Naruto © Masashi Kishimoto
Fanfic by Raihué.
Prólogo.
—¿Te marchas?
Mi voz suena irreconocible. Él me mira como siempre, glacial, sin responder; la pregunta es estúpida y ambos lo sabemos. El pequeño bolso que le obsequié está llenándose poco a poco con algunas pertenencias básicas, ¿por qué no se me ocurrió regalarle otra cosa? —me maldigo internamente—. Por un momento sigue ahí, quieto y mirándome fijamente, pero pronto sale de su trance y regresa a empacar lo poco que le queda. Estoy conteniendo duramente las lágrimas cuando pregunto:
—¿Ahora?
Esta vez no me mira, se encuentra de espaldas a mi acomodando sus cosas. No contesta, no de inmediato. Me impaciento, pero sé que no debo presionarlo más. Tenemos un sigiloso acuerdo de convivencia, que durante estas últimas semanas parecía haber funcionado bien; quizá fue mi imaginación. Al fin, responde con pocas palabras.
—Mañana, por la mañana —aclara al último, y siento que me desarmo—.
¡¿Tan pronto?! Grito en mi subconsciente. Ha pasado menos de dos meses desde el final de la guerra, él aún anda torpe —poco acostumbrado a la pérdida de su brazo—, y estoy segura de que nadie lo ha echado de ningún lado; ¡Le han perdonado todo!
Por supuesto —pienso—, los aldeanos todavía le guardan recelo pero nadie ha intentado cobrar sus crímenes. Kakashi se ha ocupado de que no tenga que pagarlos, y —aunque no lo haya hecho por mí— nunca tendré suficiente para agradecerle por ello.
—Sakura…
¡Oh, ahí está! Su manera de decir mi nombre… tan íntima, sólo para mí. Saboreando cada sílaba con oscuro placer.
—Lo sé.
Digo, todavía en shock, en realidad no sé nada. Me doy la vuelta para que no sea espectador de mi creciente sollozo. Ya es tarde, no debería estar en su casa… mucho menos en su habitación. Es hora de irme.
—Te deseo lo mejor —le murmullo, y aunque lo intento, sé que él puede escuchar el dolor en mi voz y las lágrimas de mi mejilla—.
No quiero esperar respuesta. El corazón se me estruja en el pecho mientras salgo con toda la dignidad que me queda. Lo amo tanto que podría hincarme a suplicarle que se quede —me río de mi misma, aunque el pensamiento me disgusta—, no serviría de nada; Sasuke-kun se marcharía de todas maneras.
Naruto está abajo, en el salón; no sé en qué momento ha llegado. Me mira preocupado, le devuelvo una sonrisa y agito un poco mi mano hacia los lados para que crea que no es nada grave. Mi mundo está desvaneciéndose, pero mantengo la compostura mientras paso a su lado y me dirijo hacia la salida.
—¿Ese idiota, te ha dicho algo malo?
Su voz me alcanza justo antes de que consiga cruzar la puerta victoriosa. Sé que tengo las mejillas mojadas y los ojos hinchados, incluso así me vuelvo hacia él y apuro mi respuesta para que no malinterprete.
—Son cosas mías, no ha sido él.
Y es cierto. Mis ilusiones son tan mías como el dolor de saber que no llegan a ninguna parte. Sasuke-Kun no tiene la culpa de que esté enamorada de él, tampoco de no haberse enamorado de mí.
Cuando escucho sus pasos firmes en la escalera me alejo de ahí rápidamente, casi con susto, y cierro la puerta con un azote involuntario. Las calles me acogen vacías y silenciosas, bajo un perfecto manto negro revuelto con pecas brillantes. Las lágrimas siguen allí. Me limpio con el dorso de mi mano y empiezo a correr hacia la salida; no estoy muy lejos del bosque.
Y entonces llego, me quito las sandalias lanzándolas a un costado y me quedo allí. Tumbada sobre una roca llana, con los pies metidos en río gélido que cruza entre los árboles, inquieta por dentro pero dolorosamente inmóvil por fuera.
Suelto un largo suspiro que no sé desde cuando estoy conteniendo, y a medida que siento el frío me abrazo a mi misma lentamente. La imagen de Sasuke me golpea sin cuidado, se ve joven en mi cabeza y se despide de mí por primera vez. Todavía puedo sentirme abrumada con sólo rememorarlo.
