Es víspera de Noche Buena cuando salgo a la cochera para respirar. Los árboles se mecen suavemente mientras va nevando alrededor.

Hace frío, sin embargo esto es mucho mejor que ser la tercera pata que sobra entre Caroline y su nuevo novio Don perfectón, pongo los ojos en blanco, no es que el tipo me caiga mal, en realidad ha demostrado ser el menos patán con el que ha salido mi amiga estos últimos años desde que cambiamos las braguitas de estampados por las que prácticamente no nos cubren ni la cuarta parte del trasero, así que Stefan tiene absolutamente todo mi apoyo en seguir entre besitos y manitos sudadas con mi amiga ahí dentro.

No espero que crean que tenía algún mejor plan en estas fechas, pero al ser prácticamente la única sobreviviente en un accidente vehicular en el que murieron tanto mis padres como mi hermano menor cuando yo tenía apenas 7 años, el vagar año tras año entre casas de acogida, no me ha dado la oportunidad de establecerme y pasarla como se debe desde hace 14 años.

Pero siempre ha estado Caroline, la conocí en un campamento ya hace algún tiempo, cuando yo era un bicho raro antisocial, bueno; sigo siéndolo, y ella era la típica niña rica hija de papi que se las quería dar de rebelde.

Nuestra amistad surgió entre uno que otro hola, aunque creo que le puedo dar el total sentido de la palabra desde el momento en que el niño de la cabaña vecina decidió jugar a los besitos con Rebekah, eterna rival de Caroline durante toda nuestra estancia ahí, y ya no con mi amiga como iba haciendo desde que empezó el campamento, esto la dejó destrozada hasta llorar, lamentablemente en ese momento yo era la única que se encontraba en la cabaña que compartía con ella y otras tres chica intentando evitar la competencia de clavados que sucedía en esos mismos instantes en la laguna cercana.

Caroline prácticamente se echó a abrazarme y a contarme todo el drama que había sucedido, no tuve otro remedio que consolarla, aquel momento me sonrió y me hizo prometer que seríamos amigas por siempre.

Y estoy aquí, luego de nueve años, en la cochera de alguna de las tantas casas de su padre, pelándome de frío porque no se me ocurrió la genial idea de traer conmigo mi abrigo.

Eres un total genio, Elena

Suspiré derrotada, esperaba que los tortolitos no hayan comenzado a ponerse en acción tan rápido, sería algo sumamente incómodo.

Estaba preparada para dar un paso de regreso cuando una figura se plantó delante de mí y me miró a los ojos

Azules, sus ojos eran de un encantador azul

Observé fijamente a quien tenía delante, un chico de cabello negro como la noche, tez clara y una semi sonrisa que formaba un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha me daban una espectacular imagen.

-Hey- me dijo a modo de saludo

- Uhm… Hola- saludé nerviosamente en respuesta y no quise en ningún momento pensar si la sonrisa que puse era de alguna boba adolescente o una que deformaba por completo mi cara volviéndolo una mueca espantosa.

- Disculpa, ¿Te asusté? Lo que sucede es que mi carro ha dejado de funcionar y realmente no tengo la menor idea en cual lugar estoy- su tono era preocupado y yo asentí.

A veces era normal que este tipo de cosas le pasara a la gente por los alrededores, no es como si hubiera algún grifo cerca, y si venías de pasada por aquí y no tan bien equipado en el combustible, pues era muy probable que te quedaras estancado por los alrededores

-Puedo ayudarte a pedir una grúa si deseas- ofrecí amablemente y él me volvió a examinar rápidamente.

- ¿Hay señal por aquí?

Fue cuando caí en la cuenta que estábamos en las muy afueras de Mystic Falls, donde había una casa cada tantos kilómetros y no contaba con muy buena recepción.

Caroline había elegido este lugar por este tipo de cosas, no quería que ninguno estuviera dependiente de alguna cosa electrónica en particular. Pero vaya que ella sí podía estar entretenida en otras cosas.

-No, pero puedo acompañarte a intentar suerte- no estoy tan segura de porque dije alguna propuesta tan estúpida, yo sabía que aunque camináramos los metros que pudiéramos, apenas llegaríamos a alcanzar alguna barra.

- ¿No se preocuparán por ti? – dijo señalando la casa de donde ahora se oían alguna que otra risa de mi amiga y compañía.

