Disclaimer: Todos los derechos reservados para mi escritora británica favorita: J.K Rowling. Warner Bross & Salamandra. La historia es de mi muy triste y retorcida imaginación. Esta historia se ha hecho por puro placer sin ningún fin en especial. Harry Potter y sus personajes no me pertenecen (lamentablemente), sólo juego un poco con ellos.

Advertencia: la siguiente historia se sitúa en el siglo XVIII, un poco más específico en el año de 1775. Muchos de nosotros sabemos cómo fue la vida de varios famosos muggles, pero, ¿cómo era la de los magos y brujas? ¿También ellos seguían las reglas de etiqueta? ¿Se mezclaban entre los mundanos? ¿Asistían a fiestas? ¿Los herederos eran víctimas de los casamientos arreglados por sus padres? Si bien esta historia me costó redactarla por toda la información que tengo en mi cabeza y que por el momento no sé cómo distribuirla, les pido un poco de paciencia. Tiene alto contenido lemmon, así que se pide discreción. No para menores de edad. Y ya que hemos entrado al tema, verán a una Hermione muy atrevida que disfruta enteramente su sexualidad, muy al contrario de lo que se creía de las mujeres en esa época… bueno, ellas sabían bien lo qué querían. En mi historia no hay mujeres sumisas. Advertidos.

Disfruten de la lectura como lo he hecho yo escribiendo…

"Nuestro secreto"

Capítulo I: Bésame, por favor.

James Potter se llevó una de sus manos al puente de su nariz para no perder la paciencia ante la negativa de su único hijo, Harry Potter. ¿Tan difícil era acatar una orden? No es como si lo estuviera desterrando de toda sus comodidades que ha tenido desde el día de su nacimiento, ¿eh? Sólo le estaba avisando, que conste, no pidiendo, porque era una decisión que ya estaba hecha, que su futura esposa llegaría el viernes próximo.

Escuchó suspirar a Harry por quinta vez en el día y cuando estaba a punto de hablar el elfo domestico entró anunciando que la cena estaba lista. James Potter le dirigió una mirada a los documentos que tenía por terminar y luego pasó junto a su hijo.

—Es bella, Harry, estoy seguro que te gustará—le dijo en voz amable cuando llegó hasta él tocándole el hombro para luego irse hacia el comedor. —A cenar, hemos invitado a los Granger.

Y sí que sabía que habían invitado a los Granger. Lo que el padre de Harry ignoraba era a él ya le gustaba alguien. ¿Cómo se iba a poner Hermione cuando le diera esta noticia? No quería ni pensarlo, si la vez que lo vio con Padma Patil hablando y riendo se puso histérica y le despotricó mil cosas… Harry suspiró resignado. Tendría que decírselo antes de que sus padres o tíos lo dijeran, porque si eso pasaba… estaría realmente en problemas.

Harry caminó lentamente por los pasillos de su modesta mansión de Steventon, Inglaterra mientras iba apagando las velas con un movimiento en la mano. A diferencia de otros magos, a Harry se le facilitaba muchísimo los hechizos sin varita o sin tenerlos que decir en voz alta, cosa que desesperaba a Hermione en sobremanera ya que a ella se le dificultaba un poco realizar hechizos sin tener que pronunciarlos de manera normal.

Harry y Hermione se habían conocido desde que tenían memoria, sus padres habían sido amigos desde siempre y eso les llevó a compartir una infancia llena de travesuras, horas de estudio, peleas y miles de cosas más. Harry no entendía por qué todo el mundo los veía como si fueran hermanos. No lo eran. Gracias al cielo Hermione no era su hermana. Era una mujer que el destino le había puesto en el camino para que esté con ella. ¿No era un poco obvio que al final ellos iban a terminar enamorados? Pero ahora Harry entendía un poco más por qué nadie se había atrevido a hacer esa suposición. Su padre había arreglado un matrimonio entre él y la hija de Arthur Weasley, un viejo muggle que era dueño de grandes comercios importantes en Londres que no tenía ni idea acerca del mundo mágico. Por Merlín, Harry no conocía a la chica y ya sentía que la odiaba.

Maldita sea, pensaba Harry, justamente hoy que le quería pedir permiso a su padre para desposar a Hermione.

Tratando de calmarse así mismo puso una enorme sonrisa en su rostro y entró al comedor. Saludó al Sr. y Sra. Granger y luego… luego ya no tuvo que fingir más su sonrisa. Ante él se encontraba Hermione con el cabello recogido con un par de tirabuzones cayendo a en su espalda, sus ojos castaños brillaban en ese momento y Harry sintió su corazón hincharse de orgullo porque sabía que él era la razón.

