El profesor Moriarty del jardín de niños era el profesor más amado de la escuela. Todos los niños lo adoraban. Simpático, gracioso y divertido eran adjetivos que siempre lo seguían a donde fuera mencionado.

La escuela era muy afortunada de tener un profesor tan querido como él. Y él era muy afortunado por estar en un jardín de niños, de padres poderosos y ricos como él.

El profesor Moriarty, llamado Jimmy por los niños, era uno de los instructores principales del jardín, manejaba cualquier asunto de forma profesional y eficaz. Era el mejor.

Un buen día, en una de las clases avanzadas que daba para los niños sobresalientes, sus favoritos, un niño comenzó a llorar al término de la jornada mientras sus compañeros salian del salón.

Se acercó al pequeño niño rubio que vestía un sueter muy suave a la vista y se agachó hasta quedar a su altura aunque arrugara un poco su costoso pantalón en el proceso.

Ese niño especialmente, era uno de los favoritos del profesor Jimmy, era muy atento a la clase y muy astuto, además de valiente con sus 5 años de vida (Tras haberse enfrentado con unos compañeros que molestaban a otro pequeño para defenderlo). Así que verlo llorar era muy alarmante a su parecer.

— ¿Qué pasa Johnny boy? ¿Algún problema?– se permitió una sonrisa ligera mientras veía con la mayor dulzura que tenía hacía el pequeño.

—Si–, apenas podía hablar entre sollozos mientras sorbía su llanto con la nariz —mis padres se molestaron esta mañana y no quiero llegar a mi casa porque me van a pegar.

El profesor James recuerda muy bien a los padres de John, eran de los pocos padres que apenas podían costear la escuela porque creían que su hijo era especial, y no es que John no fuera especial, pero también recuerda a su hermana, una chica que apenas recordaban sus padres perdiendo todas las esperanzas en ella. Por lo tanto esas esperanzas estaban en John.

Aún así siente que los padres de John son muy agresivos entre ellos, y en incontables ocasiones vio como su padre le daba pequeños golpes para que subiera al auto cuando salía de la escuela. Eso no era nada justo a su parecer.

— ¿Por eso no quieres llegar a tu casa?– preguntó, suavizando la voz y poniendo un brazo alrededor del niño.

— Si, aún me duelen los brazos.

—¿Los brazos? ¿Qué tienen tus brazos John?– separandose un poco del rubio, notando como dejaba de sollozar, y se levantaba las mangas del sueter.

Sus cejas se juntaron en un ángulo imposible y sus facciones se contrajeron hasta formar una mueca de ira en su estado más puro. Nada justificaba las marcas en los brazos de un niño que no podía defenderse de sus padres.

Relajó sus músculos y recompuso su cara para mirar al pequeño.

—¿Puedo?

El chico asintió suavemente con la cabeza y Jim tomó con ambas manos el brazo derecho de John, tocando las heridas superficiales. Sí sus conclusiones sobre las marcas eran correctas, y obviamente lo eran, las heridas no tan profundas habían sido hechas con rasguños gruesos de alguien que no tenía una higiene adecuada siquiera para cortar sus uñas. Seguramente de su padre.

Tomo el otro brazo y notó marcas parecidas, pero la diferencia en ellas es que los rasguños fueron hechos con unas uñas largas y arregladas De su madre.

Sus dientes rechinaron en el silencio del salón y soltó delicadamente el brazo amoratado. Sus padres pelearon y forzejearon con John. Divorcio seguramente.

—¿Te duele mucho?– cuestionó mientras se levantaba y sacudía las arrugas de su camisa remangada y su pantalón.

—Si, no quiero ir a mi casa, quiero vivir aquí en la escuela– el niño se cruzó de brazos e infló ligeramente las mejillas. Adorable.

Jim sonrió ante la respuesta del niño. Realmente quería mucho a Johnny. Casi como a un propio hijo.

—Pero entonces, nunca mas verías a tu padres, ¿te gustaría eso?

