Summary: Percy no podía negar que extrañaba la energía y personalidad de aquel niño que conoció en Westover Hall, ni mucho menos que el recuerdo de su sonrisa lo atormentaba de vez en cuando, lo que nunca se imaginó, fue que por culpa de su aferrado corazón, terminaría no sólo con la culminación de su relación con Annabeth, sino también con él saltando en el tiempo a la época en que Nico irradiaba alegría, pero bueno ¿qué más se podía esperar del cariño que las Moiras le tenían a Percy?

Disclaimer: Los personajes que aquí aparecen le pertenecen a Rick Riordan

Maldecía mi suerte, una y otra vez, haciendo uso de cada insulto o grosería que se hallara en mi, relativamente corto, vocabulario; llevaba ocupado en esta tarea aproximadamente ya 15 minutos, aunque yo ya lo consideraba una eternidad, ahora iba por la segunda.

¡Ah! Pero había que darse cuenta que no estaba dramatizando, no señor, ni por una dotación inacabable de comida azul admitiría que yo, Percy Jackson, era una persona dramático, mis razones para aborrecer a cualquier ser viviente que se me acercara eran perfectamente justificables, y es que sólo había que hacer una lista.

Primero, ese horrible título, quiero decir, lo del pasado de Nico no se escucha tan mal, en realidad me encontraba muy tentado por la oferta de conocer más del sombrío hijo de Hades, así que esa parte quedaba descartada; el problema, el verdadero problema era "el saltarín de Percy Jackson"…¡¿a qué retorcida mente se le ocurría semejante nombre?! ¡Era ridículo! Me sentía burlado, como si mi situación actual fuera un juego o un chiste para la autora, ¡y no! Era muy real y se podía definir como una pesadilla; además, ¡no soy el condenado protagonista de un programa infantil! ¡Esto no era Dora la exploradora!

Ya tenía suficiente con que para los dioses fuéramos el equivalente de un reality show, algo así como: "Big Half-Blood" o "Keeping up with the Half-Bloods (alías Percy Jackson porque parece que no pueden ir a joder a alguien más)".

¿Se nota mi mal humor? Espero que sí, porque a este paso, si uno más ¡y sólo uno más! trataba esto a forma de chiste, juraba por los calzoncillos de mi padre que iba a inundar hasta lo último de su existencia, incluso donde no llegaba el sol, si saben lo que quiero decir.

Bien, como semidiós, sé que no dispongo de mucho tiempo, en especial cuando mi vida podría estar en peligro, así que mejor apuraba las cosas. El segundo detallito, insignificante en verdad consistía en que, como consecuencia de una misión que salió mal (¿por qué siempre que algo salía mal, por muy pequeño que fuera el error, resultaba en la posible muerte/destrucción del mundo/ problemas de escala abuelo?) de una forma que no comprendía, había terminado en el pasado, en Italia, o lo que yo creía que era el pasado, aunque apostaría 50 dracmas a que lo era.

Lo cual nos lleva al último punto, ¿cómo estaba tan seguro? Muy sencillo, si me permiten aclarar, y les dejo lugar a dudas, yo lo sabía por el muy, muy grande, ¡GIGANTE! letrero de papel en el cual se leía: "Bienvenido al Carnaval de Venecia 1925" en inglés, claramente dedicado a informar a los turistas que pasaban por la plaza, sobre la realización de dicho carnaval.

¡Ah! ¿Y ya les conté que, a parte, la que lucía como una versión en miniatura de la fallecida Bianca di Angelo, se encontraba a pocos pasos acompañada de una mujer casi idéntica, y que esta cargaba un bebé que podría ser, considerando el aprecio de Tique, Nico di Angelo?, ¿no? Bueno, ya lo hice.

