Holaaaa a todo ser que haya decidido leer esta historia. ¡Volví! Finalmente, despues de tantos meses de inactividad estoy de vuelta!... En realidad nunca me fui, ni abandoné ninguna de mis historias, sólo me concentré demasiado en esta, y dejé de lado las otras.
Bueno esta historia es especial para mí, nunca me había esmerado y estresado tanto en tratar de expresar claramente todo lo que mi imaginación creaba, asíque espero de corazón que entiendan los sentimientos que llevan los personajes...
Como dije, es especial, también porque la trama es muy diferente. Mis anteriores historias eran pura cursilería, en la guarida, y en los edificios y fin, todos felices comiendo pizza.
Ésta no es así, además de que los personajes sufren emocional y físicamente, pero no es nada tortuoso ni violento.
Lo único que tengo que aclarar es que he hecho a un personaje que quizás les agradaba, malo. Bueno no es malo, sino emm de mente cerrrada )? Bueno es Splinter XD
Es parte de la trama, todo se va a entender en los siguientes capítulos. Voy a subir uno por semana, son cinco más o menos. Los dividí así, porque leer casi 100 páginas iba a ser demasiado largo...
Asíque espero le den una oportunidad :)
La gélida brisa del cruel invierno lo despertó lo suficiente como para que comenzara a temblar. Instintivamente quiso levantarse a cerrar la puerta de su habitación, pero un fuerte dolor en su tobillo izquierdo lo paralizó. Sólo hasta entonces recordó que no estaba en la fría alcantarilla que cumplía el rol de su hogar.
Rápidamente abrió los ojos, encontrándose con una inmensa oscuridad a su alrededor.
-¿Dónde…?- Las siguientes palabras se quedaron estancadas en su garganta al sentirla arder. Tragó lentamente, intentando calmar el fuerte dolor.
La desesperación de no poder moverse lo atacó. No tenía idea de dónde se encontraba, no podía ver nada más que oscuridad, y no sabía dónde estaban sus demás hermanos…
¡Sus hermanos!
Se sentó de golpe, ignorando el fuerte dolor que sintió en su cuerpo.
En ese momento fue que recordó todo.
A escondidas de su padre, él y su equipo habían logrado infiltrarse en la extraña y completamente diferente nave Kraang que había cruzado por el portal. Miguel Ángel había sido el primero en hacerse notar ante los alienígenas, haciendo que todos comenzaran a pelear sin un plan de por medio.
Aunque ser descubiertos antes de lo esperado había sido una mala pasada, rápidamente pudieron tomar el control de la situación.
Raphael y Miguel Ángel comenzaron a destruir ávidamente todo el cargamento de experimentos que esa nave llevaba hacia el TCRI, y él ató a los Kraang para evitar cualquier contraataque mientras que Donatello se encargaba de manejar el vehículo espacial.
-D-donnie…
Lo último que recordaba era que un Kraang (que se las había ingeniado para escabullirse de él) había saltado hacia el rostro del genio y antes de que pudiera reaccionar y ayudarlo a quitárselo de encima, la nave había comenzado a dar vueltas.
Luego todo se tornó oscuro.
Horas o tal vez unos minutos, pasaron hasta que pudo ver algo de claridad asomarse a lo lejos, iluminando levemente el paisaje en donde se encontraba.
Una playa. Una alejada y desértica playa.
No se alcanzaba a oír el sonido de las olas, así que dedujo que estaba muy lejos de la playa principal en la que rondaban cientos de personas.
Eso lo tranquilizó, pero también lo estremeció.
¿En dónde rayos se encontraba?
Intentó levantarse nuevamente, olvidando que la primera vez, había sentido un fuerte dolor en su tobillo.
-¡Ah!- El daño se hizo presente, haciéndole inundar los ojos inevitablemente.
De pronto lo notó…
Le pareció estúpido no haberse dado cuenta antes, pero supuso que la oscuridad de la noche se lo había impedido.
Sobre su pie, estaba una pesada pieza de metal proveniente de la nave.
-¿Qué?
La luz de la madrugada se hizo tenue, permitiéndole ver con claridad todo a su alrededor…
Cientos de partes metálicas estaban esparcidas por toda la playa.
Y ahí fue cuando lo vio.
Más o menos a veinte metros de él, se encontraba uno de sus hermanos.