John asintió y miró al profesor. No había rastro de duda en sus ojos.

—¿Y sí desaparecen porque tú te vas?– ladeó la cabeza cuestionando al niño, comenzando a imaginar que podría pasar con sus padres.

— No me importan, ¡los odio!– gritó con enfado el rubio moviendo los brazos a sus costados soltando su exclamación a la cual Jim sonrió.

— Entonces no regreses a casa, ven a vivir conmigo, yo te trataré como si fueras mi propio hijo– sonrió hacia al niño abriendole los brazos a modo de abrazo y John solo pudo correr a él abrazando sus piernas al contacto.

El profesor Jimmy se sintió feliz en ese momento. Él pensaba en que su vida era perfecta, pero siempre le había hecho falta alguien a quien mimar además de así mismo y vio en John lo que quería para él.

Ya se encargaría de sus padres después.

— Entonces ve por tu mochila y esperame sentado, haré una llamada y después te vienes conmigo, ¿qué tal?– Jim caminó hacia la puerta sacando su celular del pantalón hasta que una diminuta mano lo detuvo en su andar.

— ¿Pero qué pasara con mis juguetes y mis cosas?– increible en las cosas en las que puede pensar un niño.

— Descuida, te las traeran cuando lleguemos a casa, ¿si? ahora dejame hacer la llamada.

El niño lo soltó tomando la mochila y se sentó quietecito en su silla pensando en lo genial que sería que el profesor Jimmy fuera su nuevo papá.

— Seb, necesito que hagas un trabajito para mí– dijo Moriarty una vez fuera del salón, viendo como ya no había nadie a la vista.

— ¿Qué clase de trabajito Jim?– cuestionó la voz del otro lado del celular haciendo énfasis en la palabra "trabajito".

— Quiero tener un hijo. – Dijo James con naturalidad esperando que las neuronas de Sebastian lo entendieran.

—... ¿Quieres que secuestre un niño o es tu forma de pedirme que tengamos uno? Por que si es la segunda, ya te dije que soy hombre– la voz de Moran sonaba seria, pero a lo oidos de Moriarty había un deje de diversion.

— Más bien necesito que te desagas de los padres de un niño en especial–

— ¿Es un niño de tu clase? Maldición, habías dicho que no mezclarías los trabajos James.

— Tigre, los padres del niño son unos animales- Jim sonaba serio, pero sabía que había una pizca de dulzura en su voz por la mención del niño.

— ¡oh! Perdoname, pobre niño...- dijo Sebastian con tono ironico, —Jim, no puedes llorar por las desgracias de un simple niño, se le pasara.

— No te creas con el derecho de hablarme en ese tono o yo mismo me encargo de tí imbécil– resonó la voz de Moriarty por el celular con una voz completamente diferente, puesto que había molestia en ella.

— Bien...– se resignó Moran a modo de disculpa. — ¿Quién es el niño?

— John, John Watson.

— ¿El hijo del Sargento?

— Justo ese. Hoy se viene conmigo el chico, así que además de encargarte de los padres, quiero sus cosas en la casa. –

Y colgó.

A Jim Moriarty le molestaban un par de cosas. Y entre ellas estaba que sus subordinados no cumplieran inmediatamente con sus órdenes. Que era el caso de Sebastian casi siempre.

Sino fuera porque el bastardo que tenía por empleado fuera tan eficaz y su propia pareja, ya estaría muerto en algún lago o río.

Guardó su celular de nuevo en el bolsillo y entró al salón.

— ¿Listo?– sonrió el profesor a su alumno mientras el chico se paraba con energía.

—¡Si! ¡Listo profesor Jimmy!— dijo emocionado el rubio tomando la mano que le ofrecía el pelinegro.

— ¡Oh! Johnny boy, sientete libre de decirme papá si te gusta mas, así será de ahora en adelante.

Con la mano libre, el profesor Jimmy, tomó el pomo de la puerta del salón y la abrió para salir en camino a la vida con su nuevo y adorable hijo.