Este va a ser un fic cortito de solo dos capítulos. Tuve la idea viendo la serie Orange is the New Black. Si alguien la ha visto sabrá que la prisión no es como las que salen en las películas de criminales, es una prisión normal sin barrotes y sin que tu vida corra peligro. Más o menos intenté ajustar el fic a esa idea. El segundo capítulo será totalmente smut, es decir, contenido fuerte. Espero de corazón que os guste!

Shingeki no Kyojin no me pertenece.

Pareja: LevixEren.


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20 marzo

El día que entré en prisión creí que el mundo se me caía encima. Jamás imaginé que terminaría entre rejas por un asunto de drogas en el que ni siquiera estuve involucrado. En mi vida tomé drogas, pero desgraciadamente algunas amistades son muy malas influencias y por culpa de ellas, ahora me encuentro encerrado.

Mis padres lucharon con uñas y carne para evitar este lamentable final, pero las pruebas eran demasiado evidentes y yo era el único al que se le podía dar caza. Todos los demás sabían esconderse muy bien. Sí, solo arrestaron al idiota al que habían engañado. El abogado nos dijo que podíamos pagar la multa o cumplir la condena de seis meses. La primera opción era la más razonable, pero la multa ascendía a los 120.000 dólares, y naturalmente, mis padres no poseían esa cantidad de dinero, a menos que pidieran el dinero prestado a una mafia, cosa que no hicieron.

Después de muchas charlas y de muchas lágrimas derramadas y de perder toda esperanza, aquí me encuentro, echado sobre mi litera, observando el sucio techo de mi "celda". No es exactamente como me lo imaginé, en vez de barrotes, tenemos una puerta y las condiciones higiénicas son bastante aceptables. Lo único que lamento es no poder ducharme con agua caliente. Estamos en invierno y en las duchas hace frío.

Mis compañeros de "celda" son tres: Kirschtein, Bodt, y Hoover. Tuve una pelea con el primer de ellos mi primer día, el resultado fue el labio partido y un morado en el brazo izquierdo, el cabrón estuvo a punto de torcérmelo. Yo casi le rompí los dientes, supongo que eso equilibró las cosas. Solemos insultarnos y jodernos mutuamente la existencia, pero por lo demás, no es una amenaza. Con el segundo me llevo bien, es amable y comprensivo. Y pensar que por las noches se deja follar por el imbécil de Kirschtein. Hay cosas que nunca voy a entender. Hoover no suele hablar mucho, pero es buena persona.

Tuve mucha suerte, cuando me conocieron debí caerles bien porque rápidamente me aceptaron en su grupo. En esta prisión, y supongo que, como en todas, sino vas en grupo estás jodido. Fui advertido de los peligros y de los presos con los que no debía relacionarme, y tomando sus consejos, he conseguido sobrevivir hasta ahora.

Es duro. Separado de mi familia y encerrado por un delito que no cometí, pero supongo que podría estar mucho peor. Si algo tuve claro desde el primer día que entré, es que no iba a llorar a moco tendido como un niño pequeño. No podía dejar que me vieran así, y me prometí ser fuerte durante esos seis meses. Les prometí a mis padres que sería fuerte y no voy a defraudarles.

4 abril

La hora del desayuno. La comida era una mierda, pero no podía quejarme. El cocinero era un tipo grandullón y con cara de pocos amigos, no era buena idea ponerlo en tu contra. Cargando con la bandeja, me senté con Kirschtein, Bodt, Hoover y Braun. Me olvidé de mencionarle. Reiner Braun es uno de los reclusos más respetados, nadie quiere tener problemas con él. Puede partirte la cara de un solo golpe.

—¿Cómo lo llevas novato? ¿Necesitas más pañuelos?

—No gracias, con un paquete tuve suficiente —respondí con una sonrisa forzada.

Los compañeros de mi celda se rieron cuando Reiner me tendió un paquete de pañuelos el primer día. Iba a rechazarlos, pero Marco negó con la cabeza, advirtiéndome que debía hacerlo. Tuve que aguantar como se burlaban de mí por días.

—Si algún día te sientes solo, puedes venir a mi celda cuando quieras —ofreció rozándome la rodilla sútilmente.

Yo asentí sin atreverme a hablar. Había perdido la cuenta de las veces que se me había insinuado, pero no dejaba de ser incómodo.

—¿Ya te has cansado de ese pringado? —preguntó Jean con sorna.

—Lo llamo de vez en cuando, pero la carne fresca también me atrae.

