Descargo de responsabilidad: La idea de esta historia no me pertenece, es propiedad de LadyBlackSwan21 y puedes encontrar su perfil en este link (que espero que fanfiction no borre): u / / ¡No olvides eliminar los espacios!

Puedes pasar por su perfil y mirar su historia que cuenta con dos capítulos, los cuales voy a modificar un poco y publicar, a su vez, voy a continuar con esta historia que amé y que necesito que tenga un desarrollo y un final.

He puesto en conocimiento de la autora que estoy utilizando su idea, puedes preguntarle a ella misma y confirmarlo.

Atte.: Popy16


El amor traspasa el tiempo.

La perra traicionera del mal.

Kagome es una niña de 8 años común.

Su cabello negro es común. Sus ojos marrones son comunes.

Su energía entusiasta también es común para alguien de su edad.

Pero hay otras cosas que no son comunes y suceden en la vida de Kagome, como por ejemplo, no todas las familias tienen un templo en sus casas, y no todas las niñas tiene una curiosidad tan vibrante como la que tiene Kagome. Su abuelo suele decirle que eso le traerá problemas, Kagome solo se ríe porque ¿Cómo podría ser un problema tener mucha curiosidad? Su maestra, la señorita Betty, siempre dice que ser curiosos y observadores es algo bueno, porque así aprenderán mucho y serán inteligentes.

A Kagome le gusta mucho la señorita Betty, porque ella nunca la regaña cuando se pone en modo investigadora y hace muchas preguntas en clase. Su maestra solo le sonreirá y, luego de responder a todo, le dirá que ella es muy inteligente, porque sus preguntas son de gente inteligente.

Sin embrago, lo que realmente le da curiosidad a Kagome es el pozo que hay en el templo de su casa. Su mamá y su abuelo le tienen prohibido ir allí, dicen que si se cae en el pozo se podría golpear la cabeza o hacerse daño de alguna otra forma. Pero ella no tiene miedo. Y ella tiene un plan.

-¡Kagome! Cielo, ya me voy. –Dijo su madre mientras se ponía sus zapatos junto a la puerta.

-¿Tan pronto?

Su mamá sonrió y, cambiando de brazo al bebé en sus brazos, acarició el rostro de Kagome.

-Cariño, tengo que llevar a Souta a su revisión con el médico a las seis y ya son pasadas las cinco. Estaré en casa a las ocho cuando mucho. Pórtate bien con el abuelo, ¿si, cielo?

Kagome asintió.

-Sí, mamá. –Entonces se acercó y le dio un beso a ella y a su hermanito.

-Ven Kagome, vamos a merendar. - dijo su abuelo, extendiendo una mano hacia ella.

-Claro, abuelo.- dijo con una sonrisa.

Mientras Kagome comía las galletas que su madre había preparado con su ayuda ayer, y bebía un vaso de leche gigante, su abuelo le contó otra vez su historia favorita, la historia de la perla de Shikon.

-Así que… ¿Una sacerdotisa la cuidaba?- preguntó con la boca llena, aunque ella ya sabía la respuesta.

-Así es… y ella estaba enamorada de un Hanyou.

-¿Qué es un hanyou?

-Kagome, ¿no me prestas atención? Un hanyou es un medio demonio y medio humano.

A la niña le gustaba imaginarse a ese medio demonio como esos hombres que son mitad caballos mitad humanos, ¡o como la sirenita! Mitad humana, mitad pez.

Sonrió ante la idea.

-¿Cómo se llamaban?- Siempre hacia esa pregunta, con la esperanza de que algún día el cerebro cansado de su abuelito pudiese recordarlo.

-No lo recuerdo… pero bueno sabes su trágico final, ¿no? - dijo mientras se levantaba

Kagome suspiró y asintió mientras se levantaba y llevaba su plato y vaso al fregadero. No le gusta para nada de nada ese final tan triste.

El tiempo corrió y la niña pasó a jugar en su habitación, pero ella no había olvidado su plan. Así que cuando su abuelito fue al baño, ella vio la oportunidad perfecta para escabullirse al tempo.

Corrió todo el trayecto de su casa hasta el pozo y cuando se detuvo al fin, su corazón latía muy rápido. Ella no estaba segura si era por la corrida o por las mariposas que de pronto empezó a sentir en su estómago.

Pero ella era valiente y era una investigadora. Sus preguntas eran de gente inteligente como dijo la señorita Betty, y ella tenía muchas preguntas que iba a averiguar en ese pozo.

