ETERNO AZUL: REGRESO DE UN VIAJE DISTANTE
Esta lucha contra la soledad
parece no acabar nunca
Danos esperanza a través del amor,
que resplandece en mí.
Bajo la eterna e intensa lluvia, olvidé cómo sonreír
en un mundo donde incontables sufrimientos se ciernen sobre nosotros, mi dolor discrepa de él
¿Se extinguió mi corazón en medio de aquella
niebla de mentiras y disputas?
Como la flor que flota en el mar embravecido
seguiré con mi camino, cruzando la tormenta.
Caminaré pisando con firmeza la yerma tierra
y seguiré adelante.
Los sueños que deberían permanecer aquí
y las esperanzas que fueron olvidadas
se clavan en mi oxidado corazón.
Ahogo mis gritos en lo más profundo de mi ser
huyendo del dolor e incapaz de creer en nada.
Más que lamentar el presente
acumulé dudas y odio.
Como el pájaro que canta en el furioso viento
canta a lo lejos, resonando su eco en lo más alto del cielo.
Así que, para iluminar ese oscuro cielo
hay que mirar hacia el futuro, y observar su radiante resplandor.
Para recuperar aquellos recuerdos de alegría y felicidad
todos buscan y ansían alcanzar esa luz…
Para siempre durarán estos días interminables con los que permaneceré
sin echarme atrás.
Como la flor que flota en el mar embravecido
seguiré con mi camino, cruzando la tormenta.
Caminaré pisando con firmeza la yerma tierra
y seguiré adelante.
(Resucitated hope – Serie: Gosick)
PROLOGO.
La nieve caía sobre su corazón acumulándose implacable en sus años de soledad, rodeado de personas extrañas desde el momento en que abrió sus ojos, desconfiando de todos tuvo que aferrarse a aquella persona que le había mostrado cariño paternal en su viaje de regreso al viejo continente.
El andar de los años en la tierra de sus orígenes lo fue esculpiendo con un carácter férreo y determinado, ante la falta de afecto incluso en su invalidez se había visto forzado a luchar solo, los paisajes de aquellas tierras siempre verdes y rodeadas todo el año de una mística neblina contribuían enormemente a que sintiera siempre una gran nostalgia que no sabía a qué o a quién atribuirla.
Todos esos años preparándose para un único propósito: derrocar al patriarca del clan.
Telarañas de ardides y conspiraciones lo rodearon desde el momento en el que puso pie en tierra firme, en aquella isla tan lejos de donde lo habían encontrado.
Su carácter honesto y responsable, fiel a sus principios lo hicieron convencerse de la verdad de las palabras que escuchó todos esos años, una familia unida que se vendría abajo si aquel heredero llegaba al poder, un heredero que huyó siempre de su deber y despilfarraba la fortuna en sus viajes, con el cual no se podía contar.
Era el momento de regresar, era el momento de cumplir con su deber.
Suspiró mientras observaba el impasible lago gris frente al castillo, las nubes cubrían parte de las montañas nevadas y al respirar el aire frío se cristalizaba, las gaitas se escuchaban lejanas en el pueblo y su mirada profunda y azul era fría, impasible como el lago a sus pies: no denotaba emoción alguna, simplemente, observaba.
Aquel brillo en sus ojos se había apagado mucho tiempo atrás y la sonrisa había quedado en el olvido, tal como la niebla cubría las montañas y no dejaba atravesar la luz del sol así era su corazón ahora.
Subió de nueva cuenta a su caballo blanco y cabalgó en él lo más rápido que pudo, sus dorados cabellos se movían sin control, ese paseo matinal siempre le hacía bien, sabía lo que tenía que hacer, no tenía otro objetivo más que ese en realidad, no tenía pasado, solo ese presente que aquel en quien confiaba tanto le había enseñado, la única persona que estuvo a su lado en sus años inválido y que lo empujó a salir adelante.
Desde la alcoba de su habitación observó minuciosamente al joven que cabalgaba en aquella enorme propiedad y sonrió con la confianza de quien está a punto de realizar su más grande sueño.
- Primero será el patriarca… después Escocia….
- Es hora de irnos – Llegó un hombre de treinta años, cabello negro y ojos azules.
Aquel no dijo nada y simplemente se dio la vuelta para ordenar el carruaje.