Y ahora se va de nuevo, con expresión inescrutable como si no le importara un bledo; lo que seguramente sea cierto. No ha dicho nada sobre lo que le dije en medio de la batalla, probablemente ni me estaba escuchando. Recuerdo su innecesariamente rudo genjustu, ¿habrá sido esa su manera de responder? Si es así… ¡vaya!
Y luego las disculpas, por todo. Su sonrisa. Se veía agotado, pero lleno de paz. Arrepentido.
Aún retengo las ganas de lanzarme a su cuello y abrazarlo, regarle la mejilla con pequeños besos de alegría. ¡Ja! ¡Como si Uchiha Sasuke fuera a permitírmelo! Lo único que hice fue comenzar a llorar, porque no podía demostrar de otra manera mi inmenso alivio e infinita felicidad.
El agua está demasiado fría, me doy cuenta de que dormité un poco, y siento los dedos entumecidos por eso. Me remuevo incómoda, la roca también está casi congelada, ¿por qué hace tanto frío esta noche? Suspiro, incómoda, y me duele todo al enderezarme lo suficiente para quedar sentada; mis pies siguen en el río.
No sé cuánto dormí, pero hay una sospecha de claridad en el horizonte. ¡Oh, cielos! Mi estómago se contrae, y sube un nudo hasta mi garganta. Se irá, no tengo dudas, lo que no sé es si quiero arriesgar la sombra que aún queda de mis ilusiones al ir a despedirlo. Lo pienso con un detenimiento tortuoso, se me llenan nuevamente los ojos de lágrimas, no sé si sea por el sueño o la decepción pero esta vez decido que no. No iré.
Estoy cansada —mucho—.
Me vuelvo a recostar, ya no siento tanto frío porque mi última decisión me dejó un vacío capaz de barrer cualquier otra sensación desagradable de mi cuerpo; ahora sólo me queda ese nudo en la garganta, que se deshace en un sollozo para encontrar por fin su salida al exterior.
Y en pocos segundos aguanto la respiración, el sollozo, el vacío y las lágrimas. Mi cuerpo se pone tenso de una manera muy diferente. Hay alguien detrás de mí, una sombra apoyada contra un árbol. ¡Cálmate! —me digo—, regresamos a tiempos de paz, no debo preocuparme. Pero hay tantas ideas en mi cabeza. Me siento de inmediato y me giro hacia el desconocido.
—¿Qué haces aquí?
Creo que lo dijimos a la vez, pero mi voz —mucho más consternada— sonó más alto.
—Me relajo —le miento, a pesar de que puede ver con facilidad los surcos de las lágrimas sobre mi rostro y la expresión tensa de mis músculos—.
—¿Ah, sí?
Su tono es tan suave y embriagador que me distrae de la ligera sonrisa poco convencida de él. Lleva su capa, y seguramente el bolso bajo ella, está listo para viajar aunque todavía le quedan algunas horas en la aldea. ¡¿Qué apuro tiene?!
—Nunca has sido buena disimulando, Sakura.
Deberías enseñarme —pienso, pero me quedo callada—.
—Naruto me ha invitado a comer, una despedida. —susurra lentamente las últimas palabras—.
No digo nada, aunque me está invitando a su manera. No quiero ir. No quiero volver a despedirme de él.
—Espero que tengas un buen viaje —le digo, para que entienda—, asegúrate de alimentarte bien, come variado. No te metas en líos.
—Sakura.
—Sasuke-Kun.
Le sonrió, y aunque parece imposible, siento que eso lo perturba desde adentro hacia afuera. Forma un puño con su mano y lo aprieta con fuerza a un lado de su cadera, sus ojos están entrecerrados en busca de autocontrol.
—Me gustaría que vinieras —susurra con calma—.
Mi corazón da un salto, en mi interior algo se despierta e inmediatamente comienza a agitarse violentamente. Lo miro incrédula, y la sonrisa se me esparce por los labios.
—Será ramen.
Cuando él me lo dice, caigo en cuenta de que no habla de su viaje, todo lo que se había puesto en marcha se detiene de golpe y en mi interior una vocecita se me ríe socarronamente. No te hagas más ilusiones, Sakura Haruno —me dice—. Sacudo la cabeza para sacar esa sombra de mi mente y lo miro ya sin felicidad en el rostro.
