicia, y quería más,
Se limpio con el revés de la camisa la sangre que le goteaba y se puso delante de Lovino cortando el paso.
-No decías que todo el mundo solo reparaba en tu hermano.- Le dijo, mientras le agarraba del rizo tirando de el para levantar a Romano, con palabras que rezumaban veneno.- No te quejes ahora que alguien se interesa por ti.
Vio como ponía una mueca de dolor cuando le alzo de aquella parte tan sensible, haciendo que sus caras se pusieran a la misma altura.
-Muérete.-Le escupió el italiano a la cara.- Preferiría que se interesara por mi alguien con mas dinero que tu.
-Puta .- Le sonrió el español, no había nadie que le quitara aquel jodido orgullo.- Seguro que te dejarías dar por culo por cualquiera que te pagara alguna miseria.
-Mira a ver quien habla Antonio – Le respondió sin pensar, la ira nublaba la mente de ambos.-¿Ante cuantos te has humillado tu? ¿Inglaterra, Turquía o Francia tal vez?
Los ojos verdes del español centellearon con resentimiento, había hecho demasiadas cosas, y muchas habían sido para protegerle a él, y Lovino lo sabia perfectamente, se había pasado con aquel comentario. Si había habido algún rastro de duda de lo que estaba haciendo, aquel comentario lo había borrado totalmente. Se cobraría de él ahora todo lo que le debía.
Tiro aun más fuerte desestabilizandole.
-Deberías lamer por donde paso, por lo que hecho por ti niñato de mierda, pero mejor...-Le empujo hacia abajo haciendo que cayese de rodillas quedando su cabeza a la altura de su cadera. -Lame otra cosa.
El italiano se sorprendió ante la orden. Sabia que debía haberse mordido la lengua en la ultima frase, pero se merecía lo que había dicho no debía haberse metido en asuntos que no le importaban. Se quedo quieto donde estaba, no iba ha hacer nada.
-Desabrocha el pantalón.- Le ordeno tirando del pelo. Haciendo que le recorriese una oleada de dolor y placer por igual.
-HAZLO!
Sus caras eran una mascara de odio, ambos se miraban esperando a que el otro se retractara, pero ninguno de los dos cedía. Sin mostrar ningún tipo de debilidad, el italiano desabrocho los pantalones y se los bajo.
-Sabes lo que tienes que hacer, no me hagas repetirme.- Le espeto el español.
Si, si que sabia lo que iba ha hacer. Le bajo la ropa interior que rebelo el duro miembro del español. Y se preparo para meterselo en la boca, y darle un mordisco con todas sus fuerzas.
-¡Hijo de puta!- le maldijo el español apartándose de él.
-Idiota , no dejes tus regiones vitales al enemigo.- Dijo Lovino hinchado de orgullo, mientras se levantaba.
Entonces el español ataco, agarrándole de las muñecas y empotrandolo cara a la pared.
-Tu lo has querido.- Le susurro, mientras que con violencia le juntaba las dos manos para poder agarrarlas con una sola suya. Un escalofrió de miedo recorrió la espalda del italiano.
Con la mano que tenia libre se dirigió a la entrada de Romano e introdujo dos dedos, mientras este se mordía el labio para no darle el gusto de oírle gritar mientras intentaba forcejear en vano.
-Sera mejor que no te contengas. Lo siguiente te dolerá más. -El italiano volvió a sentir las lagrimas recorriendo su rostro. Le dolía, pero prefería centrarse en el dolor que en aquel placer sentía conforme su cuerpo se acostumbraba a aquella incursión.
Cuando lo noto preparado le penetro con furia haciendo que un grito desgarrador saliese de la boca del italiano. Antonio le soltó las muñecas para sujetarle contra él.
El dolor que sentía Lovino fue remitiendo despacio, notaba el cálido miembro dentro suyo y aun que no lo admitía, cada vez le gustaba más, aquel movimiento dentro suyo poco a poco se convirtió en placer e hizo que ya derrotado no pudiese contener los gemidos que surgían de su garganta.
Antonio jadeaba por el esfuerzo cuando decidió utilizar una de sus manos en el miembro erecto del italiano, esta vez como realmente le hubiese gustado a el hacerlo, con clama y con una suavidad que no había utilizado antes.
Ante aquellas caricias Romano gimió aun más fuerte, que más daba ya, había perdido. El español fue aumentando el ritmo gimiendo al notar que el otro se rendía ante él.
Entre gemidos y sudor Lovino llego al final eyaculando en la mano del español, para que poco después este con un gruñido lo hiciera dentro suyo.
Cuando se separaron se creo entre ellos un silencio incomodo, con la euforia del momento ninguno se había parado a pensar que ocurriría después, y ahora en frió, la situación era muy tensa.
-Me voy a la ducha.-Rompió aquel silencio el italiano.
Antonio se sentó en el sofá, desolado, no podía creer lo que había hecho, se había calentado demasiado y había acabado violando a una de las personas que más le importaban, si no era la que más. Se sentía como un cerdo. Y esta vez con pedir perdón no bastaría. No podía volver a mirarle a la cara.
Entonces Lovino oyó desde la ducha como se cerraba la puerta de la calle.
