'Ahora decidiré yo'
-Butters, porqué traes cuello de tortuga hoy? Hace un calor del diablo.
-Sí. Está bien que seas un fenómeno y todo, pero te vas a asar si no te quitas ese suéter.
El pequeño rubio no respondió y solamente bajó la mirada más de lo normal, para no tener que ver a los ojos a sus compañeros. Simplemente le dio una mordida a su sándwich y comenzó a masticar.
-No nos ignores! Quítate el suéter por las buenas, o por las malas!
Siguió inmóvil. Para su mala suerte, sus compañeros cumplieron su amenaza y lo sujetaron de los hombros y los brazos mientras luchaban por quitarle la prenda azul aguamarina a su compañero.
-No chicos! Suéltenme! - rogaba el pequeño, pero todo fue muy tarde.
Al haberle quitado el suéter a Stotch, todos se quedaron petrificados ante lo que estaban observando. Una serie de magulladuras y raspones que decoraban todo su pecho y cintura, y lo más fuerte estaba en su cuello. Tenía un collar de castigo para perros, que estaba lo bastante apretado a esa par5e de su cuerpo. Se podía ver la piel irritada que éste objeto cruel le causaba a su delicada piel. Todos y cada uno de los chicos no dijeron nada, y le regresaron su prenda.
Conteniendo las lágrimas, el pequeño Butters Stotch de once años logró vestirse nuevamente, mientras que sus "amigos" se alejaban conteniendo risas y chismeaban por lo bajo. Solo él se quedó. Seguía sentado frente a él en la banca del almuerzo, y su mirada le decía que no se preocupara, que él no se iba a burlar. Le regresó su emparedado de mermelada y se sentó a su lado mientras se quitaba la capucha para que pudiera hablar con claridad.
-Ahora por qué ha sido? – Le preguntó.
-Es que…vieron mi foto del anuario y…dijeron que era una burla para ellos. Mi padre me ha reñido a lo grande… y mi m-mamá no me quiere ni ver. Dicen que avergüenzo a la familia. – Unas cuantas lágrimas surcaron las mejillas rosadas del pequeño, y su cuerpo empezaba a temblar al recordar la santa madriza que su padre le había dado esa tarde.
Contrario a lo que esperaba, el otro le abrazó. No era un abrazo fingido ni nada por el estilo, sino que le transmitía seguridad, y un cosquilleo en su estómago no le dejó pensar con claridad.
-Butters… deberías hacerles frente de una buena vez. No eres un perro faldero que pueden entrenar a madrazos para que les haga gracias, ni con el que se puedan desquitar a lo imbécil. Ya tienes once, deben empezar a darse cuenta de que tu eres tu único dueño. Date cuenta.
La campana de regreso a clases sonó, y todos los chicos regresaron a su salón. Sólo ellos dos se quedaron allí sentados durante un poco más. Cuando el mayor se separó, le revolvió el cabello y le sonrió como solo él sabía hacerlo.
-Y cambia esa cara larga! Así no eres tan adorable como sueles ser.
Empezó a caminar de regreso al aula cuando una mano lo jaló de su chamarra. Se dio la vuelta y vio a un sonriente Butters que le estaba teniendo la mitad de su emparedado con su mano libre. El la tomó y se la llevó a la boca mientras se acomodaba nuevamente la capucha de su chamarra. Caminaron juntos hasta su salón y antes de separarse para sentarse en sus asientos, el oji azul le sonrió nuevamente.
-Gracias Kenny.
…
-Butters! Levántate y ve a la escuela! No me hagas castigarte jovencito!
El aludido se llevó las manos a cara y soltó un suspiro de cansancio.
-Si papá, ahora mismo bajo! – le respondió.
