Declaración: Rurouni Kenshin y todos sus personajes no me pertenecen. Mios son Fukio, Rika y Jubei, y seguramente algún secundario poco importante. Como sea, todo fuera de eso pertenece a Nobuhiro Watsuki, a la Warner, a Sony, etcl, menos a mi. Yo hago esto por diversión, inspiración y sin fines de lucro.

Después de Perderte

Acto uno

Comprometidos

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Kenshin Himura salió de la fiesta, dejando atrás a sus amigos que reían, bebían, cantaban y bailaban entre ellos, celebrando su futura felicidad. Se quitó la liga que sujetaba sus largos cabellos rojizos en una coleta baja y rehizo el peinado sin dejar de caminar hacia su casa.

La noche estaba fria. La luna llena. Se quedó quieto un rato, mirándola.

No era fácil estar en su situación. Por un lado cumplía un anhelo secreto que tuvo, pero por el otro... no quería pensar en eso.

Acababa de cumplir veintinueve años y ya estaba casado por segunda vez. Suspiró.

Reanudó su marcha y alcanzó la casa. Ya una vez dentro preparó la alcoba matrimonial para la llegada de su joven esposa. Dispuso los futones, los cobertores y un brasero para calentar el ambiente. Perfumó el aire y sonrió cuando escuchó los sonidos procedentes de la fiesta. De pronto, su fino oído detectó pasos acercándose. Ella había llegado. Dejó de respirar cuando Kaoru deslizó la puerta.

Ella lo miró un poco seria y luego hizo un gesto de resignación. Se metió al dormitorio con lentitud y cerró con cuidado. Se volvió para mirarlo y luego paseó su vista por la habitación, notando el arreglo en ella. Al llegar a los futones, pasó saliva y apartó la vista. Sin decir nada, sin mirarlo, pasó de largo a tomar su ubicación para los preparativos previos al momento en que, conforme a lo que se esperaba, consumaran su unión.

Kenshin entendió que debía proceder y la siguió sin decir palabra. Él mismo no sabía qué podía decirle y se sentía además, sumamente nervioso. Le sudaban las palmas de las manos y temblaba ligeramente, sentía seca la garganta y su corazón retumbaba en sus oídos. Concentrado en lo que haría, tomó el fino peine que usaría en ella.

Sentada, de espaldas a él, Kaoru se dejó peinar tranquila. Kenshin intentaba ser muy suave para no jalar su cabello y en efecto, a ella le pareció que el efecto tranquilizante de tal acto era justo lo que necesitaba en ese momento. Su cuerpo se relajó y el calor que manaba del brasero la envolvió. Ella respiró pausadamente, intentando reunir todo su coraje para el paso que venía. No rehuiría de sus responsabilidades, lo había prometido. Ya estaba metida en eso y quería salir pronto de eso.

Se entregaría.

Llegado el momento, se sentaron frente a frente. Kaoru hizo una reverencia frente a él.

-Por favor, guíame y sé cuidadoso conmigo.

Kenshin asintió quedo. Kaoru siguió.

-Lamento que por mi culpa estés atado a este lugar. Intentaré ser una buena esposa para compensártelo.

La joven enderezó la espalda y Kenshin también quiso decir algo. Tuvo que aclararse la garganta primero.

-Yo no puedo compensar en modo alguno lo que usted ha perdido, pero la cuidaré. Intentaré ser un buen esposo para cumplir mi promesa.

Se acomodaron en el futón y Kaoru tembló cuando sintió las manos de Kenshin quitarle la ropa. No se atrevía a mirarlo a los ojos, menos ahora que su mente la traicionaba llevandole imágenes y anhelos sobre otra persona. Se obligó a quedarse quieta y a cumplir su parte y entonces, ya desnuda, fue guiada por su esposo para recostarse.

De inmediato, él se despojó de su ropa, un poco tieso, y se recostó sobre ella, cuidando de no aplastarla con su peso. La besó un poco torpe y tras unos segundos, Kaoru desvió la cara, incómoda. Kenshin intentó besar su cuello, pero no consiguió el efecto que deseaba.

No lo lograba. Era difícil... no lograba erectarse. No podía penetrarla.

Kaoru lo miró pensativa.

-¿Ya lo harás?- preguntó en un susurro. Un poco complicado, Kenshin la miró, deseando que su cuerpo respondiera, pero no podía, y sin embargo, se esperaba que él, como el hombre, supiera lo que había que hacer y la guiara. Lo cierto es que la situación tampoco era fácil para él. No entendía que ella, que apenas tenía diecisiete años, lo estuviera sobrellevando mejor. -¿Acaso no puedes?-

Kenshin se incorporó y se sentó al lado de ella. Se notaba muy abatido.

-Esto no es fácil.

Sentándose, Kaoru se abrazó las rodillas.

-Para mi tampoco. Lo extraño demasiado...

-Yo también. Era como un hermano...

Se quedaron en silencio largos minutos hasta que Kaoru se obligó a reponerse.

-Pero él nos pidió hacer esto. Y nos pidió tener familia y yo... sólo puedo pensar que para honrarlo, debo hacerlo. Por eso debemos esforzarnos y consumar este matrimonio hoy.