La claridad del sol le impidió distinguir quién era y puso una mano a modo de visera, forzando su agotada vista a descubrir de quién se trataba.
Su corazón se detuvo.
-¡Donnie!- gritó, a pesar del incisivo dolor de garganta que aún sentía.
No veía algún tipo de movimiento que le indicara si estaba vivo o…
Se negó a pensar en eso.
-¡Donnie!- volvió a gritar y luego un doloroso ataque de tos lo agredió-T-tengo que ir con él…
Miró la gran pieza de metal sobre su pie y volvió a ver a su hermano.
Estaba tosiendo, no podía oírlo, pero podía ver que su cuerpo se sacudía ligeramente.
Un gran alivio se le instaló en el pecho.
Saber que se encontraba con vida le dio fuerzas y se decidió a ir con él, costase lo que costase.
Se quitó su bandana, la hizo bollo y se la metió a la boca, para evitar lastimarse la lengua al apretar los dientes debido al fuerte dolor que, seguramente sentiría, al sacar su tobillo de esa pesada pieza.
Volvió a mirar al genio, notando que nuevamente ya no se movía.
Tenía que actuar rápido. Su hermano podía estar en peores condiciones…
Tomó un fuerte respiro y comenzó a levantar el pesado metal. Sus dedos congelados empezaron a resbalarse debido al rocío matutino que había caído sobre la pieza y de un momento a otro, ésta terminó por vencerlo, volviendo a caer sobre su tobillo.
Aún cuando la bandana le impidió gritar, Leonardo soltó un fuerte gemido que le raspó la garganta.
Las manos le temblaron involuntariamente y las movió un par de veces para que mínimamente entraran en calor.
Volvió a tomar aire.
Debía hacer a un lado el dolor.
Agarró fuertemente la pieza, tratando de que esta vez, las cintas que traía en su mano evitaran que se resbalase, y con extremada fuerza, logró elevarla lo suficiente como para arrastrar su pie hacia un lado.
Cuando sintió flaquear sus brazos, la dejó caer, haciendo levantar un poco de arena a su alrededor.
Miró con pánico su tobillo, en busca de alguna grave lesión que le impidiera caminar y llegar hasta su hermano, pero no tenía nada más que unos cuantos cortes no muy profundos.
El dolor debía ser por haber tenido el pie hacia un lado con quién sabe cuántos kilos de metal sobre él.
Se sacó la bandana de la boca y se la colocó sobre sus ojos. Ahora que nada le impedía avanzar hacia Donatello, se puso de rodillas y con ayuda de su pie sano, tomó impulso para levantarse.
Cuatro pasos logró dar, antes de tropezarse y caer descaradamente sobre la rasposa arena.
Volteó con rabia a ver el objeto con el que había caído, y una increíble alegría le recorrió por el cuerpo.
Eran sus katanas. Sus filosas y preciadas katanas…
No se había dado cuenta de que no las traía consigo.
Las tomó como si fueran lo más valioso del mundo, con sumo cuidado se las guardó y comenzó a retomar su camino, esta vez con algo de dificultad, ya que se había doblado el tobillo lastimado al caerse.
Estaba tan aliviado de tener algo con lo cual protegerse frente a cualquier situación que pudiera ocurrir, que no notó lo rápido que se estaba acercando a Donnie.
Probablemente debía estar algo atolondrado al igual que él, debido al impacto que tuvieron al estrellarse la nave contra el suelo. Trataría de darle unos minutos para que se recupere y luego lo pondría en marcha para buscar a sus demás hermanos…
Lentamente detuvo sus pasos, mientras sentía su corazón romperse en miles de pedazos ante la triste escena frente a él.
Los ojos se le inundaron y sintió todo su cuerpo flaquear.
Donatello, debajo de su clavícula, tenía un fierro atravesado.
Como pudo, evadió el desastre de metales y fierros puntiagudos que había esparcidos a su alrededor y llegó hasta él.
Cayó de rodillas a su lado y con las manos temblorosas le tomó el pulso.
El alma le volvió al cuerpo. Aún estaba vivo.
-¿L-Leo…?
Escuchar la voz de Donnie le supo a lo mejor de la vida. Se pasó una mano por los ojos, quitando lo borroso.
-¿Q-que pasó…?
