Azkaban

Sirius mira a Remus con una expresión extraña y exigente. Conserva la delgadez de la prisión y sus ojos parecen arder, febriles.

-¿Lo creíste?

Remus baja la cabeza, no sabe cómo puede sentirse tan avergonzado y feliz a la vez, pero casi no puede ni respirar. Luego alza la vista.

-Sí.

Pasan los segundos. Podría haber sido una eternidad. Remus implora mentalmente un veredicto. Después Sirius hace una de sus muecas y se encoge de hombros.

-Bueno, qué coño. Al fin y al cabo yo nunca te dije que era inocente.

Y así resuelve Sirius sus doce años en Azkaban.