-Créeme, no me extrañarán- sonreí de medio lado y comencé a caminar, él me siguió segundos después.

Caminamos en silencio por algunos minutos, solo se oía mi respiración y los pasos acompasados de él unos centímetros tras mío, aunque podía sentir claramente su mirada clavada en mí.

En cierto momento del camino vislumbré aparcado a cierta distancia de la carretera, entre algunos árboles, un Camaro negro perfectamente estacionado.

-¿Este es tu aut…?- no pude terminar la oración a tiempo, a increíble velocidad, una que no era propio de un simple humano, estuve entre la puerta del carro y él, me miró a los ojos como al inicio de su aparición

Hipnotizantes, encantadores

-Es hora Elena, recuérdame- me susurró suavemente, arrastrando cada palabra hasta meterse al interior de mi mente.

Sonreí de medio lado mientras observaba como sus ojos se dilataban y volvían a parecer más normales.

-Hola, Damon- lo saludé- Vaya que demoraste esta vez, ¿Qué tanto te entretuvo para demorar en buscarme?

- He estado atendiendo algunos asuntos pendientes en algún pueblecito remoto- me respondió después de una agradable risa. Fue cuando supe que la había extrañado, aquel sonido tan burlón, sarcástico y encantador.

- ¿Algo más remoto que Mysitc Falls? Cuéntame más- agregué rolando los ojos

- ¿En serio quieres que te lo cuente? Hay cosas mucho mejores que se me pasan por la mente- me dijo acortando más la distancia entre los dos, rozaba mis labios cuando murmuré: ¿Ah sí? Y yo que creí que ibas a preguntar que ha sido de mí estos dos últimos meses mientras jugábamos monopolio.

Él rio- Lo primero lo podemos hacer en lo que ponemos en práctica lo que tengo planeado, pero ¿Monopolio, Elena? Creí que tendrías propuestas más sugerentes- agregó enarcando una ceja.

Iba a reírme hasta que él atrapó mis labios en un beso, uno hambriento, esos que te consumen cada centímetro de tu piel.

- Así que… ¿Qué ha sido de ti, preciosa? –murmuró contra mis labios. Seguidamente me cargó hacia arriba y mis piernas se amoldaron a su cintura.

-Bueno, conseguí trabajo al fin en el lugar que quería- alcancé a decir antes que un gemido se me escapara al sentir que sus perfectos labios invadían mi cuello, podía sentir como el bulto de su entrepierna se hacía más notorio y rozaba convenientemente cierta parte de mi anatomía.

-¿Ah sí?- volvió a murmurar agitado- Cuéntame más, princesa.

-Y he estado ahorrando un tanto…- tomé aire para continuar, Damon estaba bajando cada vez más la ligera chompa que llevaba y besaba todo lo que podía dejando pequeñas mordeduras en el camino- Ya no tendré que vivir con Caroline a este paso- agregué con un tono orgulloso

Pude sentir su sonrisa en el nacimiento de mis pechos, y agregó: Así que la pequeña Elena se independizará sola completamente- subió su mirada y sus labios me dieron un pequeño beso en la clavícula- y ya no aguantará a los pequeños visitantes nocturnos de Caroline – siguió comentando en son de burla

-Damon, ahora está en algo serio con alguien, solo tengo que aguantar a un solo acompañante nocturno

Apartó un poco su cara de la mía y me miró desconcertado

-¡No jodas! ¿Encontró alguien quien la aguante?

-Tampoco termino de estar sorprendida- dije riendo, y él también se contagió de mi risa, y así estuvimos un breve momento, de pronto paró súbitamente y me dio una de aquellas miradas, esas que me quemaban el alma y me dejaban totalmente desnuda, aun cuando conservaba aun toda mi ropa, aunque algo me decía que no iba a durar mucho así.

-Suficiente charla, pasaremos a la acción, señorita Gilbert- de un tirón mi chompa desapareció, y cayó en la fría nieve, o al menos eso creo, no es como si me hubiera fijado exactamente donde había ido a parar, mi atención estaba totalmente en los labios de Damon devorando a los míos y en su mano que comenzaba a masajear uno de mis pechos encima de la fina tela del sostén.

