Ni Daiya ni esta historia me pertenecen.
FF Original: Visiting Hours – PK Samurai
Notas del Autor:Esto es para el reto de escritura organizado por geekinthepink23, Prompt "serenata a Miyuki Kazuya." Toma lugar después del juego de Yakushi vs. Seidō, en la final del Torneo de Otoño (manga).
Horas de Visita
[One-shot]
"Tercer Piso – Pediatría."
"¡Ow! ¡Mira dónde pisas!"
"¡Shhh!"
"Oigan, esperen, este no es el piso correcto –"
"¿De quién fue ese pie? ¡Te golpearé!"
"¿En qué habitación dijiste que está?"
"Hace calor…"
"¡Shhh! ¡Este es un hospital!"
"Tú estás siendo el más ruidoso de todos, Eijun-kun…"
"Quinto piso – Rehabilitación."
"Um… se supone que debemos bajar aquí."
Un grupo de muchachos, vestidos en blancos y azules uniformes de béisbol, salieron tumultuosamente del elevador, atrayendo las escandalizadas miradas de las demás personas alrededor – enfermeras y pacientes por igual. Ajeno a las miradas, un muchacho de despeinado cabello castaño miró rápidamente hacia el atestado pasillo con una expresión de impaciencia en su rostro.
"Tenemos que apurarnos," dijo Eijun, inquieto, rechinando sus dientes. "¿Qué tal si muere antes de que lleguemos ahí?"
"Nadie va a morir, Sawamura," replicó mordazmente Kuramochi, y por si no había sido suficiente, pateó bruscamente las piernas del menor.
"Cómo si fuera a dejarle," añadió Zono con una expresión feroz.
"Dicen que está bastante estabilizado," dijo Haruichi, palmeando a su amigo en el brazo de forma tranquilizadora. "Es por eso que ahora están permitiendo visitantes fuera de su familia."
"Su habitación es por aquí," dijo Shirasu, apuntando hacia el otro extremo del pasillo, y sin otra discusión, los muchachos del primer equipo de Seidō se apresuraron detrás de él.
Cuando alcanzaron la habitación, cuyo número coincidía con el que estaba escrito en la tarjeta que Rei les había alcanzado, una joven enfermera de rosado uniforme se encontraba saliendo. En cuanto vio cuántos de ellos estaban ahí – once, exactamente – una curiosa expresión de sorpresa y alivio cruzó rápidamente su regordete rostro.
"Ustedes deben ser los amigos de Kazuya… ¡son tantos!" exclamó, después de presentarse como la enfermera Azusa. "Me alegra – Kazuya no ha tenido ningún visitante hasta ahora, pobre chico."
"¿Ni siquiera su familia?" preguntó Eijun, incrédulo. Si hubiera sido él quien se hubiera desmayado y sido hospitalizado, sus padres y su abuelo habrían estado esperando al lado de su cama incluso antes de que despertara (el viaje en tren de Nagano hacia Tokyo tomaba menos de tres horas.)
Pero la enfermera Azusa sacudió su cabeza, su corto cabello moviéndose suavemente contra sus mejillas.
"El señor Miyuki estaba demasiado ocupado para venir. Él llamó para autorizar a una señorita llamada Takashima para que firmara los papeles de la operación de Kazuya, pero…" sus palabras se desvanecieron; con una expresión triste, observó a todos los muchachos y mordió su labio. "Lo siento – No es posible que entren todos juntos. Tendrán que turnarse." Bajó la mirada hacia el delgado reloj en su muñeca. "Las horas de visita están por terminar, pero deberían tener tiempo suficiente." Volviéndose, abrió la puerta, creando el espacio necesario para meter su cabeza. "Kazuya, cariño, tienes visita – tus amigos del equipo de béisbol están aquí para verte. ¿Está bien?"
Debió de haber recibido algún tipo de respuesta positiva, ya que se enderezó y cerró la puerta cuidadosamente. Con un cariñoso y alentador asentimiento de cabeza, la enfermera Azusa se alejó caminando rápidamente, dejando a los muchachos mirando primero fijamente hacia la puerta, y luego unos a los otros.
Después de un breve silencio, uno aclaró su garganta. "Así que… ¿quién va primero?"
