Hace unos días terminé de ver la monumental serie. Me propuse escribir algo al respecto; salió un poema.


I

¿Cómo no repeler esta dimensión
de ardua y rigurosa monotonía,
donde rigen el silencio y la abstracción,
y no importa si es de noche o de día?

¿Cómo no detestar una existencia
de completo ocio y objetivo inerte?
¿Cómo no asquearse de la indiferencia
y la quietud que tienden a la muerte?

¿Cómo no vomitar la propia estima
si la consigna exige una víctima
a la que, en su pautado momento,

se disgreguen sus breves esplendores
sus sueños, pasiones y temores,
luego de expulsar su postrero aliento?

II

Hay causas y efectos en permanente
conflicto -el destino y el azar, lo interno
y el cuerpo, el deseo y la pena- inmanente
en cada inscripción de mi cuaderno.

Veo, desde aquí, la diversa belleza
de aquel mundo opuesta a mi enajenada
suerte; fruto de mi naturaleza
de Dios de la muerte, Dios de la nada.

¡Triste azar el de ver y hasta disipar
la vida sin alcanzar participar
del juego de emociones que aliviana

el hastío y el ahorro de energía!
Suelo anhelar con aguda nostalgia
el húmedo sabor de una manzana.