Se recostó nuevamente y se cubrió mientras él venía sobre ella. Kenshin reflexionó en sus palabras y la buscó una vez más. Entendía los sentimientos de Kaoru. Ella había amado a un muchacho un poco mayor que ella que había fallecido prematuramente. Aún de duelo, ella sólo pensaba en cumplir el deseo de su novio, pero para él las cosas era más complicadas.

El conocía al novio de Kaoru desde antes. Se llamaba Fukio y había sido su mejor amigo. Y sólo hubo una cosa que siempre envidió de él.

Kaoru.

Pero ahora, la alegría que podía estar sintiendo al estar en una situación soñada con ella se veía empañada por sus sentimientos de duelo y de culpa al sentir que con su amor por ella lo traicionaba. No era fácil estar ahí, tomándola mientras sus emociones lo llevaban de un lado a otro. Por un lado lo aliviaba que no estuviera, por el otro se sentía una rata miserable.

Y ella queria estar con él no por desearlo, si no porque era una petición de Fukio. Tal vez, ella estaba fantaseado que él era su amigo para sobrellevar eso.

Nuevamente la erección no llegó.

-Esto es vergonzoso...- murmuró, pensando posponerlo unos días. La joven lo miró con atención y llevó sus manos a las mejillas de Kenshin para atraerlo sobre su boca.

-Tranquilo, déjame ayudarte.

Pero ella misma no estaba mejor.

-No pensemos en esto. Piensa que soy otra mujer. A una que quieras. Yo no puedo pensar en Fukio. Ya no está, pero pensaré que te quiero.

-Quedará entre los dos.- murmuró Kenshin, sabiendo que él no tendría que fingir. Kaoru llegó a su boca.

El beso que Kaoru le dio fue suave y delicado al explorar sus labios. Fue de ese modo que Kenshin olvidó por un momento sus pensamientos y su cuerpo cobró vida. Pudo tomar a su esposa con cariño y dulzura para al hacerla suya, quedando ambos conformes con su desempeño y con haber cumplido la noche de bodas.

Se vistieron para dormir y se metió cada uno a su futón, cerca más o menos el uno del otro. Kaoru le dio la espalda y Kenshin por su parte, se quedó despierto un rato. El suficiente para escucharla sollozar tras media hora.

Se mantuvo acostado y le dio su espacio para el desahogo. Él mismo tenía los ojos húmedos. Mientras los cerraba y sentía una lágrima correr por su sien, su mente lo llevó a otros tiempos.

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Todo había comenzado en 1873. Había ayudado a una familia de comerciantes que estaba siendo atacados por los matones del barrio. Su hijo menor, Ishida Fukio, había quedado sorprendido y admirado de Kenshin, el espadachín que llevaba una espada que no podia cortar y con el cual protegía a las personas.

El joven de quince años había quedado tan sorprendido, que de inmediato se puso a seguir a Kenshin con el fin de que este le enseñara su técnica de espadas. Kenshin le había recomendado entonces seguir otro camino.

-Mi técnica es una usada para matar. Ese es su fin. Si no fuera por el filo invertido que lleva, no podría cumplir mi promesa de no matar. He escuchado de dojos donde trabajan con técnicas de espadas de madera que pueden ayudar a forjar tu espíritu y tu cuerpo. Te recomendaría llegar a una de esas.

Muchacho de ojos castaños y sonrisa fácil, Fukio pronto se convirtió en un querido amigo para Kenshin. Por eso, cuando el pelirrojo se marchó de ese lugar, prometió a Fukio regresar en seis meses a ver cómo le iba y cumplió. Notó que había crecido y su cuerpo estaba más tonificado. Sin duda había encontrado un dojo.

-Pero mi maestro es un poco violento. No me gusta lo que predica este dojo. Buscaré otro, ya lo verás.

Pasaron cuatro años en los que Kenshin iba y venía a ver a Fukio. En sus encuentros, Fukio le contaba sus cosas y Kenshin le revelaba cosas de su vida, incluyendo algunas dolorosas para él, como la relacionada a su primer matrimonio. Tras escuchar la historia de cómo Tomoe intentó una venganza hacia Kenshin, quedando atrapada en ella y falleciendo posteriormente, sólo pudo decirle:

-Vaya, hombre... ya quisiera yo que encuentres a una mujer buena que te cuide y te haga detener. ¿No te cansas de vagar?

A fines del año 1877, Kenshin llegó una vez más a visitar a su amigo. Quería disfrutar de su compañía durante los días de año nuevo, pero sus padres le dieron la noticia.

-Escuchó un rumor sobre una escuela que practica un estilo de kendo con un lema que le gustó mucho y se fue hace dos meses a Tokio. Nos ha escrito y dice que es muy feliz allá. Acá está su dirección, por si quieres visitarlo.

¿Tokio?

Hacía diez años, Kenshin había comenzado a vagar por el pais y no recordaba haber pasado por Tokio. Sabía que era la nueva capital y que antes era Edo. Le quedaba como a tres días de viaje y se puso en campaña, sólo que el año nuevo lo pilló de camino y no pudo festejar con su amigo como quería.