Su mano fue subiendo hasta mi muslo. Me removí en el asiento e intenté poner buena cara. Jean se reía en silencio de mi situación. Lo sabía, podía leerlo en su estúpida cara de caballo. Para prevenir una posible violación, tuve que mentir e inventarme una novia que no existía. Tuve que hacerme el hombre y declarar como un campeón que el día antes de mi encarcelamiento lo habíamos estado haciendo durante toda la noche. Por dentro me sentí realmente patético. Si se me ocurría decir que me gustaban los hombres, no saldría de ahí con vida.

Masticando con dificultad la manzana, me pregunté cuánto tardaría en descubrirse que mi novia en realidad era producto de mi imaginación. Braun, quien seguía sin quitar su mano de mi pierna, empezó a deleitarnos con total libertad sobre sus experiencias sexuales. Yo no dije nada y seguí comiendo como si nada. Kirschtein lo escuchaba con atención, Hoover ponía mala cara y Bodt mantenía la mirada fija en la bandeja con su manzana mordisqueada.

Todo fue bien hasta que de un momento a otro el comedor quedó en total silencio.

"Ahí viene…"

Levi Ackerman acababa de hacer su entrada en el comedor. Todos nos mantuvimos callados, mirándolo de reojo mientras le servían el desayuno. Acompañado como siempre de su fiel amigo, Furlan. Oh, sí. Levi imponía ese silencio solo con su presencia. Todavía no entendía del todo por qué, no era de los que buscaban pelea ni tampoco se metía con nadie. Reiner, el único de nuestro grupo que lo conocía bien, no quiso explicarme nada sobre él. Pero sí me dio un consejo.

—Cuando esté cerca de ti, procura pasar desapercibido.

¿Qué es lo que hice? Le miré a los ojos cuando pasó justo delante de mí. Él también me miró fijamente y sonrió de forma perversa, luego siguió adelante sin más. Después de esa primera vez, han sido muchas las veces que nos hemos echado miradas discretas, y sí, suena muy infantil eso, pero es la pura verdad. Entre Levi y yo, solo hay miradas. Nunca hemos hablado. No creo que deba preocuparme por él. No parece una amenaza.

—Levi lleva tiempo sin probar un dulce—dijo Braun en voz baja—. No sé cuánto tardará en coger uno.

—¿Dulce? —repetí en voz alta.

Jean pareció asustado. Echándole una mirada a Levi, se tranquilizó al comprobar que todavía seguía en la cola.

—Baja la voz, imbécil.

—Sí, no te conviene.

—¿De qué habláis? —quise saber confuso.

—No preguntes más de la cuenta —respondió Braun divertido.

Levi se dio la vuelta y con la bandeja en las manos, se paseó por el comedor con Furlan detrás siguiéndole como un perrito faldero. Quise evitarlo, de verdad, pero no pude. Inconscientemente, alcé la mirada y me encontré con esos ojos afilados como cuchillas observándome descaradamente. Como todas las veces anteriores, volví a bajar la mirada, era imposible mantener el contacto visual con él por más de dos segundos. Resultaba demasiado intimidante.

No sé exactamente que pretendía con ese juego de miradas, pero no me hacía sentir mal de todo. Incluso sentía como si estuviera de vuelta en el instituto, cuando todavía era demasiado tímido para acercarme a un chico y me limitaba a lanzarle miradas. Solo tuve un novio durante mi adolescencia, fue a los quince años, nuestra relación duró menos de un año. Me dejó por otro que sí estaba dispuesto a dejar que le follara. Lo admito, con quince años aún no estaba preparado para eso.

Y ahí termina mi gran experiencia en el terreno sexual, es decir, ninguna. Todo lo que sé, lo he aprendido gracias al porno, pero eso es algo que suelo callarme. Es muy triste lo sé, pero confiaba en que encontraría alguien con quien compartir una bonita historia amor. A mis veinte años, todavía sigo esperando esa persona.

Algunas noches imagino que es Levi, quien finalmente decide hablar conmigo y confesarme su atracción hacia mí. Y juntos, nos escondemos en la despensa de la cocina y follamos toda la noche sin parar. Se me da bastante bien montarme películas, es entretenido cuando no puedes dormir. Luego aterrizo y me doy cuenta de que eso seguramente no ocurrirá jamás. Furlan está siempre a su lado, y lo más probable es que sea con él con quien comparta las noches.

La hora del desayuno terminó, y los cuatro nos fuimos al patio, donde nos esperaba la cancha de baloncesto. No había un horario establecido, el primero que llegaba se hacía con la cancha, y nosotros éramos siempre los primeros, si Reiner nos acompañaba nadie tenía los huevos de buscar pelea.

