Nota previa: Sin duda, este es el crossover (y fanfic en general) más raruno que he escrito, pero la idea no dejaba de darme vueltas por la cabeza y al final ha salido esto de la mezcla de dos de mis fandoms favoritos. No hace falta estar muy familiarizado con Mass Effect 3 (o la saga en general) para poder leer este fanfic, porque sobre todo está centrado en Jane y Maura (podéis tomarlo como un UA de ci-fi). Y para los que conocen el videojuego, ya verán que me he tomado ciertas licencias para encajar mejor esta historia (aunque no muchas). Y algo raro en mí, esta vez he optado por partir el fanfic en tres capítulos cortos (creo que le va mejor que todo el texto del tirón :P).

Espero que os guste (y espero algún día me atreverme a escribir un fanfic de Rizzoli & Isles sin mezclar con nada más xD).

Disclaimer: Los personajes de Rizzoli & Isles y Mass Effect 3 pertenecen a sus respectivos creadores (TNT y BioWare y EA), yo solo los tomo prestados por un rato.


El consejo del Espectro —


. — Capítulo 01 — .

Cuando la oficial de Seg-C, Jane Rizzoli, despertó aquella mañana con el cuerpo de su mejor amiga, la también oficial e ingeniera Maura Isles, casi completamente sobre el suyo, por unos segundos se permitió pensar que quizá todo había vuelto a la normalidad, que los Segadores no habían invadido la Tierra y seguían expandiéndose por el resto de la galaxia y que la Ciudadela no estaba llena de refugiados de todos los rincones de la Vía Láctea. Pero solo fueron unos segundos, los mismos que se permitió disfrutar de las sensaciones que la cercanía de Maura provocaba en ella y que, aunque ya las admitía para sí, no se atrevía a confesarle a su amiga; por miedo a estropear para siempre su amistad, por temor a perder la relación más auténtica y duradera que Jane había tenido con nadie.

Sin embargo, pasados esos tranquilos y preciosos segundos, la mente de la investigadora volvió a la dura realidad, al hecho de que estaban en guerra contra un enemigo que parecía demasiado poderoso para hacerle frente, aunque allí en la Ciudadela la mayoría de la gente todavía se creía a salvo de las temibles máquinas, de la muerte, destrucción y condenación que traían consigo; en la Ciudadela parecía que todo iba bien, pero si uno rascaba un poco aquella superficie de aparente normalidad, no tardaba encontrar el miedo y la preocupación, la fina línea que separaba a sus habitantes de caer en el caos más absoluto. Jane suspiró, era el deber de todo miembro de Seg-C procurar que ese caos nunca llegara a desatarse; una tarea que con el paso de los días y las noticias cada vez más desalentadoras que llegaban a través de Extranet u otros canales, se volvía más y más compleja.

—Jane… puedo oírte pensar…

La morena sonrió al escuchar la adormilada voz de Maura, ligeramente amortiguada al tener la castaña la cabeza sobre su pecho.

—Buenos días a ti también —dijo divertida.

—Mm… ¿Qué hora es? —Se estiró y rodó hacia un lado, saliendo de encima de Jane, que enseguida echo de menos el contacto.

—Las seis y media. —Jane se incorporó frotándose la cara con ambas manos.

La noche anterior Maura había terminado tarde su trabajo en el Cuartel General de Seg-C y Jane se había ofrecido a esperarla al finalizar su turno; la ingeniera había insistido en que se quedase a cenar en su apartamento cercano al Presidium a modo de agradecimiento y al final había acabado pasando la noche allí; nada realmente fuera de lo normal, últimamente dormía muchas noches en casa de la ingeniera, aunque no lo admitieran en voz alta, ninguna de las dos quería estar a solas en aquellos duros y oscuros días.

—Hora de levantarnos, entonces —suspiró Maura incorporándose finalmente.

—Debes estar realmente cansada —comentó Jane abandonando la cama—, porque normalmente eres tú la primera en despertarse y levantarse. ¿Es por el caso en el que estás trabajando ahora? ¿Ese súper secreto del que ni siquiera puedes decirme un poco?

—Sí. Y es confidencial, Jane, lo siento. Cuando termine todo el asunto, te lo contaré todo hasta el más mínimo detalle. —A Maura no le gustaba mantener a Jane al margen de su trabajo, pero sus órdenes al respecto esta vez eran claras y ella misma era consciente de lo que estaba en juego en base a la naturaleza del caso y de quiénes estaban implicados.

—Está bien, lo entiendo, no tienes que pedirme perdón… —Jane se encogió de hombros—. Es solo que llevamos tanto tiempo trabajando juntas y colaborando en muchos casos, que no participar en este se me hace raro. En fin —sacudió la cabeza—, será mejor que nos pongamos en marcha.

Después de que ambas mujeres cumplieran con su rutina matutina y mientras Maura se ocupaba de prepararles algo sano y nutritivo para desayunar, Jane se sentó ante el terminal de Extranet que la castaña tenía en su salón. Desde que la guerra había comenzado, acceder a la gran red todas las mañanas y noches se había convertido no solo en una rutina, sino en algo necesario. Su madre y hermanos pequeños estaban en la Tierra cuando comenzó el primer ataque de los Segadores, aunque habían logrado escapar de Boston (su ciudad natal) y refugiarse en algún sitio oculto con otros huidos, el peligro que seguían corriendo era demasiado grande; Jane confiaba en que Frankie, que como ella era oficial de Seg-C y se encontraba pasando unos días de permiso en su antigua casa, cuidase de su madre y otro hermano, su entrenamiento los ayudaría a mantenerse a salvo.