Y otra vez, mierda, los dioses no podían odiarme más ni aunque quisieran, y pensar que el día había iniciado bien…

Me encontraba en el pabellón desayunando, con una sonrisa en el rostro y disfrutando cada segundo de la comida que se encontraba enfrente de mí, me había levantado de un estupendo humor, estaba tan feliz que estoy seguro que la mayoría del campamento me miraba con una cara extraña llena de confusión, no los culpaba, cualquier persona en su sano juicio ( o lo más parecido que un semidiós pudiera tener) esperaría que un muchacho que acaba de terminar con su bellísima novia con la cual formaba la pareja de oro, se encontrara en un estado casi depresivo, o al menos, que este no estuviera sonriendo como si acabara de ganar un millón de dólares, o mejor aún, como si le hubieran dicho que nunca más va a ser parte de una profecía ni el juguete de los dioses.

Pero me era inevitable estar tan contento, y es que apenas ayer había hablado con Nico antes de que este partiera al inframundo por una misión de su padre y ¡él había sonreído!, ¡y me había prometido regresar pronto! Para mí, eso era un verdadero regalo de parte de los dioses, una señal de que mi trabajo había valido la pena. Él y yo nos habíamos vuelto muy cercanos desde hace unos meses, cuando me confesó de sus antiguos sentimientos y me dejó en claro (muy a mi pesar, y al de mi ego) que no era su tipo; después de ese muy incómodo rechazo, intenté de todo para entrar en la vida del hijo de Hades, buscando una manera de reponer mi error causado por mi densidad en el dominio de Afrodita.

Al inicio me fue imposible, Nico no estaba dispuesto a aceptar una amistad que, según él, era resultado de la lástima, no obstante, Percy Jackson es terco y no estaba dispuesto a rendirse con facilidad, así que Percy Jackson insistió e insistió hasta que a Nico no le quedó más opción que darle una oportunidad (recordatorio mental: dejar de juntarse con Leo por un tiempo, ya me empezó a pegar sus raras costumbres de hablar en tercera persona de mí mismo).

Una vez que me abrió las puertas (a regañadientes, debo decir) me dediqué a alegrar un poco los sombríos días del hijo de Hades, días que se convirtieron en semanas y luego en meses; sin darnos cuenta, pasábamos la mayoría del tiempo juntos y la presencia del otro se volvió necesaria…tal vez por eso Annabeth terminó conmigo, porque, en sus palabras, yo estaba más enfocado en el bienestar de Nico que en el mío propio.

No era mi culpa, a pesar de los años, la culpabilidad que sentía por haber robado la sonrisa de ese pequeño extasiado por todo lo que miraba, por no haber protegido a su hermana, la única familia que le quedaba, cuando podía, me perseguía en las noches; cientos de veces se había repetido la muerte de Bianca en mis pesadillas y el número sólo iba en aumento en cuanto más me encariñaba con el pelinegro.

El dolor que se arremolinaba en mi pecho al despertar, era peor que aquello que provocaban los sueños sobre mi estadía en el Tártaro, muy probablemente por el apego emocional con el hijo de Hades. Eso también me recuerda que, una muy buena razón por la que los recuerdos del Tártaro ya no me asechaban frecuentemente, era porque Nico siempre estaba ahí, cuando necesitaba consuelo, él también había atravesado ese infierno y lo había hecho solo, así que comprendía a la perfección que hacer para calmarme cada que sufría un ataque, y una vez tranquilo gracias a su canto en italiano, se acostaba en mi cama a manera de consuelo.

Ok, entendía que se podía malinterpretar nuestra relación, pero jamás pensé que eso llevaría al quiebre de mi noviazgo con Annabeth.

-¡son! ¡Jackson!- me encontraba tan metido en mi mente, que no noté como alguien me llamaba, no hasta que esta persona me gritara en el oído.

-¡¿Estás loco Grace?! ¡Me pudiste haber dejado sordo!- dije con exasperación, apreciaba a Jason, pero cualquiera se enojaría si le destruyeran el tímpano (sin contar que tal vez le tenía menos paciencia al hijo de Júpiter por su también cercanía al hijo de Hades…él no necesitaba saber eso).

- ¿Y qué esperabas que hiciera? Llevo más de 10 minutos tratando de hablarte y no respondías.-comentó con indiferencia mientras levantaba una ceja.

-Bueno, pues ya, tienes mi atención, ¿qué necesitas?