Leonardo aún no encontraba su voz. Así que lo único que pudo hacer fue silenciarlo poniendo un dedo en su boca.
-No hables…- Le pidió, mirando detenidamente el fierro que sobresalía de su piel.
Trató de no mostrarse asombrado y completamente conmovido ante este hecho, pero Donatello pudo leerlo como un libro.
Un fresco viento los cernió, probablemente anunciando la llegada del día más frío del mes.
Donatello comenzó a llorar.
-¿S-se ve muy mal?
Se veía terrible, y muy, muy doloroso, pero no podía decirle eso. No quería asustarlo más de lo que ya estaba.
-¿Te duele mucho?- Preguntó
-N-no siento nada.
Leonardo pasó una mano por las mejillas del genio, limpiando sus lágrimas y notando lo congeladas que éstas estaban.
-Tenemos que resguardarnos…
-No puedo moverme- Respondió Donnie con la voz temblorosa, tomando un largo respiro antes de continuar- Hazlo tú, Leo. Busca a Rapha y M-Mikey. Yo voy a estar bien…
Escuchar eso causó una aguda y dolorosa punzada dentro del corazón de Leo, como si las palabras del genio fueran una fina aguja que se clavó lentamente dentro de él.
-No voy a dejarte, Donatello.
-Hazlo…- Le ordenó, cerrando los ojos, y dejando escapar más lágrimas- No debe quedarme mucho tiempo de vida, de todos modos….- La voz del genio se quebró, aunque trató de mostrarse fuerte ante él.
Jamás había visto a Donatello tan débil, tan frágil y a la vez tan serio y decidido…
Probablemente era el único (después de Mikey) a quien no le importaba demostrar sus sentimientos, sus dolores y sus miedos. Siempre había sido así, y el que ahora estuviera haciendo un verdadero esfuerzo por no llorar, y ordenándole a él que lo abandonara, le pareció lo más triste y desamparado que había visto en su vida.
El corazón de Leonardo latía tan fuerte y tan lento a la vez, que podía escucharlo claramente.
-Donnie…
-No quiero que me veas morir, Leo…
La triste mirada de resignación lo traspasó por completo, haciéndolo desbordar de emociones reprimidas.
Lo tomó del rostro, obligándolo a mirarlo a los ojos.
-¡Tu no vas a morir! ¿Me escuchas? ¡Juro que haré hasta lo imposible para salvarte…!
Donatello apenas podía sostenerle la mirada, sus lágrimas se lo impedían. Abrió la boca para responder, para discutirle que no tenía sentido que se quedara con él, sólo para verlo morir. Él quería que se fuera, que lo dejara solo para poder acabar con su vida sin la triste mirada de Leo sobre él. Pero no pudo decir nada.
Leonardo se lo impidió con un beso.
Un beso. Una simple unión entre dos bocas, en señal de amor.
-No dejaré que te mueras- Prometió al separarse apenas de sus labios.- ¿Entiendes?
Donnie asintió lentamente, sin entender bien lo que acababa de suceder.
Sus lágrimas se habían detenido como por arte de magia...
Leonardo había encontrado la manera de calmarlo.
-Voy a sacarte de ahí- Afirmó, viendo detenidamente el oxidado fierro, notando que posiblemente, estaría pegado a un gran trozo de la nave debajo, por lo que sí o sí, tendría que levantar a Donatello.
-No, Leo. Por favor…
Tal vez el desborde de sentimientos que había experimentado el genio mientras lloraba había despertado el dolor, pues apenas rozó ligeramente el fierro, pegó un doloroso grito.
Leonardo lo volvió a tomar del rostro y juntó sus frentes.
-Escúchame Donnie, escúchame. Tengo que sacarte de ahí- Le explicó, haciendo un gran esfuerzo por mantenerlo con la vista clavada en él.- Ese fierro está muy oxidado, además de que estamos en una playa. Tienes mucha arena sobre la herida…
-Pero me harás más daño…- lloriqueó.
-Haré todo lo posible por no lastimarte, Donnie. Pero necesito que cooperes conmigo.
Donatello tenía los ojos fuertemente cerrados mientras tomaba largos respiros, decidiéndose en aceptar la ayuda, y arrepintiéndose con cada bocanada de aire que largaba.
Leonardo buscó sus labios y los besó tiernamente.