Entrando a Tokio se encontró con una muchacha que deambulaba sola por la calle y que le reclamó por portar una espada y que tal vez él era la persona que andaba difamando a su escuela. Tras sacarla de su error y resolver por esa noche el problema, la escoltó hasta su casa para curarle una herida y con estupor se dio cuenta de que la muchacha era muy joven y vivía completamente sola.

Él se presentó como un vagabundo que le podía prestar ayuda si quería.

-Soy Kamiya Kaoru, y este es el dojo que imparte el estilo que fundó mi padre, el Kamiya Kashim Ryu, que practica el arte de no matar y proteger la vida, tanto del adversario como la propia.

Interesado, Kenshin prestó atención a la chica. Era muy bonita y en su rostro, aún redondeado por la juventud, destacaban sus ojos oscuros llenos de energía. Su cabello era negro y parecía tan suave... sus labios... sus labios...

Había apartado la vista de sus labios un poco incómodo y decidió marcharse, pero al dar un par de pasos fuera del dojo, algo sobre el asunto que ella perseguía lo empezó a molestar, partiendo por el hecho de que un sujeto se hacía llamar Battousai, cuando él, Kenshin, era el verdadero Battousai. Battousai Himura, el asesino. El más letal del Ishinshishi. La única pista que tenía Kaoru estaba errada y ella podía estar en peligro. Decidió posponer la búsqueda de su amigo y buscar al tipo que difamaba la escuela Kamiya y dio con él al día siguiente. Con él y con quince de sus hombres, a quienes dejó inconsciente antes de correr al dojo y encontrar a veinte más tratando de quitárselo a Kaoru a la fuerza.

Desde luego él no iba a permitírlo y al terminar con ellos y concluír el asunto, Kaoru lo miró detenidamente un momento tras descubrir que era Battousai y luego lo invitó a charlar a solas.

En esa charla, ella le expuso que vivía sola y que lo invitaba a vivir con ella, ya que en su casa había espacio de sobra para acogerlo y tal vez él estaría un poco aburrido de vagar. Tras pensar en Fukio, Kenshin resolvió que sería más fácil buscarlo desde un lugar fijo y siendo Kaoru ayudante de maestro de espadas (aunque dada su juventud le parecía increible) sin duda conocería a los demás maestros de la ciudad. Y aceptó quedarse.

Kaoru había sido muy amable con él desde el principio. Primero le brindó ropa, permiso para usar el cuarto de baño y una agradable compañía. Se sentía a gusto con ella cuando la muchacha tomó una cesta una mañana y lo invitó a acompañarla.

-Vamos a ver a un amigo mío. Ha estado un poco enfermo en estos días, entonces yo hago aseo en su cuarto y le llevo estas cosas. Tal vez a él le guste conversar contigo. Siempre me habla de un amigo que tiene que es pelirrojo como tú...

Cuando Fukio y Kenshin se reencontraron en esa habitación, chocaron sus manos en señal de amitad y emocionados, salieron a charlar mientras Kaoru estaba en lo suyo. Al parecer, Fukio había cogido una neumonía y Kaoru, su maestra, se había empeñado en ayudarlo a pesar de tener sus problemas.

-No puedo entender como mis compañeros se atrevieron a abandonarla con todo este asunto. Y yo no podía ir, Kenshin, me conoces bien. Estuve muy mal, con mucha fiebre, si no la hubiera ayudado, pero la buenafortuna hizo que se encontraran. ¿Qué piensas de ella? - preguntó Fukio al saber que ahora vivían juntos.

-Es una gran muchacha.- dijo Kenshin.- Es muy madura y muy amable, aunque tiene su carácter.

-Estoy pensando sanar del todo para declararme.

-Vaya... - dijo Kenshin, un poco decepcionado.- Pues... espero que te vaya bien si es la indicada para tí.

Los días pasaron y Fukio sanó. Kaoru no estaba segura sobre tener una relación con un alumno suyo y un nuevo habitante a la casa Kamiya se integró. Se trataba de Yahiko, un muchacho de diez años al que con Kenshin, rescataron de la yakuza local. Con posterioridad se sumó Sanosuke mientras Fukio seguía aprendiendo las técnicas Kamiya y trabajaba donde podía para costear su vida.

Fukio era un alumno aventajado, al punto que Kaoru, quien veía en Kenshin a un verdadero hermano mayor, le comentó sobre sus planes.

-Creo que está listo para enseñarle el arcano secreto de mi escuela.

Kenshin estaba de acuerdo en que Fukio era un buen exponente del estilo Kamiya Kasshim, al punto que Yahiko se debatía entre la admiración que sentía entre él y Kenshin. Pero también intúia que la decisión de Kaoru de enseñarle el arcano secreto, era que podría ascenderlo de rango en un futuro próximo y tener su relación de novia con él.

-Pienso que hay cosas que no se deben forzar. Y que en otros temas, es bueno seguir el corazón. Dígale que sí a Fukio si es lo que desea, y en un tiempo más reconsidere lo del arcano secreto. Es mi humilde opinión, después de todo, usted es la maestra.

Asi fue que una tarde, Kaoru se recogió el cabello en un lindo peinado y fue a encontrarse con Fukio. Kenshin y Sanosuke, un tremendo joven de diecisiete años, la vieron partir.

-Te gusta, ¿cierto?-

Kenshin no respondió, pero Sanosuke no necesitaba escucharlo.