Se paró rápidamente de su cama y se fue a asear al baño sin tardarse ni un minuto. Sacó de su clóset unos pantalones de mezclilla azules, su abrigo azul cielo y abrió su cajón de las camisas. Todas y cada una de ellas perfectamente planchadas, de un adorable azul celeste. Sin embargo, a él no le gustaban demasiado esas cosas. Después de llevar 17 años vistiéndose de la misma manera, uno se llega a hartar. Se podría decir que era como su uniforme familiar. Pero aunque temía que sus padres le regañaran, hoy no se vestiría con una. Despertó de mal humor, así que no pensaba lidiar con una "camisa mal planchada" esa mañana. Cerró su armario y se dirigió hacia su cama. Desinstaló unas cuantas tablas de su piso de madera, y del agujero que había creado, sacó una mochila negra. Volvió a poner las tablas en su lugar y se sentó en su cama a abrir la mochila. Dentro había unas cuantas camisetas que él se había comprado gracias al dinero que le daba su abuela en Navidad y en su cumpleaños, y él usaba la mayoría para comprarse cosas a SU gusto. Aparte de la mochila de ropa, en su escondite tenía unos cuantos CD's bandas de rock alternativo, unas películas de terror, unos cuantos libros de suspenso, una patineta que no usaba muy seguido, un cuaderno lleno de garabatos y pensamientos suyos hacia sus padres no muy amables, una guitarra eléctrica, una cajita metálica donde guardaba sus ahorros y varias golosinas.
Regresando al punto, tomó una camiseta negra y se la puso, pero después de meditar un poco la situación, se puso una camisa encima par que no le dijeran nada sus padres. Se puso su abrigo y salió disparado de su cuarto.
Al bajar las escaleras le esperaban sus padres con los brazos cruzados. Listos para la inspección matutina. Rodó los ojos mentalmente y les sonrió.
-Hola mamá, hola papá. Tuvieron buena noche?
-Si Butters. Ahora abre tu mochila.
Ocultando su mala gana, se descolgó su mochila gris del hombro y la abrió, para luego dársela a su padre.
-Esta cosa esta hecha un asco hijo. Hace cuánto no la lavas? – Le riñó su progenitor.
-Desde el Lunes.
-Pero estamos a Jueves! Estás castigado! Te pasaste el límite de limpieza por un día Butters, UN día! - enfatizó su papá. El chico bajó la cabeza un poco para ocultar su rabia.
-Si señor.
Prosiguieron a revisar su interior. Parecía la mochila de un ángel. Todo estaba perfectamente ordenado y los apuntes eran para ponerse a llorar de la inferioridad que te causaban. Sin embargo, le regañaron porque su letra no era prolija, tenía una pequeña mancha una de las hojas, había una basurita de sacapuntas hasta el fondo de su mochila, etc. Después lo inspeccionaron a él mismo. Le hicieron que les enseñara sus brazos y piernas para registrar que no se estuviera drogando. Revisaron sus dientes para verificar que no estuviera fumando, midieron su cabello con regla, checaron sus uñas y su peso. Lo regañaron un par de veces por unos casi invisibles raspones en sus piernas, castigándolo por no ser cuidadoso.
Cuando lo dejaron ir, lo despidieron sin almuerzo y sin dinero para su descanso, ya que esa era parte del castigo. Menos mal había tomado una barra de chocolate de su escondite antes de la revisión diaria. Al llegar a la esquina de la calle, tiró su mochila a unos arbustos y se quitó el abrigo y la camisa, para después guardarla en su mochila. Sonrió al verse su playera puesta y tuvo que volverse aponer el abrigo gracias al frío que estaba haciendo a esas horas. Se revolvió el cabello, despeinándose un poco su peinado tan refinado.
Al llegara a la escuela estuvo platicando un buen rato con Pip y con Tweek acerca de Gnomos, calzoncillos, padres y café. Sonó el timbre de inicio de clases y se fueron a su salón, pero tuvieron el día entero libre gracias a que Garrison no había asistido ese día. Butters inevitablemente se quedó dormido las primeras cuatro horas clase, cuando unas palmaditas en su espalda lo despertaron.