Ya no le importaba sus enseñanzas sobre la moral, y lo que estaba bien o estaba mal, o sobre lo que su Sensei le había dicho al oír el secreto que ya no podía resguardar más.
Todo el tiempo había ocultado sus sentimientos, castigándose mentalmente con que eso no era correcto, que no era propio de alguien feliz…
Y ahora, a pesar de sus heridas, a pesar de tener a Donnie de esa manera tan vulnerable y lastimado, era inmensamente feliz. Porque enteramente Donatello lo hacía sentir de esa manera.
- Por favor- Rogó- No te haré daño.
El genio aceptó, recibiendo la calma que le transmitió Leonardo con ese beso.
-Voy a levantarte y moverte hacia la izquierda, ¿De acuerdo?
Asintió.
Leonardo tomó su brazo derecho, obligándolo a que lo abrazara y lentamente hizo lo mismo con el brazo lesionado, luego abrió sus piernas, colocándose entre éstas, para poder levantarlo con más fuerza.
-Sostente fuerte.
Llevó las manos hacia su caparazón y antes de hacer algún movimiento preguntó:
-¿Estás listo?
Los ojos de Donatello se inundaron de lágrimas y movió la cabeza ligeramente, preparándose para lo peor.
El líder vio miedo en su mirada, y le dio unos minutos más para calmarlo. Aunque sabía que no serviría de nada.
-Contaré hasta tres ¿si?
Donnie tomó una bocanada de aire y clavó fuertemente los dedos sobre sus hombros.
-Uno… Dos… ¡Tres!
Apenas pudo levantarlo, Donatello se echó hacia atrás debido al dolor, haciendo que Leonardo perdiera la fuerza con la que lo estaba sosteniendo.
Las manos le temblaron inevitablemente al tener suspendido a Donatello apenas unos centímetros en el aire.
-Donnie… por favor. S-se que duele, pero tienes que cooperar.
Ya no podía volver a recostarlo, no faltaba mucho para sacarlo de ahí.
Donatello no podía responder, el dolor lo estaba asfixiando, pero sabía que no podía echarse hacia atrás en esto. Así que para demostrarle a su hermano que cooperaría con él, echó las manos a su cuello y se aferró fuertemente a él.
Leonardo rápidamente entendió lo que significó, y esta vez sin contar hasta tres, terminó por levantarlo, trayéndolo velozmente hacia su regazo.
El genio se echó hacia atrás, esta vez queriendo recostarse sin importarle nada. Pero Leo se lo impidió.
-Por favor resiste, tengo que vendarte la herida.- Suplicó, sintiendo cómo se aferraba fuertemente a sus caderas.
Los gritos que expresaba el menor, debido al feroz dolor que sentía, estaban aumentando su desesperación, y se maldijo mentalmente por no haber preparado el vendaje antes de haberlo sacado de allí.
Con las manos fuertemente alrededor de su caparazón, se sacó las vendas que traía sobre sus dedos.
Obligó a Donatello a elevar el brazo para poder cubrir la herida, también en la parte de atrás, envolviéndolo un par de veces sobre su axila.
Lo recostó sobre la arena y el genio lo trajo consigo al no desprendérsele ni por un segundo.
En silencio, y completamente conmovido, limpió las lágrimas del genio mientras escuchaba su intenso llanto.
No podía pedirle que se calmara; acababa de ser removido de un oxidado y grueso fierro, donde su cuerpo ya estaba cicatrizándose con él, dentro.
Poco a poco, la energía del genio se fue agotando, y el doloroso llanto fue remplazado por constantes bostezos.
-No te duermas.- Le ordenó con pánico de que se durmiera y jamás volviera a despertar.
-No puedo evitarlo…
Lo vio cerrar los ojos lentamente. No esperó ni un segundo antes de apoyar la cabeza sobre su corazón para saber si latía.
-Aún sigo vivo…- Murmuró, apenas asomando una risita.
Leonardo respondió con la sonrisa más aliviada que podía tener.
Esperó a que estuviese realmente dormido antes de moverse, y suavemente se soltó del agarre de Donatello para sentarse a su lado.
Sus pies le estaban matando al tenerlos tanto tiempo flexionados para no aplastarlo con su peso.
Miró hacia el cielo; Grandes y oscuras nubes se estaban acercando velozmente con el fin de cubrir toda la claridad que había.