-En mi rancha hay un espacio para tí, si buscas un hogar. Así me ayudas a compartir gastos.

Al iniciar el noviago, las mejillas de Kaoru siempre tenían el color de las fresas. Era tan adorable. Kenshin consideró, al verla, hacer caso a su amigo Sanosuke. Como fuere, tenía que salir de allí.

Lo intentó una noche en que se fue con Sanosuke a una misión en la que protegerían a un político. Al terminar el trabajo no quiso volver al dojo y se fue por ahí, a la orilla del río a meditar. Durmió un rato y al mediodía, llegó Kaoru con todo su enojo a buscarlo. No le podía perdonar que se haya marchado sin avisarle.

En ese instante, un enemigo de Kenshin que la vio aparecer la raptó con el fin de causarle un daño a él. Cuando Fukio lo supo, le rogó a Kenshin que lo dejara acompañarlo a buscar a Kaoru y Kenshin le dijo que no podía ser porque tenía que ir él solo. Cuando Kenshin la trajo de vuelta a altas horas de la madrugada, fue imposible lograr que Fukio se separara de ella. Y con ese susto que tuvo, se animó a pedirle matrimonio.

Kaoru aceptó, y de ahí en adelante se sucedieron cerca de seis meses. Meses, por cierto, muy movidos para Kenshin, en los que evitó un golpe de estado, completó su formación como representante del Hitten Mitsurugi Ryu, se peleó a muerte con su cuñado y en cierto modo ajustaron cuentas, y en los que pensó que había perdido a Kaoru.

Su cuñado, preso de un rencor espantoso hacia él, había hecho pasar por muerta a Kaoru. Todos los habitantes del dojo Kamiya y amigos de ellos cayeron en la trampa y la lloraron por muchos días, pero sólo Kenshin se fue a un lugar secreto a vivir su pena, su calvario y su infierno. Fukio, por su parte, no estaba mejor. Estuvo a punto de colgarse una tarde, porque su desesperación no le dejaba ver otro camino. Afortunadamente pudieron darse cuenta del engaño y tras varios días recuperándose, Kaoru y Fukio fijaron la fecha de su boda para el mes de Noviembre.

Fue a finales de Agosto que Fukio pudo notar lo que antes había visto Sanosuke. No quiso hacer comentarios hasta no estar bien seguro para no hacer sentir mal a su amigo, pero por otro lado, la duda lo carcomía.

Salieron a dar un paseo con Kenshin y a beber sake.

-¿Kenshin?

-Dime.

-¿Por qué te quedaste en el dojo Kamiya? Yo tenía entendido que nunca dejarías de vagar.

-Estaba un poco cansado.

-¿De verdad?

-Si.

-No te creo.

Kenshin miró a Fukio un poco preocupado. Fukio siguió andando.

-Yo amo a Kaoru. Más de lo que te puedes imaginar. Pero si yo hubiera sabido esto, me hubiera hecho a un lado hace tiempo, antes que mis sentimientos siguieran creciendo. Porque ella fue capaz de detenerte, ¿cierto?

Kenshin se detuvo. Fukio hizo lo mismo y lo enfrentó. Se miraron.

-Nunca ha sido necesario que te apartes. Ella te ama a tí. No hay otra verdad.

-Pero Kenshin...

-Tú sabes que la señorita Kaoru ha declarado haber encontrado un hermano en mí. Y no quiero dejarla sola hasta que tú te hagas cargo de ella y la hagas feliz. Entonces yo seguiré mi camino y vendré a verte una vez al año. Es lo que corresponde. ¿Puedes verlo?

Reanundando la marcha, el pelirrojo metió las manos en sus mangas. Fukio le dio alcance.

-Gracias, Kenshin.

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La desgracia cayó sobre ellos una tarde en que Fukio, estando con sus padres para preparar una visita al dojo Kamiya, imitando el proceder de Kenshin, se enfrentó a unos asaltantes. Resultó lastimado por una espada en la pierna, y fue así que, restándole importancia, se curó solo la herida. Su madre, al verla más tarde se asustó y lo acompañó al médico.

El doctor hizo la curación correspondiente y le recomendó regresar en dos días sin falta, pero Fukio estaba demasiado emocionado con su matrimonio y quería adelantar todo lo que pudiera con el sastre y averiguar bien qué tradiciones debía observar. El segundo día se la pasó ayudando a su padre en las bodegas y el tercero se fue a visitar a su abuelo. Dos semanas después regresó a Tokio.

Kaoru estaba muy animada al saber de su regreso. Kenshin lo sabía, porque cuando venía Fukio, ella se echaba un dulce perfume y no fallaba en eso. Yahiko por su parte quería probar su arcano secreto contra el de Fukio, pero al verlo llegar lo notaron un poco pálido.

-¿Estás bien?- Quiso saber Kenshin de inmediato, y Fukio sólo asintió.

-Estoy listo para medir mi técnica con la de Yahiko.

Se enfrentaron ambos contendores y a pesar de que Fukio era más alto y robusto que Kenshin, Yahiko se le lanzó con todo. Cuando Fukio ejecutó la primera parte de su técnica, que consistía en defensa, la espada de Yahiko pudo traspasar sin problemas la barrera de sus muñecas y el golpe en la cabeza le dio de lleno.