Hermione le sonrió abiertamente a Harry, dejando a un lado a sus padres y a la familia Potter para alcanzar a ese chico de ojos verdes que lo miraba desde la entrada del gran comedor. Los años de práctica que su madre y las otras mucamas le habían enseñado a siempre sonreír por muy incómoda que se sienta entre sus ropas. Los cortesanos y la realeza francesa del siglo XVIII se hacían notar haciendo tendencias de moda entre la clase alta del resto de Europa, y Hermione los odiaba por eso. La indumentaria de los ricos solía estar confeccionada en seda y adornada con abundantes bordados. Y por Merlín, como si eso fuera poco debajo de los ahuecados vestidos, las mujeres llevaban un armazón llamado miriñaque, que realzaba la falda. En ocasiones, la falda era tan amplia que las mucamas tenían que cruzar las puertas de través en la ropa de Hermione.

Ella sabía porque había sido testigo y víctima de que los cortesanos llevaban pelucas empolvadas y maquillaje. Y algunas pelucas eran tan altas que corrían el riesgo de incendiarse con las velas de las lámparas, cosa que había pasado una que otra vez en las fiestas a las que ella había tenido que asistir con sus padres a lo que se reía sin ningún disimulo con Harry para luego ser regañados por sus padres. Así mismo, las caras eran empolvadas, las mejillas y los labios rojos se consideraban atractivos, algo de que lo que la Sra. Black abusaba un poco. Otra de las cosas que Hermione odiaba con su vida era que se pegaban adornos de seda negra en forma de estrellas, corazones o lunas en el rostro y en el cuerpo. Algunos muggles creían que lavarse la cara era perjudicial así que solamente se ponían mucho perfume y maquillaje para cubrir la mugre. ¡Asqueroso!

Hermione no veía el día en que todos esos muggles de mente tan cerrada abrieran los ojos ante lo ridículos que se veían exagerando toda esa atención que le ponían a lucir atractivos o ricos. Y aun con todo ese odio a las costumbres que las mujeres estaban sometidas a esas épocas, ella tenía que adaptarse por la salud de su madre. Una o dos veces había intentado decirle que ella no creía necesario usar un corsé o tantas estupideces en el cuerpo y fue como si le hubiera dado unas bofetadas y después comenzó a sermonearle acerca de lo que es una señorita noble, de clase, de estatus alto, de alguien tan importante, ¿estaba loca Hermione? ¿Quería quitarle la plusvalía a su apellido? Y miles de cosas más. Por ello, Hermione había aprendido a obedecer a su madre en cuanto a la ropa. Por ahora.

—Harry—dijo cuando llegó hasta él, hizo una leve reverencia y le dio una enorme sonrisa. —Te has tardado una eternidad, ¿Qué te tenía tan entretenido?

Harry quitó su sonrisa de inmediato y echó una ojeada a su alrededor. Los hombres estaban hablando entre ellos y las mujeres hacían lo mismo.

—Hay algo que tengo que decirte—dijo en un susurro, aun con la mirada puesta en los adultos.

—Tendrá que ser después porque la cena ya está siendo servida—dijo ella aun con la sonrisa, tan feliz que no pudo notar la preocupación en los ojos de Harry, su mente aún estaba en esos hechizos de camuflaje a sus vestidos.

Al segundo fueron llamados por el Sr. Potter y Harry no tuvo otro remedio que sentarse justo frente a Hermione. Se veía hermosa y distraída y él sabía perfectamente que estaba pensando en cómo perfeccionar algún hechizo.

Hermione, siempre tan dedicada, pensó Harry.

—Escuché que estarás recibiendo al Sr. Weasley la próxima semana, James—dijo el padre de Hermione mientras tomaba un poco de su bebida.

James terminó de masticar su bocado y luego asintió sonriéndole a su amigo.

—Efectivamente, así será, Patrick. El Sr. Weasley viene por negocios.

Harry suspiró de alivio.

—Y viene con toda su familia, ¿eh, Harry? —dijo burlonamente su tío Sirius a su lado, dándole un leve codazo.

— ¿Pero no has dicho que sólo por negocios? —preguntó confundido el Sr. Granger con las cejas fruncidas y no haciéndole mucho caso al tono burlón de Sirius. — ¿Qué tendría que hacer su familia en tu palacio? ¿Darás una fiesta y no estamos invitados?

Los adultos rieron y James negó con la cabeza.