El siempre presente y empalagoso olor a desinfectante que no se iría incluso si pellizcara su nariz. La descolorida pintura blanca de las dos paredes y la opacidad de los gabinetes de acero inoxidable que demarcaban el espacio previsto entre las camas. La extraña sensación de escuchar a la distancia el tic tac de un reloj analógico, cuando en realidad sólo había uno digital en la mesa al lado de la cama. Y el sofocante conocimiento de que nada era como debería ser…
A Kazuya no le gustaban los hospitales.
No le había gustado años atrás, cuando había sido demasiado joven para entender lo que significaba seguir a su padre hacia la sala de oncología para ver a su madre – demasiado joven incluso para recordar con seguridad cómo debía de haberse visto su madre en ese entonces, ahora tenía una sola foto de ella justo después haberlo traído al mundo, la última foto antes de que se hubiera debilitado hasta convertirse en nada.
Y no le gustaban ahora, en su habitación privada, donde se reclinaba sobre su cama tratando de ignorar el punzante dolor en su pecho y la inquietante sensación de estar desnudo en su holgada bata de hospital. La temperatura en su habitación era de un óptimo calor, pero por alguna extraña razón, a pesar del grueso edredón, sentía frío.
Con su cabeza cómodamente ubicada sobre una gran cantidad de gruesas almohadas, había estado finalmente a punto de conseguir dormir, cuando escuchó la puerta abrirse con un crujido. Era bueno que estuviera mirando hacia la puerta, pues no creía poder reunir la energía para molestarse en voltear su cabeza para ver quién era – y era su enfermera, una joven mujer de buenas intenciones, aunque un tanto torpe, que gustaba de demostrarle demasiada atención.
"Kazuya, cariño, tienes visita –" dijo ella, y Kazuya sintió su corazón empezar a latir dolorosamente rápido mientras se preguntaba si acaso su padre había llegado, pero luego ella agregó, "Tus amigos del equipo de béisbol están aquí para verte. ¿Está bien?"
Kazuya sonrió, sintiendo su ritmo cardíaco disminuir hasta su usual latido constante. La puerta se cerró detrás de ella, y luego de varios largos minutos – durante los cuales había empezado a preguntarse si esos 'visitantes' no habían venido a verlo a él después de todo, sino que en lugar de eso habían estado buscando a otra persona llamada 'Kazuya' – se abrió nuevamente.
Sólo una persona entró, y era un muchacho con un mechón de cabellos rosados que le cubrían los ojos – el menor de los Kominato. Impulsándose fuertemente con sus codos, Kazuya instó a su cuerpo a colocarse en una postura erguida contra la parte trasera de su cama.
"Hola, Miyuki-senpai," empezó el de primer año, habiendo tomado ya una tonalidad escarlata.
"Hola, gracias por venir," dijo Kazuya, luchando por esconder su confusión sobre por qué el muchacho estaba allí. Eran compañeros de equipo, claro, pero no podía recordar que hubieran tenido siquiera una sola conversación juntos.
"Casi todos los del primer equipo están aquí," dijo Kominato con tono de disculpa, respondiendo a su pregunta. "Pero la enfermera dijo que sólo podríamos verte individualmente. Así que espero que tu operación vaya bien y que te mejores pronto. Mi hermano y los otros senpai también te mandan sus saludos… no pudieron venir hoy debido a los exámenes, pero dijeron – err – Jun-senpai dijo específicamente que si la operación no te mataba, vendría él mismo a hacerlo después."
"Bueno, eso es algo para esperar con ansias," dijo Kazuya con ironía, y luego tosió, su voz estaba ronca por no haber hablado en mucho tiempo.
Justo después de que la puerta se cerrara detrás de Kominato, se abrió nuevamente, y esta vez, con las manos en sus bolsillos, Zono ingresó pesadamente antes de detenerse a los pies de su cama. Por varios segundos, se quedó ahí, con su mirada fija en el borde de la cama, como si aquello de alguna forma lo hubiera ofendido. Entonces, Zono retiró las manos de sus bolsillos – y luego, al parecer sin saber qué hacer con ellas, frotó la parte trasera de su cuello.
Decidiendo no ser el primero en rendirse, Kazuya lo miró fijamente y en silencio por algún tiempo, antes de que el otro muchacho finalmente aclarara su garganta.