-Ya despiértate, es hora del almuerzo.
Sonrió dulcemente al ver que Kenny había sido quien lo había despertado. Siempre fue muy atento con él. Lo consolaba desde pequeño al ver el resultado de los regaños de sus padres, y se podría decir que era un buen amigo suyo, aunque al entrar a la secundaria se distanciaron un poco.
El rubio le devolvió la sonrisa y le tendió la mano para ayudarle a levantarse de su banca.
-Cuanto tiempo llevo dormido?
El rubio mayor hizo una mueca de "estoy calculando" y se volvió a dirigir hacia el menor.
-Alrededor de cuatro horas. Se puede saber la razón Stotch? – jugueteó el pervertido de la sudadera naranja. Butters rodó los ojos y sonrió.
-Me hicieron pintar toda la casa anoche. No dormí muy bien.
-Se nota! - rió McCormick. - En serio toda tu casa? En una noche? Lo lograste?
Butters asintió lentamente. Aún no estaba del todo despabilado. Kenny sonrió dulcemente. Ese chico era una maravilla. No podía creer que aún así sus padres le trataran como cuando estaba en primaria, teniendo en cuenta que ahora estaban a la mitad de la prepa. Le pasó los un brazo por los hombros y lo dirigió hacia el comedor con su sonrisa aún presente en los labios.
-Mira quién despertó. – Le saludó Token. Butters simplemente bostezó y lo saludó con la mano. Se sentó al lado de Kyle y se dejó caer nuevamente en la mesa.
-Que te pasa Butters? Estuviste lamiéndole las bolas a alguien anoche? – se burló Cartman, pero calló al recibir un puñetazo de parte de Kenny en el hombro.
-No lo molestes bola de sebo. Simplemente tuvo una mala noche.
El gordo ya iba a defenderse cuando en un acto de desesperación, Kyle le metió una rebanada de su emparedado a la boca para que no hablara. Fue una porción bastante generosa, porque Cartman casi se ahoga. Al terminar de tragar todo lo que tenía en la boca, simplemente estaba lanzando rayos de los ojos a Kyle, quien hacía exactamente lo mismo.
De allí en fuera todos empezaron a comer y a platicar con gusto, cuanto Tucker se percató de que Kenny no tenía nada que comer. Otra vez.
-Oye idiota, otra vez sin comida? Quedarás anoréxico.
El mencionado simplemente se encogió de hombros mientras le alzaba el dedo a Craig.
-Es una semana difícil. Ya pasará.
El azabache sonrió y le alzó el dedo de regreso. Se concentró en observar a todos sus compañeros con detenimiento, cuando vio que alguien faltaba. Sin decir nada, se paró de la mesa y salió de la cafetería con las manos en los bolsillos haciéndose el indiferente, pero la ausencia de ese chico no le era para nada indiferente.
Volviendo a la mesa, Kenny observaba con detenimiento los platillos de sus amigos. Ya eran dos semanas en las que no tenían mucho dinero, por lo que su dinero para la cafetería se fue reduciendo hasta quedar en un cero redondito. Fue cuando escucho el dulce sonido de un papel celofán deslizarse sobre la mesa metálica hasta a su lugar. Bajó la vista y se encontró con una barra de chocolate al lado de su mano. Al alzar la vista, vio nada más y nada menos que al adorable Butters Stotch sonriéndole con ternura. Notó que el menor no traía nada más que comer, por lo que le regresó la golosina.
-No Butters, es tuya.
-Cómela Kenny, no tengo mucha hambre hoy. –mintió.
-Pero… - al ver la mirada suplicante del otro rubio solo acertó a sonreír tontamente y tomar de regreso el chocolate. – Gracias. Ya veré con qué te pago.
-No te molestes. – Y dicho esto volvió a acostarse sobre la mesa.
