Lucifer sonrío arrogante mientras iba en su auto. Chloe le a dicho que no pueden ser nada, No debía ponerse furioso ¿No?, pero eso es lo que domaba su alma mundana y no lo podía controlar. Los Ángeles, ciudad perfecta para encontrar cualquier mujer y olvidarse definitivamente de la detective que se ha hecho espacio en su demoniaca mente.

La lluvia intensa no le hace daño, es más... Lo incita a hacer cosas perversas y lascivas. Cruzó por una calle poco conocida y es ahí cuando observa a sus próximas víctimas. Pueden tener unos 22 años, la mayoría están escondidas bajo la estación de autobuses, con ropa muy reveladora dispuestas a, seguramente, pasar una noche loca.

Lucifer creyó verlo todo en el mundo, cuando una chica pelirroja que pertenecía de alguna manera extraña a ese grupo de chicas descarriladas, aprieta con nerviosismo el cierre de su abrigo. ¿Que hacia esa cosa horrible junto a las demás preciosuras?. No lo podía ni imaginar.

Permanecía un tanto alejada, como si fuese extraño para ella misma estar con ellas. Con el auto acelera hasta la parada de bus y...¿Por qué mierda desea saber el color de ojos de la pelirroja?

—Padre... ¡¿Me estás jodiendo?!

Baja el vidrio lo suficiente para divisar las cremosas piernas de las jovencitas que de manera inmediata se le acercan como moscas a la miel. Rubias, morenas... Todas menos la puta pelirroja y esto solo hacia que su intriga incremente. Ellas sonríen coquetas al igual que Lucifer

—¿Quieres una noche con nosotras?

—Por su puesto! Pero...¿Y esa horrible quien es?—pregunta curioso

Señala descaradamente a la pelirroja que mira con nerviosismo el teléfono del celular. A los ojos de Lucifer es la cosa más corriente que pudo haber creado su padre

—Elizabeth Morgan. ¿Cómo decirlo?... Nadie la toma en serio en nuestra empresa—río la morena estúpidamente

—¡Ah! Pues a ella la invito y ustedes no... Lárguense