"Aún estoy molesto, sabes, que nos lo hayas ocultado," murmuró Zono, aún frotándose el cuello. "Quería golpearte, pero estabas algo inconsciente…"
Kazuya empezó a sudar. "Uh… bueno… gracias, supongo –"
"Pero todos sabemos que lo hiciste por el equipo. Así que – ya sabes – mejórate rápido. El campo no es lo mismo sin ti y necesitamos a nuestro capitán," su vice-capitán gruñó, tornándose ligeramente rojo por la vergüenza. "Y esta vez eso fue un cumplido real," agregó, intencionadamente.
Kazuya parpadeó. "Gracias."
La siguiente persona no ingresó de inmediato, y mientras esperaba, Kazuya cerró sus ojos para descansarlos. La puerta se abrió y luego se cerró, pero estuvo tranquilo por tanto tiempo, que cuando abrió sus ojos y vio a Shirasu de pie a un extremo de su cama, con una expresión ilegible en su rostro, instintivamente se sacudió hacia atrás. Una aguda punzada de dolor recorrió su pecho, y apretando sus dientes, siseó.
"No te presiones," dijo Shirasu, dando un paso hacia adelante de inmediato. La extraña mirada se había desvanecido, siendo reemplazada por una de preocupación.
"Lo siento – pasará," dijo Kazuya, tosiendo otra vez mientras alzaba una mano para detener al jardinero derecho. Con una expresión de incomodidad en su rostro, Shirasu le devolvió la mirada. Hubo silencio por un tiempo, y al contrario de como sucedió con Zono, Kazuya sabía que esta era una batalla que no podría ganar, así que abrió su boca nuevamente. "Me pondré mejor. La operación no será peligrosa."
"Todos estaremos esperando," dijo Shirasu en voz baja.
Cuando Furuya entró – o más bien, fue empujado – a la habitación, Kazuya tuvo que contenerse para no sacudir la cabeza (pues incluso el más ligero movimiento podría dañar su pecho).
"Déjame adivinar... 'Miyuki-senpai, por favor mejórate pronto para que puedas continuar atrapando para mí," habló monótonamente, en una aceptable imitación del de primer año. Sonrió. "¿Estoy en lo cierto?"
Furuya hizo una pausa, como si en realidad estuviera revisando las palabras en su mente – y luego asintió con la cabeza.
"Entendido."
Cuando Nori ingresó a la habitación, tenía una expresión tan dolida y culpable en su rostro, que Kazuya se encontró comparando su imagen con la de un cachorrito golpeado.
"Miyuki –" empezó Nori, cabizbajo.
"No fue tu culpa," dijo Miyuki con firmeza. "Estaba lesionado en el partido anterior, ¿recuerdas?"
"Si no hubiera lanzado tan mal, el juego podría haber terminado antes," dijo Nori con ansiedad. Kazuya abrió su boca para replicar, pero Nori sacudió su cabeza firmemente. "No estoy aquí para autocompadecerme. Sólo estoy diciendo – No fui capaz de hacer algo por el equipo, o por ti en el juego, y nunca podré perdonarme por eso. Pero estoy entrenando, incluso más duro que antes, y cuando regreses lo compensaré con mis lanzamientos."
Su voz se había vuelto fuerte, y el usualmente tranquilo y modesto pitcher ahora se encontraba erguido. Le devolvió la mirada a Kazuya, como si lo desafiara a que también se levantara, y por un segundo, deseó poder hacerlo.
Después de Higasa, hubo otra breve pausa antes de que la puerta se abriera de nuevo – y cuando sucedió, una figura ingresó cerrando la puerta detrás de él, y luego no se movió, mirando hacia Kazuya con una expresión seria.
"Kuramochi," dijo con, lo que esperaba que fuera, una sonrisa despreocupada.
"Realmente lo arruinaste," dijo Kuramochi casualmente, y sintió su sonrisa desvanecerse de su rostro.
"Lo sé."
"Pero no estoy aquí para reprocharte eso. Ese es el trabajo de Rei."
"Gracias," dijo Kazuya, haciendo una nota mental de nunca mencionar cerca de su vice-capitán cuánto había sido mimado por la asistente del entrenador.