—Lo lamento, no tengo hambre.
Es una mentira vulgar, y como si lo supiera, mi estómago hace un ruido demasiado acusador. Me sonrojo, no sólo por el bochorno sino también por la genuina sonrisa que ilumina su rostro.
—No sabes disimular —me repite—.
Extiende su mano hasta mi, para ayudar a enderezarme, y con un ligero mohín en los labios me rindo completamente a su encanto; saco los pies del agua y trato de pararme, me resbalo varias veces en el intento. La roca está mojada, por eso estaba fría —me reprendo mentalmente—, y ahora yo también lo estoy. Estoy siendo absurdamente torpe, quizá por los nervios, tanto que él se frustra y me sujeta por el codo tirándome violentamente hacia su lado. Seguramente se pregunta a dónde está la capaz ninja que golpeaba monstruos en la guerra. A mí no me importa, no, en absoluto. Descubro que su pecho es cálido, y sorpresivamente, ha rodeado mi espalda con su mano para sujetarme con fuerza —como si me fuera a resbalar una vez más—; la hierba tierna bajo mis pies hace cosquillas.
—¿Dónde están tus sandalias?
Su pregunta suena fría y exigente, me devuelve a la realidad por completo.
—Por allí —señalo el lugar, e intento moverme pero él mantiene su brazo demasiado afianzado a mi alrededor—.
—Quédate aquí, te puedes cortar con las rocas.
—¿Bromeas?
No puedo ocultar mi sorpresa, mi incredulidad y —también, un poco— mi decepción.
—¡Soy una ninja médico, Sasuke-kun!
Él me lanza una mirada serio, se me altera la respiración con sólo notar esos ojos oscuros bajo el brillo del creciente amanecer mirándome sólo a mí. Esta diciéndolo de verdad —me quedo quieta ante su petrificante mirada—.
—Vamos —lanza los zapatos frente a mi, sobre el pasto, y yo acomodo mis pies ágilmente en ellos—.
No decimos nada. Ni una palabra. Entonces agradezco que el sol comience a aparecer, porque el frío de la noche me estaba haciendo temblar; todavía tengo la ropa húmeda y mis piernas se han pasado la noche adormecidas en el gélido fluir del río. No tengo otra opción que abrazarme a mí misma, mientras espero que el día me dé un poco más de su calor.
Sasuke camina un poco más rápido, pero se detiene y gira para mirarme de frente. Yo levanto la vista hasta ese peligroso par de ojos, y le sonrió aunque quisiera no hacerlo —todavía me siento frustrada y muy, muy molesta con él—.
—¿Qué? —espetó, luego de un largo silencio—.
No contesta con palabras, rara vez lo hace. En vez de eso, se quita su capa y la pasa alrededor de mis hombros, abrigándome no sólo con su calor sino también con su aroma, y —aunque no sonríe— tiene una expresión satisfecha al ver su obra terminada: ya no tiemblo, ni un poquito.
Cuando visualizo la entrada de la aldea los latidos acelerados de mi corazón se detienen abruptamente, soplo todo el aire de mis pulmones de manera pesada, él me mira y se queda largo rato intentando descifrarme; esta es la última vez que estaremos juntos. Solos.
Maldita sea, mis ojos se inundan nuevamente y tengo que esconder el rostro en el cuello de la capa para que no me vea de esa manera —patética— otra vez.
—Tengo que salir de aquí —me explica, con voz suave y torturada—, al menos por un tiempo.
Levanto mis ojos verdes, deslumbrantes por el brillo del sol sobre las lágrimas, y lo observo en silencio por un buen rato. Ni siquiera noté que me había detenido, tampoco que él me estaba imitando; abrí la boca una vez, la volví a cerrar e intenté de nuevo al rato. Él dejó escapar un sonido cansado, y me animé a dejar las palabras a un lado al mejor estilo Uchiha. Asentí con una ferviente sonrisa y él lo hizo también, aunque de manera más calma.
—Tendrás noticias de mi, te lo prometo —sus ojos se oscurecen, sus cejas se acercan, reafirmando el juramento—.