Kenny degustó ese chocolate con toda su alma, pero no encontraba el por qué de tanto placer. Era un simple chocolate con avellana. De seguro simplemente era el hambre. Al ver que Craig no regresaba, decidió ir a buscarle, por lo que salió al patio de la escuela. Hacía mucho frío, pero ese aire de libertad le agradaba al pervertido de la sudadera naranja, por lo que le gustaba estar allí en cualquier momento.
De un momento a otro, en una de los arbustos vio un pedacito de aquél que era de una tonalidad demasiado diferente. Se acercó, y la suerte le sonrió al ver que eran veinte dólares. Los tomó y checó para ver si eran de alguien por allí cerca, porque Kenny McCormick era lo que quisieran, pero no era un ladrón. Al verificar que no había ni un alma allí, con una sonrisa de satisfacción enorme, se guardó el pedazo de papel en el bolsillo de sus jeans y se adentró de nuevo en el edificio. Ya sabía cómo le pagaría a Butters.
…
Una bolita de papel rebotó en la cabeza del rubio, haciendo que se despertara lentamente. Soltó un leve y casi inaudible gruñido ante el hecho de tener que despertarse, y cuando terminó de estirarse, notó la bolita de papel en su butaca. La tomó con un poco de curiosidad y la desenvolvió.
Te invito un helado a la salida.
No aceptaré un "no" por respuesta.
Kenny.
Los ojos le brillaron y una sonrisa se abrió paso en sus labios. Se giró hasta el lugar de Kenny, y notó que él lo estaba observando con una sonrisa pícara en el rostro mientras arqueaba una ceja. Asintió enérgicamente, ocasionando que McCormick sintiera una satisfacción enorme crecer en su interior.
…
Cuando abrió la puerta, se encontró a quien había estado buscando todo el pinche día, pero más quenada, le sorprendió el estado de su amigo.
Tweek estaba allí sentado, en la sala de música, enfrente de un piano de cola. Veía ese instrumento detenidamente, como si quisiera tocar una pieza con la mente. Sonrió levemente ante esa escena de tanta calma proviniendo de el rubio.
-No vas a lograr nada si sólo lo ves.
Ante la repentina oración de su amigo, Tweek brincó unos veinte centímetros de su banco para luego caer de sentón en el piso. Craig soltó una risita y lo ayudó a levantarse.
-No tenías por q-qué asustarme! – Le reclamó e rubio. El azabache le enseñó el dedo y se le quedó viendo al piano también.
-Sabes tocarlo?
-No – respondió el otro casi automáticamente, pero no había terminado de hablar. – Q-Quiero aprender, p-pero mis papás di-dicen que no me va a servir de n-nada.
Se quedaron en silencio un poco más, cuando el azabache rompió el silencio.
-Yo te enseñaré. – parecía más que nada una orden. Por lo que Tweek giró su cabeza hacia el azabache para mirarlo con ilusión
-Lo harás?
-Sip – le contestó de su única manera indiferente.
-Pues muchas g-gracias!
-Bien. Empezamos mañana. Ahora vamos al salón.
Y Ambos salieron de allí, los dos igual de entusiasmados de que fuera el día de mañana.
…
-Un helado? UN HELADO? Tardaste una dos horas jovencito!
-Y con quién te lo tomaste, me puedes decir?
-Yo… - El rubio se sentía aturdido ante tanto grito que le estaban regalando sus padres. Fue a tomarse el helado con Kenny sabiendo que llegaría tarde, pero por alguna razón, el estar con él le brindaba una sensación de seguridad y libertad inigualable. Fue entonces cuando recordó el momento que tuvieron los dos en la cafetería del colegio hace seis años. Se armó de valor y dejó de agachar la cabeza para mirar de frente a sus padres con determinación.
-Fui con Kenny.
A los señores Stotch casi se les cae la quijada. No les agradaba la familia McKormick, por lo que tachaban a ese rubio como una mala influencia para su hijo.
-Pues te prohibimos verlo! - le gritó su madre
-Y pintarás la casa otra vez esta noche!