"Aunque, básicamente, te has ofrecido como voluntario para ser mi maniquí de práctica para esos nuevos movimientos de lucha en los que he estado trabajando."
Kazuya empezó a sudar de nuevo. "¿Creí que tenías a Sawamura para eso?"
"Se está tomando unas vacaciones."
"Ah."
"Así que – mejórate pronto." Kuramochi pateó la pared detrás del él con su talón. "Odio admitirlo pero el equipo no es el mismo sin ti."
"El equipo está en tus manos ahora," dijo Kazuya en voz baja.
"No soy el capitán," replicó Kuramochi secamente. "Tú lo eres. Es por eso que estás en este lío… y es por eso que saldrás de él."
Justo cuando Kuramochi abandonó la habitación, el sonido apagado de una canción empezó a escucharse detrás de la puerta cerrada. Sorprendido, Kazuya cerró sus ojos, agudizando su oído para percibir la melodía – y tan pronto como lo hizo, la reconoció, y empezó a dar suaves golpeteos al marco de la cama con su mano, siguiendo el ritmo.
"Nerai uchi…" articuló junto a la melodía, en el momento correcto.
En ese momento, la puerta se abrió y el volumen de la música se incrementó. Un muchacho de cabello castaño ingresó, sujetando lo que parecía un parlante portátil; la música provenía de allí. Kazuya sintió sus labios curvarse en una sonrisa expectante. "Bueno, bueno… acaso no es Sawamura."
"Nos… Nos dieron un permiso especial para ponerla durante un corto tiempo," explicó Sawamura en una forma vacilante que se sentía poco natural viniendo de él. Acercándose a la cama, señaló innecesariamente al parlante en su mano, en el cual Sharpshooter seguía sonando. "Lo trajimos para animarte. Y conseguimos que Kanemaru trajera sus parlantes, y – bueno, sí," terminó, poco convencido.
"¿Así que eres mi último visitante? Usualmente se guarda lo mejor para el final, pero en este caso…" Con su usual sonrisa, Kazuya se preparó alegremente para la inevitable reacción de irritación del de primer año – pero para su sorpresa, no sucedió. En lugar de eso, las manos de Sawamura estaban apretadas fuertemente a sus costados, y como si su cabeza estuviera sosteniendo algo pesado, su mirada estaba fija en sus pies. Su sorpresa dio paso al desconcierto, Kazuya abrió su boca, preguntándose si había hecho algo o si debería preguntarle al zurdo qué sucedía, pero antes de poder hacerlo, Sawamura habló.
"Pedí ir último," dijo.
"Querías evitar verme a toda costa, ¿eh?" Kazuya sonrió con suficiencia, pero Sawamura no mordió el anzuelo.
"No sabía qué decir," respondió lentamente, un dejo de frustración se filtró en su tono de voz. Con una mano sujetaba fuertemente un lado de su pantalón, sus nudillos empezaban a tornarse blancos. "… así que creí que podría entrar y hablar acerca de la música que está sonando. Pero ya lo dije y sólo tomó cinco segundos."
"Nadie nunca te confundirá con un orador, eso es seguro," dijo Kazuya luego de una breve pausa. "Sólo di lo que sea que esté en tu mente, Sawamura. Así es como siempre lo has hecho, ¿no?"
"Sí. Es porque soy terrible hablando – así que sólo voy a soltarlo todo. Y – bueno - ¿por qué no lo supe?" Casi con rabia, Sawamura alzó su brazo – el parlante aún estaba fuertemente apretado en su mano – para limpiarse algo en su ojo con su manga, y Kazuya sintió sus ojos ensancharse, alarmado.
"¿Saber qué?"
"Estuve ahí. En el montículo – Estuve viéndote todo el tiempo. Todos los demás en el equipo sabían – ¿así que por qué yo no supe que estabas lesionado, cuando era el más cercano a ti en el campo?"
"Nadie esperaba que lo hicieras, Bakamura," dijo Kazuya. "No tienes que disculparte."
"No me estoy disculpando," dijo el de primer año, el área alrededor de sus ojos empezaba a enrojecer. "Estoy mortificado. Eres mi cátcher. Y ni siquiera me di cuenta cuánto estabas sufriendo. Sólo estaba pensando en mí. Incluso ahora, si intento pensar en ello, no puedo recordad verte haciendo una mueca o – una expresión de dolor – o algo. No hasta que el entrenador te llevó a un lado. No hasta que colapsaste."
