Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a DC COMICS y los creadores originales de la serie de CW ARROW, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: Al acabar el final de la segunda temporada la tentación de crear escenas, momentos para Oliver y Felicity fue superior a mí, de modo que me ha sido imposible resistir la tentación. Algunos concordarán con momentos vistos en la serie, como éste, que sitúo varios días después de la conversación inconclusa de la isla. Otros… (si os gusta y queréis que siga por aquí) serán simplemente retazos de una relación que, desde mi punto de vista, merece ser contada.

Espero que os guste el primero de estos drabbles/secuencias Olicity que he tenido la tentación de empezar a plasmar. Muchas gracias por leerme si decidís hacerlo.

UN MOMENTO

Una ráfaga de aire a su espalda fue suficiente para que Felicity volviera a abrir el armario de las tazas, situado apenas unos palmos por encima de la cabeza. Mientras oía los suaves movimientos del cuero abriéndose paso por el pasillo y el entrechocar del carcaj cargado de flechas al posarse sobre su mueble aparador, vertió tranquilamente el té rojo sobre la segunda taza y añadió algunas galletas de mantequilla más a la bandeja con la que pensaba compensarse por aquel fin de semana de caos y destrucción por el que, milagrosamente, solo había salido con algunos rasguños.

-¿Azúcar, verdad?

Se dio la vuelta, removimiento la taza con movimientos pausados y vio a Oliver ante sí, ataviado con lo que a ella le gustaba llamar "el uniforme de arquero". La miró de arriba abajo, desde su herida de sangre coagulada en la frente hasta la bata y zapatillas de andar por casa que se había puesto tras una ducha de al menos, dos horas.

Él se bajó la capucha y dejó el antifaz fuera de su rostro, como si necesitara dejar pasar un poco de tiempo antes de enfrentar la situación que le había llevado a presentarse allí.

-Sabes que si llamas a la puerta, te abriré, ¿no? –le ofreció la taza y una sonrisa. Él aceptó las dos.

-Sería un poco embarazoso que Arrow esperara en el umbral. Tus vecinos no son lo que se dice… demasiado discretos.

-¿Cómo es que conoces…? Ni siquiera yo que llevo años viviendo aquí sé… -Oliver le dedicó una mirada de obviedad-, ya, claro…

Era evidente que a él le gustaba comprobar que todos los entornos en los que se movían sus compañeros de correrías nocturnas fueran seguros. A menudo Oliver estudiaba a las personas más inverosímiles, así había sido, por ejemplo, como Felicity había sabido que el dueño de su tintorería estaba timándola. Una decepción.

Durante unos minutos ridículamente largos, los dos se tomaron el té, de pie en medio del pasillo. Ella se preguntaba qué imagen daría al resto de ciudadanos el saber que su arquero preferido tomaba infusiones en tazas de porcelana. Se obligó a esperar, a pesar de que un millón y medio de preguntas le bullía en la garganta, pugnando por salir.

Apenas tres días antes habían vuelto de aquella isla, que albergaba ahora un prisionero de cuya seguridad dependía que Starling City volviera a renacer de las cenizas en las que él la había sumido. Oliver había trabajado sin descanso en colaboración con grupos de personas que Felicity prefería no conocer por el momento. La fortaleza que había demostrado sobre el asedio se había ido evaporando poco a poco, al igual que la adrenalina de aquellos momentos donde no sabía si viviría o no.

A veces, aún se quedaba rígida temiendo notar en su nuca el afilado aliento de la muerte, por ese motivo había decidido tomarse aquellos días para reflexionar, descansar y esconderse bajo las mantas de su cama. Recuperar su fortaleza pasaba por dejarse entumecer por el miedo, al menos, durante unas horas.

Oliver dejó la taza junto al carcaj y carraspeó, paseando la mirada por toda la sala de estar de Felicity antes de volverla a ella. Ensayar un discurso no era sencillo cuando uno tenía que colgarse de los edificios, pero había intentado preparar algunas frases coherentes que decir.

-He estado muy ocupado estos tres días, pero aunque no te haya visto, he sabido en todo momento dónde estabas y qué hacías –sonó mucho mejor en su cabeza, debió reconocerlo.

-Si no fueras tú… eso sonaría bastante escalofriante –Felicity soltó también la taza y empezó a retorcerse los dedos-, podrías haberte tomado un rato más y colgar el uniforme, ya sabes.