Se desplomó de inmediato y ante un grito de Kaoru, Kenshin corrió a ver qué pasaba, pero al tocar la piel de su amigo, esta ardía.

-Hay que llevarlo al médico, rápido.

Cargándolo como pudo, Kenshin atravesó con Fukio la distancia que los separaba de la clínica del doctor Genzai. Kaoru y Yahiko, que iba especialmente preocupado, le siguieron el paso.

Genzai le examinó los ojos y la lengua. Le escuchó el corazón y en eso un tenue olor a putrefacto llegó a su nariz. Miró con atención el cuerpo del joven y cuando levantó el hakama en la pierna derecha, se dio cuenta del horror. Miró a Kenshin, que estaba con él, por cuya expresión supo que Kenshin entendía el destino de esa extremidad.

Ambos hombres salieron muy abatidos. Esperando en una salita estaba Yahiko (quien se creía culpable) y Kaoru.

-Tiene una gangrena muy avanzada en su pierna derecha. Debo amputar cuanto antes, porque la fiebre podría ser indicador que el veneno llegó a la sangre. Tranquilo muchacho... lo que está pasando a Fukio no tiene nada que ver contigo.-dijo a Yahiko.

Kaoru miraba al doctor con los ojos muy abiertos y su mano tapando su boca. Su respiración se agitó.

-No pue... puede ser.

De inmediato se puso de pie y corrió a ver al joven. La espantosa herida negra sobre su pierna la hicieron cerrar los ojos y mover la cara a otro lado.

Fukio despertó en ese momento y llamó a Kaoru. Ella le limpió el sudor con una toalla húmeda. El doctor se acercó y le explicó el procedimiento que le harían. Fukio no podía creerlo y balbuceó un poco sobre lo sucedido con los asaltantes y la herida en la pierna.

-Posiblemente el acero de esa espada estaba oxidado. No se puede saber a ciencia cierta. Kenshin, por favor, haz un torniquete apretado sobre la rodilla. Kaoru, sigue poniendo paños húmedos a Fukio.

Con un horrible presentimiento, Fukio pidió que le avisaran a sus padres para que vinieran.

-Llega... llegarían es... ta tarde a la ca... capi tal. Por favor... que alguien... los esper... pere y los traiga.-

Fue Yahiko quien tomó esa responsabilidad.

Viendo el modo de evitarle el dolor a Fukio, Genzai sugirió ahogarlo en alcohol, entonces, tras darle bastante, Genzai tomó una especie de sierra y comenzó a aserrar la pierna bajo la rodilla mientras Kaoru contenía los gritos de Fukio y Kenshin sostenía la pierna para inmovilizarla.

-¡Por favor, no siga!- gritó Kaoru con los ojos anegados en lágrimas.- Le duele mucho, por favor, no más.-

-Pero hija, si Fukio quiere una chance de vivir, sólo puede ser de esta manera. Mira.- dijo enterrando un pequeño cuchillo en la zona putrefacta del que Fukio ni se enteró.- Es necesario, ¿lo entiendes? La gangrena se extenderá a su muslo, si es que antes no lo envenena y él ya está muy mal.

-Pero no quiero que sufra...

-Déjalo, Kaor... déjalo... - dijo Fukio resignado. Entonces Kaoru reparó en la espada de Kenshin.

-Tiene filo por el lado reversa.- murmuró Kaoru. Kenshin la escuchó y ella le indicó lo que quería que hiciera.- Si lo cortas de un golpe, no le dolerá tanto como aserrando. Kenshin, por favor. Será sólo un segundo.

Kenshin, nervioso, miró al doctor y luego a Fukio. Ambos parecían estar de acuerdo con la idea.

Acomodaron a Fukio de tal modo que su pierna sana quedó colgando y la derecha, extendida en el aire. Kaoru abrazó con fuerza a Fukio y Kenshin midió la distancia, para no dañar a Genzai que sostenía la pierna. Tras un poco de concentración, giró su katana y lanzó el golpe.

Después que el miembro fue desprendido del cuerpo, Fukio gritó con todas sus fuerzas y luego se desmayó. Genzai se apresuró a contener la hemorragia y vendar en tanto Kenshin limpiaba su espada. La cantidad de sangre en el piso era considerable y Kenshin también se hizo cargo de eso.

Cuando los padres de Fukio llegaron, su hijo ya no tenía fiebre y su semblante era mejor, pero el que le faltara una pierna fue mucho para ellos. A pesar que Kaoru quiso salir del cuarto para que estuviera a solas con ellos, sus suegros no se lo permitieron.

Al día siguiente la fiebre regresó por la tarde y de un modo muy violento. Dio un poco de tregua por la noche y entonces Fukio ya no quiso esperar. Habló con sus padres muy seriamente y ellos comprendieron lo que pedía y por qué. Después hizo pasar a Kaoru y a Kenshin, en presencia de su padres y de Genzai.

Primero, les expresó a cada uno cuánto los amaba. Lo feliz que se sentía por haberlos conocido y recordó algunas aventuras que habían vivido juntos.