-Y estas castigado!
-Y te llevaremos a la escuela nosotros!
-Y te recogeremos también!
-Y nada de dinero!
-Y…!
-¡YA BASTA!
Ambos padres se callaron al instante al ver la mirada de odio mezclada con lágrimas de su hijo, pero no fue suficiente para detenerlos.
-No nos respondas jovencito! y di "sí señor"!
-No…
-Que dijiste?
-dije… que no.
El padre no lo dudó en ningún momento, y dio un paso a su hijo, quien no bajó la mirada en ningún momento.
-Fuera de mi casa.
Sin pensarlo dos veces, Butters subió las escaleras y bajó con su mochila negra en el hombro. Sus padres lo vieron con sorpresa, pero no se hicieron para atrás en ningún momento. Butters seguía completamente encabronado, por lo que tomó el pomo de la puerta y abrió la puerta en un movimiento brusco. Salió dando un portazo y ya iba dejando atrás su casa por unos diez pasos cuando la puerta se volvió a abrir. Se giró y se le quedó viendo a su opadre, quien estaba asomado por la entrada.
-Dos semanas Butters! – le gritó desde lejos – Te doy dos semanas fuera de aquí! No me hagas irte a buscar!
El rubio no respondió y se dio la media vuelta otra vez por la banqueta para seguir su camino. Ya no pensaba ser su "hijo bonito y querido", sino que se iba a quitar la máscara de una vez por todas.
Llevaba alrededor de media hora caminando, y apenas quedaban unos vestigios de rayos de sol en el ambiente cuando llegó a sus destino. Tocó la puerta dos veces y de pronto abrieron la puerta.
-Qué carajos quieren… Butters? – Se sorprendió Kenny al ver quién estaba en su puerta.
-Se acabó Kenny… - apenas pudo decir el menor de los rubios – Me he enfrentado a mis padres.
McCormick se alarmó y le dejó entrar a su casa sin titubear.
-Y te corrieron?
-Algo parecido… - volteó a ver a Kenny con un poco de culpabilidad. – Te molestaría si me quedo aquí unas dos semanas?
Al rubio se le paró el corazón al escuchar algo así y sonrió con picardía.
-Que coincidencia… tengo dos semanas sin mis padres y hermanos en esta casa…
Butters se sorprendió realmente, sobresaltándose ante esa información.
-En serio?
McCormick asintió y se apoyó en el marco de la puerta que ya estaba cerrada, e hizo un ademán con la mano indicándole que era bienvenido.
-Disfrute su estadía, joven Stotch.
El oji azul no cabía de la felicidad, y sin pensarlo, se abrazó al mayor, dejándolo sorprendido ante esa reacción.
-Gracias, gracias, gracias! Te debo una!
El abrazo duró un poco hasta que Kenny se separó, pero todavía lo sostenía de los hombros.
-Sólo dime una cosa. Que piensas hacer ahora?
Una peculiar sonrisa maliciosa se formó en la cara del rubio menor.
-Hace tiempo me dijiste que me les debería enfrentar, que no era una marioneta para que me controlaran… pues ahora quiero que me ayudes para poder hacerles frente como es debido.
La decisión sestaba tatuada en los ojos de Butters, por lo que Kenny simplemente sonrió con la misma malicia que el pequeño.
-Encantado.
Muajaja! Creyeron que se desharían de mí tan fácilmente? Pues se equivocan! Regresé y ahora con otro fic largo! Jeje. Creo que ya me hice adicta a escribir, pero un problema, mi mamá ya no quiere que escriba… no se preocupen! Yo no me dejo! Pero tal vez esto afecte la rapidez con la que llegue a actualizar. Repito, no me dejaré y lucharé por lo que es justo! *.*
Bueno, este fic ahora será de una parejita querida por todos, y sobre todo por mí. Espero que les guste, y como siempre: los comentarios, peticiones o amenazas de muerte son bienvenidos!
