El último sinsajo.
Capitulo 1.
Me despierto. Otra pesadilla. Esta vez era demasiado real y con solo recordar algunas franjas de ella se me pone los pelos de punta. Pero entonces llega ese olor, ese olor que me recuerda que estoy en casa, a salvo. El pan recién hecho de mi padre, seguro que lo esta sacando ahora mismo del horno, y si todo va bien, mi madre vendrá en unos treinta segundos para despertarme con su cálido beso en mi frente.
Treinta.
-Buenos días mi vida- dice ella como siempre con su melodiosa voz mientras entra por mi puerta. Hago como si hubiera pasado una noche tranquila (lo cual no es cierto) y le respondo con una sonrisa. Me besa en la frente. -Tu padre acaba de sacar el pan del horno, date prisa antes de que se enfríe.
Después de eso se va, así sin más, aunque no me extrañaría ya que hoy no es precisamente un día de celebración. Hoy era el gran día. Hoy era el día de la cosecha.
Todo comenzó veinte años atrás, cuando mis padres se proclamaron vencedores de los Septuagésimo Cuarto Juegos del Hambre, desafiando el poder del Capitolio sobre los demás distritos, sacando unas bayas venenosas ya que los Vigilantes les había dicho a los dos que solo podía haber un vencedor después de prometerles que ambos podían sobrevivir. Obviamente cuando mi madre y mi padre se disponían a suicidarse, los Vigilantes lo impidieron y prefirieron tener dos vencedores en vez de ninguno. Esto causó un revuelo en los demás distritos, utilizando un simple plan de supervivencia de dos jóvenes en una razón para una revolución.
La gota que colmó el vaso fue el Vasallaje, los Septuagésimo Quinto Juegos del Hambre donde de nuevo mis padres tuvieron que volver a la arena y luchar por sus vidas. Pero este Juego terminó de manera muy distinta, mi madre fue salvada por Haymitch pero mi padre fue secuestrado por el Capitolio. En este tramo me empiezo a liar un poco ya que mis padres prefieren no darme tantos detalles. Lo que sé es que hubo una auténtica y sangrienta revolución de la que el Distrito 13 (el distrito fantasma) salió con la victoria. Si, se que la revolución era todos los distritos contra el Capitolio para conseguir su ansiada libertad así que si el vencedor fue el Distrito 13, entonces todos los demás distritos también fueron los vencedores, pero no fue así. El Distrito 13 solo había utilizado a los demás distritos para conseguir ellos el poder y así sumir de nuevo a los demás distritos.
Era una auténtica asquerosidad lo que habían hecho. Traicionar a los tuyos solamente para conseguir el poder. Lo peor de todo fue que muchos habitantes de los demás distritos se unieron a ellos y así dándole la espalda a sus principios, a sus creencias, a sus familias, amigos…se unieron al enemigo.
Entonces llegó lo que más temía mi madre y todas las demás madres de los distintos distritos: Los Juegos del Hambre.
Cuando me los contaba mi padre no me pareció tan terrible, a parte del simple hecho que eran unos chavales que tenían que matarse unos a otros para sobrevivir. Pero entonces los vi, en la pantalla de mi casa, vi como una niña de doce años moría por una lanza en el corazón. Ese fue el primer asesinato que presenciaron mis ojos, me acuerdo todavía que mi madre después de ver eso salió corriendo al jardín y empezó a gritar y a llorar. Cuando mi padre logró calmarla un poco y meterla en la cama solo era capaz de pronunciar un nombre, una sílaba, Rue.
Mis padres deberían ser mentores de los chicos que representarían al distrito 12 en los juegos pero ellos solo se negaban y por tanto siempre acababa yendo el tío Haymitch.
Cada vez que regresaba de los juegos lo veía peor, y así año tras año. Supongo que es porque ninguno de sus chicos volvía con vida.
El día de la cosecha. No es que fuera el primero en que participo ya que tengo quince años, pero siempre siento como si fuera la primera. Las reglas eran las mismas, entras a los doce años, una papeleta por año que participas. Los que provienen de familias más pobres piden teselas…básicamente todo era igual menos por un pequeño dato: El distrito 13 también participa en la cosecha.