Pensó que sería peligroso solo saltar dentro, porque entonces no tendría como volver a subir, por lo que se sentó en la madera que enmarcaba el pozo y lo meditó. Podría ir bajando de a poco, habían algunas rocas incrustadas en las paredes interiores… Eso fue suficiente para que la niña se decidiera. De a poco, fue descendiendo, pero en un momento su pie de apoyo resbaló y Kagome no pudo detener la caída.

Cerró sus ojos y gritó con fuerza, pero el golpe nunca llegó.

Sorprendida, abrió sus ojos y vio como estaba flotando en una luz violeta. ¡Era como ser el mismísimo Peter Pan! ¡Era tan asombroso! ¡No podía esperar para contarle de esto a su mamá y a su abuelo!

De un momento a otro, la luz se había ido y la niña cayó de trasero al suelo.

-Auch… ¿Qué fue eso?- se preguntó mientras se levantaba viendo alrededor del pozo.

Tal vez había sido su imaginación…

Comenzó a escalar el pozo de nuevo, intentando salir antes de que su abuelo notara su ausencia pero se resbalaba todo el tiempo, y aquellas piedras por las que había trepado antes ahora no estaban. Era todo tan confuso. Sin embargo, Kagome Higurashi no es de las que se rinden fácilmente, ¡tenía que llegar a su casa antes de que su abuelo se enterara que no estaba o estaría tan castigada!

Cuando por fin lo logró, quedó maravillada por lo que vio, estaba en un hermoso lugar, era muy grande y no se parecía en nada al tempo de su casa.

Sonrió, ajena al peligro y bajó del pozo, pero se cayó en la hierba, suspirando se puso de pie. Empezó a recorrer el lugar hasta que divisó el árbol que estaba en su casa.

-¡Sí! ¡Ahí está mi casa!- dijo riendo mientras corría hacía el árbol pero cuando llegó lo que vio la dejó pasmada, ahí había un chico… ¿dormido? de cabello blanco y largo y ¿Con orejas de perro? ¡Un hanyou!

Se acercó lentamente a él y acarició sus cabellos ya que no alcanzaba sus orejas, que eran su verdadero objetivo. En eso vio que el chico traía una flecha… pobrecito, pensó con amargura, eso debía de dolerle mucho, mucho.

Se planteó quitársela pero cuando estiró su manito hacia ella, otra mano tomó la suya.

-¿Quién demonios eres tú?- ¡El chico había despertado y la estaba mirando feo!

Gritó mientras golpeaba su rostro por lo que el chico la soltó y ella calló al suelo.

-Keh. Solamente eres una cachorra que viste extraño.- Murmuro suspirando

-Me llamo Kagome Higurashi.- dije mientras me levantaba. - ¿Y tú quién eres?

-Inuyasha. -dijo serio.

-Que nombre tan raro. - dijo sonriendo. -¿Y por qué estás en ese árbol, Inuyasha?

-Pues fíjate que aquí me encaje porque no tenía nada que hacer.- respondió cortante

-¿Por qué? Eso fue tonto.- dijo sorprendida.

Inuyasha bufó mientras la miraba.

-Genial… esta cachorra no sabe lo que es el sarcasmo.

-¿Por qué me llamas cachorra? ¡No soy un perro!- le espetó enfadada.- ¿Y que es sarcasmo?

-Feh ¡No sé qué hago hablando contigo!

-¡Ni yo! ¡Eres un grosero! -dijo ofendida. -Yo podría ayudarte a que dejaras de estar ahí pero como eres grosero no lo haré.

-¡Ey, espera!- gritó angustiado.- ¿En serio puedes sacarme de aquí?

-¡Claro que sí!- dijo sonriente.- Pero solo si dices las palabras mágicas…

-¿Abracadabra?- preguntó confundido.

-No, tonto. –Le contestó divertida. –Solamente di "por favor".

-¿Por favor?- preguntó.

Sonriendo, fue hacia él.

Inuyasha no estaba seguro de nada, esa niña extraña aparecía de la nada ¿y quería ayudarlo? Sí… él no iba a caer de nuevo en eso. Sin embargo, esa cachorra no era más que una niña, no veía como podía ser una amenaza, salvo que alguien la estuviese usando para herirlo. Una inhalación rápida le confirmó que no había nadie más cerca, pero eso no significaba que podía estar cien por ciento tranquilo al respecto…

Sin embargo, ¿Quién quería lastimarlo si él ya estaba aquí atrapado? ¿Para qué soltarlo para luego intentar capturarlo otra vez? No tenía sentido.

Tampoco tenía sentido que esta niña pudiese ayudarlo. En parte no la creía con el suficiente poder como para romper el hechizo de Kikyo, a pesar de eso, no podía dejar pasar la oportunidad (quizá la única que tendría), y la niña había mostrado tener algo de poder, porque con su sola presencia, él había logrado despertar. Eso debía contar en algo, ¿no?

