Hola! Primero que nada los personajes no son míos, son de Yana Toboso :c
Tratare de actualizar todos los fines de semana, disfrútenlo!
Sera un SebastianXOCXUndertaker 3
A estas alturas todo era totalmente confuso. De un momento para otro se encontraba corriendo por las calles de Londres, por las vestimentas y la forma de hablar se encontraba cerca del año 1880. Un grupo de 4 hombres la perseguían con palos y cuchillos. Se acababa de arrancar de una pequeña pocilga que les servía como celda, donde tenían a más mujeres y niñas.
— ¡Detente ahí mujerzuela! – Grito uno de los hombres que la seguían, agitando en su mano un gran palo de madera, con la otra mano se limpiaba la nariz por donde corría sangre por el golpe que ella le había dado.
Gritaba pidiendo ayuda por las calles, pero la gente solo la miraba de reojo sin hacer nada por socorrerla, aun viendo la desesperación y las lagrimas en el rostro de la joven. La túnica blanca que llevaba esta toda llena de polvo y como le llegaba más debajo de las rodillas le impedía correr con facilidad.
Al doblar por una esquina el sonido del golpeteo de las patas de un caballo llamo su atención, pero no fue lo suficientemente rápida para esquivar al gran animal que arrastraba un gran carruaje negro con bordes rojos. Cayó al suelo y cubrió con sus delgados brazos su rostro, tratando de evitar las patas del caballo que relinchaba asustado. Apretó los ojos con fuerza y espero lo peor, prefería morir aplastada por un caballo que ser secuestrada nuevamente por esos tipos. Pero nada de eso paso, los relinchidos del caballo pararon y la dulce voz de un hombre la llamo.
— ¿Se encuentra bien, my lady?- Ella abrió los ojos y se encontró con un bello rostro adornado por una sonrisa dulce y unos ojos carmesís. - ¿Se puede poner de pie? – Esta vez el atractivo hombre le tendió la mano.
— Sii…Gracias - Susurro con voz temblorosa, apretando con confianza la mano del hombre, quien sorprendido solo volvió a sonreír.
— ¿Pasa algo Sebastián? - La voz de un niño se escucho por el lado de un carruaje. Una pequeña cabeza con cabellos azulados se asomo por la puerta de este. El joven con bello color de ojos miro la escena con curiosidad, se acomodo el cabello dejando a la vista un parche sobre su ojo derecho.
— No se preocupe joven amo. Afortunadamente el incidente no paso a mayores.- Respondió Sebastián mientras ayudaba a poner de pie a la joven y se inclinaba ligeramente en dirección al niño.
— Entonces no demores tanto, hay trabajo que hacer. – Ordeno el joven bajando del carruaje y acercándose al hombre alto.
— Tu mascota casi me mata, enano. Deberías ser un poco más amable, como tu hermano mayor. – Replico la joven la joven mientras se sacudía el polvo de la túnica blanca. Ambos caballeros la miraron sorprendidos por la descortesía en sus palabras. Vio como el pequeño niño fruncía el ceño y sonrió. – Lo lamento, ha sido un mal día.
— No es mi hermano mayor. – Se quejo el pequeño mientras se cruzaba de brazos y miraba con enojo al a Sebastián quien reía disimuladamente. – Es mi mayordomo y tú eres una mujer vulgar.
— Oh! Siento haberte confundido como su hermano, no me guardes rencor guapo. – Dijo la muchacha mirando a Sebastián. Este sonrió aun mas viendo que su joven amo se ponía rojo de rabia.
— ¿Cómo te llamas mujer? – Pregunto el joven aun enfadado.
— Y se supone que la vulgar soy yo. Es más cortes presentarse y luego preguntar el nombre de la otra persona. – Replico la joven mirándose las uñas con una sonrisa.
— Espero disculpe la descortesía de mi joven amo, my lady.- Respondió Sebastián tomando una de las manos de la joven he inclinándose levemente para besar el dorso de esta. – Es solo un pequeño niño. – Finalizo sonriendo con burla.
— ¡ Allí está la mujer¡ ¡ A por ella¡ - Grito el hombre que aun sangraba por la nariz.
La joven asustada se escondió detrás de Sebastián, tomando con fuerza una de sus brazos para sentirse más segura.