Formando parejas, empezamos a jugar para entrar en calor. Mi compañero de juego era Hoover, Bodt nunca se separaba de Kirschtein, ni siquiera para jugar. Pese a ser el más bajo de todos, era muy rápido y para sorpresa mía, descubrí que el baloncesto se me daba bastante bien. Con Hoover ganábamos siete de diez partidos. Kirschtein odiaba perder y yo me reía de él, lo que nos llevaba a pegarnos hasta que Bodt intentaba poner paz entre nosotros.

A las once en punto, Levi apareció en la cancha. Era hora de retirarnos. Quitándome el sudor de la frente, abandoné la pista y nos colocamos en una esquina mientras Levi junto con Furlan, Mike y Hange ocupaban la cancha. Mirando fijamente este último, seguí convencido de que era mujer. Uno de los temas más debatidos en la prisión era la supuesta sexualidad de Hange, algunos decían que era hombre, pero yo no me dejé convencer. Eso de ahí era una mujer. Nadie le había visto desnudo o desnuda, pero a mí no me hacía falta, los rasgos de su cara eran de mujer y su voz, aunque grave, era también de mujer.

Bodt me explicó que una vez un preso intentó violar a Hange y así descubrir si se trataba de un hombre o una mujer, el resultado fue que tuvieron que aislarlo por su propia seguridad. El grupo que componían Levi, Furlan, Mike y Hange era intocable. Incluso Reiner se andaba con cuidado para no cabrearles.

Los cuatro iniciaron un partido y todos los demás nos limitamos a mirarlos en silencio. Eran increíbles la rapidez y agilidad de Levi, pese a su corta estatura, su potencia de salto se equiparaba a la de Mike y siempre encestaba, nunca fallaba un tiro. Con la boca entreabierta y casi sin pestañear, contemplé fascinado su juego. De vez en cuando, él me lanzaba alguna mirada antes de hacer un mate y yo me sonrojaba al pensar que me los dedicaba.

Después de media hora, anunciaron el fin del "recreo". Furlan dio por concluido el partido tras encestar un triple y todos regresamos al interior del edificio. No sé en qué estaba pensando, pero en un acto reflejo, cuando Levi pasó muy cerca de mí, dije:

—Juegas muy bien, tus mates son una pasada.

Él se detuvo y me miró con las cejas alzadas. Mierda, ahora todos a mi alrededor me estaban mirando. Quizás no tendría que haber dicho nada. Me estaba poniendo nervioso y no sabía qué hacer, ¿pedir perdón?

—Me alegro que te gustaran, te los dediqué todos.

Un calor se extendió por mis mejillas, entonces era cierto, no eran fantasías de las mías. Sin decir nada más, siguió adelante dejándome medio aturdido. La voz de Jean me devolvió a la realidad.

—¡Estás loco! ¿Es que quieres terminar siendo el dulce de caramelo?

Yo no le hice caso. Pocas veces escuchaba a Jean, era más cómodo ignorarlo. Sí me desconcertó la expresión de Bodt, parecía asustado, pero no entendí por qué. No había hecho nada fuera de lo común.

El resto de la mañana lo pasamos viendo una película en la sala de cine, que consistía en una habitación llena de sillas y un proyector que de vez en cuando emitía alguna película interesante. Levi entró a mitad de la película y se plantó frente a un preso que estaba sentado en la primera fila. Sin necesidad de que le dijera nada, este se levantó y le cedió el asiento, el resto de la película se la pasó de pie. Desde donde estaba sentado, podía distinguir su perfil recto y elegante, y durante la hora restante, le presté más atención a Levi que a la película.

A la una del mediodía volvimos al comedor hambrientos. Los menús eran sencillos y no muy abundantes, y por muy seca y asquerosa que estuviera la comida, era mejor que morirse de hambre.

Era martes lo que significaba que el menú era el siguiente: una ensalada (lo llamaban ensalada, pero en realidad eran dos hojas de lechuga con medio tomate), una hamburguesa (fría y cruda) y una rebanada de pan del día anterior. Siempre podías pedir al guardia más comida, unos chicles, un bombón, unas galletas (lujo donde los haya) pero a cambio de comerte otra cosa, y yo no estaba dispuesto a perder mi orgullo.

