Me intriga saber la infancia de los gemelos, pues en todas las generaciones siempre han sido muy complicadas. Así que decidí escribir esto por mero placer de leer y crearlo yo misma. Espero lo disfruten y les guste. Saludos.
Esta es mi versión de la infancia de los hermanos Saga y Kanon hasta llegar al santuario.
Disclaimer: ustedes ya saben
-o-
Mayo
Cuando supo que estaba embarazada, el futuro padre huyó. Pudo volver con su familia al norte de Grecia y escuchar la humillación que dio a la familia. "¿Para eso te fuiste de casa? ¿Ese es el mejor futuro que buscabas? ¿En que estabas pensando?" Entre otros reclamos. Por ello decidió afrontar sola su responsabilidad. Ser madre soltera a sus veinte años. Trabajar en una cafetería en la zona turística cerca del Santuario de Grecia e interrumpir sus estudios universitarios.
Afortunadamente la propietaria del café donde trabajaba le dio todo su apoyo, al igual que sus compañeros y amigos. Hasta ese momento todo marchaba con naturalidad. Hasta que en el primer chequeo rutinario; el ultrasonido mostró: gemelos. Y daria a luz a finales de mayo.
La futura madre tuvo un pequeño shock. Después de un tiempo se adaptó a la idea. Dos criaturas corriendo por la casa. Llamándola mamá. No tenía idea cómo los cuidaría. Aunque con el apoyo de sus compañeras de trabajo y la dueña sería menos la carga.
Después de 7 meses, habló con su familia. Al otro lado de la línea su madre la ofendió tantas veces que renegó de ella. Sus dos hermanos mayores, quienes eran gemelos, le advirtieron no volver a casa. La desconocerían. Maldijeron su destino y a sus hijos. Colgó.
Finalmente a las 6 de la mañana del día 30 de Mayo, nacieron dos regordetes y sanos bebés. La noticia conmocionó la cafetería, compañeros y clientes hicieron llegar ropa y objetos necesarios en par.
— Mi niña, mira nada más que hermosas bendiciones — dijo la dueña de la cafetería una semana después del nacimiento. Ya instalada la madre y sus dos hijos en casa— tú no te preocupes, yo voy a apoyarte. Quédate el tiempo que necesites — decía mientras mecía en brazos a uno de los bebes.
— Le agradezco mucho las atenciones que ha tenido conmigo— respondió la madre con el otro bebé en brazos.
— Ya te dije, no estás sola... — observó al bebe— entonces quedamos que, este angelito es Kanon y el otro es Saga. ¿Cómo vamos a diferenciarlos? Son gemelos idénticos.
— Sencillo, he bordado sus nombres en estos listones rojos que llevan en sus muñecas. Saga es el mayor y Kanon tiene un bonito lunar en la pierna derecha.
— Muy buena idea. Así nadie los va a confundir.
El primer mes fue un tanto ajetreado en lo que se acostumbraba a su nueva faceta de madre. El mayor problema siempre era a la hora de la comida, amamantar no era tan simple como le dijo el médico. Mientras arrullaba a los bebes en sus cunas, tocaron la puerta. Un mensajero de parte del santuario, miembro de la corte del patriarca, se anunció. Dijo su nombre y el motivo de su visita. La nueva madre estaba confundida.
— El Patriarca le envía esto —dio un sobre que contenía una carta y dinero— además de esto.
Un par de guardias entraron a la casa con dos camas gemelas, cajas llenas de libros y ropa. Ella no entendía. Sabía que el Patriarca tenía fama de ser un hombre bondadoso y amable. No entendía porque a ella le enviaba regalos.
— Lea la carta, señora— tampoco porque se referían a ella como si hablara con alguien de la nobleza— Ya no debe preocuparse por cuestiones económicas. Todos los gastos corren por cuenta del Patriarca. Usted sólo debe dedicarse a criar a sus hijos. Vendré la semana próxima para conocer sus impresiones y dudas.
Todo fue tan rápido que no pudo objetar nada. Se quedó sola en silencio en medio de su casa, con la carta en la mano y mirando las cajas.
Minutos después leyó la carta.
