Capítulo 0: Prólogo
En un principio, no era un día especial, ni mucho menos. Izbran, un joven de 19 años cuya estatura era alta, sus ojos de un color verde esmeralda y su cabello siendo castaño oscuro, acababa de recolectar las uvas del viñedo de su familia, y se encaminaba a paso lento hacia la bodega para depositarlas y luego descansar. Era una caminata larga, por desgracia; se trataba de medio kilómetro que debía recorrer con un gran canasto repleto de bayas cuyo peso no era poco.
-Huff… Ya cae la noche –se dio cuenta Izbran. Había sido un día agotador, y lo que más quería el muchacho era descansar. Hoy había trabajado más de lo normal, quizá por la mala situación económica por la que su familia estaba pasando. Ni bien llegó a la bodega, apoyó el canasto al lado de un conjunto de barriles, y volvió a salir de esta para apreciar el anochecer. La zona en donde vivía era alta y árida, a lo lejos eran visibles unas espectaculares montañas nevadas que el joven amaba ver. Se recostó contra una valla, e inconscientemente se durmió.
A la hora pasada, despertó. No comprendía mucho qué hacía fuera de la bodega, pero no demoró en recordar que se había quedado dormido mientras miraba el paisaje. Se puso de pie, algo atontado por el sueño aún, y se dispuso a entrar a la construcción. Antes de abrir la puerta, volteó para mirar sus montañas favoritas por última vez en el día… Pero se llevó una sorpresa.
-¿Qué demonios…?
El cielo nocturno había tomado un color rojo-anaranjado, uno que jamás en su vida había visto. Se frotó los ojos para ver si se trataba de alguna alucinación, pero el color seguía ahí. No solo eso, sino que las montañas habían perdido la nieve que las envolvía, las estrellas habían desaparecido y una luna creciente excesivamente brillante estaba alta en el cielo.
-Eh, esto no es normal. ¿Padre? Ven, mira esto –dijo Izbran en voz alta y abriendo la puerta para captar la atención de su padre, quien de seguro estaba dentro de la bodega leyendo algún libro.
Pero nadie respondió a su llamado.
-¿Padre? Ya deja lo que estés haciendo, el cielo está rojo y las montañas no tienen nieve. ¿Lo has visto alguna vez? –volvió a llamar.
Nuevamente, no hubo más que silencio. Lo único que se escuchaba era la respiración del joven.
Ya molesto y un poco atemorizado por la situación, entró a la bodega para buscar a quien sea; su madre, hermano o padre que no quería contestar. Buscó por todos los rincones… Pero no había rastro de ellos. Ahora estaba preocupado de verdad, y sudor empezó a caer de su frente.
-E...Enserio… Esto ya no es gracioso, salgan de donde sea que estén, y que el bendito cielo esté de color fuego la verdad que no aporta…
Izbran, al parecer, estaba solo. Su ritmo cardíaco empezó a acelerar, y salió otra vez a la intemperie con la intención de buscar en los alrededores de la construcción. Nada. Y estaba dispuesto a revisar en los viñedos, pero antes miró a la luna para percatarse del extraño brillo que emitía… Solo bastaron un par de segundos mirándola fijamente para que el muchacho sienta una repentina y fuerte presión dentro de su cabeza.
-¡Gah! – se quejó, arrojándose al suelo y tomándose la zona afectada por el dolor, el cual aumentaba más y más. Gritó desesperado, en busca de ayuda, pero lo único vivo en el lugar eran él y las vides a la lejanía. Mientras el dolor se intensificaba, el afectado notó que la luna ganaba brillo, y unas voces empezaron a resonar en su mente. Sin embargo, entre el dolor, sus pedidos de auxilio y la confusión, no pudo entender una sola palabra de lo que decían esas misteriosas voces. Un calor agobiante lo invadió en el proceso, que le daba la sensación de estar siendo quemado vivo, a pesar de que ni una quemadura se presentó en su cuerpo.
Al cabo de unos dos minutos, los cuales parecieron horas desde los zapatos del hombre, finalmente desmayó, y junto a su consciencia se fueron el dolor, las voces, el calor y la confusión.
-...ha funcionado. En los cuatro de ellos.
-¡Esas son geniales noticias!
-Sí, lo son. Si bien se tratan de cuatro débiles humanos con poca experiencia, les veo un gran potencial. Incluso me atrevería a decir que en un futuro no muy lejano serán capaces de hacer frente a...
-¿Yharim?
-No, no. Totalmente no. El poder actual del Tirano no es alcanzable de ninguna forma que conozca, desgraciadamente... Pero ellos le robarán la atención necesaria para que nosotros lo debilitemos poco a poco. Y así, llegará un momento en el que caerá por nuestra mano.
-Discúlpeme, pero... ¿No cree que se está olvidando de sus súbditos? ¿Draedon? ¿Calamitas? ¿el Devorador de Dioses?
-El poder de sus títeres es proporcional. Si se vuelve más débil, ellos también. Y si nos volvemos capaces de derrotar al mismo Yharim, ¿crees que no podríamos con quienes nombraste?
-...sí, tiene razón.
-Maravilloso. Veremos si mis pronósticos resultan ser reales... Ver a estos humanos en un mundo tan hostil como el de Terraria será entretenido.