Me encantaban las hamburguesas, desde que era pequeño me volvían loco, pero empezaba a cogerles asco, y eso sí me preocupaba. Si por lo menos hubiera una loncha de queso… El postre era lo único decente, gelatina de fresa. Nos la daban una vez al mes, el resto de días yogurt natural sin azúcar.

Mientras comíamos, se inició una pelea. Ocurría muy a menudo, formaba ya parte del orden del día. A veces por cosas tan estúpidas como la que presenciábamos en ese momento.

—¡Fuera de mi camino!

—¡Eh! ¡Eres tú quien está en medio!

Un empujón, un insulto y ya lo tenías. Dos idiotas pegándose como dos simios que se disputaban el control de ese espacio insignificante. Entre golpe y golpe se acercaron peligrosamente a la mesa de Levi; este tomaba la cuchara para comerse la gelatina, y antes de que sucedería ya supe el final. Uno de los dos perdió el equilibrio y cayó al suelo, no sin antes llevarse consigo la bandeja de comida de Levi y su gelatina.

Absolutamente todos guardaron silencio. Con los ojos muy abiertos, vi como la expresión de Levi adquiría un tono gélido y se levantaba de la mesa lentamente. El pobre que se encontraba en el suelo perdió el poco color de su rostro. Algo malo iba a pasar.

—Tú, desgraciado. Acabas de dejarme sin postre.

Conteniendo nuestras respiraciones, observamos cómo Levi le propinaba una patada tan fuerte que el preso salió disparado hacia la otra punta del comedor. Nadie dijo nada, nadie se rio esta vez y el tipo que había iniciado la pelea y que observó todo aquello, regresó a su asiento sin abrir la boca.

Una de las reglas del comedor era que nadie podía repetir. Si te jodían la comida o te castigaban sin ella, no había nada que pudieras hacer. Mi gelatina seguía en su sitio, sin abrir. Tomando una decisión inesperada, me levanté y cogí la gelatina. Como antes en la cancha, todos se me quedaron mirando. Yo fingí no darme cuenta.

—Toma, aún no lo he abierto —dije tendiéndole el postre.

Levi no lo aceptó enseguida. Mirándome de arriba abajo, sonrió a modo de respuesta.

—Eren, ¿verdad?

Yo asentí cauteloso.

—Felicidades, desde hoy serás mi dulce de caramelo.

Yo no entendí sus palabras, pero eso fue lo de menos. Sin previo aviso, me cogió por el cuello del uniforme, me tiró hacia él y me besó enfrente de todos. Aturdido como estaba, respondí al beso demasiado tarde. Levi me soltó y cogió la gelatina sin darme las gracias. De pie y sin poder reaccionar, eché una ojeada a mi alrededor, todos tenían sus ojos clavados en mí. Algunos con la boca abierta, otros riéndose en silencio, y Jean haciéndome gestos obscenos con la lengua.

No me gustaba ser el centro de atención y precisamente lo estaba siendo en esos momentos. Completamente confundido, regresé a mi mesa, pero tanto Bodt como Hoover se distanciaron de mí y me lanzaron sonrisas demasiado falsas. Jean no dejaba de burlarse y golpeaba la mesa con el puño, pero sin hacer ruido.

¡¿Me podía explicar alguien que acababa de ocurrir?!

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Lo primero que supe es que ya nadie me llamaba Eren, ni Jaeger. Ahora todos me conocía como el "dulce de caramelo". Las burlas hacia mí crecieron como la espuma durante toda la tarde, muchos me señalaban con el dedo y se reían en mi cara. Otros gemían en voz alta cuando pasaban a mi lado y me lanzaban comentarios subidos de tono. Eso sí, nadie se me acercó más de lo necesario. Parecía como si tuviera un escudo invisible que ahuyentaba a todos de mí.

Supuse que todo eso derivó del beso que Levi me había dado en el comedor, pero tampoco comprendí por qué tanto escándalo. Solo había sido un beso.

Estando en mi celda, llegué a mi límite con Jean.

—¡Si no dejas de reírte, te romperé la boca a golpes!

Este dejó de reírse como un idiota y optó por sacarme la lengua y hacerme los mismos gestos obscenos de antes. Yo di un paso adelante, listo para romperle la cara, pero Bodt se interpuso entre los dos.

—Jean, déjale en paz. Bastante tiene con lo que se le viene encima —dijo apenado. Consciente de que había dicho eso en voz alta, se apresuró a excusarse—. Perdona. No quise decir… No es tan malo después de todo. Tendrás muchos privilegios.

—¿De qué hablas?

—Cállate, Marco. Mejor que lo descubra él solito.

—¿Descubrir el qué?