— ¿Pasa algo con la señorita? – Pregunto Sebastián a los hombres.
— Ella es nuestra ¡Entréguenla! – Grito un hombre alto con nariz puntiaguda.
— ¡Claro que no! – Respondió la mujer enfadada, aun escondiéndose tras el mayordomo. - ¡No te pertenezco ni a ti ni a los idiotas esos!
— ¡Claro que si gatita, pagamos mucho por ti! – Grito el tipo de nariz sangrante.
— ¿¡Que te crees que soy imbécil!? ¡No puedes ir comprando a las personas, animal! ¡Yo si soy bien arisca imbécil, trata de tocarme de nuevo y te termino de romper la nariz! – Grito ella enfadada tratando de acercarse a golpear a los tipos, pero fue detenida por Sebastián.
— La…señorita tiene razón. – Intervino el niño mirando a los hombres con una sonrisa cínica.
— ¿¡Tu quien eres niño!? – Pregunto un hombre robusto.
— Soy el conde Ciel Phantomhive – Se presento el muchacho mientras se apoyaba en su bastón negro.
— ¿¡ El…El perro guardián de la reina!? – Pregunto tembloroso el hombre que aun sangraba de la nariz. Cuando trato de dar la vuelta y correr Sebastián apareció frente a él y lo detuvo tirándolo al suelo.
— Creo joven amo, que ya resolvimos la inquietud de la reina. – Dijo Sebastián con una sonrisa mientras noqueaba a los demás hombres.
— Aun no. – Respondió Ciel dándose la vuelta para subir al carruaje. – Encárgate de que esos hombres lleguen a prisión y rescata a las demás mujeres. Es una orden.
— Yes, My Lord. – Le respondió el mayordomo inclinándose levemente.
— My lady. – Llamo Ciel a la Joven que miraba sorprendida como el mayordomo cargaba a los 4 hombres. Se voltio y miro al joven que le tendía la mano para ayudarla a subir al carruaje. – Como agradecimiento por la ayuda, déjeme acompañarla. – Pidió con amabilidad el conde.
— Mi nombre es Kiara. – Respondió la joven tomando la mano del joven conde y sentándose en el suave cojín que cubría el sillón del carruaje.
— Debo admitir que fue un placer conocerla, me ahorró el trabajo de buscar cadáveres. – Dijo el conde mientras cerraba la puerta del carruaje y golpeaba levemente el techo con el bastón para indicar la partida.
— ¿Por qué tienes un parche en el ojo? – Pregunto Kiara ignorando totalmente las palabras del conde.
— Estoy tratando de ser de ser amable, al menos ponme atención. – Se quejo cerrando los ojos enfadado.
— ¿Eras un pirata? ¿Corriste con tijeras y te tropezaste?- Pregunto Kiara mientras subía sus pies al sofá de enfrente, justo al lado del conde.
— ¿Escuchas a la gente cuando te hablan?- Pregunto el conde sobando con una mano su frente, tratando de calmarse.
— A veces. Casi nunca en realidad. – Respondió jovialmente mientras levantaba los hombros.- ¿Dónde me llevas?
— Te llevare a mi mansión, ahí contactaremos a tu familia. – Respondió el pequeño conde mirando a través de la ventanilla.
— Ahh…Gracias Ciel .- Le susurro mientras acerca su mano y despeinaba el suave cabello del conde.
— No te tomes tantas confianzas. – Dijo Ciel quitando con brusquedad la mano de la joven, pero con un suave sonrojo en las mejillas. – No soy un niño.
— No lo hice por que seas un niño. Así le hago a mi perro cuando se porta bien. – Se burlo con un brillo pícaro en sus ojos negros.
— Esto gano por tratar de ser buena persona.- Refunfuño Ciel mientras escuchaba la carcajada de la joven.
El carruaje se detuvo frente a una gran mansión de bella estructura. Estaba rodeada de un hermoso jardín lleno de muchos tipos de flores, rosas y arboles. La puerta del carruaje se abrió desde fuera y la mano de Sebastián apareció por un costado mientras la miraba con una sonrisa.
— My lady – Llamo el mayordomo indicándole que tomara su mano para bajar.
— ¿Cómo llegaste acá tan rápido?- Pregunto ella asombrada mientras tomaba su mano.
