Este capitulo lo dedico enteramente a Cecil Pierce, por su ayuda, comprensión y esfuerzos, los cuales agradezco enormemente.
Disclaimer: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo los tomo solo para crear esta historia sin fines de lucro
Capítulo 1. La última noche
Era una noche fresca y llena de estrellas. Frente a la fogata se encontraba un grupo de amigos cenando muy en silencio, todos estaba muy cansados puesto que anteriormente habían tenido una pelea con un monstruo que poseía un fragmento de la perla de Shikon, sin embargo, uno de los insectos de Naraku se lo había llevado antes de que Kagome y los otros pudieran llegar a él.
A pesar de que esa tarde había estado especialmente lluviosa, la noche era fresca y despejada, todos estaban cenando alrededor de la fogata e InuYasha devoraba su segundo tazón de ramen.
Kagome veía muy atentamente a ese chico de ojos dorados y sonreía, de verdad que InuYasha amaba el ramen y ella amaba verlo disfrutar de ese platillo instantáneo. Pero entonces sucedió lo inimaginable; una de las serpientes de Kikyō apareció frente a ellos y como muchas otras veces, InuYasha corrió tras aquella serpiente.
Sango y Miroku se vieron entre si y agradecieron que el pequeño Shippō estuviera dormido, ya que de no ser así, seguramente ya hubiera hecho algún comentario filoso para ese momento. Cuando giraron y vieron a Kagome, notaron que ella tenía la mirada fija en el lugar donde momentos antes estaba sentado InuYasha.
Los fideos que esa noche serian su cena estaban esparcidos por el suelo, llenos de lodo, y el liquido tibio en el que se encontraban los fideos ya había sido absorbido por la tierra. InuYasha amaba el ramen, pero aunque a Kagome le doliera admitirlo, él amaba más a Kikyō y eso dolía… dolía demasiado.
El silencio la estaba matando, odiaba que Sango y Miroku la vieran con compasión por su amor no correspondido, y no quería llorar, estaba cansada… muy cansada de eso, cansada de Naraku, de la recolección de los fragmentos, de las peleas con InuYasha, estaba cansada de muchas cosas.
—Iré a dar un paseo, por favor no me sigan.
—Kagome, pienso que… — no pudo terminar la oración ya que fue interrumpida.
—Solo quiero respirar el aire fresco. No te preocupes no iré lejos te lo prometo, Sango.
—Excelencia no cree que deberíamos detenerla— le susurra la bella exterminadora al monje.
—No Sango, creo que por ahora deberíamos dejarla sola. Lo necesita ― corresponde el susurro poniendo un semblante serio.
InuYasha corría con toda la fuerza que sus piernas podían, hacia varios minutos que había dejado atrás a sus amigos y a la serpiente que él suponía lo estaba guiando a Kikyō. No necesitaba de esa serpiente, podía oler a Kikyō, podía oler a cadáver y tierra; no era el aroma que en realidad le pertenecía a aquella sacerdotisa, o por lo menos no el que él mantenía en sus recuerdos, sin embargo era con el único aroma que la podía distinguir en ese momento.
Cuando llego cerca de un grupo de árboles la vio, tirada boca abajo y sin ninguna de sus serpientes, el aire se le fue de sus pulmones ¿Kikyō estaba sin almas? ¿Naraku le había hecho algo? No, ¡Eso jamás! Él no lo iba permitir, corrió hasta tenerla entre sus brazos y cuando la vio pudo tranquilizarse un poco, estaba débil pero nada que un par de almas no pudieran arreglar.
—Inu…Yasha — con su poca de fuerza que le quedaba en esos momentos, pronuncio el nombre de su salvador en un susurro.
Impotente ante el hecho de tener una desmallada Kikyō, InuYasha corrió con aquella mujer en sus brazos hasta el campamento donde se encontraban sus amigos, no pensaba en nada más que en ayudar a aquella sacerdotisa a la que le debía tanto y a la que aun le guardaba un profundo amor.
Sin embargo, mientras más se acercaba a el lugar donde se encontraban los demás, mas aparecía en su memoria la cara de tristeza de Kagome, no quería dañarla, él solo quería ayudar así como ella lo hacia ¿Cuál era la diferencia? Ella ayudaba a Kōga y a demasiadas personas que generalmente no conocían, entonces ¿Por qué ponía esa cara triste siempre que estaba Kikyō o la ayudaba?
Cuando por fin llegó al campamento recargo a Kikyō en el tronco de un árbol, la observó por unos instantes y volteó a buscar por algún lado a Kagome. Pero no la vio y cuando cruzo miradas con sus amigos estos negaron, ella no se encontraba en el campamento y ellos no tenían idea de donde se había ido.
Kagome caminaba sin rumbo alguno, solo no quiera estar presente cuando InuYasha regresara y la tratara como siempre, como si nada. O en caso contrario no quiera quedarse esperando a un InuYasha que no regresara en toda la noche por estar con Kikyō.
Cuando cobró conciencia de ella, fue cuando llegó a un amplio campo, estaba colmado de pequeñas flores blancas con un centro amarillo, sus favoritas y que despedían un agradable aroma.
