Hola nuevamente! Acá les acerco una nueva historia, esta vez, basada en un sueño que he tenido. Por primera vez, cambiaré de persona narrativa: suelo usar la tercera persona omnisciente, pero he decidido cambiarlo a primera persona, justamente porque se desprende de un sueño.

Si notan errores, agradeceré que me los hagan notar, ya que esta es una experiencia nueva para mi. Por ese mismo motivo, agradezco a Agustina Celeste que me ha hecho notar algunas cosillas, como el cambio de tiempo verbal. Su aporte fue más que justo!

Bueno, no quiero aburrirlos más, que lo disfruten y recuerden que dar reviews es dar amor!

Saludos!


Donde el camino nos encuentre

Capítulo 1

Día 1

Nada ha sido igual desde aquel ataque a Erebor. Las fuerzas de Sauron fueron diezmadas en la Batalla de los Cinco Ejércitos, pero él tenía aún un as bajo la manga: un ejército más grande y despiadado que el anterior. Los enanos tomaron su ciudad fortaleza y allí se atrincheraron y no prestaron más ayuda a nadie. Una decisión por demás egoísta, pero totalmente comprensible, teniendo en cuenta que se perdió medio linaje desde la llegada del dragón y la poca ayuda que recibieron de los otros pueblos.

Esta vez, el asedio será ante las puertas de Lothlórien. Muchos elfos de distintos lugares se autoconvocan para defender el último bastión Noldor en la Tierra Media. Entre ellos, también estamos nosotros y venimos a tender nuestra mano. Somos pocos los humanos que voluntariamente nos presentamos ante Lady Galadriel para ponernos a su disposición.

Las alianzas de antaño se han roto y cada quien pelea sólo por lo suyo. Pero mi padre conoció y el valor, el honor y la gloria antigua, y me enseñó que el bien es responsabilidad de todos. Por eso ofrezco mi arco desinteresadamente, aunque me miren raro. Soy la única mujer en batalla y casi todos me ignoran. Sólo unos pocos de los míos apenas me dirigen la palabra. He sido la única de mi aldea en acudir y encuentro más rechazo que agradecimiento.

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Ha llegado otro arquero, otro humano. Lo veo hablando con el capitán del ejército del Lothlórien, poniéndose a su servicio como yo lo hice hace un par de horas. Es un hombre común, no parece guerrero y los años dan testimonio a través de las huellas de su rostro.

Sin embargo, puedo notar fortaleza y honor en su mirada. Los elfos lo reciben de buen grado y parecen estar satisfechos con su presencia.

Por sus humildes vestiduras, puedo decir que viene de una aldea sencilla o que ha estado atravesando momentos duros. No podría asegurar cuál es la razón por la cual me llama tanto la atención.

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Uno de los míos me ha hablado del arquero. Su nombre es Bardo, y su hogar solía ser la antigua ciudad de Lago, que ahora está siendo reconstruida por el esfuerzo de hombres como él y la gracia y riqueza del Rey de Mirkwood.

He escuchado también hablar de él entre los elfos. Han dicho que el mismo dragón que invadió Erebor durante décadas y que destruyera la ciudad de Lago, fue el mismo al que Bardo dio muerte con su arco y su última flecha. Por esta hazaña parecen conocerlo todos, según ellos, decenas de cantos se han hecho en su nombre.

Pero yo jamás oí hablar de él, ni de su ciudad. Y es que para la gente como yo, que vive en una aldea cercana a Bree, poco se sabe de las gestas que ocurren al otro lado de las Montañas Nubladas.

Ya me siento amedrentada. Tenemos a un arquero legendario en nuestras filas y yo sólo soy un pobre intento de arquera, una niña…

Día 2

Ya hemos recibido la primera embestida de orcos. Fue un ataque débil y rápido, más que un ataque fue a modo de aviso y exploración. Pero no ha quedado ni uno vivo, por lo que Sauron no puede saber cómo están organizadas nuestras filas.

Estoy sentada en una piedra, mirando la desolación que ha dejado este primer ataque y pensando en la magnitud que tendrá la batalla real. Estoy inmersa en mis pensamientos, tan ensimismada que no vería un olifante parado a mi lado.