Un guardia entró en nuestra celda y anunció lo siguiente:

—Eren Jaeger recoge tus cosas. Cambio de celda.

—¿Eh? ¿Por qué? —pregunté desconcertado.

—No me pagan por dar explicaciones. Mueve el culo, tienes cinco minutos.

Y sin más, se fue con andares torpes. Perplejo, no me moví durante unos segundos. ¿Había hecho algo malo? ¿Con quién iban a ponerme? El miedo se apoderó de mi cuerpo. No me hacía ninguna gracia dejar a mis compañeros. No porque les tuviera cariño, sino porque ahí estaba seguro. ¿Y si me ponían con un tipo como Reiner o Mike? Mi integridad física correría peligro y mi virginidad también…

—Yo que tú me daría prisa —dijo Jean sonriendo.

Yo le lancé una mirada de odio y empecé a empaquetar mis pocos objetos personales.

—Tranquilo, estarás bien protegido —comentó Bodt, dándome unas palmadas en el hombro.

Me abstuve de preguntar, pero confíe en que tuviera razón, aunque no podía saber cómo estaba tan seguro.

El viaje hasta la nueva celda se me hizo eterno. Mientras iba por los pasillos, los reclusos salían de sus celdas para verme mejor, otros me escaneaban de arriba abajo y ponían muecas, incluso los guardias sonreían de esa forma tan desagradable. ¡Sentía como si fuera a los mismísimos infiernos!

—Por ahí viene el nuevo caramelito.

—No está mal, ¿eh?

—Tiene buen culo, sí.

Decenas de miradas se posaban en mi cuerpo y yo solo quería que me tragase la tierra. Cuando finalmente llegué a la celda asignada, el guardia que me había acompañado abrió la puerta y casi se me resbaló la caja con mis pertenencias al ver mi nuevo compañero.

Levi Ackerman estaba de pie con los brazos cruzados y apoyado en los barrotes de la litera. De un empujón, el guardia me hizo entrar y cerró la puerta detrás de mí con un golpe seco. Pasaron unos segundos en los cuales ninguno de los dos dijo nada.

—¿Duermes tú solo aquí? —pregunté para romper el hielo.

—No me gusta compartir celda.

—Oh, vaya… lo siento. Acaban de trasladarme y no sabía que… No seré una molestia, lo prometo —aseguré, dejando mis cosas en el suelo.

—He sido yo.

—¿Perdón?

—Yo pedí que te trasladaran aquí —explicó sin quitarme el ojo de encima.

—¡Oh! Pues… No… No sé qué decir —incómodo, miraba en todas direcciones menos a Levi—. ¿Se puede hacer eso?

—Yo puedo.

No supe qué contestar. Al parecer ese tio tenía poder dentro de la prisión así que no me convenía decir o hacer algo inadecuado.

—Supongo que un poco de compañía siempre viene bien —comenté para aligerar la tensión en el ambiente.

—Eres mucho más que eso. Eres un dulce al que todavía no le he quitado el envoltorio.

¡No era un maldito dulce! ¡Tenía nombre y apellido!

—Mira, yo… —no pude seguir con la frase. Levi se había acercado a mí y agarrándome por la barbilla me lamió la mejilla como si realmente estuviese probando un dulce. Totalmente en shock, di unos pasos atrás y me rocé el lado de la mejilla con la mano.

—Me pregunto cómo sabrá el resto de tu cuerpo.

—¡Espera! Yo…

Gracias a Dios, Furlan entró justo en ese momento.

—Levi, hoy toca taller, vamos.

Este gruñó y se separó de mí. Estaba a salvo. Furlan esperó pacientemente en el umbral de la puerta, y sin que Levi le viera, me guiñó un ojo. Juré que empezaba a sentirme mareado.

—Aléjate de él —le advirtió este cuando estuvo listo para irse.

—Tranquilo, no voy a robártelo —le tranquilizó alzando las manos en señal de derrota—, no es mi tipo.

Levi entrecerró los ojos, pero no añadió más. Saliendo de la celda, Furlan me volvió a guiñar el ojo y en un susurro me dijo:

—No es fácil tenerlo contento, pero haz lo mejor que puedas.

Y sin más, cerró la puerta dejándome solo con miles de preguntas dando vueltas por mi cabeza.

Desde ese día mi vida en la prisión cambió radicalmente, y yo ingenuo no tenía ni idea de la que se me venía encima. Y muy pronto descubrí qué significaba convertirse en un dulce de caramelo, en el dulce de Levi.

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