Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.

Sanando corazones

Prólogo El día que los conocí

Un suave pero frío viento soplaba trayendo negras nubes desde el oriente, las que amenazaban con descargar una fuerte lluvia sobre sus pequeñas y desprovistas cabezas. El niño mayor miraba hacia el cielo con su ceño fruncido, mientras el más pequeño lo observaba, apretando su mano inconscientemente. Al notar la inquietud de su hermanito, Ikki vuelve su mirada hacia él y le esboza una cálida sonrisa.

–No te preocupes otooto, pronto vendrán por nosotros – decía con convicción, para animar a Shun, quien lo miró con sus enormes ojos verdes, que al instante se llenaron de un brillo especial demostrando plena confianza en las palabras de su nii-san. El viento volvía a soplar, deslizando los cabellos de ambos niños, haciendo que sus pequeños cuerpos tiritaran de frío. No estaban preparados para la lluvia, apenas vestían de buzo, los que se mojarían al instante que comenzara a caer el agua.

Eran dos pequeños huérfanos que esperaban en un paradero un bus que los llevaría a su nueva vida en la Fundación Graude, la que tramitó su traslado del orfanato que había sido su hogar hasta ese momento.

El mayor pasó sus brazos por los hombros de su hermanito, acercándolo para darle un poco de calor. Siempre se esforzaba para que el pequeño se sintiera seguro a su lado, a pesar de las precarias condiciones en las que vivían.

El bus que había quedado en retirarlos estaba tardando más de lo esperado y ahora no solo la lluvia era una amenaza, sino también el hambre, que comenzaba a hacerse presente mediante el sonido de sus vacíos estómagos. Ikki abrazaba aún más a Shun, como si con eso pudiera darle todo lo que necesitaba, pero tenía claro que eso no era suficiente en ese momento. Soltó un poco a su hermano y comenzó a buscar algo en la mochila que llevaba en la espalda, donde las señoras del orfanato les empacaron las pocas pertenencias de ellos y les echaron un paquete de galletas con unas cajitas de jugo que eran la once de ese día. Tomó una cajita y, abriéndola, se la pasó a su hermanito.

–Shun, toma tu jugo… no sabemos cuánto se demorarán en venir – dijo, intentando darle seguridad.

El pequeño asintió feliz, ya que tenía mucha hambre. Justo en ese instante, una fuerte ráfaga de viento cruzó el lugar y ambos pequeños tuvieron que aferrarse para no caer al suelo. Shun se abrazó a su hermano sin soltar la cajita de jugo, pues sabía que, quizás, ese sería su último alimento del día y no podía desperdiciarlo.

Comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia suavemente, por lo que los niños caminaron hasta un alero que sobresalía de una casa para refugiarse, mientras se mantenían atentos por si llegaba el bus, bebiendo cada uno su cajita de jugo.

El día se reflejaba triste, melancólico, como presagiando un drástico cambio en las vidas de aquellos pequeños niños, que tan poco amor habían recibido debido a las crueles circunstancias a las que se habían visto enfrentados. El mayor había tenido que hacerse cargo de su hermanito cuando aún era un bebé, ya que su madre había muerto, dejándolos absolutamente solos en el mundo. Vagando por las calles, a punto de la inanición, los habían encontrado y llevado a un orfanato donde fueron atendidos con diligencia, pero sin mucho amor, solo por obligación. Entonces, Ikki se había entregado de lleno al cuidado de su hermano, dedicándose completamente a él para que no sintiera la falta de una familia. Ahora, con seis años, Shun consideraba que todo su mundo era su nii-san, como lo llamaba con cariño, pues él lo protegía y cuidaba con amor.

Sus ropas ya estaban humedeciéndose debido a la suave lluvia, cuando el bus por fin se estacionó frente a ellos. Ambos lo miraron un tanto desconfiados, ya que el único hogar que habían conocido todos esos años era el orfanato y ahora, debían conocer un nuevo lugar, adaptarse y convivir con otros niños.