-¿Yo? Nada, aunque Quirón parece considerar otra cosa

-¿Quirón?-pregunté con confusión

-Sí, ¿de verdad no escuchaste nada?- ahora su cara reflejaba preocupación- Creí que, por como apareciste en el Gran comedor, estabas mejor respecto a la ruptura, ¿seguro que no quieres hablar de ello?

- Cien por ciento, me basto con la muy incómoda plática que tuvimos la semana pasada, a parte, ya pasó un mes, ya no me afecta.- hablé con más seguridad de la que contaba.

-Bien, si tú lo dices.- se hallaba bastante dubitativo, pero el respetaba la privacidad, y cuando al fin asentí, decidió seguir la corriente.

-¿Qué esperas? Quirón y el Señor D te esperan en la Casa Grande

Sentí su mirada en la espalda al retirarme, yo no concebía que abandonara el tema hasta que no obtuviera las respuestas que quería, y él tampoco, lo único que hacíamos era darle la vuelta, y Jason aguardaría el momento para ayudarme cuando decidiera acudir a él, lo cual no sería hasta que yo mismo supiera que me pasaba.

El que Quirón me citara podía significar dos cosas: que habría algún cambio en el horario o parecido en las actividades que me tocaban coordinar… o una misión de un dios (no había profecías al asecho, y me negaba rotundamente a aceptar la idea de que una nueva se acercara). Yo rogaba porque fuera la primera, con o sin profecía, los encargos de los dioses siempre representaban problemas, sin excepción.

Pero todos ya sabemos que soy el juguete preferido y que por supuesto que los meses transcurridos sin inconveniente de parte de las Moiras, habían representado mis vacaciones, mi premio por sobrevivir a otra guerra; no obstante el Olimpo no se caracterizaba por la paciencia, así que lo que hallé en la Casa Grande no era más que la prueba de ello.

Pues allí, al lado de Quirón, se ubicaba Afrodita, con una sonrisa de oreja a oreja, comparable con la del gato Cheshire, y sus ojos tenían un brillo que definiría como peligroso (decidí inteligentemente ignorar el oscuro color de estos) aunque lleno de una alegría muy extraña, conocía esa mirada, significaba: "te tengo en la mira, Jackson, tu historia de amor será mejor que telenovela de Televisa o Crepúsculo".

Quise dar media vuelta y correr lo más lejos que mis piernas me permitieran y estuve a punto de hacerlo; sin embargo, ya era tarde para mí, los ojos de Afrodita ya estaban sobre su presa, y no existía escapatoria… estaba jodido.

No hubo más que seguir caminando, sin detenerme, eso implicaría adivinar lo que pasaba por la cabeza de la diosa del amor, lo cual no lograría, me desesperaría y terminaría tomando una decisión precipitada, que, a base de experiencias pasadas, sería más perjudicial que benéfica.

-Percy, me alegra verte, temí que no estuvieras en condiciones de venir, lucias algo distraído en el desayuno.- Quirón lo último que tenía cuando dijo eso, era mala intención, no obstante, no pude evitar sentir eso como una cachetada o un puñetazo al estómago.

-Me disculpo por eso.- me encontraba avergonzado más por el curso de los pensamientos que por el hecho mismo de abstraerme en ellos.- pero le aseguro que me encuentro bien.-respondí a su pregunta no formulada.

-No hay de qué preocuparse, la mente tiende a perderse al dejarse llevar por las más profundas emociones.- Afrodita habló por primera vez en el rato que ya llevábamos los tres en presencia del otro, y por el mensaje junto con el tono que me dirigía, mis sospechas de que esta conversación terminaría mal para mí, sólo se confirmaban.

Dicho esto, Afrodita se adentró a la Casa Grande, Quirón solamente asintió y la siguió, y entonces me di cuenta: esa puerta era mi camino a mi propia perdición.

Sabía que nada bueno saldría de la visita de la diosa al campamento, más específicamente a mí, aun así, jamás esperé una "propuesta" (porque era conocimiento común que el nombre no era más que un formalismo, lo que fuera que te pidiera, tenía que hacerse) tan… extravagante, incluso para lo que ya estaba acostumbrado en mi día a día.