Nadie sabe por qué. La nueva regla fue vigente hace 3 años, justo en mi primera cosecha. Supongo que era para fabricarlos, es decir, entrenarlos como máquinas de matar. Se notaba mucho en los juegos ya que desde que esa ley fue pronunciada, el único distrito que recibía de vuelta a sus hijos eran ellos, los del Distrito 13.
Todos estos recuerdos, datos siempre vienen a mi mente la mañana de la cosecha. Antes de que mi padre me regañe por tardar tanto en bajar y perderme su exquisito pan recién salido del horno, agarro una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros que me llegan a la rodilla.
Abro la puerta de la cocina y un olor a pan, bollitos de diferentes colores y estofado golpea mi cara. Sonrío, ya que alguien tenía que hacerlo hoy, pero entonces mi padre nunca me falla. Allí estaba con su sonrisa, sentado al lado de mi madre lo más cerca posible. Me siento delante de ellos y cojo un bollito que va directamente hacia mi boca mientras me sirvo un poquito de estofado. Mi padre rompe el hielo.
-¿Es eso todo lo que vas a comer?- pregunta mi padre mientras da un sorbo a su café. -Será una tarde larga- siguió diciendo y unos segundos más tarde se dio cuenta del error que había cometido por comentar algo sobre la ocasión de hoy.
-Ya he terminado- de repente salta mi madre. Levanta su plato y lo deja al lavabo.
Siempre pasa lo mismo todos los años cuando llega este día. Mi madre se limita hablar, al menos hasta que yo vuelva sana y salva esta tarde a casa. Siempre la misma frase, los mismos gestos, la misma expresión perdida de mi madre y el mismo actitud de mi padre intentando ser el sustento de los dos para no caerse en el abismo mientras esperan a escuchar otro nombre de chica que sale elegida. Así año tras año, siempre lo mismo.
Entonces se me olvidaba otra frase.
-Te prepararé la ropa para que estés lista enseguida- lo suelta así sin mas y se va.
Miro a mi padre buscando consuelo pero para entonces ya se había sentado a mi lado y rodeado con sus brazos.
-Entiéndela. Sólo teme volver a oír el nombre incorrecto. No te quiere perder. No te queremos perder- me dice y me besa la frente.
-Entonces sólo tengo que soportar esto hasta que cumpla los dieciocho años. Genial. Igualmente me habéis preparado para esto. He entrenado con dos vencedores. Se utilizar el arco mejor que mamá, no puedo estar más que preparada para lo que sea- le digo mirándole fijamente en sus ojos.
-Nada es lo mismo en la arena. Si disparas mal, tu madre no estará allí para decirte que lo harás mejor la próxima vez. Si no corres lo suficiente, yo no estaré allí para animarte a correr más. Estarás sola. Lejos de tu casa, de nosotros.
-Entonces lo tendré en mente.
Mi padre me responde con una sonrisa triste. Me aprieta contra él y me obliga a levantarme de la silla para prepararme para la cosecha. Entonces antes de salir por la puerta de la cocina, oigo algo, me doy la vuelta y agarro un bollito que venía directamente hacia mi cara. Le sonrío de manera triunfal.
-Te pareces tanto a tu madre. Sois iguales de cabezotas- me sonríe una vez más. -Buenos reflejos. Igual parece que te hemos entrenado bien.
Le dedico una risita para que no lo pueda oír mi madre, eso ya sería demasiado para ella. Reírme en un día tan triste como ésta. Subo las escaleras y allí esta, sentada al borde de mi cama. Cuando me ve abrir la puerta se levanta y me ofrece la mano. Sonríe. Increíble, mi madre está sonriendo hoy. Esto altera literalmente la rutina de los días de la cosecha.
-Lo siento por ser tan fría mi vida, espero que…- no le dejo terminar su frase.
-No pasa nada mamá, entiendo lo duro que debe ser este día para ti- le doy un beso en la mejilla. –Muchos chicos tienen su nombre allí dentro como unas diez veces y es su primera cosecha. Yo solo tengo tres. Es casi imposible que salga elegida- le intento animar pero sin éxito.
-Le dije eso a Prim y ella solo tenía una. Ella salió elegida- me responde. Estaba en lo cierto, quizá no era el mejor ejemplo para utilizar. Pruebo otro.