No sabía con exactitud qué hora era, pero por la posición del sol, ya pasaba del mediodía. Al parecer se había quedado más tiempo del que creyó, consolando a Donnie…
Pronto tendrían que buscar un refugio o algo con qué resguardarse de la posible agua nieve que caería al anochecer. El invierno solía ser muy ruin en estas épocas.
A su alrededor había cientos de trozos de la nave estrellada. Pero a simple vista nada servía como carpa. Debía rebuscar cerca de donde él se había despertado, allí las partes que había visto eran más grandes.
El ligero calor que estaba sintiendo gracias a los rayos del sol vespertino, se esfumó y un gran manto grisáceo los cubrió.
Tenía que apresurarse a pensar en algo para resguardarse, el agua nieve no tardaba en llegar.
Antes de levantarse, verificó que Donatello siguiera respirando, y luego comenzó a caminar entre el desastre de metales.
Recorrió con la mirada el trayecto que hacían estos, con la esperanza de encontrar no sólo algo con qué refugiarse, si no también algo que le indicara dónde estaban sus otros hermanos. Pero el camino que hizo la nave al estrellarse parecía infinito, pues aún podía ver pedazos de la nave muy lejos de donde se encontraba él…
De haber estado sólo, hubiera ido a buscarlos, sin importarle caminar cientos de kilómetros en busca de alguno de sus hermanos. Pero estaba con Donnie. No quería alejarse demasiado de él.
Sólo esperaba que estuvieran donde estuvieran, se encontraran a salvo.
Mientras caminaba, recordó que dentro de la nave, Miguel Ángel y Raphael estaban juntos destruyendo los experimentos, y deseó con todas sus fuerzas que al menos hubieran caído cerca el uno del otro, tal como él y Donnie.
Pensar en eso lo tranquilizó. A pesar de sus constantes peleas, eran el mejor equipo que podía existir. Sabía que estando juntos nada les sucedería.
Pero… ¿Y si no habían caído cerca?
¿Qué sería del pequeño Mikey...?
¿Qué sería de Raphael...?
¿Qué hubiera sido de Donnie, si él no lo hubiera visto?
Probablemente estaría muerto en este momento…
Se habría ido de su vida, se habría esfumado, sin siquiera saber lo especial que era para Leonardo….
Y todo gracias a él y a su estúpida orden de ignorar la decisión de su padre acerca de no llevar a cabo la misión.
Una fresca brisa zarandeó su bandana, y los ojos se le llenaron de lágrimas
Gracias a él, el ser a quien más amaba en el mundo, estaba en el estado en el que estaba…
Miró hacia el cielo; estaba mucho más oscuro que hace apenas unos minutos, o unas horas… Y aún no había encontrado nada.
Volteó ver a su hermano. No quería alejarse y perderlo de vista, pero en esa zona sabía que no hallaría nada.
Comenzó a caminar en dirección contraria, con algo de indecisión. En verdad no quería alejarse demasiado de él, dada en las condiciones que se encontraba, pero tampoco podían quedarse a la intemperie hasta que el cuerpo de Donatello sanase. Necesitaban un refugio.
Y él se encargaría de encontrarlo.
Estaba levantando una pesada pieza que podía servir como muro cuando algo amarillo le llamó la atención.
Una balsa.
-¿Los Kraang tenían una balsa?
¡Qué importaba en ese momento, eso serviría perfectamente como techo!
Con la punta de su espada, comenzó a abrirla para hacerla más grande y la apartó junto con la pieza de metal. Ahora sólo faltaban tres partes más y podría lograr un "cómodo" refugio para Donatello…
Llevar todo lo que necesitaba hacia su hermano había sido un verdadero esfuerzo. Su cuerpo aún seguía algo adolorido por la fuerte caída.
Cuando llegó hasta él, pudo notar que estaba despierto, y temblando…
-¿L-Le-Leo?
No se había dado cuenta del frío que hacía, hasta que vio pequeñas gotitas de agua nieve sobre el cuerpo de Donatello.
Al estar arrastrando esas pesadas partes, su cuerpo había entrado en calor rápidamente y no había notado el cambio de temperatura.
Se arrodillo a su lado y colocó sus manos sobre sus mejillas, intentando transmitirle al menos un poco de su calor.