Oliver sonrió de medio lado, apoyando la cadera en la pared que tenía más cercana y haciendo un movimiento de incomodidad. No tenía ni idea de cómo iba a cambiarse ahora que el efecto de los calmantes para su pierna había pasado. El dolor se volvería insoportable en menos de una hora, según sus cálculos. Y si a eso añadía los moratones y contusiones de la batalla…

Felicity pareció percatarse, pues se aproximó apenas unos pasos, como para examinarle de cerca. Con dedos muy temblorosos, le bajó unos centímetros la cremallera, apoyando con cuidado los dedos bajo su garganta. Aparte de las cicatrices ya conocidas, la parte del pecho de Oliver que había quedado descubierta mostraba distintos tonos de morado y verde, así como arañazos y restos de sangre reseca.

-Dios mío…

-No es tan malo como parece.

-Oliver…

-Vale, probablemente sea mucho peor, pero ya sabes que me curo rápido. Tengo mis métodos.

Otra vez silencio. Poco a poco, Felicity retiró las manos del pecho de Oliver y fue subiendo la mirada hasta su rostro, que también mostraba los signos inequívocos de la batalla. Con un tirón, Oliver se liberó de un guante y tomó en su mano la de ella, compartiendo un momento de silencio que probablemente diría mucho más que todas aquellas frases que había intentado componer en su cabeza.

-He pensado mucho en lo que me dijiste cuando estuvimos en la isla.

-Oh… pues no tenías por qué. Es decir… fue el calor de todo lo que había pasado, ya sabes…

-No estábamos solos en aquel momento, y de todos modos… apenas me dejaste responder –sonrió al verla azorada, su pecho maltrecho inundado ahora de ternura-, escucha, Felicity, tenemos un gran trabajo por delante. Reconstruir la ciudad, hacer remitir el pánico de la población…

-Eso no por hablar de reinstalar todos los programas de protección de virus en los ordenadores, que, imagino, estarán destrozados.

Ella iba a empezar a lanzar una perorata técnica para escapar de aquel momento que estaba incomodándola. Oliver se sentía orgulloso por empezar a conocerla tan bien. Con la habilidad que daba la certeza, tomó a Felicity de la barbilla y depositó su dedo pulgar sobre los suaves labios femeninos. La hizo callar al instante y de modo eficaz. Se permitió mirarla a los ojos con intensidad durante más tiempo del que la calma de ella iba a poder soportar, y aunque quiso sentirse culpable por estar azorándola premeditadamente, se dijo que después de aquellos tres días que había pasado, bien se merecía el sonrojo de una chica bonita.

-Todo lo que dije en mi casa… -empezó, con un suspiro hondo que le nació del centro del pecho-, Felicity, eres la mujer más inteligente e intuitiva que conozco, y probablemente no conoceré jamás a ninguna que te supere –la hizo alzar la cabeza unos centímetros, para que le mirara a los ojos-. Sabes que no soy tan buen mentiroso.

-Pero…

-Ahora no es el momento –la cortó Oliver, soltándola despacio-, apenas puedo tenerme en pie y vendería lo que queda de mí por una inyección de calmantes.

-He dejado algunas dosis preparadas. Están en la caja fuerte del sótano, no creo que las hayan encontrado.

Siempre pendiente, siempre por delante de sus necesidades. Oliver intensificó su sonrisa y, aunque le costó un dolor considerable, se despegó de la pared para poder mirarla de frente. Con cuidado, colocó la mano sobre su hombro, haciendo una ligera presión.

-Cuando me recupere lo suficiente vamos a tener una larga conversación tú y yo, Felicity –sintiéndose repentinamente juguetón, le tiró de la coleta rubia con suavidad, sonriendo al verla absolutamente perpleja-. Y si todo sale bien te aseguro que tendremos más que palabras.

-Vaya, estás muy seguro de ti mismo.

Con una sonrisa socarrona, Oliver volvió a echarse la capucha por encima. A pesar de ver limitados sus movimientos por el dolor de la pierna, tomó al vuelo el carcaj y prácticamente se deslizó hasta subirse al alféizar de la ventana abierta de Felicity por la cual había entrado. Giró la cara, ahora envuelta en sombras, hacia ella, y cuando volvió a hablarle, lo hizo usando su ronco modulador de voz.

-Te concedo que te hagas la difícil –y fue evidente que estaba retándola-, pero como tú misma me dijiste cuando más lo necesitaba… siempre lucho hasta el final.

Le dedicó una última mirada dulce antes de descolgarse por su ventana, perdiéndose de vista entre los edificios.