Lágrimas
Aún lo recuerdo: Su rostro lloroso, todavía se mantiene en mi mente. Lo vi en más de una ocasión, pese a no querer que sucediera.
¿Cómo detener unas lágrimas?
Fue una pregunta que nunca tuve la capacidad de responder.
Lo observé frente a mí. Él seguía sin notar mi presencia, pues me encontraba a su espalda. Sus sollozos resonaban en mis tímpanos. Deseaba acercarme a abrazarlo, pero simplemente era incapaz de hacerlo. El día era de lo más soleado, aunque para él y para mí, no.
Para él, porque su visión, su borrosa visión, le impedía mirar lo bello del día, lo radiante que brillaba el sol. Para mí, porque desconocía totalmente la razón de la segregación prominente de sus ojos; su voz quebrada, y la manera en la que temblaba su cuerpo entero.
Di un paso. Tras darme cuenta de lo que hice, retrocedí.
¿Por qué quería acercarme, y a la vez no?
Oí una palabra salir de su boca. Hubiese preferido no distinguir lo que dijo; para mi mala suerte, fue así:
— Tsukki— Entrecortadamente, fue lo que escuché.
¿Se habría dado cuenta de que estaba detrás de él, oyéndolo, observándolo?
Miré hacia abajo, a mi mano derecha. En ella tenía un ramo de flores, un poco secas. Ni siquiera recuerdo haberlas comprado.
Me puse de rodillas, y así, aproximé mi cuerpo al de él. Recargué mi cabeza en su hombro. En esa posición pude oler su esencia, dulce, era un aroma dulce, que se mezclaba con su sudorosa piel, creando así un olor único en su especie. Su voz estaba más quebrada que nunca. De la enorme cantidad de veces que le escuché, y de las veces que lo escuché llorar, esta era, sin lugar a dudas, la más melancólica de todas; era como si con solo oírlo, el sol se ocultase detrás de las nubes, ellas se oscurecieran, y crearan un tormento, que aun con relámpagos y truenos, no superarían la amargura con la que él estaba cargando.
Lo peor es que yo no sabía la razón.
— Yamaguchi— Lo llamé suavemente—. Hey, Yamaguchi— Repetí.
Volví a pronunciar una, dos, diez veces.
Él no me oía.
Mejor así.
De esa forma tampoco él podría distinguir mi llanto.
Porque sí, yo también estaba lloriqueando, desde el inicio, y no parecía que fuese a detenerme pronto.
— Yamaguchi— Hice un último intento.
— Tsukki— Dijo.
— ¿Me oyes? — Pregunté, elevando la cara, un tanto exaltado de que mi décimo sexto intento tuviera éxito.
— Lo siento… Tsukki…
— ¿Es a mí a quien le hablas?
— Lo siento mucho.
— ¿Y ahora por qué te disculpas?
— Me enamoré de ti.
— ¿En serio?
— Y no pude decírtelo.
— Pero si estoy escuchándote.
— ¿Me disculparías, si lo hago ahora?
— Ese no es motivo para disculparte.
— Es un poco tarde, pero…
— ¿Y por qué tarde? Si aquí estoy.
— Espero que aceptes mis sentimientos.
Me puse de pie. Noté que él estaba sonriendo como nunca. Tal como si las nubes que, imaginariamente, abundaban en el cielo, se despejaran para mostrar por segunda vez al sol más brillante en toda su existencia.
Levanté la vista, para observar lo que él.
Era una tumba que llevaba escrito: "Tsukishima Kei".
Fue hasta entonces que me di cuenta.
Estaba muerto, y ya no pertenecía a este mundo nunca más.
¿Por qué seguía aquí entonces?
Quién sabe, pero…
Lo que sí sé es la razón por la que lloraba Yamaguchi.
Juro que no tenía intención alguna de que las cosas sucedieran así. Me gustan los personajes vivos, pero querer escribir algo de Yamaguchi llorando + música triste = Tsukki muerto (?)
Estoy segura de que si Artemisassy lee esto va a querer matarme así como yo maté a Tsukki. ¡Te quiero, no te enojes!
Así, bueno, me despido.
Espero les haya gustado este pequeño y triste fragmento TsukkiYama.
¡Gracias por leer!