Estimada Señora X:
Es para mí un honor poder felicitarla por el nacimiento de sus hijos. Es una bendición saber que gozan de buena salud. A un mes de su nacimiento, me veo obligado a informarle, por este medio que sus hijos han nacido justo en el momento más brillante de la constelación de géminis. De acuerdo como lo marca la ley del Santuario y de Atenas, sus hijos son dignos a convertirse en Santos Caballeros Dorados del Santuario, para servir a la Tierra y a nuestra señora Athena. Sé que esto la puede consternar, pero debe sentirse afortunada que ha dado a luz a dos nuevos guerreros que servirán para el bien de la humanidad… A partir de los cinco años deberán entrenar en el Santuario por un predecesor de la casa que guardaran. El mensajero volverá a usted para darle más indicaciones…blablablah
Un montón de palabrería aburrida y burocrática, para al final firmar "Patriarca Shion" Un sello y una firma. Impresionada por la noticia y molesta, aplastó la carta con sus manos y gritó.
― ¿Afortunada? ¿Bendecida? ¿Agradecida? Qué se cree ese viejo. ¡No! A ninguna madre le agrada la idea de que separen a sus hijos de ella. ¿En qué piensa ese imbécil?
Consternada miró a sus hijos, seguía sin poder creer que fueran a convertirse en caballeros. Apenas habían nacido y ya habían decidido su destino. Era un acto además de injusto, egoísta e inhumano. ¿Qué podía hacer para que no sucediera?
Asustada, comentó a la dueña del café y sus compañeros lo ocurrido. A los hombres les pareció una maravilla la noticia y sólo una compañera le agrado la idea. Eso porque la fama de los caballeros era muy importante desde la época mítica. Ella sólo una vez en su vida vio a un caballero y le pareció tan pedante pero al mismo tiempo hermoso. Recordó que el padre de sus hijos había soñado con ser un caballero alguna vez en su vida. De haberse quedado también estaría orgulloso. Lo odio.
La siguiente semana regresó el mensajero del Santuario. Ella no tenía muchas ganas de hablar. El Mensajero dijo que se quedaría con los niños hasta sus 5 años, después tendrían que internarse en el Santuario.
— Comprende...
— No ― respondió tajante ― ya sé que son las leyes y toda su perorata, pero no quiero que sufran o les pase algo malo. Sabe lo que significa para mí... Que usted y el Patriarca hayan tomado decisiones arbitrarias sobre dos seres que no tiene conciencia de nada. Pero me tienen a mí. Sin embargo, aunque me oponga, no podré hacer nada. Sólo deseo que esto sea para su bien.
El Mensajero no tuvo respuesta a esas hermosas palabras.
—Como su madre, quisiera saber quién los va a educar y a entrenar. Quisiera conocer a esa persona. ¿Podré confiar en ella? Sé que soy una madre inexperta, pero mi instinto ya se ha desarrollado. Voy a cuidar de ellos con mi vida.
— La admiro, señora. Normalmente no tenemos este tipo de conversación o situación ya que la mayoría de los caballeros son huérfanos. Muy pocos tienen la dicha de contar con su familia. Estos niños son afortunados. Y por ese deseo, de cuidar a sus hijos yo le prometo que conocerá a la persona que cuidara de ellos. Debe confiar, sus hijos estarán bien.
— Siento que... No soy más que la niñera de sus caballeros. Dígale a su Patriarca que me respete aún más. Soy una madre.
— Y lo hacemos, señora— dijo con una inclinación.
Ella no respondió. El mensajero saco una caja de su túnica. Al abrir la mostró dos dijes con la forma del signo de géminis. Una de oro y otra de madera.
— El día que partan al santuario, les entregará estos dijes, el dorado es para el mayor y el de madera para el menor. Le avisaremos con anticipación que día partirán.
— ¿Por qué no sin iguales las insignias? Yo educare a mis hijos con las mismas condiciones.
El mensajero no respondió. Su mirada se clavó al suelo.
— Honestamente, el santuario tiene aspectos difíciles, pero sus hijos estarán bien.
— Dígale al patriarca, que espero que sea así, de lo contrario iré a sacarle los ojos —dijo la madre en un tono aterrador—podrán ser caballeros y tener poder, pero no va a compararse con lo que puede hacer una madre si lastiman a uno de sus hijos. Y eso hasta los mismos dioses lo saben.
Los primeros tres años fueron tranquilos. Para su suerte sus hijos eran obedientes y divertidos, siempre provocaban alguna sonrisa en ella. Solía llevarlos al parque por las tardes. Corrían en medio de los juegos mientras ella los observaba. De esa forma evitaba pensar en su destino.
Una hermosa imagen la sacó de sus pensamientos. Saga ataba las agujetas de su hermano.