Se inclino para cortar una y la puso en su oreja izquierda. Cuando se puso de pie fue porqué escucho que alguien estaba detrás de ella, no tenía salida… InuYasha la había encontrado.
Respiro profundo inhalando el embriagador aroma de aquellas flores y dándose valor a ella misma. No se fijaría en InuYasha, así que su mirada estaba fija en el hermoso cielo estrellado y dándole la espalda a su amado.
―Kagome ―lo dijo en un susurro esperando que no lo escuchara, no tenia ni idea de que decirle ¿Lo siento?
―Lo siento, InuYasha ―aun se mantenía de espaldas a él, tomando al frente de ella su antebrazo derecho con su mano Izquierda, con mucha fuerza, más de la que desearía.
― ¿Por qué te disculpas?― ¿No debería ser él el que se disculpara por lo que haría?
―Has tomado una decisión ¿Cierto? ― Mientras ella decía eso con voz tranquila y evadiendo su pregunta, sus uñas se enterraban en su suave carne haciéndola sangrar
―Si ― Bajo la cabeza, no podía verla a la cara se sentía… realmente no sabia como se sentía, nunca había sentido algo así antes, estaba tan metido en sus pensamientos que ni siquiera percibió el aroma a sangre de Kagome.
―Gracias ―aquella palabra en un susurro que dijo Kagome, pareció dirigido al viendo y no a él.
―Kagome yo…
― ¿No es hermosa? ―no quería oírlo decir que elegía a Kikyō, no quería que le dijera que lo sentía y que al final no la prefería a ella, no lo soportaría.
―Kagome, mírame por favor ―estaba preocupado, el esperaba verla derramar lagrimas, que lo mandara al suelo mil y un veces para descargar su furia y frustración.
―Mañana me marcho a mi época, no les digas a los demás no quiero que interfieran en esto ―no iba a verlo, no quería verlo, seria su fin si lo hacia.
Ya no podía más, esto había sido suficiente; ya había llorado demasiado, se había preocupado demasiado, cuidado demasiado, sufrido demasiado, ya había amado demasiado. Sus fuerzas estaban agotadas, ya no podía con eso un minuto mas, era realmente agotador y su corazón estaba excesivamente lastimado, sentía que una herida mas lo destrozaría por completo y la dejaría sin corazón.
―Kagome, quiero que sep…
―Me voy primero ―se dio media vuelta interrumpiendo a InuYasha, aun con sus uñas de la mano izquierda enteradas en su ante brazo derecho, con la cabeza gacha para evitar verlo y con los ojos a punto de derramas lagrimas.
Después de dejar a InuYasha y en cuanto estuvo un poco lejos del medio demonio corrió, corrió como nunca, como si su vida dependiera de ello, corrió sin fijarse hacia donde se dirigía, corrió hasta que los pulmones le ardieron y no podía respirar, se sostuvo del tronco de un árbol y… exploto.
Lloró y gritó, gimió de dolor y amargura, se quería sacar la sensación de InuYasha de su cuerpo así que araño sus brazos que tantas veces habían sido tomados por él. Recargo su cabeza en el tronco de aquel árbol recordando cada abrazo de él y entero sus uñas en sus muslos por la frustración, después enterró las uñas en el tronco y lo arañó con tanta fuerza que se arrancó 4 uñas y sus dedos sangraron, golpeo el tronco y la tierra hasta que no se notaron sus nudillos y solo veía sangre.
Hizo lo mismo una y otra vez, esperando calmar con dolor físico el dolor que partía su pecho, que lo despedazaba poco a poco con esas afiladas garras, reabriendo cada herida una y otra vez ¡Lo amaba tanto!.
Precisamente ese día ¿Por qué tenia que llevar el uniforme de verano? No quería que la vieran así, con los brazos lastimados y sangrantes por culpa de sus laceraciones, con los nudillos hechos polvo y ahora solo con 3 uñas después de haber arañado aquel tronco sin parar.
Con los muslos arañados y perforados por sus uñas por desquitarse con ellos sacando su dolor, con las rodillas heridas por haber tropezado varias veces al correr, lastimándolas en el proceso y con la ropa llena de lodo que le salpicaba o la manchaba en cada caída.
Realmente era un desastre, y a pesar de todo eso sus lágrimas no paraban de salir y la pequeña flor que antes se había puesto en la oreja estaba aplastada y llena de lodo, igual que lo estaba ella.
Tomó la pequeña flor entre sus manos, con las rodillas pegadas al pecho y sentada en el frío suelo, siguió llorando, sacando todo aquello que la dañaba.
Pero era la ultima vez que lo hacia así que estaba bien ¿Verdad?, eran las ultimas lagrimas que derramaba en nombre de InuYasha, por lo que se daría ese lujo, lloraría hasta sentirse vacía y después de eso, no lo haría mas, no por él. Era una promesa para si misma.