— Está por llegar la hora del té de la tarde – Le respondió mientras le sonreía - Tenía que tener todo listo antes de su llegada.
— Kiara, ve a darte un baño. – Le ordeno a la muchacha mientras entraba a la mansión – Sebastián te enseñara tu habitación, Maylene llévale un vestido. – Indico mientras miraba a una muchacha vestida de maid con anteojos y coletas. Ella asintió rápidamente y fue a cumplir la orden.
— Lady Kiara, acompáñeme por favor. – Pidió amablemente el mayordomo mientras le indicaba el camino por las escaleras.
Kiara lo siguió en silencio, mientras miraba la hermosa decoración de los pasillos de la mansión. Cuadros, fotos, esculturas, jarrones y ventanas que llegaban al techo, todo de una excelente calidad.
— ¿Dónde están los padres de Ciel? – Pregunto al ver un cuadro de Ciel de pequeño con dos personas adultas.
— Los padres del joven amo murieron hace unos años. – Le respondió Sebastián con una sonrisa y un brillo extraño en los ojos.- Pido por favor que tenga cuidado con esa tema.
— Lo siento, tendré cuidado – Respondió rápidamente bajando la cabeza con tristeza.
— Esta será su habitación my lady. – Indico Sebastián mientras se detenía a abrir unas de las tantas puertas del interminable pasillo.- La puerta que esta frente a la cama es el baño, se puede bañar con tranquilidad, nadie vendrá a interrumpirla.
Kiara entro sorprendía a la habitación. Era mucho más grande que el living y cocina de su casa. Un hermoso tono morado con detalles dorados adornaban las paredes, las cortinas y la gran cama King eran de un hermoso color lila con rosado, las grandes ventanas dejaban filtrar el hermoso color del atardecer que le daba a la hermosa habitación una visión más de ensueño.
— Muchas gracias Sebastián. – Respondió Kiara con una gran sonrisa mientras se ponía de puntillas y dejaba un rápido beso en la mejilla del mayordomo.
El mayordomo se inclino sonriendo y se retiro de la habitación cerrando la puerta tras él. Miro nuevamente la habitación y se dirigió al baño. Una gran bañera llena de agua caliente estaba en una esquina del cuarto, al lado de esta se encontraba un hermoso sofá azul rey de dos personas, un mueble que iba desde el sofá hasta el otro extremo de la habitación decorado de un hermoso lavamanos de piedra, el retrete se encontraba frente al lavamanos ¡Hasta la tasa del baño era hermoso!
Sonrió maravillada y se quito la horrenda prenda que la cubría, se soltó su largo cabello negro que le llegaba más debajo de las caberas y se metió al agua. El exquisito placer del agua tibia la hiso suspirar, se hundió por completo en la tina dejando que el agua limpiara todo su cuerpo.
Estos últimos días habían sido un caos para ella y se encontraba totalmente agotada. Agradecería un poco de comida y luego dormiría toda la noche.
Froto con la esponja sus pierna tratando de no lastimar sus moretones que los hombre habían provocado horas atrás, pero por más que reviso ya no había marca alguna en su piel. Se lavo rápidamente el cabello y lo envolvió en una toalla para salir de la bañera y poder vestirse.
Cuando salió del baño totalmente envuelta en toallas, se fijo en un hermoso vestido rosado que se encontraba sobre la cama. Se acerco a tomarlo cuando se percato de la presencia de la muchacha de coletas, que miraba hacia la pared, evitando mirar su cuerpo semidesnudo.
— Hola. Te llamas Meylene ¿Cierto? – Pregunto Kiara con amabilidad mientras tocaba suavemente su hombro.
— Siii…sii señorita invitada. – Respondió con voz temblorosa sin voltear.
— ¿Me podrías ayudar a poner el vestido? En verdad no tengo idea de cómo se hace.- Pidió la joven sonrojada. – Tranquila, puedes mirar sin vergüenza.
La joven de coletas se acerco a ella y le ayudo a poner cada parte del complicado vestido, el corsé, la ropa interior y las ligas. Cuando ya termino de arreglar los pliegues del vestido le ayudo a cepillar su largo cabello.