-Pero creo que ya no voy a seguir aquí mucho tiempo más... - dijo un poco débil.- Y la verdad, tengo un último deseo que pedir. Como es mi último deseo, es sagrado, y tienen que cumplirlo si yo muero, porque amándolos tanto, no puedo pensar en otra cosa.

"Kenshin, tú me mostraste el camino que quise llevar, y Kaoru, tú me mostraste el modo de hacerlo y te convertiste en la persona que quiero para mi vida. ¿Cómo no estar agradecido? Ustedes se llevan bien, se tienen aprecio... yo siempre quise para mi amigo una mujer buena como tú, Kaoru, y para tí, pretendía cuidarte y quererte hasta el fin de mis días... pues bien, creo que nadie mejor para eso que mi amigo Kenshin."

-Pero Fukio, tú sanarás, y viviremos juntos.- dijo Kaoru sollozando a su lado.- Por favor, yo te quiero conmigo. Debes reponerte...

-Mis padres saben de mi decisión y ellos velarán para que ustedes cumplan lo que les he pedido. Se casarán. Ustedes... se casarán en Noviembre. ¿Aceptan?

-No puedes pedirme eso. Kaor... la señorita Kaoru es tu novia. Ella te quiere, quiere que vivas. Debes reponerte...

-Yo no puedo hacer eso con Kenshin, Fukio... no puedo. Tú eres mi novio, sólo tú puedes ser mi esposo.

-Entonces cómo puedo irme tranquilo sabiendo que Kenshin podría volver a vagar y a estar solo y Kaoru... ella perdería esa compañía? Háganlo por mi, por favor... no quiero irme con la pena de dejarlos. Mis padres tienen a mis hermanos, y ellos a sus familias. ¿Y ustedes? No quiero que estén solos, no quiero.- dijo mientras se deslizaba una lágrima por su sien.

Kenshin miró a Fukio con la súplica en sus ojos. No quería hacer eso. No de esa manera. Prefería marcharse lejos a ver que su amigo se iba de esa forma. Pero al pensar eso se dio cuenta de que era cierto... él se marcharía al desaparecer Fukio. ¿Y Kaoru? En las últimas semanas se habían ido, siguiendo sus caminos, Sanosuke y Megumi. Yahiko ya estaba preparando el cuarto que le dejara Sano para mudarse antes de la boda.

Todos pudieron ver la lágrima que se derramó por su mejilla antes de contestar, muy afectado.

-Yo la cuidaré, Fukio. La tomaré por esposa.

Notoriamente aliviado, Fukio esbozó una sonrisa.

-Y quiérela. Quiérela mucho, por favor. Ella es tan linda.

-La voy a... - Kenshin se aclaró la garganta.- La voy a cuidar mucho... y la querré.

-Si, Kenshin. Es lo correcto. Debes detenerte, ¿entiendes? Dejar de vagar.

-Si. Entiendo.

Fukio entonces miró a Kaoru.

-Y tú, quiere a mi amigo, y cúidalo. Si yo me voy, hazlo por mí.

Kaoru estaba tan emocionada y triste, que no podía hablar. Sólo tomaba la mano de Fukio y la besaba repetidas veces. Asentia en otras.

-Pero dilo. Dilo que lo harás. Quiero tu palabra.-

-Lo haré, Fukio, haré lo que pides. Tienes... mi palabra.

-Formen una familia... y a uno de sus hijos pónganle... póngale "Kenji", por favor. Una vez Kenshin me dijo que "Kenshin" era el nombre que le dio... que le dio su maestro. Yo pensaba ponerme "Kenji" cuando fuera maestro del Kamiya Kashim... Ryu... como homenaje a mi amigo... por favor... Kenji.

-Se llamará Kenji.- dijo Kenshin sumamente afectado, como todos los presentes.

Fukio les dio las gracias por aceptar sus propuestas y cayó en un tranquilo sueño. Kaoru insisitió en acompañarlo junto a su madre, mientras los demás iban a tomar algo de te caliente.

Fue cerca de las dos de la mañana que la fiebre regresó de un modo violento, al punto que pronto Fukio comenzó a convulsionar. Veinte minutos después, se le fue la vida.

Los funerales de Fukio fueron muy concurridos en su pueblo natal. Mucha gente lo apreciaba y expresaron su pesar por tan lamentable partida. Kaoru practicamente no comía y advirtiendo esto, Kenshin amablemente se ocupó de alimentarla cuando podía, aunque él mismo era incapaz de tragar nada. La madre de Fukio notó esto y consideró que el pelirrojo estaba cumpliendo su parte del trato de cuidar a la muchacha. Se alegró de ver que lo que su hijo había querido estaba pasando.

La mujer se apoyó en Kaoru y lloraron juntas y abrazadas cuando lo enterraron. Por la noche, cuando estaban todos en una habitación grande recordando a Fukio, entró Kaoru con un abrigo para Kenshin, que puso sobre sus hombros. La muchacha estaba destruída, pero también cumplía con su parte del trato.

La señora Ishida esperó que pasaran varios días antes de hacer lo que le pidió su hijo. Aprovechar lo que ya había sido preparado para el matrimonio de Kenshin y Kaoru, y así lo hizo la señora. Avisó a Kaoru por carta de sus intenciones y luego, junto a su esposo, se hicieron presentes en el dojo Kamiya para supervisar la realizacion del matrimonio.