-¿A d-don-de f-fuiste?- Castañeó
-Fui a buscar refugio…- respondió juntando sus frentes.
-¿Y l-lo encontras-ste?
-Tengo que armarlo.
-¿C-cómo?
Leonardo besó su frente y miró hacia un lado en donde estaban todos los "materiales"
-No tengo idea…
.
Crear un refugio fue más difícil de lo que creyó, pero luego de asegurar por tercera vez que las "paredes" no se cayeran sobre ellos, pudo colocar la balsa como techo.
Con eso debía bastar, estaban lo suficiente resguardados como para que ni un frío viento ni ninguna lluvia o agua nieve los cubriera.
-E-eres… un buen inventor…- bromeó el genio sin dejar de tiritar.
-¿Aún tienes frío?- preguntó, alarmado.
Donatello seguía temblando, aún con el reparo que tenían, seguía teniendo frío.
Nuevamente recordó que él estaría de la misma forma sino hubiera entrado en calor armando el refugio.
-Un poc-co…
Leonardo se quitó las katanas y las dejó a un lado antes de acostarse junto a él.
-¿Puedo abrazarte?- Sugirió, intentando sonar lo más inocente posible- Así dejaras de tener tanto frío…
Ante el recuerdo vergonzoso de los besos que Leo le dio, Donatello giró su rostro hacia un lado, evitando verle a los ojos.
Aunque había sido una muy buena estrategia para distraerlo momentáneamente del dolor, no podía dejar de pensar en lo agradable que había sido ese absurdo contacto.
Leo lo vio asentir tímidamente, y su corazón dio unos cuantos vuelcos.
Con cuidado, envolvió los brazos en su estómago, y enredó sus piernas con las de él.
Donatello esperó a que ocultara el rostro sobre su cuello antes de pegar su mejilla sobre su cabeza, y lo abrazó por la cintura con su brazo sano.
Otra vez como por arte de magia, la calma llegó a él, y el frío que sentía se esfumó.
El cuerpo de Leo era tibio y muy, muy cómodo. Sin darse cuenta, Donatello se fue quedando dormido, sintiendo lentamente como las manos de Leonardo acariciaban su caparazón, brindándole un agradable calor.
Poco tiempo, o no, pasó hasta que los ojos del líder también comenzaran a cerrarse. Aunque trató de mantenerse despierto para asegurarse de que Donnie estuviera bien, el sueño terminó por vencerlo.
Pero antes de que se entregara por completo al descanso que su cuerpo pedía a gritos, posó la boca sobre el cuello de Donatello, cerca de su barbilla, en donde podía asegurarse de sentir cada hermoso latir de su corazón.
.
Donatello estaba despierto no hacía más de diez minutos. No tenía noción del tiempo, pero calculaba que no había pasado más tiempo que eso.
Se había despertado gracias a las cosquillas que el aliento de Leo hacía sobre su cuello, y se había desvelado sincronizando su respiración, para que al inhalar, la boca de Leonardo rozara su piel.
Parecía infantil hacer algo como eso, pero la agradable sensación le hacía olvidar la ligera punzada que aún sentía sobre su herida, aunque ya no sentía tanto dolor como el que había sentido hacía unas horas atrás.
Por primera vez agradeció ser un mutante, pues gracias a esto, tenía la facilidad de que sus heridas cicatrizaran velozmente.
Tal vez mañana podría moverse, y comenzaría a buscar a sus hermanos junto a Leo…
Se estaba quedando dormido nuevamente, cuando de pronto escuchó unos ruidos.
Instintivamente llamó a Leonardo.
-Leo…- susurró
Pero el líder estaba profundamente dormido. De lo contrario Leonardo hubiera escuchado los ruidos antes que él mismo.
Donatello volvió a llamarlo, pero lo único que logró fue que se acurrucara más a él, rozando con el brazo, su herida, causándole un fuerte ardor.
-L-Leo…- insistió, haciendo un esfuerzo por no elevar la voz. Los ruidos se estaban acercando…
Con algo de dificultad, movió los pies, dándoles golpeteos en el tobillo para que despertara.
Leonardo despertó de inmediato al sentir un punzante dolor en su pie.
-¡Ah…!- No pudo aguantar y chilló dolorosamente.- ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? ¿Te hice daño?