- Ve por él.
- Enseguida… - Hizo una reverencia y se alejó.
América… el lugar a donde huyeron los Andley después de intentar sublevarse contra Inglaterra.
Inmerso estaba en sus pensamientos cuando llegó la persona que menos esperaba ver.
- Prométeme que me escribirás! – Habló una voz un tanto llorona cuyo cuerpo se colgaba de él.
- Oliver! – Quitó el brazo de su amigo rápidamente – No te burles de ella.
- Lo siento, lo siento, había olvidado tu alto sentido de la moral, la vi en Londres y está muy bien, te manda sus cariños – Le sonrió triunfalmente.
- La veré dentro de un mes y no te molestes ya sé a lo que has venido.
- Ah lo sabes? Yo venía a decirte que si conoces a una preciosa americana por favor le hables de mí.
- No digas tonterías – Dijo molesto.
- No lo puedes saber, las jóvenes europeas no me agradan, quizás en América esté la solución para los dos.
- Qué es lo que me quieres decir? – Le habló el alto joven rubio sin voltear a verlo.
El otro sabía que tenía un deber que cumplir con esa familia, pero cuando nadie lo escuchara siempre le diría a su amigo lo que pensaba.
- Escúchame bien, estás seguro de querer hacer esto?
- Estoy decidido.
- Soy tu mejor amigo y sé quien en realidad eres.
- Si mal no recuerdo tu eres quien pregona que eres mi mejor amigo, nunca lo he dicho yo.
El otro suspiró pero después su mirada se tornó seria.
- Mi padre me ha pedido ir a Oriente, así que creo que no nos veremos en un largo tiempo.
Iba a responder cuando fue interrumpido.
- Joven, el señor lo está esperando.
- Enseguida iré – Dijo serio mientras se apeaba del caballo y lo llevó a la caballeriza.
El joven pelirrojo se rascó la cabeza.
- Ni siquiera me dijo adiós – Volteó a ver a ese sujeto siempre serio que acompañaba a todos lados al elegante jefe del clan en Escocia, Liam Andley y su rostro también se tornó serio – Cuida bien de mi amigo, adiós!
Pasaron la noche en un lujoso hotel en aquel puerto inglés, a la mañana siguiente zarpaba el barco rumbo a América, muy temprano por la mañana bajo un cielo nublado y frío ambos hombres, el joven de 19 años y el hombre de 55 observaron en silencio el zarpe del buque observando a las personas que habían ido a despedir a sus seres queridos, vieron por última vez aquella antigua ciudad del viejo continente.
El hombre observó de reojo la expresión impasible de su acompañante que sólo se limitaba a observar el paisaje de Southampton en la mañana.
- Espero que con esto quedes totalmente convencido de que es lo mejor.
- Cuando me lo dijiste no podía creerlo, sabía de sus huídas pero esto es inadmisible, lo que ha hecho, viviendo con ella.
- Por suerte lo localizamos antes de su presentación, debemos aprovechar esto.
- No permitiré que alguien tan irresponsable y falto de moral sea quien dirija nuestras vidas – Habló con decisión.
El otro sonrió satisfecho.
- Ya lo sabes, contigo la balanza a su favor cambiará radicalmente, espera cambios en los comportamientos de quienes le rodean, son aquellos que te traicionaron.
- Lo sé – Su mirada cambió a una de molestia – Si algo detesto es la hipocresía.
Se retiró sin decir más a quien le acompañaba.
- Eres el candidato perfecto… - Habló el otro mientras sostenía el emblema de oro del clan.
Un paisaje totalmente distinto era el que envolvía a América, el clima era cálido, los árboles estaban repletos de flores y frutos y el sol ayudaba en mucho al ánimo de las personas.
Demasiadas cosas habían pasado y su corazón aún continuaba recuperándose de aquella dolorosa separación en Nueva York.
- Gracias a Albert ahora estoy mejor – Caminó con una bolsa repleta de pan y fruta.
Pasó por el puesto de periódicos y observó que había otra fotografía de él.
- Al menos ya regresó a los escenarios... - Dijo cabizbaja, para qué se engañaba, aún dolía.