Él jadeó cuando di un pequeño saltito, acomodando mejor mis piernas en su cintura y rozando de manera casual su entrepierna, fue cuando le dije adiós a la tela que servía de barrera entre su mano y uno de mis pechos, y quedé completamente expuesta de la cintura para arriba.

Comenzó a besar primero mi pezón izquierdo, mordía levemente y se iba hacia al derecho, así por unos interminables minutos, que en lo que me respecta parecían años, el calor bajo mi vientre se comenzaba a hacer más intenso, y los gemidos que salían de mi boca no parecían poder parar.

Sutilmente me recostó aún más con la puerta del Camaro, y sin dejar la posición de mis piernas envueltas en su cintura, comenzó a desabrochar de manera lentamente mis pantalones, pero la situación en la que estábamos no permitía poder sacármelos de manera fácil.

-Joder, Elena, faldas, siempre deberías usar faldas- murmuró a manera de regaño

-Sí claro- respondí de manera sarcástica- y ser la única loca que sale en la calle así en invierno.

De pronto ya no estaba contra la puerta, sino en la parte delantera, recostada y fue cuando le dije adiós a la molestosa prenda junto con mis zapatos y quedé en braguitas frente a él.

Creo que no fue tan mala idea usar el encaje negro hoy.

Y de un solo tirón, estuve expuesta frente a él.

Aprovechando la posición actual en la que estaba, se encargó de besar cada parte de mi piel, dejando una que otra marca de alguna forma, sus jadeos seguían y mi piel temblaba con cada caricia.

-Eres tan preciosa- me susurró

Yo lo miré a él y le sonreí, fue cuando me di cuenta de un pequeño detalle, mi mirada se volvió dura y estoy segura que hice un puchero.

-He, sigues con la ropa-dije, y no pretendía que sonara como una niña de cinco años haciendo berrinche, pero así fue, él sacaba este tipo de cosas mías a la luz.

Volvió a reír

Lo odiaba, se estaba burlando

-Paciencia, Elena, ya sé que te mueres por verme desnudo.

Arrogante de mierda

Rolé los ojos, y lo empujé lo suficiente para que dejara de estar prácticamente encima de mí, él me miró divertido e hice ademán de bajarme del auto.

Fue cuando su mirada cambió, pero la estúpida sonrisita suya seguía ahí.

-¿Piensas bajarte?- su voz sonó ronca y sumamente excitante

-Ajam- le dije y lo miré desafiante

De un solo salto mis pies estuvieron en contacto con la nieve

Mala idea, estúpida Elena

Di un pequeño quejido y de un solo salto estuve de nuevo en el Camaro, pero la calentura del momento había bajado un tanto, y mi trasero desnudo contra la superficie fría tampoco era buena idea.

Damon observaba todo divertido, me cogió en brazos y en tan solo menos de 10 segundos estaba en el interior del auto.

Se acercó a mí y fue cuando lo noté.

¿En qué maldito momento se había sacado la cazadora y sudadera?

Tenía el torso desnudo y yo lo observaba como una adolescente hormonal que nunca hubiera visto a un hombre sin camisa en toda su vida.

Él sonrió con autosuficiencia al ver que contaba con absolutamente toda mi atención y se acercó a besarme nuevamente.

-¿En qué estábamos antes de tu berrinche?

Yo lo miré de mala manera antes de besarme fuertemente, me introduje más al interior del auto, y de un momento a otro pude sentir como su pantalón ya no estaba, no es como si hubiera podido ver exactamente en qué momento se lo había quitado, pero lo podía sentir, la tela que estaba embistiendo mi entrepierna en estos momentos era totalmente fina.

De pronto todo aquello fue reemplazado por ciertos dedos que ya tenía el gusto de conocer, ejerciendo presión en mi pequeño botón, entrando y saliendo sin compasión.

-Damon- dije en un grito ahogado, a este paso me llevaría al clímax en un satiamén.

Y no era justo, él me podía torturar, ¿Y yo?

No sabría decirles si a este paso me quedaba al menos un poco de autocontrol o no, pero algo tuve que utilizar para poder alejarlo lo suficiente de mí, retirando en el camino a sus traviesas manos de ahí abajo donde parecían encontrarse muy a gusto.

-No solo tú puedes jugar- le dije y a continuación me las arreglé para estar a ahorcadas encima de él, y me tomé absolutamente todo el tiempo del mundo para que mis labios memorizaran cada rincón de su bien formado torso, mientras mis caderas embestían de manera totalmente provocativa a aquel pequeño monte que a estas alturas era sumamente notorio en su entrepierna.