¡Oh! La sensación que me recorre es inesperada, y nueva, pero bienvenida. Todo el vientre se me alborota al escucharlo hablar cálidamente.
—Gracias —susurro, casi sin voz—.
Reanudamos la marcha lentamente, pero es imposible tardarse demasiado, el puesto de ramen ya está a la vista cuando me quito su capa para devolvérsela. No quiero que se sienta incómodo, y estoy segura de que Naruto haría un montón de preguntas —y afirmaciones, también— que nos incomodarían a los dos.
Él asiente, entendiendo, y se coloca nuevamente la prenda sobre los hombros. Ahora está húmeda, y huele un poco a mí. A nosotros. Todo mi ego se despierta con el pecho inflado, dispuesto a vapulear cada uno de mis malos pensamientos de la noche anterior.
Contengo las ganas de abrazarlo, eso sería excesivo, y le doy mi mejor sonrisa. Este es nuestro último momento íntimo en mucho —quizá demasiado— tiempo. Mis ojos arden, pero trato de no derramar demasiadas lágrimas. Sasuke ablanda su mirada, y sonríe un poquito: especialmente para mí.
—Asegúrate de alimentarte bien, come variado. No te metas en líos.
Yo me río ante su audacia, aunque también me siento extremadamente feliz de que él guarde mis palabras en su memoria —y más aún que las use de esta manera—, parece tener la manía de memorizarse nuestros intercambios de palabras para usarlos en algún otro momento.
—¡Oh, no! —le muestro mi lengua llena de felicidad—, no pidas imposibles, Sasuke Uchiha. Mi segundo nombre es problemática.
Y me río otra vez.
—Sakura Problemática Haruno, ¿Eh? —susurra pensativo—.
Aunque sé que me sigue el juego para mejorar mi estado de deplorable depresión, y así lograr que su marcha me afecte un poco menos, no puedo disimular cuán entusiasmada estoy. Asiento con la cabeza, moviendo mi cabello —ahora más largo— de forma graciosa.
—¿Tú? —se mofa con voz ronca—, no me hagas reír.
Con aire petulante sigue su paso, y me llena de alegría saber que está jugando —su tono de voz lo dice muy claro—, entonces lo sigo y me ubico en el puesto de ramen a su lado. Ya no me siento sofocada, salvo —claro está— por la inmensa alegría que me corrompe las entrañas.
—¡Eh! ¡Sasuke!
Naruto entra ruidoso unos momentos después, se le tira encima de los hombros abrazándolo con un único brazo —y así será hasta que Tsunade-sama le reponga el otro— y luego me lanza una larga mirada a mí. Me doy cuenta porqué, debo tener la espalda toda húmeda por la roca en el río. ¿Se me estará pegando la falda mojada al trasero? Cohibida empiezo a removerme incómoda, dispuesta a enfrentar lo que Naruto va a decir.
Sasuke le da un codazo que —a la altura del incómodo abrazo que le impuso el rubio— aterriza justo sobre sus costillas y lo deja doblado por un rato; no vuelve a incomodarme. Los demás, que entran luego, por suerte tampoco me prestan atención.
Sé que debo estar atenta, son mis últimos momentos a su lado quien sabe por cuánto tiempo, y me lo repito a mi misma pero pierdo una y otra vez. Mi cerebro está más entretenido en procesar —lenta y deliciosamente— cada una de las actitudes de Sasuke-Kun. Su capa en mi cuerpo fue abrasador, pero no tanto como su brazo fuerte al rededor de mi cintura. Su mano en mi espalda. Sonrío como una boba, estoy segura de que es así, él lo nota y me mira fijo en silencio mientras los demás murmullan cosas que no entiendo; mi plato sigue intacto.
—¿No te gusta el ramen?
Su voz es muy suave, apenas lo oigo, y sus ojos me perforan de una manera indescriptible. Se ven cada vez más oscuros cuando se posan en mí.
No, el que me gusta eres tú. Muero por decirlo, pero me avergüenza demasiado.
El sonido de su ronca risa, casi inexistente, me hace abrir mucho los ojos de manera apresurada y sorprendida.
¿Acaso me ha leído el pensamiento? ¿Es siquiera eso posible? No le he visto activar el sharingan en ningún momento.
—Sakura, Sakura… —en sus labios mi nombre suena a pecado y gloria a la vez— no sabes disimular.