-Bardo. –Dice el arquero, acercándose a mí y tendiéndome su mano.-

No comprendo la razón, pero por unos instantes dudo en retribuirle el saludo. Yo aún me encuentro ataviada con mi armadura y mi casco y supongo que él cree que yo soy un guerrero más. Finalmente tomo mi casco y lo empujo hacia arriba, sin demasiado esfuerzo, pues me queda grande. Dejo a la vista mi rostro, a la espera de su arrogancia y rechazo hacia mí, por ser una simple mujer entre tanto guerrero glorioso. Me fuerzo a responderle, sabiendo que recibiré burlas.

-Gilwain –Le digo, estirando mi temblorosa mano hacia Bardo, algo en él me vuelve más insegura de lo que soy normalmente.

Me sorprende su cortesía, no recibo rechazo de su parte, sino una reverencia y eso me descoloca.

-Tu nombre te hace justicia. Es un honor servir a Lothlórien al lado de una arquera tan joven y de tal calidad.

Me sonrojo, sé que es sólo un cumplido. Lo he visto abatir orcos desde el amanecer y sé que en mi vida podré imitarlo. Pero el hecho de que sepa el significado de mi nombre y que lo crea correcto para mí, me pone aún más nerviosa. Puedo notar que su mirada se ve algo triste y cansada, como si el paso de los años le hubiera opacado la mirada.

-El honor es todo mío, Bardo de Lago. –Atino a decirle, aunque inmediatamente me doy cuenta del error que acabo de cometer.-

Esboza una sonrisa, débil pero sincera. –Veo que ya te han hablado de mí y me siento halagado. Y también me encuentro contrariado, no comprendo cómo dejan sola a una mujer, para que converse con sus pensamientos. -Me sonrojo otra vez, ya sabe que nadie me aprecia y probablemente él pronto se aburra de mí y se vaya.

-Iré a buscar algo de alimento, espero que no te moleste que te traiga algo, sino comes por no llamar la atención, no tendrás fuerzas para sostener tu arco. -Se va, no me da tiempo a responderle más que con un asentimiento de mi cabeza.

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Hemos compartido una cena muy sencilla, apenas unas lembas y un poco de estofado de conejo. También bebimos un vino tan dulce como nunca he probado en mi vida.

Pero él prácticamente no ha articulado palabras. Lo miro observar el horizonte, con la vista perdida. Sus ojos son verdes y hermosos, pero unas arrugas en el contorno lo hacen tener una expresión de continuo pesar. Su cabello castaño, a la altura de los hombros, ya muestra algunas canas, que lo hacen aún más triste. Pero cuando logra sonreír, parece que el sol brilla con más fuerza, aunque sea el sol del alba.

En breves lapsos me ha preguntado de dónde vengo y por qué me ofrecí a servir en esta batalla, pero él no dice nada de su vida y yo tampoco me atrevo a preguntar.

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Otra noche que debo pasar sola, en este invierno crudo. Me ofrecieron desplazarme hasta el palacio de Galadriel, pero no creo ser merecedora de sus gentilezas. Soy solo una humana, una niña.

No puedo conciliar el sueño, el piso es muy duro y el aire muy frío. Además, mi conciencia no calla: he matado orcos la mayor parte del día, y no puedo evitar pensar que ellos también fueron seres de luz, y que en la línea que nos separa de ellos, sólo hay palabras embrujadas. Salgo de mi tienda a estirar mis entumecidas piernas. La Luna brilla débil en un cielo velado, las estrellas están casi ausentes. La oscuridad acecha.

Casi todos duermen, no sé cómo pueden callar las voces en sus mentes. Sé bien que lo que hacemos es por el bien de la Tierra Media, pero eso no cambia el hecho de ser violentos, me siento vil.

Pero al parecer, no soy la única que está deliberando con sus demonios, Bardo está fuera de su tienda también, mirando el cielo y fumando de su pipa.

Quisiera acercarme a él, pero no quiero ser imprudente y agobiante. Estoy sólo a unos metros del arquero cuando decido girar sobre mis talones con el fin de volver a mi tienda y tratar de conciliar el sueño.

-Es difícil conciliar el sueño cuando terminas con la vida de alguien, aunque sean orcos. –Su voz me embarga, no quería interrumpir sus pensamientos, pero lo he hecho de todos modos-

- Así parece. Pero no creo que para ti sea la primera vez. –Respondo mientras voy girando para verlo a los ojos. No quería importunarlo, pero ahora sería descortés no responderle-

-No lo es, por supuesto. Pero hace años perdí mi capacidad de conciliar el sueño y disfruto más mirando los astros que persiguiendo un sueño que casi nunca alcanzo.