— ¿Qué haces? — preguntó la madre curiosa.
— Kanon aún no sabe atarse las agujetas.
Ella los abrazo. Los niños no entendían. Su madre a veces era muy emotiva. Se sorprendió de la conexión que había entre ellos a pesar de sus peleas infantiles. Los educó sin distinción y divisiones. Por ello tenían las mismas sábanas, los mimos vasos, el mismo pijama.
— Siempre, siempre, niños, cuiden de ustedes, porque no tendrán a nadie más. Tú Saga cuida de tu hermano porque eres el mayor y tú Kanon cuida de tu hermano porque eres su apoyo. Quiéranse. De esa forma me aseguraré que sobrevivan.
Finalmente dos años después, antes de cumplir los cinco. El. Mensajero visitó de nuevo a la familia. Esta vez no iba sólo. Llegó con un hombre alto y fuerte. El futuro maestro de sus hijos.
Mientras los niños se bañaban en la tina. La madre de los gemelos los invitó a pasar. El caballero dorado se presentó, dijo su nombre y la constelación que lo regia. La misma de sus hijos. Ahí estaba el hombre que se encargaría de él futuro de sus hijos o su desgracia. Lo amenazó. Le advirtió que esos niños debían por lo menos llegar a la edad adulta.
Quedaba menos tiempo para estar con ellos. Una semana antes de su cumpleaños, al atardecer llamó a los gemelos. Era hora de hablar claro y enfrentar su destino. Al principio no sabía cómo reaccionarían. Saga era tranquilo pero impredecible, Kanon impetuoso e inquieto. Nunca había hablado de esto. Comenzó desde el inicio. Mostró la carta del patriarca y los dijes. Cuando los entrego a cada uno, Saga los tiró al suelo.
— ¿Por qué el de Kanon es de madera? — dijo el niño molesto. Ella estaba orgullosa. Iban a cuidarse hasta el final.
— No sé, lo mismo pregunte al sujeto y no respondió.
— Pues no quiero nada si no es igual al de mi hermano.
Kanon recogió las insignias, le dio la de oro a su hermano y él se quedó con la suya.
— No siempre vamos a tener lo mismo, Saga. A mí me gusta el verde, a ti el azul. Yo prefiero la leche tibia y tu caliente. No siempre debemos ser iguales.
Su madre los abrazó. Les susurró lo mucho que los amaba y les dio un beso en la mejilla.
— Mamá, yo quiero ser un caballero — afirmó Saga.
— También yo— corroboró Kanon.
Ella sabía que entre los niños se contaban grandes historias y proezas de los caballeros. Era un sueño de todo niño serlo, pero solo pocos eran elegidos. Debía ser un orgullo que sus hijos pudieran cumplir ese sueño. Saga y Kanon comenzaron imitar batallas entre ellos. Ambos decían "Caballero de Géminis" al mismo tiempo. Se tragó sus lágrimas. Hasta ese momento se dio cuenta lo distintos que eran de sí mismos y de ella. Ahora escribiría a su familia para decirles que aunque jamás fueron reconocidos como parte de esa familia. Serían grandes caballos de Athena.
Se fueron una mañana a las diez. Empacaron sus cosas en mochilas y maletas. Se tomó la molestia de bordar sus ropas con sus nombres. Besó sus frentes y abrazó. Los vería dentro de seis meses. El Mensajero y dos caballeros de la guardia esperaban fuera de la puerta. Saga volteó a ver a su madre antes de salir.
— Te quiero, mamá, cuidare de Kanon y me convertiré en un gran caballero para cuidarte.
— Me convertiré en caballero para cuidarte y ayudar a Saga— agregó Kanon.
— Cuídense. Los amo.
Una vez la casa quedó sola. Hecho a llorar en la mesa. Desaparecieron las risas, la palabra mamá y las pequeñas discusiones por quien primero y quien después. Lo más doloroso fue guardar los juguetes en cajas, cerrar su habitación y regresar a su rutina inicial en la cafetería. Dónde todos los extrañaban. La dueña del lugar la consolaba.
Esperaba con impaciencia los seis meses para poder verlos. No tuvo noticias de ellos en ningún momento. Tuvo que guardarse las ganas de ir al santuario.
Una mañana después de seis meses, tocaron la puerta. Kanon tenía un moretón en la mejilla y en sus brazos. Saga llevaba bandas en los brazos y tenía el ojo morado. Estaban contentos. Abrazaron a su madre muertos de risa y llanto. Ella no entendía. Se asustó al verlos en ese estado. Ellos explicaron que era parte de su entrenamiento, que el maestro de Géminis era bueno y los cuidaba. Rápido preparó sus desayunos favoritos.
