Tras el primer encuentro de Draco Malfoy y Harry Potter en la tienda de túnicas, entró una chica de estatura media con el pelo largo, rizado y enmarañado. Vestía de manera peculiar para estar en el callejón Diagon, Malfoy rápidamente se dio cuenta de ello, pues para el la apariencia era... demasiado importante. La chica contempló la túnica y se acerco tan repentinamente que Malfoy se tambaleo sobre el escabel sorprendido y un poco avergonzado.
-¡Hola! Soy Hermione Granger, esa túnica... eres alumno de Hogwarts de primer año, ¿Verdad? Yo... –Hermione elevó tanto el tono de voz que Madame Malkin les miró por un segundo para comprobar que todo iba bien, soltó una risita y siguió anotando en su pergamino. Malfoy interrumpió a Hermione avergonzado moviendo las manos rápidamente.
-Shhhh! No hace falta gritar... si... soy alumno obviamente, soy Draco Malfoy.
Hermione sonrojada, extendió su mano para formalizar la presentación de forma educada mirando al suelo.
-Lo siento, a veces me emociono demasiado, estoy muy contenta de ser alumna de Howgarts, tu no? Mis padres querían que viniese aquí primero, aunque yo quería ir a comprar los libros de hechizos, deben ser súper interesantes... sabías que...
Malfoy desconectó, aun miraba su rostro fingiendo escuchar. Que pesada!... aunque... era muy guapa, pero no comprendía ese entusiasmo por todo lo mágico, a no ser que... no, que va, no podía ser muggle, a pesar de su ropa extraña y su forma de hablar, debía ser de una familia mágica, tenia que serlo... porque cuando estrecharon la mano y observo como se sonrojaba, sintió algo intenso... y no era asco, y eso solo podría sentirlo con alguien como el. De familia mágica.
-Listo señorito Malfoy! Aqui tiene. Dele recuerdos a su querida madre y dígale que no es necesario que me pague hoy mismo, ya sabe que aprecio sus visitas. –Malfoy asintió. Madame Malkin alargo los brazos con unas siete bolsas enormes en cada uno, Malfoy sonrió de lado y gritó– Dobby!
Hermione no comprendió, pero Madame Malkin no se movió, hasta que en cuestión de segundos una criatura apareció de la nada. Según las películas que Hermione había visto... Habría jurado que era una especie de gnomo. Este hizo una reverencia al niño y acto seguido cogió las bolsas de Madame Malkin. Hermione contemplo atónita como se las apañaba el gnomo, ya que las bolsas eran mas grandes que él, entonces se percató de que otras levitaban siguiéndole hasta la puerta. Madame Malkin volvió a la trastienda con toda normalidad. Por primera vez la niña se quedó sin palabras.
-Bueno –Dijo Malfoy–, supongo que... nos veremos en el tren no? o... en Howgarts... o... no se, adiós. –Le ofreció su mano a Hermione, que la miró sin cambiar su expresión de shock. Malfoy torció el gesto extrañado y Hermione corrió al mostrador para agarrar una pluma, dejándo al chico rubio con la mano extendida. Ella se sacó un librito del bolsillo, a Malfoy le pareció extraña pero no dijo nada al respecto, podía tratarse de un último modelo y no quería quedar mal. La chica se limitó a escribir algo en silencio, hasta que de nuevo, corrió junto a Malfoy y le entrego el papel.
-Ten, esta es mi dirección, yo... no tengo lechuza porque a mi madre le asustan... pero si me escribes podemos usar la tuya para comunicarnos hasta el día del tren, te parece bien? –Hermione sonrió muy colorada. Estaba entusiasmada por aprender mas del mundo mágico a través de aquel chico, que obviamente era de familia mágica y le estrechó la mano para despedirse.
-Claro... –Malfoy se guardo el papel sonriendo sorprendido de lo fácil que le resultaba llamar la atención de chicas guapas.