Sus ojos tardaron unos segundos en centrarse completamente en Donatello. Su cuerpo, aún seguía algo dormido.
-Escuché unos ruidos…- Susurró.
En ese momento se hicieron presentes unas voces y Leonardo se levantó de un salto, tomando rápidamente sus katanas.
Le hizo una seña innecesaria a Donatello para que guardara silencio, y lentamente se asomó a mirar por una abertura que había quedado entre la unión de los muros.
No podía creer lo rápido que había pasado el tiempo. Ya estaba amaneciendo.
-No veo nada…
No quería admitirlo, pero un nudo en el estómago se le estaba formando al imaginarse cientos de posibilidades de que alguien quisiera entrar en su refugio y terminara lastimando a Donatello.
Dio unos pasos hacia atrás cuando vio una sombra asomarse, y tomó fuertemente el mango de su espada, preparándose para atacar a quien sea que quisiera entrar.
-¿Donnie? ¿Eres tú?
-¡Es Mikey!- gritó Donatello, reconociendo la voz de su hermanito.
Leonardo no lo pensó dos veces.
Salió del refugio y casi desesperadamente abrazó a Miguel Ángel.
-¡Leo, estas bien!- Dijo Mikey alegremente, correspondiendo a su hermano.-¡Rapha, es Leo! ¡Encontré a Leo!- Gritó, separándose por un momento del mayor.
-¿Leo?
Raphael se asomó por detrás del refugio, y al verlo corrió velozmente hasta él.
Pareció ensayado. Sin decir nada, ambos se abrazaron con extremada alegría, demostrando lo aliviados que estaban de verse de nuevo.
En otra situación, que se abrazaran hubiera sido lo más extraño que habrían hecho en sus vidas, pero esto era un reencuentro especial.
Miguel Ángel se les unió y todos se estrecharon como si no se hubieran visto en mucho tiempo.
-Me alegro tanto de que estén bien.
-No pudimos encontrar a Donnie- Murmuró el pequeño, abrazando con más fuerza a sus dos hermanos, sintiendo como sus ojos se inundaban ante el pensamiento de que a su hermano inteligente le hubiese ocurrido lo peor.
¡Donnie!
Estaba tan feliz de haber encontrado a sus hermanos que se había olvidado de Donatello.
-Él está conmigo…- Explicó rompiendo el abrazo.
-¿Y por qué no está aquí? ¿Le sucedió algo?- preguntó Raphael alarmado, mirando hacia el refugio.
La expresión feliz de Leonardo pasó a una de angustia.
-Él… él está herido.
Escuchar esto causó en Miguel Ángel un inmenso dolor, y comenzó a llorar tristemente.
Recordaba claramente el momento en el que había visto al genio salir despedido de la nave, antes que él, y no había podido hacer nada para salvarlo.
Si tan solo hubiera soltado uno de sus nunchakus y se lo hubiera lanzado para que se sujetara, tal vez no habría salido lastimado….
-No te asustes Mikey, él está fuera de peligro.- Aclaró Leonardo limpiando sus lágrimas- Él está bien, ven, vamos a verlo. Va a estar muy feliz de verte…
Cuando logró calmar al pequeño, notó que Raphael ya no estaba con ellos.
Entraron al reducido espacio, donde el más rudo de los cuatro yacía arrodillado abrazando fuertemente a Donnie.
Miguel Ángel se acercó hasta él y con todo el cuidado que su torpe cuerpo pudiese tener, también lo abrazó
Donatello sintió lágrimas sobre su cuello y sus ojos comenzaron a arder.
La alegría de tener a sus hermanos a salvo y juntos, fue mucho más fuerte que sus intentos por no llorar de felicidad y simplemente desbordó de sentimientos, abrazando fuertemente a sus hermanos, ignorando la punzada que sintió sobre la herida, al estirar el brazo.
Leo veía la escena completamente conmovido.
Donatello asomó una mano por encima del caparazón de Raphael, y le hizo una seña para que se acercara a ellos.
Leonardo se unió al abrazo, terminando por completar el espacio vacío que quedaba.
Las lágrimas del genio se esfumaron.
La calma había vuelto a él.
Muchas gracias por leer, por favor dejen un comentario, es muy importante para mi saber lo que piensan, de nuevo gracias por leer, saludos de Argentina :)