Desayunaron mientras contaban sus días en el santuario. Saga no dejaba de hablar sobre los grandes poderes de los guerreros y Kanon se las maravillas de la santuario. A ojos de madre algo estaba mal. Sí, ambos se miraban felices y alegres, pero Kanon tenía una mirada triste y apagada. Apretó el mango del cuchillo. ¿A quién debía matar?
Por la noche, durmieron con ella como cuando tenían dos años. Ella no durmió por velar el sueño. Sin embargo, Kanon despertó. Dijo ir al baño. Una vez salió, su madre lo acorraló.
— Me vas a decir que sucede realmente. Puedes engañar a todos menos a tu madre. Habla.
Kanon estaba intimidado, nunca había visto a su madre así. Asustada y molesta. Tragó saliva y explicó. El santuario lo había discriminado.
—Es porque fui el segundo en nacer. Porque según la estrella que me rigüe es una estrella oscura y mala y nadie debe saber que soy su hermano y debo vivir a la sombra. Es por eso que me entrena el hermano del Maestro, pero es muy cruel. No me dejan acercarme a Saga, sólo en la noche. Nadie debe saber que somos familia. Porque yo soy una sombra y estorbo a mi hermano.
— ¿Quién dijo semejante cosa?
— El mensajero y el maestro.
— Tu mamá va a...
— No— interrumpió el menor— voy a meter en problemas a Saga, él no sabe. Y tú no te debes meter. Es cosa de Caballeros.
— ¿Crees que eso le Importa a tu madre?— Kanon negó — voy a pedir una audiencia con el patriarca. Ningún hijo mío va a ser tratado así.
—Ma, son cosas de...
— Ve a dormir. Mañana le vas a contar a tu hermano lo que está pasando y vas a ver cómo cambian las cosas.
— Se va a enojar.
― Yo ya estoy verdaderamente molesta, Kanon y agradece que no les cortaré la garganta a esos hombres.
Kanon vio en su madre algo familiar pero que no reconocía.
Y como predicción, en efecto Saga se enfureció por escuchar como trataban a su hermano en el Santuario. También quería sacarles los ojos. Pero era tan astuto el niño que se trazó un plan. Abrazó a su hermano y le prometió a su madre que las cosas serían distintas. Su hermano no volvería a esconderse. Porque además de que su madre les enseñó a cuidarse, había un lazo fuerte que sólo los gemelos poseen.
Tomó a Kanon de la mano quien se cubría con una manta y cruzaron todo el santuario hasta llegar a la sala del patriarca. Nadie les impidió el paso, eran solo niños y recién llegados. ¿Qué podían hacer? Justo al entrar a la sala del Patriarca. Saga lo llamó con varios gritos. Le ordenó a Kanon que se quitara la manta que lo cubría. Uno de los guardias iba a sacarlos cuando el Mensajero salió a su encuentro.
― Exijo ver al Patriarca. Quiero hablar con él― dijo Saga. Para tener cinco años y medio se estaba comportando de una forma más madura. Sus ojos chispeaban. Kanon tenía la mirada en el suelo. Estaba aterrado porque cuando se enteran lo iban a golpear.
― Saga, regresa a la casa de Geminis, tu maestro va a enfadarse mucho.
― A la mierda mí maestro. Quiero hablar con ese Patriarca cobarde que se oculta bajo una máscara― continuaba gritando y haciendo escándalo.
Un par de guardias se acercaron dispuestos a sacarlos. Kanon comenzó a llorar y Saga gritaba improperios. Muchos guardias se acercaron al oír el escándalo. Hasta que finalmente salió el Patriarca, pues el Mensajero no pudo contenerlos.
― ¿Qué sucede? ¿Quién me llama con tanta insistencia?― preguntó.
Saga se asomó de un costado del Mensajero. En ese instante el caballero de Géminis subió las escaleras y llamó a su alumno de forma amenazante. Shion hizo una señal e impidió que se acercara.
― Quiero hablar contigo― dijo Saga perdiendo todo el respeto por el Patriarca.
― Bien, hablemos, síganme.