¡Y ahí está otra vez con su juego de memoria y palabras! Me ruborizo abiertamente, pero no desvío la vista. Sus susurros llegan sólo a mí, con su voz peligrosa de siempre, y trato de encontrar qué decir para seguirle el ritmo.
—Vuelve pronto, Sasuke-Kun, y enséñame a hacerlo.
¡Y listo! Lo dejé pasmado. La sonrisa que disimulaba se ensancha en su boca y asiente con seguridad, luego gira hacia los demás y trata de reencontrar el tema sobre el que tanto alboroto arma Naruto. En un rincón de mi interior me siento una diosa, pero otro pedacito sigue recordándome que se va. No lo voy a ver, y ya tengo un pequeño cosquilleo molesto en el estómago que me anticipa lo duro que será. Y surge una idea —una de esas locas y desesperadas—, que tengo que intentar sí o sí.
Cuando ya estamos en la salida sólo Kakashi está con nosotros, Naruto se ha ido a buscar algo a su casa —yo creo que se escondió en algún rincón a llorar, yo siento el mismo deseo—. Los veo intercambiar unas palabras, luego el tirano de mi corazón se acomoda un poco la ropa listo para marcharse; me está mirando fijamente.
¡Oh, rayos! Debo decir algo, está esperando.
—¿Ya te vas? —pregunto absurdamente, con cara confundida— El brazo protésico que Tsunade-sama está haciendo para ti con las células de Hashirama-sama está casi listo.
Sé que es sólo una súplica, él también lo sabe.
—Necesito ver por mí mismo como luce el mundo.
Sí, lo sé, lo sé. Entonces me sonrojo, y pienso en mi idea descabellada.
—Todos los lugares que recorrí, tengo la impresión de que soy capaz mirarlos de otra manera ahora. Si pierdo esta oportunidad, no creo que tenga otra. Además… hay un par de cosas que me están molestando.
Su voz es firme cuando me habla, pero su cuerpo se ve relajado —eso me anima a intentarlo—. Mis mejillas están ardiendo, no puedo mirarlo a los ojos.
—¿Qué tal si te digo… que me gustaría ir contigo?
Él deja escapar un largo suspiro.
—Es mi camino de redención, tú no tienes nada que ver con mis pecados.
Su énfasis en la última parte me hace estremecer por dentro, pero por fuera soy un trapo.
—Nada que ver, dices… —me encojo decepcionada—.
Su aroma me invade de golpe, él ahora está demasiado cerca, y un ligero toque en mi frente me obliga a levantar la vista. La imagen es gloria pura, delicada y perfecta, hay una sonrisa en sus labios y sus ojos están muy blandos para mí. Siento que voy a desmayarme.
—Te veré pronto —me promete, con sus dedos aún apoyados en mi piel—… Gracias.
Sasuke se va, no me da tiempo a replicarle nada, entonces me tiemblan las piernas y siento que me pondría a chillar si no supiera que Kakashi-sensei está a mi lado mirándome fijamente. Le devuelvo la vista, él me sonríe y juraría que está tan emocionado como yo. Tal vez podríamos chillar y saltar juntos los dos.
Mantenemos la calma, y nos tranquiliza saber que un poco más lejos Naruto se encuentra con él. Se están despidiendo, y al verlos ya no puedo contener el llanto. Por suerte Sasuke-Kun ya no me mira.
Trato de recomponerme, aunque me cuesta demasiado, escucho la ligera risita de mi maestro a mi lado —de verdad, creo que está tan feliz como yo— y dibujo una sonrisa sin lágrimas en mi rostro. ¡Esto quizás no sea tan malo!
Esto es un fanfiction que tenía planeado hace rato, pero ahora me animé a escribirlo (por cierto, en primera persona... me gusta bastante, me puedo expresar mucho mejor así kuak) No planeaba empezar otro hasta terminar SW, pero esto me estaba taladrando la cabeza; en fin, espero que les guste.
¡Ah! y siempre me olvido...
En mi perfil pueden encontrar mi tumblr.
Por si quieren conversar,
o mandar alguna idea ;)
Creo que me estoy haciendo adicta a esa red social,
amo los spoilers :)
Gracias por leer.
Tu opinión me haría muy feliz.
