ESTE FANFIC NO ES MÍO. ES UNA TRADUCCIÓN.

La historia original en inglés es obra de MurkyMuse y se llama "Repeat". Lo tiene publicado en la página "Archive of Our Own". Cuento con su permiso para hacer esta traducción y publicarla en esta página. El link a la página del fanfic original está en mi perfil, porque no me dejaban escribirlo aquí.

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Capítulo 1:

Sus padres habían elegido un nombre diferente para su hija no nacida meses antes. Sin embargo, en el momento en el que posaron sus ojos en su hija recién nacida ese nombre fue olvidado. Ambos coincidieron en que solo la quedaba bien un nombre, aunque ninguno sabía de dónde había venido ese nombre o por qué querían llamarla así.

"Kaya."

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Durante todo el tiempo que podía recordar Kaya sentía como si tuviera que estar buscando a alguien. Alguien importante para ella. La imagen en su mente era borrosa, una silueta dorada, una sonrisa brillante, y manos gentiles en su espalda. A veces, en la madrugada después de despertar de un sueño, el nombre de esa persona especial estaba en la punta de su lengua.

"¿Z…?"

Entonces ella era llamada para hacer tareas; el nombre se desvanecía en su mente.

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Una vez, cuando Kaya tenía unos nueve años, les dijo a sus padres que quería dejar la ciudad para encontrar a su persona misteriosa. Ellos la miraron por encima de la mesa, la cena fue dejada de lado de momento.

"Eres demasiado joven para marcharte."

"Entonces cuando sea mayor." Insistió, ajena a las miradas confusas y preocupadas que intercambiaron sus padres entre ellos.

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"¿Te casarías conmigo?"

Kaya tenía quince años. Ella se quedó mirando al joven que estaba de pie delante de ella con una expresión nerviosa pero esperanzada. Él era un chico de la aldea con el que había crecido. Kaya parpadeó confundida.

"Yo… Yo no puedo."

¿Por qué quería decir que ella ya estaba casada?

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Unos años más tarde, una fiebre se extendió por la aldea. Nadie se salvó. La madre de Kaya, su padre, sus amigos, el chico que la había propuesto matrimonio, y los vecinos: todos ellos padecieron la fiebre y murieron. Finalmente Kaya también la cogió.

Acostada en un saco de dormir en su casa vacía y ardiendo de fiebre, Kaya lloró. Lloró por todos aquellos a los que había perdido. Lloró porque tenía miedo a morir. Lloró porque nunca iba a encontrar a esa persona. Esa noche sin luna, Kaya lloró hasta quedarse dormida.

En sus sueños febriles Kaya vio a un dragón dorado volar hasta ella y acurrucarse a su alrededor.

Cuando los rayos de luz de la mañana entraron por la ventana, Kaya se despertó débil y sedienta pero viva. La fiebre había desaparecido milagrosamente. Ella fue la única superviviente.

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La aldea estaba extrañamente silenciosa. Kaya lo odiaba. Odiaba las casas abandonadas y la insoportable soledad. Así que una vez se hubo recuperado lo suficiente, Kaya dejó dejo atrás su ciudad natal sin vida.

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La aldea más cercana estaba a dos días de camino a pie. Cuando Kaya llegó y explicó su situación, los aldeanos la dieron cobijo y comida, pero se mantuvieron alejados, temerosos de que ella aún llevara consigo la fiebre. A ella la dolió pero lo entendió. Esa noche soñó con una risa cálida y unos cariñosos ojos azules.

Kaya se marchó a la mañana siguiente. Incluso si esa persona que quería encontrar era fruto de su imaginación, no la haría daño buscarle. A ella ya no le quedaba nada más.

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Pronto se hizo evidente para Kaya que ella era mala viajando. Ella lucho por encender fogatas, aunque afortunadamente estaba mejorando con la práctica. Solo sabía de unas pocas plantas silvestres que se podían comer, y eran escasas. Ahora su hambre era una presencia constante. Por último, para escapar de una tormenta Kaya corrió fuera del camino para encontrar refugio.

Ahora caminaba a través del espeso follaje incapaz de encontrar el camino de vuelta a la carretera. Su pie se atrapó en la raíz de un árbol, tropezando con ella. Kaya se derrumbó y se cayó por una colina. Un grito de pánico escapó de sus pulmones, mientras trataba desesperadamente de protegerse la cabeza. Arañada y golpeada ella paró en el fondo del barranco. Kaya trató de ponerse de pie pero su tobillo cedió bajo su peso. Tenía un esguince; y, el barranco era empinado.

"… ¿Cómo voy a salir de aquí con mi pie así?"