Los invitó a su estudio. Saga apretó la mano de su hermano fuerte. "No volverás a esconderte" susurró "Se lo prometí a mamá"
Una vez en el estudio. El patriarca se sentó e invitó a los niños a hacer lo mismo. Espero pacientemente las palabras de Saga. Pero él no hablaría con una máscara, le pidió se la quitara, quería ver sus ojos. Shion se quitó la máscara y miró a los niños. Había algo en ellos tan familiar que sonrió. Invitó a Saga a hablar.
El niño contó sobre las injusticias que sufría su hermano y demandó que si no paraba esto dejarían el santuario. Kanon movía la cabeza negativamente aterrado.
― Mi hermano tiene miedo porque lo van a castigar y a usted no le importa. Si matan a mi hermano voy a hacerme más fuerte y los voy a matar a todos― sentenció el gemelo mayor.
― Comprendo… ― dijo con calma― esta es la segunda vez que veo algo así. Ustedes me recuerdan a los primeros caballeros de Géminis que conocí
Shion contó la historia de Aspros y Deuteros. La máscara que obligaban a llevar a uno de ellos y la misma situación de protección entre hermanos. Los niños oían la historia con atención. Kanon agradeció no llevar esa mascara. Shion explicó de nuevo la relación de la constelación de géminis con la mitología de las estrellas.
― Gracias a ellos, las siguientes generaciones dejaron de utilizar esa horrible mascara. Más que una sombra como te han dicho, Kanon, eres el apoyo de tu hermano. Al ser el guardián de Géminis, como la constelación lo muestra, deben ser dos caballeros, uno se muestra ante la luz y el otro en la oscuridad, pero ambos, sirven al mismo propósito. Resguardar la casa de géminis de distintas formas. Siendo la sombra puedes cuidar sus espaldas y él siempre cuidara de ti. Eso representa la constelación. Lamentablemente ha habido… casos especiales con la falta de control mental. La historia que les conté de sus antecesores, no tiene un final feliz, pero ellos cambiaron muchas cosas para las nuevas generaciones.
Los niños miraban muy atentos al patriarca, incluso olvidaron el exterior.
― Entiendo el cariño que se tienen. Respeto mucho ese afecto de hermanos. Saga, debes entender que tú hermano…
― Lo sé, pero no quiero que lo maltraten o que lo humillen. Mi madre nos dijo que somos iguales, yo no soy mejor que él ni él mejor a mí. Tenemos las mismas capacidades. Sí yo nací primero no fue algo que eligiera. Quiero que mi hermano sea respetado como yo, él también será un Santo Dorado aunque viva en la sombra como dices… ¡Quiero que se cumpla! Sí mi hermano hace algo mal… YO SERÉ EL UNICO RESPONSABLE.
Kanon se sorprendió por aquello.
― Sí mi hermano hace algo similar a lo que sucedió con los antecesores, yo seré quien de cuentas, pero no a ti ni al santuario, a mi madre.
Shion estaba petrificado. Había algo en la mirada de esos niños que sí bien eran iguales a las de los otros gemelos, estos tenían otra cosa. Sintió un poco de miedo. Debía mantenerlos vigilados y separados.
― Si le pasa algo a Saga― dijo Kanon con la misma mirada retadora que su hermano― yo le juró que también voy a vengarme.
El patriarca se recargó en el respaldo del sofá. Asintió. Prometió que ambos serían tratados igual pero que no debían ser vistos juntos, sólo por las noches y debían tener cuidado. Ambos estuvieron de acuerdo y salieron del salón tomados de la mano. Al verlos marcharse tuvo una visión. Si ellos en verdad eran la reencarnación de sus compañeros de armas, entonces podía repetirse lo que hace doscientos años. Había que vigilarlos y de ser posible saber todo lo que hacían.
― Su santidad, perdón que lo interrumpa― dijo el mensajero― ha llegado una petición de audiencia. Me parece que le interesara saber, es de la madre de los niños de géminis. Dice que está molesta por el trato a sus hijos y si no le da la audiencia va a sacarle los ojos.
Shion suspiró. Al parecer venía de familia.
― No hace falta que venga ella. Diles a los niños que visiten a su madre para que les informe lo que sucedido. No quiero más conflicto con ellos.
― Hace bien señor. La madre de los gemelos es más aterradora que la diosa Hera.
― Lo sé… para haber dado a luz a esos demonios, ella también debe ser uno.
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Espero que quedara bien. De cualquier forma era una idea que tenía en mi cabeza y hasta no sacarla no podría dormir. Espero haberme apegado algo al IC aunque este sea un AU.