-Pero, ¿y si descubren lo que hemos hecho? Quizá ganen el poder necesario para que nos resulten una amenaza...
-¡Vaya! No soporto oír ese tipo de estupideces. Los estás sobreestimando, y me estás subestimando a mí. ¿Acaso has olvidado quién soy? Y si lo sabes, ¿cómo osas pensar que unos humanos pueden llegar a serme una amenaza?
-L...Lo siento, diosa...
-Jamás vuelvas a decir algo tan tonto.
-Sí, no lo volveré a hacer.
-Muy bien. Ahora, si me disculpas, tengo un espectáculo que presenciar...
...bienvenidos sean, humanos del pacífico exterior, al caótico mundo de Terraria.
Izbran despertó de su inconsciencia, y algo parecía estar acariciándole el rostro... Cuando abrió los ojos, se encontró acostado en unos pastos relativamente largos que le rozaban el rostro continuamente debido a las brisas que de vez en cuando soplaban. Tomándose la cabeza, mareado y tambaleando, se puso de pie para ver a donde se encontraba: una zona boscosa, con colinas; a lo lejos se veía un árbol ridículamente grande, y el aire era algo más cálido y húmedo que el que estaba acostumbrado a respirar.
Ese lugar definitivamente no era su hogar...
Y a sus espaldas, una voz que no supo reconocer lo llamó.
-Venga, ya era hora de que despertaras.
El joven volteó rápidamente, y vio de quien se trataba. Un tipo de cabello castaño-rojizo y despeinado, con una camisa de color verde grisáceo y unos pantalones azules. Se lo veía relajado, algo que Izbran definitivamente no estaba.
-Me presento. Mi nombre es Jacob. Si quieres puedes llamarme guía, pues eso seré para tí aquí, en el mágico mundo de Terraria.
El recién despierto se abalanzó sobre Jacob, tomándolo de los hombros y agitándolo desesperadamente. -¿Terraria? ¡¿Mágico mundo?! ¡Dime qué diantres es este lugar y cómo vuelvo a casa!
Jacob continuó con su expresión de tranquilidad intacta, negando con la cabeza. -Tranquilo, la desesperación no te llevará a ningún lado. ¿Cómo te llamas?
-¡No es que importe mucho si me iré en este preciso instante!
-No hay forma que conozca para que escapes de Terraria. Será mejor que enfríes la cabeza.
Ambos se miraron fijamente a los ojos en silencio, Izbran a punto de colapsar por el hecho de pensar en estar atrapado en un mundo mágico. Sin embargo, al cabo de unos segundos, el joven se contuvo y soltó los hombros del guía, suspirando.
-Lo siento. Mi nombre es Izbran, y estaba en mi bodega lo más tranquilo hasta que varias cosas fuera de lugar empezaron a ocurrir y acabé aquí...
-Hah, no eres el primero, Izbran. Ya me tocó darle una mano a varios como tú...
Los ojos del muchacho se iluminaron. El no ser el único humano en este mundo junto al guía era alentador...
-...están todos muertos, si me preguntas. O desaparecidos. Fueron a explorar y jamás volvieron... Por lo que antes de hacer algo aquí, prepárate. Terraria está repleto de monstruos cuyo objetivo será matarte a tí y a todo humano que se les cruce... No quieres acabar como el resto, ¿cierto?
El otro simplemente lo miró en silencio, con los ojos bien abiertos.
-Me lo imaginaba- dijo Jacob. Y acto seguido, sacó una espada corta, un pico y un hacha, todo hecho de cobre-. Ten, te serán de ayuda... Aunque reemplazaría esa espada por una de madera en cuanto puedas.
-Oh, muchas gracias... Jacob.
-Por nada, no es como que me servían mucho de todos modos. También tenía una bolsa para darte, pero al parecer se me perdió... Caray.
-Hah, no hay problema... ¿Qué me recomendarías hacer ahora?
-Pues... Estuviste durmiendo una buena cantidad de horas a la luz del día, así que recomendaría que construyas un refugio. La noche es muy peligrosa... A menos que no te moleste caminar por ahí a oscuras, con zombis y ojos demoníacos al acecho.
-...sí, mejor construyo una casa.
Jacob sonrió, y aprovechó para "cobrar" las herramientas que le había dado. -Si no te molesta, ¿una habitación para mí, podría ser?
Izbran se quedó mirando al guía una vez más. ¿Es en serio? ¿Le había dado las herramientas para que le construya una habitación...? Suspirando y cerrando los ojos, respondió.
-Bien, lo haré.
-¡Genial! Te advierto que no te queda mucho tiempo. Ah, y cuidado con el slime detrás tuyo.
-¿Slime? ¿Uh?- confundido, Izbran volteó... Solo para ver cómo una gelatinosa y repugnante masa verde lo golpeaba de lleno en el rostro.
Nota del autor:
Bueno, este fue el prólogo de esta historia que decidí empezar... De por sí había falta de fanfics del Calamity Mod, y no sé si siquiera existen en español. Si es posible, dejar una review de cómo les pareció este principio. La verdad que me va a ayudar a seguir escribiendo y no dejar la historia a medio hacer, como pasa con muchas otras... Otra cosa, es mi primer fanfic, así que no se sorprendan por algún que otro error que salte. Nada más, ¡nos vemos en otra!