-Si salgo. ¿Y qué?. Me habéis entrenado, vosotros, papá y tú, dos vencedores de los Juegos del Hambre. No puedo ser una rival tan fácil después de todo- le suelto sin querer con tono vacilante.
Me equivoqué. Eso nunca tendría que haber salido de mi boca, al menos eso se reservaba para bromear con papá, incluso con el tío Haymitch. La expresión de mi madre al oírme es casi indescriptible. Sus ojos eran como platos, no pestañeaba, estaba rígida sin quitarme la vista de encima.
-¡¿Cómo puedes decir eso?- empieza a agitarse y me agarra fuertemente los hombros. –Nunca, ni siquiera te imagines ni digas de que vas a ir en esa maldita arena. No por encima de mí. ¿Tú crees que tu padre y yo vamos a dejar como se divierten contigo?. No. Lo hicieron con nosotros, no lo harán contigo. Primero nos tendrán que matar- entonces rompe a llorar.
Mi padre ya estaba en la puerta, lo había oído todo. Le dedico una mirada de lo siento y le freno antes de que se acerque. Me sentía como una estúpida.
-Mamá…- la levanto del suelo. –Mamá, lo siento. No quería hacerte daño. Pero es la verdad. Está bien que pensemos de que no voy a salir elegida, pero siempre hay que prepararse para lo que pueda venir. Para eso me habéis entrenado ¿no es cierto?. Porque dentro de vosotros, muy en el fondo pensasteis en lo peor- la abrazo fuerte. –Pase lo que pase hoy, seremos fuertes, estaremos más unidos que nunca.
Entonces siento como algo cálido también se apodera de mí. Era mi padre, nos abraza a las dos. Creo que se lo pensó dos veces antes de interrumpir este momento, pero tenía que hacerlo.
-Es la hora.
Todos estaban muy bien ordenados: las chicas a la izquierda colocados de menor a mayor, los menores delante y a medida que se va alejando del escenario están los mayores y los chicos también colocados de la misma manera pero a la derecha. Yo estaba justo en la mitad, al lado de Maysilee, hija de Madge. Ella, como todos los años tenía esa mirada, aterrada de oír su nombre y yo como siempre la intento consolar con la mirada, no se puede hablar.
A unos cuantos metros veo el escenario, el micrófono en medio, cuatro sillas al fondo a la izquierda, y lo más importante, los dos boles, llenos de papeletas, la de las chicas en la izquierda y la de los chicos a la derecha. Mientras hago toda esta observación, veo que mi padre y mi madre junto al tío Haymitch ya habían ocupado sus sillas correspondientes en el escenario. Mis padres me intentan dar un poco de apoyo con su mirada aunque se que son ellos los que necesitan más de eso. Miro al tío Haymitch solamente para ver qué marca era el licor que llevaba este año consigo, pero lo único que consigo es expulsar una risita casi inaudible al ver que me guiñaba un ojo. Aunque parece un guiño normal y corriente, para mi tenia un significado, era su manera de decirme que todo iría bien.
Me doy cuenta de que esto ya estaba a punto de empezar cuando diviso esas piernas largas y delgadas que terminan en unos tacones de infarto. Era la mismísima Effie Trinket. Este año con el cabello dorado pero por sorpresa de todos lo llevaba suelto, costaba admitirlo pero le quedaba bien.
Según mi madre estas cosechas siempre empezaba sobre una película corta sobre el Capitolio blah blah blah. Pero desde que el Distrito 13 esta al poder, obviamente se suprimió esa película y ahora solo se limitaban a decir los elegidos y ya está.
-Las damas primero- la famosa frase de Effie acaba de ser pronunciada. Se limita a caminar hacia el bol de las chicas, lo remueve un poco y allí estaba, en sus manos el nombre de la elegida.
Maysilee no se contiene y me agarra la mano. Yo la sujeto más fuerte. Miro a mis padres y ellos a mi.
Effie abre el papel y se queda con una expresión de terror en su cara. Cuando se da cuenta de que ha tardado unos quince segundos en asimilarlo, con voz entrecortada pronuncia el nombre de la elegida.
Primrose Mellark.