"Eso es porque estaba ocultándolo," Kazuya señaló.
"No entiendes," dijo Sawamura, sus manos se movían agitadamente. "Vine a Seidō debido a ti."
"No, viniste porque Rei te reclutó," dijo.
Sawamura sacudió su cabeza. "Iba a declinar su oferta. Pero luego atrapaste para mí y cambié de parecer."
"Me siento honrado," dijo Kazuya con una débil sonrisa. Sintiendo algo tensarse en su pecho – como si algo estuviera estrujando su corazón – soltó una ronca tos. "¿Pero qué tiene que ver eso con –?"
"Estoy aquí debido a ti," dijo Sawamura, su voz empezaba a entrecortarse y el tono rojizo empezaba a extenderse a sus orejas. "No hay Seidō sin ti, Miyuki-senpai. ¿Así que, por qué no lo supe?" No – no es justo. Debí haberlo sabido. Quería saber. Y ahora estás aquí – y estoy hablando sobre mí nuevamente, y – espera un segundo, ¿sientes dolor ahora? ¿Estás bien? ¿Necesitas que te consiga algo?"
Sawamura lo miró con una expresión de preocupación, tan abrumadora, que a pesar de que Kazuya abrió su boca para replicar algo, su mente quedó en blanco. No sabía qué decir.
Así que cerró su boca, y estirando una mano – sin importarle en lo más mínimo la punzada de dolor que recorrió su pecho cuando lo hizo – Kazuya sujetó al de primer año de la muñeca y tiró de él, acercándolo. Sawamura se tambaleó hacia adelante, y mientras lo hacía, Kazuya colocó su brazo alrededor del cálido cuello del otro muchacho, y lo atrajo hacia él. Su corazón latía dolorosamente fuerte, y cuando sintió el cabello de Sawamura rozar contra su rostro, creyó que explotaría.
Había creído que Sawamura retrocedería inmediatamente, pero no lo hizo. Había esperado que Sawamura se alejara con una expresión nerviosa en su rostro y un grito de indignación, y entonces Kazuya habría reído y el momento habría terminado. Pero no se alejó, así que Kazuya no rio.
La canción había terminado hace un tiempo que se sintió como una eternidad, desvaneciéndose en el silencio interrumpido sólo por los sonidos de sus profundas respiraciones. Podía sentir el corazón de Sawamura latiendo intensamente contra su propio pecho.
Kazuya cerró sus ojos. Era cálido en una forma que no podía recordar haber experimentado antes – o tal vez sí, cuando era un niño, en aquel entonces cuando era demasiado pequeño para subir a una cama de hospital por sí mismo, y demasiado joven para saber lo que significaba decir 'adiós.'
Pero, por supuesto, no podía durar. Después de lo que pudo haber sido varios días – u horas – o minutos – hubo un fuerte golpeteo en la puerta, y Kazuya sintió cómo Sawamura se removía. Abrió sus ojos, expectante, pero para su sorpresa, el de primer año no se alejó. La puerta se abrió con un crujido, y alguien – parecía ser el menor de los Kominato pero para el alivio de Kazuya, no entró – dijo, "¡Eijun-kun las horas de visita han terminado! Tenemos que irnos."
"Está bien," respondió Sawamura, su respiración se sentía cálida contra el cuello de Kazuya. Y entonces, finalmente, con el mayor cuidado, como quien sostiene a una frágil muñeca, el de primer año se apartó de su agarre, y la repentina sensación de ausencia lo dejó sintiéndose frío y desnudo de nuevo. Algo se atoró en la garganta de Kazuya, y aunque su pecho ya no lo molestaba, sintió como si no pudiera respirar.
Pero entonces Sawamura se detuvo y sonrió, en esa idiota, brillante y casi cegadora manera a la que Kazuya había empezado a acostumbrarse sin proponérselo, y de alguna forma, aturdido, supo que ese frío era sólo momentáneo y que nuevamente había oxígeno en la habitación.
"Las horas de visita son de dos a seis," dijo.
Sawamura rio. "Lo sé."