-Mierda, Elena- dijo jadeando como pudo, dejé escapar una pequeña risita y me las ingenié como pude a sacar sus boxers y una de mis pequeñas manos masajeaba de manera lenta su miembro recientemente expuesto -suficiente juego por hoy.

Me agarró suavemente y en tan solo pocos segundos estábamos en la posición inicial con la que comenzamos: Yo contra la puerta del Camaro y mis piernas fuertemente sujetas a su cintura, tomé aire y lo miré a los ojos.

-Disculpa, pero no puedo aguantar más preciosa- me dijo en un susurro apenas audible, y entró en mi interior de un solo tirón.

Yo tampoco podía aguantar más.

Sentir a Damon entrar en mí, era simplemente algo que nunca encontraré las palabras exactas para describir, la fricción que creaban nuestros dos cuerpos, las embestidas, mi espalda chocando contra la puerta de su auto…

-Estabas tan húmeda, Elena- me dijo en medio de un jadeo mientras me embestía fuertemente, podía sentir como las paredes de mi interior contraían a su miembro y supe que ambos estábamos cerca.

-¡Damon!- dije como grito al final, mientras su semilla se esparcía en mi interior y ambos estábamos totalmente empapados por el sudor.

Su mirada se encontró con la mía y estuvimos así por largos minutos mientras ambos nos recuperábamos de aquel excitante encuentro.

Lentamente se acercó a mi cara y rozó sus labios con los míos, capturé su labio inferior y nos besamos, a diferencia de los demás, este era diferente; suave y con un toque de ternura.

-Uno de nuestros mejores encuentros sin duda- me dijo con una sonrisa cuando dio el beso por terminado

-Sí, lástima que lo tenga que olvidar hasta que vuelvas a buscarme, ¿no?- le mencioné con amargura.

-Es por tu seguridad- me dijo tenso.

-Como tú digas-le respondí cortante-llévame dentro del auto, no quiero volver a helarme los pies al bajar.

No todos nuestros encuentros acababan así, había dejado de reclamarle este tipo de cosas hace tiempo, no estaba tan segura de por qué de pronto saqué el tema a la luz, pero no había vuelta atrás.

-Elena…-me dijo a modo de advertencia mientras cumplía lo que le había pedido, cuando levanté la mirada para observarlo pude ver que ya estaba completamente vestido y que reunía mi ropa que había salido volando a todas direcciones hace ya un rato.

-Solo cámbiate-agregó en un tono frío, bufé amarga y proseguí a ponerme tanto mi ropa interior como mi chompa de manera totalmente apresurada.

Una vez que estuve lista, salí del auto y me encaminé lejos de él, sin embargo en un parpadear estaba frente mío.

Estúpida velocidad sobrehumana

-No pienses que esto es porque no te valoro, porque sabes que yo mataría a quien te hiciera daño es solo que…

-Lo sé, Damon- le corté antes que terminara la oración.

-Elena, odio discutir de esto contigo, y lo sabes.

-No, no lo sé realmente, en unos minutos voy a olvidar que odias eso, o quién eres si quiera- le respondí desesperada, había tratado sonar enojada pero había fracasado en el intento.

-Discúlpame preciosa- dijo suavemente mientras acariciaba mi mejilla- Pero no puede ser de otra forma -Ayudaste a aquel extraño que te pidió ayuda con el auto, milagrosamente había señal por los alrededores y pudieron conseguir una grúa, no recuerdas su rostro-Sus ojos estaban dilatados –luego de aquello, te reuniste con Caroline y su novio, y estás a punto de pasar una agradable noche.-hizo una pausa y lentamente agregó- Feliz Navidad, Elena.

Pude sentir como una ráfaga me rozaba y de pronto la figura a mi adelante había desaparecido. Miré hacia atrás lentamente.

El Camaro negro había desaparecido.

El camino se me hizo eterno hasta la cochera de Caroline, sentí como si solo hubieran pasado breves minutos desde aquel encuentro y fue cuando ahogué un sollozo que luchaba por salir mientras que unas rebeldes lágrimas caían bajo mis mejillas.

La compulsión no funcionaba conmigo.

Nunca lo había hecho.