En aquel departamento en el que ambos vivían, el alto joven de ojos azules meditaba qué hacer, quería seguir ahí viviendo con ella pero, sabía que eso no podría ser por mucho tiempo, había recordado quién era él y cuál era su deber. Se puso de pie, lo mejor por ahora era disfrutar de su compañía, al menos por ahora no se sentía capaz de dejarla sola, no después de haber vivido otra separación.
- Albert!
- Candy! Iba a ir a buscarte - Trató de recobrar rápidamente la compostura.
Ella sacó la lengua.
- Siempre me ayudas con la cena al menos debía yo traer los ingredientes no crees?
Albert tomó las bolsas y se dirigió a la cocina mientras Candy se dirigió a la ventana, era una noche de primavera, se sentía mejor ahora pero aún la nostalgia invadía su corazón en ocasiones.
- Albert, tú nunca te irás verdad?
- Eh?
- Me di cuenta que existen muchas clases de separaciones, las voluntarias - Dijo refiriéndose a Terry – Y aquellas en las que el destino se lleva para siempre a las personas.
Esto último lo dijo con un tono de tristeza que no pasó desapercibido para él, sabía de quién hablaba, ella no lo sabía pero él pudo recordar al único pariente directo que le había quedado y que años atrás se había marchado, recordarlo le trajo gran tristeza a su corazón también.
- Te refieres a tu primer amor.
- Cuando nos conocimos venías y desaparecías sin decir nada.
- Así era yo? – Dijo avergonzado – Lo siento mucho Candy.
- No importa – Le sonrió – O no serías Albert.
Varias noches durmió abrazando su cofre de los tesoros, aquellos que le devolvían la paz robada todos esos años, a veces soñaba con aquella mirada azul que siempre la reconfortaba y una sonrisa se asomaba en su rostro mientras dormía.
Luego de dos semanas de travesía el elegante barco atracó en Nueva York, observó la ciudad desde la cubierta, no logró recordar nada, caminó junto a su tío y después de años lejos de su tierra natal puso pies en tierra firme, por unos instantes nos se movió y observó el suelo que sus zapatos pisaban.
- Ocurre algo? – Preguntó el hombre.
- No, tuve una extraña sensación es todo, supongo que debe ser el que visito una tierra que luego de una breve estadía años atrás vuelvo a visitar.
Ese mismo día partieron hacia Chicago, ciudad donde él le había explicado que residía la mayoría de la familia, mientras viajaban en el lujoso automóvil el hombre le hizo una señal a quien siempre los acompañaba.
- Elliot, asegúrate de que nuestros nombres pasen desapercibidos – Le habló en voz baja.
- Como usted ordene.
La bulliciosa ciudad de Chicago los recibió al día siguiente, una ciudad llena de altos edificios, en esos momentos recorrían el amplio Boulevard Michigan, a su derecha observó el edificio Wrigley, el más alto de la ciudad, muchos lugares tenían un aire a los de Europa pero nunca igualando a los de Escocia, no supo definir si le gustaba o no aquel lugar.
- Aquí fueron obligados los Andley a huir, definitivamente una tierra llena de inmigrantes de clase inferior comparados con nosotros, ya nos ocuparemos de esto después – Dijo con desdén observando a vendedores ambulantes mientras viajaban en el elegante carro negro.
El otro no dijo nada.
- Ya lo localizaste? – Dijo por toda respuesta.
- Recibiré noticias esta tarde, descuida.
Llegaron al hotel más lujoso de toda Chicago y ahí pasaron la noche, pero él no pudo conciliar el sueño.
Qué le inquietaba? Abrió la ventana de su habitación y observó la noche estrellada, su opaca mirada azul seguía siendo la misma y tenía aquella expresión nostálgica que escondía muy bien de su tío.
Recordó, al menos lo único que podía recordar desde que había despertado después de un accidente que él le contó que tuvo, sus años de soledad en aquel castillo siempre rodeado de médicos, los dolorosos ejercicios para poder volver a andar y la frialdad de su tío que ahora le agradeció pues jamás se compadeció de su dolor.
Dejó de pensar en ello, no valía la pena, ahora debía concentrarse en su propósito.
La jornada había sido larga y llena de trabajo, realmente estaba cansada pero eso le venía bien así no pensaba en su propia soledad. Se despidió de sus compañeras de trabajo, llevaba puesto su vestido rojo y botas blancas y con una sonrisa en sus labios salió del hospital hacia su casa.