Pronto llegó la puesta de sol y la temperatura descendió. Kaya trató de encender un fuego pero había perdido su pedernal durante la caída. Se estremeció y movió su pie hinchado a una postura más cómoda. No había mucho que pudiera hacer en esa situación hasta que saliera la luz del día más que tratar de descansar.

"Kaya espera que los animales salvajes no la noten." Susurró, referirse a sí misma en tercera persona era reconfortante. "… o bandidos."

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Algo estaba mal. Zeno notó una presencia tenue, similar pero mucho más débil que la protección divina que rodeaba el castillo Hiryuu. A pesar de que aún era de noche, la curiosidad le instó a buscar la fuente. Zeno vagó a través de la maleza del bosque hasta que llegó a un barranco. A esta distancia él podía decir que no se trataba solo de protección divina, sino de la protección divina del dios dragón Ouryuu.

"¿Qué?..."

Él miró hacia abajo y vio vagamente la silueta de una persona. Incluso si quien sea que fuera esa persona no tenía la marca de los dragones que habían bebido sangre, Zeno no dejaría a nadie allí abajo. Él bajó rápidamente. Una vez más cerca se hizo evidente que la persona era una mujer. Estaba inconsciente y herida. Bajo la luz de la luna casi se parecía a…

Zeno negó ante el pensamiento con la cabeza y luego se puso a trabajar.

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El sonido del fuego crepitante sacó a Kaya de su sueño. Sus ojos parpadearon abriéndose para ver a un hombre con un rebelde pelo dorado calentándose las manos delante del fuego. Kaya nunca había visto a ese hombre en toda su vida y sin embargo parecía dolorosamente familiar. Ella se incorporó lentamente, notando que la habían vendado el tobillo y puesto una chaqueta sobre ella.

"… Ze… no."

Entonces él se giró hacia ella, con los ojos azules muy abiertos, como si estuviera viendo a un fantasma.

"¿K-Kaya…? ¿Realmente eres tú?"

Ella asintió con lágrimas rodando por sus mejillas. "Por fin te he encontrado."

Sus brazos de repente estuvieron alrededor de ella, abrazándola como si fuera a desaparecer delante de sus ojos.

"¿Cómo?"

"No lo entiendo." Ella inconscientemente se apoyó en su abrazo. "Pero toda mi vida he querido encontrarte."

"Así que es eso…" Murmuró Zeno en su pelo mientras sus lágrimas se unían a las de ella. "Gracias, gracias."

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El lugar en el que ella estaba era difícil de describir, el escenario se movía y aún así no. Kaya se quedó donde estaba. Ella estaba esperando a su amado. Ella esperó y esperó.

"Lo siento." La habló una voz. "Zeno no vendrá."

Un hombre con una larga cabellera carmesí apareció junto a Kaya. Su expresión estaba llena de tristeza y pesar.

"¿Zeno no va a…?"

"Ouryuu es el guerrero dragón que no puede morir." La explicó el hombre.

A Kaya le tomó un poco de tiempo asimilar en su mente lo que eso significaba, poniendo todo lo que sabía sobre Zeno en una nueva perspectiva. Y si su marido era un guerrero dragón, entonces el hombre de pelo carmesí que estaba junto a ella era… el Rey Hiryuu.

"Aunque fuera solo durante un corto tiempo." El rey se inclinó cortésmente ante ella. "Gracias por darle felicidad a Zeno."

Las lágrimas brotaron de los ojos de Kaya.

"¿Quieres decir que él va a estar solo? ¿Para siempre?"

Los ojos del rey se volvieron distantes cuando la respondió. "Con el tiempo, como todos los humanos, renaceré. Seguramente en ese momento el destino se moverá para que los guerreros dragones vuelvan a estar a mi lado."

"Ya veo…" Kaya pensó sobre sus palabras. "Como todos los humanos… Rey Hiryuu, ¿hay alguna manera de que yo le recuerde cuando renazca? Eres un dios dragón, ¿no? ¿Debe de haber…?"

"Ya no tengo ese tipo de poder." Hiryuu negó con la cabeza. "Pero… podría ser capaz de convencer a alguien que sí lo tenga."

"¿De verdad? ¿Podrías hacerlo, por favor?"

Hiryuu la miró con una expresión grave.

"Si haces eso, no se podrá deshacer. No va a ser un recuerdo claro, pero le recordarás. En cada ciclo de tu vida, le recordarás. Pero eso no garantiza que vuestros caminos se crucen. Puedes gastar vida tras vida buscando inútilmente un recuerdo onírico."

Kaya pensó sobre ello. Pensó en el sufrimiento que eso podría causarla. Pensó en Zeno estando solo, tan solo.

"… Si Zeno no puede venir a verme aquí, yo iré a buscarle. Una y otra vez, no importa cuantas vidas sean necesarias."

Hiryuu sonrió, impresionado.

"Muy bien."