-Mi hijo que pidió que fuera como tu madre y cuidara de tí, cariño. Sé que vivimos alejadas, pero esperaré con ansias tus visitas y cartas en el futuro y vendré cuando me necesites.

-Gracias, señora Ishida. Me siento muy honrada.

-Pero como sabrás, Fukio nos pidió que supervisáramos el cumplimiento de su último deseo. Esto no es fácil para mi, imagino que mucho menos para tí. Me consuela saber que conozco al señor Himura hace ya varios años y sé que es un excelente caballero. No podría permitir tu unión con él si fuera de otra forma. Entiendo que será incómodo al principio, pero sé que todo saldrá bien.

-Hemos venido con tiempo para instalarnos aquí y guiarlos en este proceso.- dijo Jubei, sentado al lado de su esposa.- Fukio también me ha pedido que los apoye como un verdadero padre para la señorita Kamiya. Las cosas se harán en los plazos que él pidió.

-¿Qué? Pero... ¿No es muy apresurado? Yo no puedo pensar en casarme con nadie, aún cuando se trate de Kenshin.- dijo Kaoru muy afectada.- A veces siento que... que todavía no me hago a la idea de que no lo veré nunca más. A veces pienso que un día lo encontraré en el portón... - alcanzó a decir rápidamente antes de estallar en lágrimas.

Kenshin se levantó sin decir nada y trajo un poco de agua fresca para todos, pero especialmente para Kaoru. Ella bebió de a sorbos y se dominó, un poco avergonzada por no ser capaz de dominarse.

-Discúlpenme.

-Entiendo como te sientes, hija.- dijo la señora Rika.- Pero diste tu palabra de hacerlo, asi que por favor, cumple tu parte. Mi hijo te amó mucho... si él pidió esto, sólo fue motivado por ese amor. -

-Pero la señorita Kaoru tiene razón en que es demasiado pronto para hacerlo. Yo no huiré de mi obligación, pero quizá si esperásemos un mes más, o dos. Forzarnos a una fiesta en estas instancias y a una nueva pareja en el caso de la señorita Kaoru me parece algo violento. Por favor.- dijo Kenshin inclinándose.- Por favor... sólo esperemos un poco más.

Para Kaoru no pasó desapercibido que el hombre más fuerte que conocía, abogara por sus sentimientos inclinado del modo más humilde.

Los Ishida se miraron entre si. Luego, a la pareja frente a ellos.

-Dentro de un mes o un año, mi hijo no volverá de todos modos.- dijo Jubei.- E inevitablemente aceptaremos esta pena. Mi hijo dijo algo que es lo que nos motiva a insistir con la fecha del matrimonio, y escuchándolos hablar, creo que tenía razón. La señorita Kamiya lo extraña, y es natural, y el señor Himura se ve especialmente abatido. Ambos perdieron a un ser querido único para ustedes. Sólo entre ustedes pueden comprender lo que mi hijo significó para el otro, por eso no podemos tardar más en hacer esto. Sabemos que entenderán esto mejor con el tiempo, pero el matrimonio debe realizarse en el plazo determinado por Fukio y si ustedes no desean llevarlo a cabo de esa forma, no tenemos nada más de qué hablar. Regresaremos a nuestro pueblo y ustedes quedan libres de hacer lo que les plazca, incluso no casarse.

Kaoru intuyó en esas palabras que ya nos los verían más. Ella podía vivir sin eso, porque los conocía de apenas unos meses, pero Kenshin... ellos eran como su familia. Los quería.

Miró su rostro cuando ellos se pararon. El tono de su piel había palidecido notoriamente.

-Kenshin...- le susurró ella cuando los Ishida salieron del cuarto. Él negó.

-No puedo permitir que sea forzada de esa forma.- susurró él. Pero su semblante empeoraba conforme se alejaba el matrimonio. Kaoru sabía que él estaba sufriendo y aguantándose por protegerla a ella.

-Y yo no puedo permitir esto...- dijo ella tras unos segundos de indecisión, para correr tras los mayores. Kenshin se incorporó, presuroso para seguirla, pero cuando le dio alcance, ella ya estaba de rodillas en el suelo.

-Por favor... por favor... perdónenme. Soy muy joven, no tengo la experiencia de vida que llevan ustedes y he debido de poner más atención a sus palabras. Me casaré, porque se lo he prometido a Fukio, y lo haré con Kenshin como él específico. No me quiten su guía... me siento perdida, no sé qué debo hacer. Por favor.

Las lágrimas nuevamente brotaron de sus ojos. Eran sus verdaderos deseos los que afloraban en ellas, negándose al compromiso, pero no podía permitir que Kenshin perdiera más de lo que ya había perdido.

Kenshin también se arrodilló a su lado y bajó la frente, pidiendo guía y consejo para enfrentar lo que se venía.

El señor y la señora Ishida les indicaron que se levantaran y anunciaron su visita para el día siguiente, con el fin de que ellos se calmaran y pudieran reflexionar un poco. Kaoru temblaba cuando ellos se fueron, pero al menos sentía que había hecho lo correcto, aunque le doliera el corazón.