—En lo absoluto, Patrick. —Negó James con una sonrisa amable—Es por negocios, te lo aseguro.

—Así es, finalmente nuestro polluelo Harry contraerá matrimonio con la hermosa Ginny Weasley.

Hermione dejó caer su vaso sacando de su estupor a los demás. Harry evitó su mirada sabiendo lo que encontraría en ella. No podía soportarlo.

—Vaya…—dijo la Sra. Granger—Pocas cosas sorprenden a mi hija y esta ha sido una de ellas, ¿eh?

Los demás rieron. Excepto ellos.

—Ha sido un acuerdo que he tenido con el Sr. Weasley desde hace mucho tiempo, pero su esposa Molly Weasley había dado a luz a puros hombres hasta que finalmente nació una niña. Ginny Weasley—explicaba James contento mientras comía. —Harry no se puso muy feliz con la noticia —dijo mientras veía a su hijo de reojo—Pero sabe que es por el bien de la familia, así podré tener un ojo siempre en las decisiones que él tome. Es por el bien de todo el mundo mágico.

Harry rió amargamente.

—Claro, padre. —Dijo sarcásticamente mientras veía a su padre fijamente—Nada me haría más feliz que salvar todo el dinero de la familia Potter y Black.

—Así se habla—lo animó Sirius dándole una palmadita en la espalda claramente no entendiendo el sarcasmo de su ahijado.

—Bien sabes que no es por el dinero, Harry, cariño—intercedió su madre por primera vez, mirando casi con pena a su hijo. Odiaba tenerle que hacer eso sabiendo que él estaba locamente enamorado por la señorita que estaba casi a punto de llorar frente a todos. —Es la única manera que hemos encontrado de velar por los magos y brujas de Inglaterra. Sabes perfectamente que ni tu padre, Sirius o yo le harían un Imperius al Sr. Weasley. Es imperdonable.

—Enhorabuena, Harry —dijo Hermione después de unos segundos levantando su copa hacia él. —Estoy segura que al final encontrarás felicidad en ello.

Harry la miró por primera vez desde que se habían sentado. Y lo que vio le destruyó el corazón. Era una Hermione decidida a olvidarse de él, una Hermione valiente y resignada a su destino.

—Por la felicidad de Harry—brindó Sirius y todos lo igualaron.

Después de la cena todos se fueron a la gran sala de estar. Hermione tocaba con gran pasión una que otra canción que ella misma había compuesto. Harry la había estado evitando desde la cena, pero ya no soportaba estar lejos de ella. Así que se acercó.

—Hermione.

Ella no dejó de tocar, aun con los ojos cerrados sus manos se movían entre las teclas con gran agilidad. Harry siempre se maravilló con ese detalle, él nunca había dominado bien el piano. O ningún instrumento musical.

— ¿Era eso lo que me querías decir?

—Sí.

— ¿Desde hace cuánto lo sabes?

—Casi lo mismo que tú.

Y entonces la melodía cambió a una más suave y abrió los ojos lentamente.

—Lo lamento, Hermione. No existe persona más infeliz y desdichada en todo el mundo que yo, ¿conoces a alguien más triste?

Hermione asintió con la cabeza.

—La estás viendo tocar el piano ahora mismo—le respondió con una sonrisa fingida y a Harry le dio un calambre de dolor en el corazón.

—Hoy le iba a pedir permiso a mi padre, ¿sabes? Tantos planes…

—Basta, Harry. Eso ha quedado en el pasado. —decía alegremente mientras tecleaba las ultimas notas y se paraba. —Conozco a Ginny Weasley. — Harry le lanzó una mirada confundida y ella suspiró cansadamente— ¿Recuerdas cuando mi madre me mandó a Londres al Instituto de Señoritas por un año?

—El peor año de mi vida, sí, lo recuerdo.

—Ella asistió también, Harry, y déjame decirte que es realmente hermosa.

Harry rodó los ojos.

—La odio y ni siquiera la conozco, Hermione.

La castaña rió muy a su pesar.

—No la odias, odias la situación, justamente como yo. —le dijo mientras daba un paso hacia él. —Pero la amarás. Será tu compañera en esta vida.

—Tú lo eres, Hermione. Tú eres mi compañera en esta y en todas mis vidas. Ningún maldito acuerdo o mujer hermosa, como tú dices hará que eso cambie. Te quiero a ti.

—Y yo a ti, Harry, pero eso ya no será posible.

—Hermione…—suplicó él con la voz, con la mirada, con el cuerpo. —no des lo nuestro por perdido tan rápido.