El pequeño se aferró nuevamente a la mano de su hermano mayor, mientras subían las escaleras, sintiendo un vacío en el estómago, ya no producto del hambre, sino que de la creciente angustia que lo estaba invadiendo. No quería levantar la mirada por temor a encontrarse con otros niños y que estos comenzaran a molestarlo como ya estaba acostumbrado que lo hicieran en el orfanato. Ikki tuvo que tirar de su mano cuando notó que se había detenido abruptamente, volteándose a mirarlo con cara interrogante. Debido a eso, Shun al fin levantó el rostro y se encontró con los ojos de su hermano, quien, a través de su mirada intentó darle seguridad, además de apretar un poco su mano, demostrándole que no estaba solo. Finalmente, le sonrió con calidez, logrando que sintiera la confianza suficiente para avanzar.

Entonces, poco a poco Shun fue fijando su vista en los otros niños que estaban sentados en el bus. El primer niño que llamó su atención mantenía sus ojos cerrados, con su rostro totalmente tranquilo. Era un poco moreno, con su lacio y negro cabello cayéndole por los hombros. Sintió que aquel niño le transmitía seguridad y paz, reflejando una madurez e inteligencia superior a la edad que parecía tener.

Pasaron varios asientos ocupados por diferentes niños, hasta que su vista se fijó en otro pequeño que se mostraba muy triste y enfurecido a la vez, lo que llamó poderosamente su atención. Notó que sus rebeldes cabellos castaños tapaban un poco sus ojos que se veían enrojecidos, demostrando que había estado llorando hacía poco. Le era confuso ver sentimientos tan extremos en alguien que se notaba debía ser de su misma edad. Le causó intriga saber qué le podía causar tanto dolor a un niño que se notaba en su apariencia que era fuerte y decidido. Tuvo que dejar de observarlo cuando su hermano volvió a tirar de su mano al notar que no avanzaba.

Como todos los asientos estaban ocupados, continuaron avanzando hacia el fondo del bus, cuando nuevamente un niño llamo su atención. Esta vez, fue la extraña apariencia del pequeño la que captó su curiosidad. Sus cabellos eran rubios, algo que nunca había visto y sus ojos eran celestes y cristalinos. Él también tenía señales en su rostro de haber estado llorando, incluso su respiración era interrumpida por algunos suspiros que demostraban la gran pena que lo embargaba. Se veía triste y confundido, pero mantenía su carita seria. De pronto, aquel niño levantó el rostro al sentirse observado, cruzándose con los verdes y enormes ojos de Shun que lo miraban intrigado y, aunque este le sonrió con amabilidad mezclada con un poco de temor, el pequeño niño rubio no cambió su serio semblante, volteandose nuevamente hacia la ventana, enfocando su mirada en el rastro que dejaban las gotas de lluvia en el vidrio.

En ese momento, se dio cuenta de que todos esos niños sufrían pérdidas muy importantes y que guardaban un dolor muy grande en sus corazones, a pesar de sus cortas vidas.

Finalmente, encontraron asientos casi al final del bus. Shun se aferró con más fuerza a la mano de su hermano, apreciando tener al ser más importante de su vida a su lado y no estar sufriendo como todos aquellos niños. Aún no sabía que su futuro estaba trazado y que, inevitablemente terminaría separado de su querido nii-san, sufriendo el mismo destino que aquellos niños.

Así fue como conoció en aquel bus ese triste y lluvioso día, a quienes sin saber, les ayudaría a sanar un poco las profundas heridas de sus corazones…

Continuará…


Notas de la autora: Este breve prólogo, es el inicio de una nueva historia que la inspiración me trajo… Intentaré narrar desde el punto de vista de Shun, la vida de los caballeros de bronce cuando niños y algunas cosas más ^^

Espero que les guste, si es así espero sus opiniones… :D

Saludos, Selitte :)