De ahí en más, Kaoru descubrió en Rika a una mujer sumamente comprensiva, agradable y muy abierta a hablar con ella sobre los temas más tabú, especialmente sobre algunos secretillos para enfrentar la noche de bodas. Buscaron las telas y otro tipo de cosas para su ajuar, en tanto Kenshin y el señor Jubei se ocupaban de temas administrativos y de tanto en tanto, se tomaban un sake en memoria de Fukio. Los Ishida insistieron en correr con todos los gastos e invitaron a todos los amigos de Kenshin que recordaban, incluyendo a su maestro y a unos ninjas de Kioto. También le extendieron invitación a una doctora que en más de alguna ocasión había curado los rasguños de Fukio, Megumi, y desde luego que le anunciaron a sus otros hijos sobre el asunto para que se prepararan como si fuera Fukio el novio.

Los hermanos no se tomaron el asunto tan bien, pero finalmente aceptaron.

Y asi fue que se casaron.

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Los sollozos habían cesado y Kenshin intuyó que finalmente Kaoru dormía. Debió haber estado agotada tras el matrimonio, intentando tal vez, no fingir felicidad pero si calma y aceptación con lo que estaba pasando. Los sonidos de la fiesta era cada vez más apagados y poco a poco él también cayó en el sueño.

Pudo ver en ese sueño la sonrisa de Fukio. Ya al amanecer se sentó para ordenar sus ideas un momento y mirar a Kaoru que dormía. Entonces ella abrió los ojos. Él desvió la mirada rápidamente.

Le daba un poco de pudor mirarla después de lo que habían hecho por la noche.

-¿Qué hora es?-

-Debe ser pasado del mediodía, señorita Kaoru.- dijo Kenshin sin pensar.- Tengo mucha hambre. Podría preparar un rico desayuno.

-Entonces si sucedió... - dijo Kaoru, mirándolo muy afectada.- Lo hicimos, ¿cierto?

Kenshin asintió. Kaoru se sentó en su futón y se restregó la cara con las manos. Se veía cansada y pequeña.

-Podemos comer algo aquí, o puedo preparar el comedor.

En shock, Kaoru lo miró aparentando mucha calma.

-Tú solo ve a la cocina. Yo te seguiré luego. Sólo necesito... acabar de despertar, supongo.

Poniéndose en pie, Kenshin hizo caso y la dejó sola. Al verlo salir con su ropa de dormir de la habitación, Kaoru se llevó una mano a la boca para contener el gemido que quiso escapar de ella. No era posible lo que estaba pasando, no lo era.

Una oleada de desesperación la embargó por unos momentos y se abrazó la barriga al borde de las lágrimas. Había estado soñando con Fukio, viendo su sonrisa de satisfacción y recordando, dentro del mismo sueño, su ansiedad meses antes por la idea de permitirle a él ser su primer hombre. Pero al despertar... despertar y ver a Kenshin a su lado... A su vagabundo recogido, a su amigo... a su hermano mayor, entonces no podía entenderlo. Se suponía que no debía ser así. Tendría que haber sido de otra manera. Su suegra se lo había explicado; posiblemente la primera noche no sería placentero. Tal vez le dolería. Tal vez él podría llegar a ser brusco o torpe y entonces ella debía ser comprensiva y astuta para hacerle ver su error si algo no le gustaba, por eso se había preparado para el desagrado y la sumisión ante un cuerpo que no era el amado. Entonces... ¿por qué Kenshin tuvo que ser tan fuerte, paciente y suave a la vez, dándole tiempo de adaptarse a él mientras la tomaba?. Por todo lo que escuchó bienintencionadamente de Rika Ishida, parecía que no era usual que pasara lo que le había pasado a ella.

Estalló en lágrimas, carcomida por la culpa.

Ella había cumplido con consumar la unión porque Fukio lo había querido, pero hubo algo que no se esperaba y eso... eso la estaba matando, porque Kenshin... Kenshin...

¿Cómo era posible que tras haber amado tanto a Fukio y enterrarlo hacía poco más de un mes, estar entre los brazos de Kenshin le hubiera... le hubiera...?

¿Le hubiera podido gustar?

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Fin acto uno

Comprometidos

Junio 26, 2015

Notas de autora

¿Cuántas veces se puede contar una historia con los mismos personajes? Esta es la número 50... bueno, 49, porque un one shot es de mi hermana, pero como sea, parece que varias veces.

Reaparece Fukio por un momento, y su familia que parece ser más amable que en la historia anterior. Sigamos adelante y veamos qué pasa. Si leyeron "Cuando llegues a Amarme", en el capitulo 2 se hace un breve resumen de la idea original que acaban de leer, antes de las masitas.

Siempre me ha parecido interesante algo: Yo suelo olvidar lo que escribo al cabo de unos meses, pero las ideas originales con respecto a algún capítulo, jamás. Es raro... es como si al lanzarlo, ya no fuera mío. Pero cuando se queda en la idea, da vueltas eternamente.

Pos estos días estoy acabando con "Deseando vivir", asi que la próxima semana sería la actualizacion del capítulo 2 de esas historia, que me tiene muy entretenida, asi que no esperen una pronta actualización de esta.

Cariños, abrazos, amor.

Blankiss.