-¿Usted quiere que yo qué?-. ¿La palabra "conmocionado" les dice algo?, porque así me hallaba, debía de parecer un pez por mis grandes ojos que en estos momentos competían con mi boca para ver quién se abría más. Lo sé, muy irónico que yo, Percy Jackson, me comparara con un pez, ustedes también lo harían si hubieran perdido la gran mayoría de la poca cordura que tenían por convivir con personas igual, o más desquiciadas.

-Quiero que vayas a Italia, Percy, y recolectes toda la información que sea posible de la dirección que te será entregada por Quirón- Afrodita lo comentaba con una paciencia y simplicidad, que me daban unas tremendas ganas de reír.

- ¿Pero para qué?, ¿es de algún enemigo al que deberíamos temer su regreso? – "oh, vamos Percy, viajar a Italia no es algo tan malo como para que te estés quejando, cumple con el encargo y después tómate unas pequeñas vacaciones allá, de seguro los dioses por fin se apiadan de ti" si están pensando eso, entonces en definitiva ustedes están más locos que yo, y ahora sí me reiría de semejante ridícula idea, porque obviamente eso no era la misión completa, había Festo encerrado.

- No, en lo absoluto, creo que esto se consideraría como algo más… personal.- no esa cara, todo menos esa cara, la de "prepárate, actúo misteriosa y es porque si hablo, no te va a gustar y entonces no me podré divertir", odiaba esa cara.

- Así que no te alteres, estoy segura de que estarás conforme con el resultado.- y odiaba aún más el brillo emocionado de sus ojos en conjunto con esa sonrisilla.

Debía admitir que la misión me empezaba a agradar, Italia, en especial Venecia, era muy hermosa con sus edificios maravillosamente construidos que harían que Annabeth actuara como una pre-puberta frente a su artista favorito; el sistema de canales aumentaba la sensación de familiaridad y cariño a la cuidad, y eso sin contar las centenas de atracciones turísticas que esta ofrecía; como el Carnaval de Venecia, que se hallaba en pleno apogeo.

Sí, no era una mala opción aprovechar para tomar un descanso de todo el bullicio del campamento, ¿verdad?

Únicamente debía ir a la dirección, sacar lo que ofreciera información y sería libre, era un buen plan, lástima que los planes nunca salían como deseaba.

Una vez llegué al lugar escrito en un pequeño pedazo de papel, cortesía de Quirón, una imponente casa se alzó ante mí, además de enorme, ya que era de tres pisos, también daba una apariencia acogedora. La fachada era sencilla, pero al mismo tiempo, contaba con intrincados adornos alrededor de la puerta y las ventanas, de un blanco perla, el cual contrastaba ligeramente con el amarillo pastel del resto de la edificación, o al menos esos debieron ser sus colores iniciales, pues apenas se alcanzaba a identificar, la casa no se veía descuidada, pero si un poco desgastada, seguro una consecuencia de los años.

Me decidí a entrar, para acabar rápido la petición de la diosa del amor, busqué por quince minutos sin resultados, en el interior, la casa lucia igual de elegantemente simple que el exterior, con la excepción de que el pasar del tiempo se notaba con mayor facilidad, principalmente porque, y sin mucho esfuerzo, se podía deducir que, quien quiera que viviera antes aquí, se había mudado hace mucho, tal vez cuando la casa todavía se hallaba en buen estado, Fue por esto mismo que me era imposible encontrar algo que me indicara que ya había cumplido con el deseo de la diosa, allí solamente habían polvo y muebles, nada más. No fue hasta que descubrí una habitación en el tercer piso (la única, de hecho) que comencé a sentir un cosquilleo en mi estómago y al tomar la perilla, la ansiedad se disparó.

Ya no estaba tan seguro sobre continuar con esto, y menos con abrir la puerta, mi instinto me decía que si lo hacía, se desataría algo que no tendría ni retorno ni final.

No obstante, Percy no se acobardaba (en serio, debía dejar de hablar de mí en tercera persona), y había aprendido que mientras más rápido se tomara al toro por los cuernos, mejor.