La tarde era maravillosa, le gustaba caminar y observar la ciudad llena de vida, los faroles comenzaron a encenderse pues el atardecer comenzaba a tornarse oscuro y la primera estrella ya brillaba en el cielo.
Cerca de su casa vio a su amigo que platicaba animadamente con el dueño de la propiedad que rentaban y corrió a saludarlos.
Albert y Candy caminaron juntos de regreso al departamento cuando ella de pronto tropezó y se sostuvo del brazo de él.
- Estás bien?
- Sí lo siento – Sacó su lengua – Muero de hambre, vayamos a cenar.
- Claro – Dijo él con una sonrisa.
Ambos ingresaron al departamento perdiéndose de la vista de dos personas que los habían estado observando a lo lejos.
El muchacho de ojos azules observó la escena detenidamente.
Primero vio a aquel que representaba a su clan que era quien realmente le interesaba, ciertamente como se lo había dicho su tío eran bastante parecidos, observó que vestía pantalón beige y una camisa café, su tío hizo referencia al aspecto del heredero pero él no hizo comentario al respecto, había cosas que se guardaba, cosas en las que no estaba de acuerdo con él o no le importaban tal como el aspecto de quien se suponía era su tío directo.
Qué sonrisa más despreocupada, claro, viviste así sin importarte tu responsabilidad no es así?
Después se fijó en la joven que lo acompañaba abrazada.
Entonces ella es la joven que fue adoptada por él, según mi tío debe ser menor que yo uno o dos años….
Alcanzó a distinguir que tenía ojos verdes pero esto no le provocó reacción alguna, la vio indiferente, observó cuando tropezaron y ella se abrazó a él. Un pequeño rictus de molestia en su rostro se reflejó por un par de segundos.
- Lo ves, el padrastro y la hija adoptiva están viviendo juntos, qué osadía, no tengo palabras para definir esto hijo, la amante nada más ni nada menos que de la propia persona que la adoptó y él…. Me avergüenzo de él, Rosemarie era completamente distinta a su hermano, él es esquivo, irresponsable, inmoral – Habló con firmeza y desdén el hombre – Hijo tienes que derrocarlo, te eduqué todos estos años para este momento.
Pero él continuó sin decir nada mientras sólo observaba a la pareja que se perdía en aquel modesto departamento.
La desaprobación y la decepción de aquellos dos apareció en sus temibles ojos azules como el cielo, cosa que satisfizo a Liam, sabía bien que ese fuego en sus ojos era de temer, lo sabía muy bien, había logrado su propósito, no le había dejado dudas sobre la falta de moral de él y de ella, aunque la chica era quien menos le importaba para convencerlo de su plan.
- A dónde vas?
- A prepararme, podrá hacer con su vida lo que quiera pero no permitiré que siga huyendo de los Andley.
Fue lo último que dijo antes de alejarse, aquella escena de ellos dos quedaría grabada por mucho tiempo en su memoria.
Desde la ventana de su departamento Candy abrió las cortinas para observar la noche que poco a poco caía y alcanzó a ver a la distancia a dos personas que se alejaban caminando hasta llegar a un coche.
- Me pregunto quiénes serán, nunca los había visto aquí…
- Candy…
- Sí Albert? – Se volteó para ver qué necesitaba.
- Dentro de poco la cena estará lista.
- Fabuloso! Ayudaré a poner la mesa…
La sonriente muchacha se alejó de la ventana olvidando aquello que había llamado su atención.
Su corazón no se recuperó luego de despertar, las frías paredes de una antigua propiedad en Escocia fueron su hogar, las palabras de Liam Andley dejaron profunda huella en una mente en blanco sin pasado que tomaba conciencia luego de su caída a caballo: Estás solo en el mundo, la traición te ha rodeado desde el día en que naciste, Anthony Brower Andley.
NOTAS:
Hola amigas! Esta historia me surgió a la mitad de Alcanzando el destino, es como la historia paralela, la sombra oscura de Alcanzando al destino por decirlo así, no es lo mío pero se supone que tendrá un matiz menos cómo decirlo, rosa, que el primer fic, veamos qué sale. Mil gracias!