-Aunque hoy el cielo no se encuentre particularmente bonito…

-El cielo siempre es maravilloso, sólo hay que saber mirar más allá de nuestros ojos. No debes dejar que las nubes opaquen tu percepción.

Soy mucho más joven que él, pero comprendo la analogía. Él tiene el cansancio instalado en sus ojos por no dormir, pero eso no explica su expresión triste. Y entonces me atrevo a un poco más allá de lo que debo.

-¿Y las nubes que opacan tu mirada tienen nombre?

-No lo sé. Quizás muchos nombres y ninguno. Han pasado tantas cosas terribles que casi no recuerdo la belleza de este mundo.

-Por eso sigues mirando al cielo, para convencerte que la belleza aún existe en cada cosa, aún en las más simples manifestaciones…

-Probablemente. O puede que lo haga porque no tengo nada mejor que hacer. –Me sonríe como nunca hasta ahora, frunciendo su nariz y entrecerrando los ojos y parece verse más joven.- Puedes hacerme compañía, si no tienes nada mejor que hacer.

-No quisiera yo ser una molestia así… -Antes que termine la frase, me tiende su mano libre-

-No me molesta un poco de buena compañía.

Aunque quisiera negarme –y no quiero- una vez más siento que negarme sería grosero de mi parte. Tomo su mano y me dejo guiar hasta donde él está sentado. Me ofrece su pipa, y la rechazo con agradecimiento. Pasan unas horas, ninguno de los dos dice nada, pero se siente bien tener alguien al lado cuando nadie más te acompaña. Y se siente mejor aún que sea Bardo quien me acompañe. Sus miradas y silencios son más elocuentes que mil palabras.

Finalmente, el cansancio me embarga y decido mejor dormir algunas horas, no sabemos que pueda traer el amanecer si las nubes siguen velando el débil sol del invierno.

Día 3

Las horas de descanso no fueron suficientes y mi cuerpo daba sus debidas muestras del efecto que en él provocó el frío y la mala postura. Pero aun así pude descansar. He tenido algunos sueños confusos, no puedo recordarlos con claridad.

Salgo de mi tienda y un cálido sol me deslumbra. Con un poco de suerte puede que hoy no haya ataques a Lothlórien y podamos descansar de la masacre. No quiero ver elfos muertos y sangre negra de orco desperdigada por lo menos por hoy.

Me dirijo al lugar del campamento donde se preparan las comidas. Hay muy pocos concurrentes entre guerreros, sanadoras y cocineros. Falta alguien, ¿Bardo se ha ido?

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He averiguado que muchos han ido a cazar y por leña, asumo que mis compañeros arqueros están entre ellos, incluso Bardo. Se lo toman con calma, ya viene entrada la tarde y aún no han regresado. El día está tranquilo, sabemos que mientras haya sol, no habrá orcos.

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Todo pasa muy rápido, tan rápido que nos alcanza el ataque totalmente desprevenidos. Los cazadores apenas estan volviendo cuando los orcos ya están sobre sobre nosotros. Unas nubes repentinas velan el sol y todo es confusión. Hay muchas pérdidas, mucho dolor para describirlo.

Otra vez diezmamos la avanzada de orcos, pero esta vez muchos de los nuestros pierden su vida. Comprendo enseguida que estas pérdidas causarán una gran herida en el futuro de esta batalla.

Estoy exhausta, pero los demonios salen otra vez a martirizarme. No encuentro a Bardo y puedo darme cuenta que lo he llevado en mi cabeza desde que desperté. Quiero encontrarlo y así ver juntos el cielo mientras él fuma en su pipa y hasta bebería unas copas de vino.

Pero Bardo no está, por ninguna parte. Temo lo peor, temo que su cuerpo esté tendido sin vida en el campo de batalla.

Salgo a buscarlo, pero no importa cuánto busque, él no está ahí. De repente, la confusión me embarga, comienzo a sentir un frío deslizándose por mi estómago y mis ojos se nublan. Siento frío, mucho frío. No puedo mantener mis ojos abiertos. Veo en flashes el rostro de Bardo mirándome, con una expresión entre preocupación y enojo. Pero ya no puedo abrir mis ojos, todo se vuelve negro.