Como todas las otras veces, consultó su cuenta de correo personal esperando encontrar otro mensaje de su familia, pero no había nada nuevo desde el último que habían enviado la semana pasada; Jane sabía que eso no quería decir nada más que no habían conseguido acceder a un terminal de Extranet y que las comunicaciones con la Tierra seguían siendo más que complicadas y escasas; hasta las cadenas de noticias más importantes como la ANN se servían del material grabado al comienzo de los ataques y lo que las propias víctimas y afectados, así como freelance les hacían llegar. Sin saber si llegaría a leerlo o no, Jane les escribió un nuevo mensaje; les dijo lo mucho que pensaba en ellos cada día, que aguantaran y se mantuvieran lejos de lugares poblados y centros industriales, los principales objetivos de los enemigos, les contó que su padre, que ahora residía en California, seguía sin dar señales de vida, pero que no perdieran la esperanza y les aseguró que Maura, Frost, Korsak y ella estaban bien, que en la Ciudadela todo seguía más o menos tranquilo.

—¿Nada? —Le preguntó Maura cuando se unió a ella en la mesa de la prístina cocina para desayunar. Los padres de la ingeniera vivían a caballo entre su residencia en París y su casa en la propia Ciudadela, donde el comienzo de la guerra los había encontrado, por lo que por el momento estaban a salvo.

Jane sacudió la cabeza y trató de disimular el miedo y preocupación que sentía, pero sabía que era inútil, si había alguien capaz de leer en ella como en un libro abierto, esa era Maura.

—Estoy segura de que estarán bien. Frankie no dejará que les pase nada. —Intentó asegurarle la castaña, tomando una de sus manos y dándole un suave apretón.

—Eso espero. —Suspiró Jane—. Aunque ahora mismo quisiera estar allí con ellos, protegiéndolos, en vez de aquí, tan… lejos de todo lo que está pasando o… aparentemente lejos de ello.

—Entiendo como te sientes —Maura volvió a apretar su mano—. Aunque…

—Aunque ¿qué? —Inquirió Jane cuando su amiga no completó lo que iba decir.

—Nada, no es nada. —Apartó su mano y sacudió la cabeza.

—¿Maura? No puedes hacer eso, empezar a decir algo y luego no hacerlo.

—Da igual, Jane, no tiene importancia.

—Yo creo que sí la tiene. Vamos, dilo. —Jane clavó sus oscuros ojos marrones en la castaña, que finalmente acabó capitulando ante aquella intensa mirada.

—Iba a decir que, aunque suene egoísta, yo me alegro de que estés aquí. Si estuvieras ahora en la Tierra creo que mi preocupación por ti apenas me dejaría concentrarme y trabajar como es debido.

Maura bajó la cabeza avergonzada y Jane sintió una pequeña chispa de esperanza al pensar que sus sentimientos podían ser correspondidos, sin embargo, su parte pesimista le dijo que Maura solo lo decía como su mejor amiga, que no leyera más de lo que había en aquellas palabras. Jane decidió ignorar ambas partes y centrarse en el día de trabajo que tenían por delante, por el momento ya tenía suficientes preocupaciones en la cabeza. Pero antes se aseguró de tranquilizar a la castaña.

—Maura, mírame —esperó hasta que los ojos claros se alzaron hacia los suyos—, no es egoísta, yo también me alegro de que estés aquí y no en la Tierra o cualquier otro planeta o colonia, donde sé y puedo ver que estás a salvo. —Le sonrió tiernamente.

—Gracias, Jane. —Maura le devolvió la misma sonrisa, que logró acelerar el pulso de la morena notablemente.

—Bien —se apresuró a decir antes de que acabase haciendo alguna tontería, como inclinarse hacia delante y besar a su amiga—, si eso ya está solucionado, será mejor que vayamos yendo para el trabajo.

Maura asintió y tras recoger los restos del desayuno entre ambas, abandonaron el apartamento para tomar un rapidtrans que las llevaría al Cuartel General de Seg-C, siempre más rápido que utilizar un vehículo propio en el denso tráfico de la Ciudadela. Durante el trayecto, Jane no puedo evitar volver sobre aquella pequeña esperanza que había sentido al oír las palabras de su amiga, por mucho que intentara enterrarla en lo más profundo de su ser; no por primera vez en los últimos días sentía que algo estaba cambiando entre ambas, lenta y sutilmente quizá, pero lo estaba haciendo, tal vez motivado por el miedo que la situación actual les hacía sentir, miedo porque el mañana había dejado ser algo tan seguro como hacía unos meses. Nuevamente, Jane se encontró preguntándose sino tendría que echarle valor al asunto y dar ella el primer paso; quizá Maura estaba tan asustada como ella ante la posibilidad de perder su amistad.

Cuando llegaron a su destino, Jane trató de dejar a un lado todos aquellos pensamientos y volver a centrarse; enfiló hacia su departamento, pero Maura hizo ademán de ir en otra dirección.

—Tengo una reunión con el Ejecutor —explicó Maura escuetamente ante la mirada interrogante de Jane.

—De acuerdo. Supongo que será sobre ese caso, así que no te preguntaré nada al respecto. Si puedes tomarte un descanso para comer, avísame.

—Lo haré. Cuídate, Jane.

—Tú también. Y, Maura… —Jane vaciló, miró a su alrededor, a los otros oficiales de Seg-C que pasaban por su lado, aquel no era el momento ni el lugar para decir ciertas cosas.

—¿Si? —La castaña la miró expectante.

—Nos vemos luego —dijo finalmente, agitando la mano a modo de despedida.

Quizá si Jane hubiese sabido lo que aquel día les deparaba, habría tenido el valor de decirle a Maura lo que realmente sentía, pero en ese momento el miedo a perderla ganó la batalla a la esperanza y el deseo.