No supo cuanto tiempo paso, pero supuso había sido el tiempo suficiente para desahogar sus penas y lamentaciones. Así que se paro, limpio las ultimas lagrimas que le quedaban y se dirigió hacia al campamento
InuYasha se había quedado en aquel campo de flores, veía las estrellas y la luna menguante, pronto seria luna nueva, sin embargo Kagome tenia razón era hermoso, estuvo apreciando un largo rato aquel paisaje y antes de irse aspiro profundamente y lo notó.
Notó el aroma a sangre, se aproximó al lugar donde Kagome se había parado cuando hablaban y vio que una de las pequeñas flores blancas estaba manchada de un rojo quemado, era sangre de ella ¿Cómo es que no lo había notando antes? ¿Acaso su nariz estaba fallando? Volvió a aspirar y se sorprendió, el aroma de aquellas flores era tan parecido al de Kagome que por ese motivo no se pudo percatar de que ella sangraba.
Cerró los ojos y volvió a aspirar embargándose una vez más con el aroma de aquellos Jazmines y sintiendo una tranquilidad al percibir esa fragancia, era el único aroma que podía calmar todo mal en él.
Abrió los ojos y se dirigió hacia sus amigos, seguro todos ya estarían durmiendo, él también lo necesitaba mañana seria un día muy agitado, camino tranquilamente hasta el campamento y vio a Sango sentada a un lado del Monje, vio el capullo donde dormía Kagome, pero no estaba ella.
―InuYasha ¿Dónde esta Kagome? ― La voz de Sango sonaba desesperada, ya había pasado mucho tiempo desde que su amiga se había perdido de vista, y el que InuYasha regresara también después de un buen rato indicaba que la había encontrado.
― ¿A que te refieres? ¿No estaba ya ella aquí? ― Se suponía que ella se había ido de aquel campo de Jazmines antes que él, así que supuso que ella estaría ya en el campamento.
―No, ella se fue antes de que tu llegaras con la señorita Kikyō y aun no vuelve, ¿Estabas con ella? ―a Sango le asustó el hecho que InuYasha no supiera donde estaba su amiga.
―Si, pero ella dijo que se regresaba primero ―estaba inquieto, Kagome no era de las personas que se desaparecían, siempre avisaba donde estaba para no preocupar a nadie.
―InuYasha, creo que los mas conveniente es que busques a la señorita Kagome antes de que algo le pueda pasar ―esa noche el monje estaba mas elocuente de lo común.
―Yo creo que será mejor que esperemos a que regrese ―el medio demonio pensaba que ella no había vuelto por qué estaba huyendo de él.
―InuYasha, Kagome se fue sin sus flechas o alguna otra arma. Esta sola y si algún monstruo la ataca esta indefensa ―la exterminadora estaba molesta y su voz lo demostraba, pensaba que InuYasha quería abandonar a su amiga por quedarse al lado de una Kikyō que aun permanecía inconsciente.
― ¡Esa niña tonta siempre causando problemas! Esta bien iré a buscarla ―se fue dirigiéndose de nuevo al campo de Jazmines tal vez desde ahí podría seguir el rastro.
Kagome había caminado mucho e incluso en su camino se encontró con un rio donde lavó su cara y las heridas de sus bazos; no tenia idea que se había alejado tanto de sus amigos, pero un poco mas adelante del rio pudo ver la luz de la fogata, respiro profundamente y decidió ignorar a InuYasha cuando llegara al campamento, eso seria lo mejor.
Camino segura de cada uno de sus pasos, ignorando el cuerpo sin fuerza de Kikyō y pasando en frente de Sango y Miroku que la veían anonadados, percatándose de que aquel rompecorazones no estaba entre ellos.
―Ka-Kagome ¿estás bien? ―la exterminadora tenía razón; su mejor amiga había sido atacada.
―Claro que si Sango, ahora estoy muy bien, mejor que antes ―estaba de espalda a la pareja buscando ropa en su mochila pero su voz sonaba muy alegre.
―Señorita Kagome ¿quien la atacó? ¿Por qué esta tan lastimada y llena de lodo? ¿Fue algún espíritu maligno? ―el monje estaba preocupado, era la primera vez que la veía en tal estado.
―Monje Miroku no se preocupe, estoy muy bien ahora si me disculpan voy a tomar un baño, limpiar mis heridas y quitarme el lodo del cabello ―Kagome volvió a pasar delante de ellos con su ropa en la mano y algunas cosas de aseo personal.
―Espera Kagome, yo te cuidare si alguien mas ataca estaré para defenderte ―Sango ya estaba de pie tomando su Hiraikotsu.
―Preferiría hacerlo sola Sango. Solo esta vez, lo prometo ― volteo hacia donde estaba Sango y le sonrió con la poca alegría que le quedaba en su corazón y camino hacia el rio.
Necesitaba quitar el lodo de su cuerpo, pero en especial necesitaba prepararse para lo que le esperaba en cuanto viera a InuYasha.
Continuara...
A todas las personas que llegaron hasta aquí ¡Gracias por leer! Me alegra que pasaran por el fic y espero saber sus opiniones.
Nos leemos en la próxima actualización.