Al día siguiente Hermione despertó en su cama como si todo hubiese sido un sueño. Esa era la sensación que llevaba un mes presente en su vida. En el colegio de su ciudad ella siempre había sido una pringada a la que nadie hacía caso. No tenia amigas y desde luego nunca había sentido interés por ningún chico. Sin embargo el otro día en el Callejón Diagon conoció a muchas compañeras de curso que hacían sus compras y ademas... a aquel niño repipi de pelo casi blanco y sonrisa perfecta... tan guapo... Hermione se sonrojó y se levanto rápidamente como si alguien pudiese escuchar sus pensamientos. Se quedo apoyada sobre la mesa y miro el reloj.
-Vaya... las siete. Me he dormido.
Siempre solía levantarse a las seis y media para desayunar y sentirse productiva ayudando a sus padres en diversas tareas. Levantó la persiana y ahí estaba Dobby levitando, Hermione chilló fuerte y retrocedió hasta caer en la cama.
Se hizo el silencio hasta que se distinguieron unas rápidas pisadas. Una mujer, de apariencia similar a Hermione, entro en la habitación con expresión de horror, llevaba una bata y un cepillo de dientes cogido con la boca aun llena de pasta dentífrica. La mujer miró a Hermione sobre la cama sin poder hablar y le hizo un gesto de preocupación y desconcierto ya que, no veía nada raro en la habitación.
-Estoy bien mamá no ha sido nada, ya sabes... aun no me acostumbro... a algunas cosas –Ladeó la cabeza para que su madre entendiese por donde iban los tiros. La mujer comprendió, sonrió con matiz nostálgico, se puso la mano en el pecho aliviada y salió cerrando la puerta. Hermione contemplaba la ventana aun cerrada y ahora, sin Dobby al otro lado, sintiéndose enferma mental, susurró:
-Dobb...?. –Y casi lo lamentó ya que sin terminar el nombre, una pequeña nube de humo apareció sobre su cama y de repente el elfo calló a su lado.
-Hola señorita Gringer, esto debe ser para usted. –Dobby sacó un sobre de la tela que cubría su cuerpo y Hermione riéndose alargo la mano para recibirlo.
-Es Granger en realidad, encantada de conocerle Dobby. –Hermione se divertía con aquella situación hasta que el elfo con cara de horror comenzó a golpearse la cabeza contra el cabecero de su cama susurrando cosas que ella no podía comprender– NO! Dobby pare! No haga eso! Por que se golpea! Pare! –El elfo paró e hizo una reverencia aun bizqueando– Esta usted bien? –El elfo la contempló asustado, como si de una loca se tratase y susurró.
-Puedo... podría... me dejaría... usted retirarme? –Hermione sintió lástima.
-Claro Dobby, retírese. –No estaba acostumbrada a "permitir" que alguien se "retirase" con que se sintió de lo mas extraña. Definitivamente ella prefería las lechuzas. ¿Que se suponía que era este ser? Un criado? No estaba a favor de este tipo de cosas con que deseaba que se tratase de un trabajador. Ya tendría ocasión de hablar con él mas adelante.
Miró la carta, en ella lucía el nombre del remitente con caligrafía pulcra y cuidada. El sobre estaba cerrado de forma similar al de Hogwarts. Acarició magnificada la cera brillante color esmeralda que sellaba el sobre. Era un perfecto escudo de armas con la letra M en medio, como si de la propia realeza se tratase. Sorprendida, cogió su nuevo abre cartas y rajo el sobre por la parte superior para no dañar el sello. Dentro había un pergamino a medio escribir. Supuso que Draco Malfoy no tendría mucho que decir, entonces temió que la carta fuese una cortés forma de pedirle que no le hablase en el tren o algo similar. Al fin y al cabo nadie se había interesado nunca en ser su amigo.
La carta decía:
Buenos días Hermione, espero que te acordases de Dobby, y que su presencia no te haya importunado.
Te escribo tan pronto porque quiero salir ya a practicar Quidditch con mi nueva escoba. Los alumnos de primero no podemos jugar pero mi padre me ha comprado el último modelo y ha mandado construir un campo en el jardín trasero.
Por cierto, he visto tu dirección… y no puedo evitar preguntarte… ¿A caso eres mestiza? Mi lechuza está enferma. Para responder, hazlo a través de Dobby. El sabrá cuando acudir a ti.
~Saludos.
Draco Malfoy.
