Hola a todos, amigos lectores de fics!
Advierto, antes que nada. Puse rate M, y por algo es. Es +18. La responsabilidad está en ustedes.

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En el silencio profundo y azulado de esta noche, puedo imaginarme querida. Ah, puedo imaginarme deseada. No es tan difícil. Ya recibí amor antes. Ya recibí el placer, el hermoso y desesperante placer de tener un cuerpo escultural, glorioso, caliente y moreno chocando contra mi piel de nieve. No se si lo que extraño es el amor. Pero extraño ese placer. Esas veces que venía tarde en la noche y me despertaba de una embestida. Duro. Glorioso despertar.

Mis muslos se tensan y siento un leve cosquilleo en la entrepierna. Sólo pensar en mi hombre, aquel que ya no está, me sigue poniendo así de lujuriosa. Corro la sábana de una patada, y el viento salado que viene desde la ventana de mi camarote me recorre la piel. Estoy muy acalorada, gimo suavemente y me retuerzo en mi catre. No quiero despertar a mis criadas, que duermen pacíficamente en el suelo a mi lado.

Otra vez se viene a mi mente la imagen de nuestras pieles tan dispares una contra la otra. Sin poder evitarlo mi mano empieza a muy muy muy despacito recorrer mi cuerpo. Primero me acaricio las clavículas, las yemas de los dedos a penas rozando el hueso. Luego baja despacito hasta uno de mis pechos. Me toco, tan suave, deseando que mi mano sea la mano de un hombre. Ya no me importa si es mi sol y estrellas. No me importaría ni que fuera Viserys.

Mis pezones se endurecen con rapidez, los pellizco y muerdo mi labio inferior para no gemir tan fuerte. Instintivamente aprieto las piernas, me tenso, en un trance. Mi mano se mueve sola acariciando mi abdomen, recorriendo, poniéndome la piel de gallina en cada centímetro de mi ser. Me estremezco, porque las yemas de mis dedos rozan una zona de la pelvis, justo entre los huesos de las caderas. Se siente tan bien.

Así de sudada, casi enloquecida, mi mente se dirige hacia mi protector. El también es todo un hombre. Es un hombre que podría estar tocándome como lo hago yo. Mis dedos llegan a mi pubis, se enredan entre los cabellos también rubios que tengo entre las piernas, los acarician. Se asoman entre la piel para tocar ese punto de mi anatomía que puede hacerme estallar. Con la respiración agitadísima muevo en círculos mi dedo, apretando ese punto con dos dedos, con la otra mano aferrándome a la cama. Mis piernas están levantadas, tengo la entrada de mi cuerpo tan cálida y húmeda que no puedo resistirme.

Meto un dedo. Meto otro, e imagino a Ser Jorah a mi lado. A Ser Jorah desnudo a mi lado. A Ser Jorah rozando con sus dedos callosos cada centímetro de mi piel. A Ser Jorah Mormont, de la isla de los Osos metiendo sus dedos en mi interior. A Ser Jorah Mormont, mi protector, tocándome como yo lo hago ahora. Y exploto al imaginarlo poseyéndome por completo, en ese estado de éxtasis que solo podría generar estando en mi interior. Suya. Mío.

El viento entra calmo y salado desde la ventanita. Mi pecho sube y baja, a mi lado mis criadas duermen. Ya no me siento tan sola.