Así que, ignorando el sentimiento que me indicaba que lo que abriría sería la caja de Pandora, volví a sostener la perilla, la giré lentamente y la empujé hacia adentro con velocidad; y no, no lo hice con los ojos cerrados, me rehusaba a admitir eso.

Cuando me atreví a mirar, me sentí como un estúpido por asustarme al punto en que lo hice, era una recamara común y corriente, tenía una cama individual pegada a la pared, y sobre el respaldo, una ventana en forma de octágono resaltaba.

El resto del cuarto, a diferencia de los otros, estaba relativamente repleto de diversos objetos que hacían lucir una habitación espaciosa, como pequeña. Al irme acercando a cada uno de ellos, fui capaz de diferenciar lo que eran: juguetes, cuadernos de dibujos y libros, todos puestos en cajas.

Me puse en acción, ignorando la inquietud que aún estaba presente, y empecé con la ardua tarea de esculcar el contenido de cada una a profundidad, y lo que identifiqué no me gustó, en lo absoluto.

La mayoría tenían un tema en concordancia, casi como planeado para una fiesta infantil, lo cual no sería muy preocupante si dicho tema no fuera uno de mis menos queridos; tanto los juguetes como los libros y cuadernos hablaban de la mitología, prevaleciendo la griega.

Esa ya era una pésima señal, y aun así no era suficiente, porque mis sospechas no podían ser ciertas, debía de estar confundido por los pensamientos que últimamente dominaban mi cabeza, de seguro, si Annabeth se encontrara aquí, diría que estoy siendo ridículo.

Sin embargo, al llegar a la última página de uno de los cuadernos, y como una premonición de lo que venía, apareció lo que acrecentaría la sensación que había estado sintiendo desde antes de abrir la puerta: una foto, muy antigua a juzgar por su color y condición; en ella había cuatro personas.

La primera a la derecha era una niña de cabellos azabache, con unos ojos oscuros y piel oliva, sonreía con una combinación de inocencia y picardía; le seguía una mujer muy hermosa, con características similares, vestida de gala, con ropa que parecía de los años cuarenta, a diferencia de la niña, sus ojos no brillaban con travesura, sino con amor y orgullo; después, el primero a la izquierda era un hombre con rasgos faciales más duros, daba la impresión de no mostrar emociones más allá del enojo muy seguido por el pequeño fruncimiento de sus cejas, no obstante, y a pesar de que su sonrisa era imperceptible, su miraba no vacilaba, declaraba sentimientos tan intensos, que apostaría lo que fuera a que la foto no les hacía justicia.

Y por último, entre los dos mayores y, se apreciaba a un pequeño niño, cuya cara entera, no, cuya esencia entera reflejaba su felicidad, era como una pequeña estrella, una oscura, pero que podía encandilarte sólo con una mínima demostración de su alma; la inocencia era tanta, que te provocaba el abrazarlo y desear protegerlo de todo aquello que se atreviera siquiera a pensar en hacerle daño, algo tal vez imposible tomando en cuenta que la curiosidad también se daba a relucir.

Lo peor de la situación, era el reconocerlo, sabía quién era esa niña, sabía quiénes eran los adultos y lo más importante, conocía a ese niño… no se podía negar más, eran la familia di Angelo, las dos mujeres eran Bianca y María di Angelo respectivamente, el único hombre era su muy querido (nótese el sarcasmo) tío Hades y el pequeño…el pequeño era Nico.

Mierda.

Esta debía ser el lugar donde solían habitar antes de moverse a los Estados Unidos, eso significaba que Afrodita lo había mandado aquí a investigar sobre el pasado de Nico.

Mierda otra vez.

Y sólo podía haber una razón por la que ella mostrara tanto interés…

Mierda a la tercera potencia.

¿Acaso él estaba…?

Pero no pude terminar la pregunta, porque una luz envolvió el cuarto.

Mierda al infinito.

Y así, era como había llegado a la situación actual.

Mierda al infinito más uno, y que los hijos de Atenea se jodieran con que eso era imposible.