— Señorita invitada, su cabello es muy largo – Le dijo asombrada por el abundante cabello negro. – Si quiere puedo tomárselo en un moño.
— No te preocupes, ya me acostumbre a tenerlo suelto.- Le respondió Kiara mientras movía su cabello son las manos para que se secara más rápido. – Muchas gracias por todo - Se acerco a la muchacha de coletas y beso ambas mejillas, dejándola sonrojada y temblorosa.
— Es un placer…se..señorita invitada. – La sonrojada joven se dirigió a la puerta y abrió. – El joven amo la espera.
Siguió a Meylene por la mansión hasta la planta baja, donde al lado de la escalera había una puerta que llevaba a un hermosa biblioteca con hermosos tonos azules oscuros. Entro con cuidado a la habitación donde se encontraba el pequeño conde sentado tras un escritorio de hermoso color caoba, tomando una humeante taza de té.
— Te hablare sin rodeos. – Dijo Ciel captando su atención para que dejara de mirar los grandes estantes de libros. – Revise los archivos de las mujeres que se habían dado por desaparecías. Pero tu nombre no sale. ¿Me mentiste? – Le pregunto mientras dejaba la taza de té sobre el escritorio y la miraba con seriedad.
— Claro que, no suelo mentir. – Le respondió la joven mientras se sentaba en unos de los sofás celestes frente al escritorio y tomaba unas hermosas galletas sobre la pequeña mesa.
— ¿Cómo te llamas? – Pregunto sin rodeos el joven conde mientras recibía un pedazo de pastel que Sebastián le ofrecía.
— Kiara Bascur. – Volvió a responde la joven con una sonrisa.
— Tu edad.
— Eso no suelo responderlo muchas veces. – Se burlo Kiara mientras comía más galletas. – Pero viendo la situación te lo diré. Tengo 22 años, nació el 28 de Julio de 1992.- Vio como Ciel y Sebastián abrían los ojos sorprendidos, se miraron sin decir nada
— No seas absurda. – Le reclamo Ciel golpeando el escritorio con sus palmas mientras se ponía de pie. – Eso no es posible.
— ¡Claro que lo es! – Grito Kiara mientras se ponía de pie y se acercaba al conde para mirarlo a la cara.- ¿Cómo? ¡No lo sé! ¡Lo único que sé es que un día estaba caminando tranquila por las calles de Santiago en el año 2015 y de la nada me encontraba acá! ¡Es una pocilga con más mujeres muriendo de a poco! ¡Luego ya estaba corriendo por esta mugre cuidad tratando de seguir con vida! ¡Luchando para mantenerme cuerda! – Se acerco más al conde y lo tomo por la ropa mientras las lágrimas caían por sus mejillas. - ¿! Estas tratando de decir que todo lo que pase es absurdo!? Pues déjame decirte que te equivocas niño. – Le grito mientras lo soltaba con brusquedad dejando sentado sobre la mullida silla de escritorio.
— Sebastián. – Llamo el conde mientras se arreglaba la ropa. - ¿Es eso posible?
— Escuche de varias personas que decían venir del futuro. – Respondió el mayordomo mientras le tendía un pequeño pañuelo blanco a Kiara para limpiarse las lágrimas. – Pero nunca vi a uno en persona.
Kiara se volvió a sentar en el sofá e intento flexionar sus piernas para apoyar su cabeza en las rodillas, pero el grueso vestido se lo impidió.
— ¡Estúpido vestido! ¡Estúpida edad victoriana! ¡Estúpida sensibilidad premenstrual!- Grito Kiara mientras se quitaba el vestido a jalones, quedando solo con el corsé y la ropa interior.
— My Lady – La regaño Sebastián, ella solo lo miro con el ceño fruncido. – No creo que sea apropiado vestir así. No sé cómo se vestirán en su época, pero estando acá tendrá que acostumbrarse a estos vestidos.
— Dame unos pantalones y no me quejare más. Lo juro. – Le respondió la joven mientras movía sus piernas con libertad.
— Podemos ir donde Undertaker. – Propuso el conde ignorando el berrinche de la joven. – Tal vez el tenga algo de información sobre casos así. – Se levanto de su asiento y suspiro mirando con el ceño fruncido el vestido tirado en el suelo. – Dale de tu ropa y prepara el carruaje, Sebastián. – Le ordeno al mayordomo mientras salía del despacho.
