Disclaimer: La corda d'oro y sus personajes son propiedad de Yuki Kure y KOEI

Hola, gracias por entrar n.n

Última entrega de una trilogía de "stalkeos" dedicados a algunos animés románticos que he visto. Aunque recorrí ambas historias no encontré a los personajes de la segunda, pero sí los de Primo passo y sobre ellos habla este fic.

Es una situación muy sencilla, espero que les guste. Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


Stalkeada


Era una escena que, por más que lo intentase, no podía sobrellevar sin sentirse incómodo, como invadido. Kahoko simplemente practicaba con su violín en aquel mágico jardín, y él tenía que compartir ese paisaje con una veintena de tunantes más.

Que estuvieran también sus nakamas no lo sublevaba tanto, ya se había acostumbrado. ¿Cómo exigirle a alguien como Len, por ejemplo, que se retire? Pero los demás cuyos rostros desconocía y que se habían arremolinado alrededor guiados por el hechizo de la música, ¿quiénes eran, por todos los diablos? ¿Y por qué tenía que lidiar con la maldita sensación de metamorfosearse poco a poco en una criatura posesiva y territorial?

Ryoutaro suspiró con resignación. Si por él fuera espantaría a los moscones a manotazo limpio, cada día odiaba más ver a Kahoko convertida en la joven más stalkeada de la academia.

-¿Celoso?

Ryoutaro miró en todas direcciones para buscar el origen de aquella ofensiva interrogación, pero como no vio a nadie sospechoso concluyó que tal vez la voz hubiese nacido de su propia imaginación. Contrariado, se dispuso a seguir escuchando la práctica.

¿Cómo saber que había seres mágicos sobrevolando los alrededores?

-¿Tanto te gusta?

Ahora el chico se sobresaltó de tal modo que Len lo miró con fastidio y Azuma con asombro. Sus gestos atolondrados de "búsqueda de metiches" perturbaron la pacífica contemplación del espectáculo, y al notarlo Ryoutaro se avergonzó. Luego, disimulando, se paró derechito y se obligó a calmarse.

Pero las hadas adoran perturbar.

-¿Quieres que sea tu celestina?

Entonces el joven se salió definitivamente de las casillas, dispuesto a encararse con quien sea que lo estuviera aguijoneando tan arteramente. Su reacción de soldado dispuesto para el combate hizo que los demás desvíen su atención de la violinista, quien a su vez dejó de tocar, asombrada.

-¿Ocurre algo, Tsuchiura-kun? –indagó ella, preocupada al verlo en ese estado de excitación.

Cuando Ryoutaro se dio cuenta de la escena que había montado, de inmediato fingió que nada sucedía. Carraspeó, los miró con calma y le respondió a Kahoko con su dulzura habitual.

-No es nada, sigue con tu práctica. Hoy hay mucho público.

-¿De verdad estás bien? –insistió ella.

-Estoy bien, sigue con lo tuyo.

Los demás lo miraron con una ceja levantada, incrédulos. Y entonces, desde un punto impreciso de la concurrencia, una voz disparó la noticia atrasada:

-¡Tal vez quiera estar con ella a solas!

Pues las hadas sólo entienden de honestidad.

Las risas que siguieron fueron pocas y disimuladas, pero lo suficientemente bochornosas para los amigos de Kahoko. Quien más quien menos simuló no haber oído nada, pues ninguno tenía derecho a juzgar al compañero por experimentar esa clase de sentimientos, y lo sabían.

La única persona que se mantuvo inalterable fue la propia Kahoko, que los miró sin comprender. Ella ya se había habituado a aquel stalkeo constante y ninguna insinuación desleal la ofendía, por lo que tanto los muchachos como el hostigado Ryoutaro respiraron con alivio. Su honor todavía estaba a salvo.