— ¡Es que no hay solución, Harry! ¡No existe solución posible sin que tú o yo dejemos de lado el título que nuestros apellidos poseen! ¡No hay solución honesta! ¡Y no estoy dispuesta a vivir como una repudiada! —Le espetó enojada en voz baja— ¿Y si tenemos hijos? ¿Qué clase de vida le podríamos dar? ¿Y nuestra educación, Harry?

Harry bajó la mirada. Si había algo que Hermione amaba, era estudiar. Era total y completamente feliz sumergida en su biblioteca o en cualquier otra. No podía arrancarle eso. Pero aun así, a Harry le dolía que no lo intentara, que diera por perdido años de amor, de caricias, de besos a escondidas, de largas cartas de amor. ¿Cómo podía renunciar tan fácil?

—Encontraré la manera de que estemos juntos, Hermione. No te prometo que con tus términos honestos, pero sí estaremos juntos. Eso es un hecho. No voy a renunciar a ti ni a lo que siento por ti.

Y antes de que Hermione pudiera protestar se fue con su tío a hablar de cualquier cosa, dejando a una castaña con una tormenta de emociones contradictorias.

—Eh, Harry, ¿te ha dicho tu padre que los Granger se quedarán aquí hasta el día de tu boda?

—No, pero es bueno saberlo. —respondió él con la mirada en Hermione, se había ido a sentar a leer un libro junto a la chimenea. —Soy el último en enterarme de todo.

—Sí, es normal. Muchos todavía te ven como un niño.

— ¿Un niño que está a punto de casarse?

Sirius rió.

—Tu padre tomará en cuenta tu opinión apenas te cases, Harry, eso te lo prometo.

Harry sabía por experiencia que las mucamas de Hermione dejaban su habitación pasadas las nueve de la noche y que ella no dormía hasta después de las diez por leer algún libro o por escribir uno que otro relato increíble.

Tocó la puerta tres veces, esperó un momento y luego tocó dos veces. Era su señal, su secreto. La puerta tardó en abrirse más que otras veces pero al final lo hizo y el soltó un suspiro de alivio al dar un paso a la habitación que le habían dado desde que era una niña en su mansión. Hermione estaba sentada en un sillón largo que muchas veces usaba para leer en el día, esta vez no estaba acostad con un libro entre las manos, sólo estaba sentada con el cuerpo hacia la ventana abierta, la mirada perdida y su cabello ondulado revuelto por el aire frío que entraba desde la ventana.

Harry cerró la puerta detrás de sí, poniéndole seguro con magia más por costumbre que por otra cosa y se dirigió veloz hacia ella.

—Creí que no me abrirías.

—Yo también.

Harry se sentó a su lado y llevó una de sus manos a su hombro desnudo y lo besó.

—Pero lo hiciste. —susurró y besó nuevamente su hombro y otra, y otra, y otra vez hasta que llevó sus labios al cuello de la castaña y sus manos hacia su cintura para acostarla en el sillón.

—No, Harry—lo detuvo ella con las manos y mirada llorosa—No podemos seguir haciendo esto.

— ¿Por qué no? ¡Si te amo, y tú me amas a mí!

— ¿Acaso no te importan los riesgos? —preguntó ella ferozmente.

— ¿Los riesgos?

— ¡Sí! ¿Y si salgo embarazada? Antes le poníamos la solución de casarnos y listo, pero, ¿y ahora? Tú estás comprometido y yo no. Y sabes perfectamente lo que le hacen a las mujeres que no tienen su virtud.

Harry se quedó de piedra, sintiéndose estúpido por haber olvidado eso. Hermione sería como la peste en persona si resultase embarazada fuera de matrimonio, sin importar su apellido.

—Lo lamento tanto—sollozó Harry mientras se lanzaba a su regazo recibiendo caricias consoladoras por parte de su amada. —Yo podría vivir perfectamente sin lujos, sin dinero, sin nada pero nunca sin ti, Hermione. No podría.

—Claro que podrás—la escuchó decir entre un sollozo.

—Pero no quiero. —dijo tercamente, viéndola a los ojos.

—No podemos hacer el amor ya, Harry, pero bésame, bésame por favor.

Y sin darle una oportunidad más para hablar, así lo hizo. La besó por horas, saboreando su sabor, su boca, su comisura, sus mejillas, su cuello, su rostro, besó cada parte de ella una y otra vez para luego volver a comenzar temiendo que quizá esa sería la última vez que sus labios se encontraran con esa piel de porcelana.

LunaHHr