— Con permiso my Lady. – Dijo Sebastián mientras se sacaba su frac y la envolvía en el para luego tomarla en sus brazos. – Seria descortés de mi parte que otro sirviente la viera en estas fachas.
El mayordomo camino con la joven mujer en sus brazos por la mansión, bajando unas oscuras escaleras que lo llevaban a su habitación. Cuando llego, abrió la puerta con una mano y dejo a Kiara en el suelo. En la habitación era todo gris, una cama pequeña, un closet de dos puertas, un espejo y un pequeño escritorio.
— Tu habitación me contagia la alegría. - Murmuro Kiara mientras se sentaba en la cama.
— ¿Todas las mujeres de su época tienden a ser tan parlanchinas y de palabras tan liberales?- Pregunto Sebastián mientras buscaba algo de ropa en su closet y la dejaba a los pies de la cama.
— La vida nos dio este carácter. Pocas veces nos quedamos calladas. – Le explico ella con una sonrisa triste. – La mayoría de los hombres de mi época quieren mantener manipuladas a las mujeres, las acosas por las calles, las golpean y las obligan a hacer cosas que no quieren. Por eso nosotras tuvimos la necesidad de alzar la voz, de quejarnos y replicar por las cosas que no nos parecían justas, como el sueldo del trabajo, las oportunidades, hasta los derechos humanos. No somos el sexo débil y tenemos que dejarlo claro.
— Espero que no le moleste usar mi ropa.- Le dijo mientras le indicaba que se pusiera de pie. – La arreglare para que no le quede grande. Mientras cuénteme más de su vida. Claro, si no le molesta.- Pidió mientras daba unas puntadas para ajustar la ropa.
— Para nada. – Rio Kiara, pensando que ya era obvio que le gustaba hablar. - ¿Qué quieres saber? – Sebastián dudo un poco y sacando algo más de ropa le respondió en un susurro cerca de su oído, causándole un pequeño escalofríos.
— A que se dedicaba. Como son los tiempo allá. – Pidió mientras seguía dando puntadas con la aguja y el hilo.
— Estaba estudiando pedagogía en matemáticas y estadísticas en la universidad.- Estiro los brazos para que Sebastián le pusiera la camisa que ya había quedado terminada rápidamente. – Supongo que los tiempos son casi los mismos, la diferencia es que a la gente de allá no le da vergüenza hacer cosas malas, al contrario, las presumen con orgullo. Las catástrofes naturales azotan al mundo y no hay ayuda alguna por parte de los líderes que solo se mueven por el dinero. – Espeto con rabia mientras dejaba que Sebastián pusiera los pantalones.
— ¿La justicia no hace nada?- Pregunto mientras abotonaba una pequeña chaqueta.
— La justicia también se mueve por el dinero, al menos la mayoría. – Respondió sonrojada por la cercanía del mayordomo.
— Qué mundo tan cruel. – Murmuro Sebastián mientras tomaba una de sus manos y la llevaba a su rostro para deslizarla por su mejilla.
— Lo es. Una pequeña mujer inocente como yo estaba perdida e indefensa. – Respondió Kiara mientras acariciaba con más confianza la tersa piel del mayordomo, quien la miraba sonriendo. – Muchas gracias por todo. Me quedo todo perfecto.
— De nada my Lady. – Se inclino y esta vez llevo la mano de Kiara a sus labios para besarla.- ¿Qué clase de mayordomo seria si no pudiera vestir a los invitados?
Salieron de la habitación con las manos aun juntas, llegaron al salón y Sebastián recién la soltó para poder abrir la puerta, la cual cerró detrás de él, dejando a la joven y al conde solos en el salón.
— La ropa me quedo perfecto. – Dijo Kiara mientras se volvía a sentar en el sofá.- Pero dime. ¿Qué piensas hacer conmigo? No creo que tanta amabilidad sea gratis.
Ciel la miro con seriedad mientras dejaba los papeles que estaba leyendo en el escritorio. Soltó un suspiro y la miro con una sonrisa.