-¡La tengo! –Exclamó feliz Kagome cuando logró llegar a la flecha.

De alguna forma que ninguno de los dos supo explicar, la flecha solo se desintegro en luz rosa cuando la niña intentó quitarla.

Kagome fue cayendo hacia atrás luego de que su apoyo en la flecha desapareciera, pero no tocó el suelo, puesto que el hanyou la detuvo, jalando del frente de su remera rosa hacia él.

Los ojos de Inuyasha estaban muy abiertos, notó la niña.

-¿Cómo hiciste eso niña?- preguntó mientras los dejaba a ambos parados frente al árbol.

-¿Hacer qué?- preguntó confusa.

-¡Eso! –Dijo haciendo un gesto hacia donde estuvo clavado en el árbol. -Haber quitado la flecha. ¡Estaba encantada! ¿Eres una sacerdotisa?- preguntó entrecerrando su frente y mirándola detenidamente.

-¿Sacerdotisa? ¡Como la de la historia del abuelo!- dijo feliz. –No, no lo soy, pero cuando sea grande quiero ser una como la de la historia.

-¿Historia? ¿De qué rayos hablas, cachorra?- preguntó.

-¡La historia del hanyou y la sacerdotisa! ¿No la has escuchado?- preguntó mirándolo con sus ojos abiertos como platos.

Inuyasha se mostró sorprendido y dolido, miro hacia el cielo y se sentó recargado en el árbol mientras suspiraba tristemente. Kagome se sintió mal por él, y sin decir una palabra, tomó asiento a su lado, esperando a que hablara.

-Feh, sí, la he escuchado. -Murmuró sin mirarla.

-¡Yo no me caso de oírla, tiene tantas cosas! Acción, aventura, amor, todo. ¡Te la contaré! Aunque no se me los nombres.- Decidió con una sonrisa y comenzó con su relato, estaba emocionada por poder contarle a alguien más la historia que le encantaba, claro que algunas cosas se le olvidaban u otras las agregaba, pero era divertido, Inuyasha la escuchaba aunque parecía no estar prestando atención, sin embargo, podía ver como sus tiernas orejitas se movían en su dirección.

-Y entonces ella le puso un hechizo así como tú estabas y murió. No me gusto el final.- dijo frunciendo el ceño.

-Keh… no todos los finales son felices cachorra- Dijo con una triste sonrisa.

-Pero hay algo que yo no entiendo de la historia.- dijo pensativa, Inuyasha la volteó a ver con curiosidad. -No entiendo porque la sacerdotisa llamada Perra del mal traicionera como dijiste que se llamaba le pidió al Sexy y fuerte hanyou que se transformara en humano. Si se enamoró de él es por lo que él era y mi mami dice que si amas a alguien así como es nunca le pedirías que cambiara.

Inuyasha la miró con sorpresa y se acercó, mirándola como si fuera una clase de fenómeno de circo.

-Tú… si tú amaras a alguien ¿Le pedirías que cambiara?- Le preguntó mirándola con sus dorados ojos fijamente.

-No, yo soy como mi mami.- dije sonriendo. -Si amo a alguien aunque tenga 3 cabezas lo amaré igual tal y como es. Así como se amaban mi mami y mi papi.

Inuyasha relajo sus músculos mirando a la pequeña humana que estaba a su lado. Algo en ella hacía que Inuyasha bajara la guardia, era algo como lo que había sentido con Kikyo y era diferente a la vez. Él sabía que esa niña le traería muchos problemas.

Keh, no que él le tuviese miedo a hacer frente a cualquier cosa.

-Inuyasha. - susurró la pequeña mirándolo.

-¿Qué pasa, cachorra?- preguntó.

-Tengo sueño y quiero irme a casa.- balbuceo con sus ojos casi cerrados.

-¿Dónde vives?- preguntó preocupado.

-En Tokio.- dijo la pequeña mientras se recargaba sobre él y cerraba sus ojos.

-Oye… -Pero ya era tarde.

Inuyasha miró a la pequeña que estaba dormida en sus piernas y delicadamente acaricio sus sedosos cabellos. Escuchando la respiración acompasada de la niña, vio como estaba oscureciendo y apoyo su cabeza en el árbol sagrado cerrando sus ojos sintiéndose en paz por primera vez en mucho tiempo.

-Es increíble que esta pequeña cachorra sepa amar y valorar mejor que tu Kikyo. - susurró Inuyasha con una media sonrisa mientras levemente caía dormido, inconscientemente abrazando el pequeño cuerpo que tenía sobre él.