— Supongo que no tiene caso mentirte. – Dijo el joven Lord mientras apoyaba su mentón en la palma de su mano y cerraba los ojos.- Me causa curiosidad tu llegada. Quiero saber cómo fuiste a dar acá, de dónde vienes y si tus conocimientos del futuro me son útiles para mis planes. – Bario los ojos cuando sintió la puerta abrirse, dejando ver a Sebastián con su gabardina negra puesta, indicando que ya está listo el carruaje. - Tú no tienes donde quedarte y yo tengo muchas habitaciones. Creo que es un trato justo.
— En pocas palabras.- Interrumpió la joven. – Nos vamos a utilizar mutuamente para nuestros propios fines. Me das acceso a tu mansión para poder investigar como vine a dar acá y yo te doy conocimientos sobre el futuro.
Sebastián rio disimuladamente poniendo su mano derecha sobre sus labios para acallar la carcajada que quería salir ante las palabras de la joven y el ceño fruncido de su joven amo.
— A lo que mi joven amo se refiere my lady, es a ayudarse mutuamente. – Le explico el mayordomo aun riéndose.
— La ayuda se da desinteresa mente. – Aclaro la muchacha. – Lo que el pequeñín quiere es sacar provecho de su ´´generosidad´´.- Movió sus manos haciendo un par de comillas en el aire.- Seamos claros. No le pongamos títulos lindos a esta sociedad. – Le sonrió a ambos y se volvió a recostar en el sofá.
— Como sea. – Respondió el conde con fastidio mientras se ponía un abrigo un sombrero. - ¿Aceptas?
— ¿Trabajare de empleada? – Pregunto preocupada.- Por que créeme, soy un asco en todo eso. Además me gusta descansar - Aclaro risueña, sin pisca de vergüenza.
— Viendo cómo te comportas no creo que puedas pasar desapercibida.- Murmuro el conde con una mano en su mentón. – Podría inventar que eres un familiar lejano.
— Recuerde que hace unos meses le llego una carta informando que un primo lejano de su padre había muerto. – Le recordó el mayordomo.- Podría decir que se trata de su prima lejana.
— Es una buena idea.- Respondió el conde, conforme con la idea de su mayordomo.- Podría dar una fiesta para presentarla a la sociedad
— ¡Me apunto el bailoteo!- Exclamo Kiara levantando la mano entusiasmada.
— Por ahora es mejor ir donde Undertaker.- Respondió el joven conde mientras salía del estudio dirigiéndose al carruaje.
— ¿Algo que saber sobre ese tío lejano?- Pregunto mientras seguía a los dos caballeros hacia el carruaje.
— Nada fuera de lo común, era un hombre cualquiera. – Respondió Ciel subiendo al carruaje con ayuda de Sebastián
— ¿Era familiar de tu padre? – Tomo la mano de Sebastián y se subió, sentándose frente al conde.
— Si…- Espero que Sebastián se subiera al carruaje y dio la orden de partir al chofer.
— ¿Quién es Undertaker? ¿Por qué vamos a verlo?
— Tus preguntas me marean ¿Podrías callarte? – Se quejo el conde cerrando los ojos con fastidio.
— Que genio…No me gusta vivir en la ignorancia.- Le respondió ofendida.- Además me aburro estando callada, no me gusta el silencio.
— Vas a tener que aprender a disfrutar los silencios. - Le respondió el conde con voz seria.
Pasaron alrededor de 15 minutos antes de que llegaran a su destino. Kiara iba desesperada por hablar, pero no quería seguir molestando al joven conde, así que se dedicaba a resoplar de vez en cuando y a apoyarse sobre Sebastián quien iba sentado a su lado, aguantando a duras pena la risa al ver la cara de fastidio de su amo.
— Ya puede terminar de sufrir my lady. Llegamos.- Anuncio Sebastián totalmente divertido mientras se bajaba del carruaje y ayudaba a bajar a los dos jóvenes dentro.
Kiara, quien iba a dar un grito de júbilo, se quedo totalmente sorprendida por la tétrica tienda. La alegría se quedo en nada y un escalofrió la recorrió antes de entrar.
— Bienvenido conde, mayordomo.- Saludo una voz temblorosa y rasposa, con un tono juguetón casi aterrador. - ¡Oh! Veo que trajeron a una damita con ustedes. Siempre me gusto como se ven las mujeres con pantalones, lástima que no los usen mucho ju ~ ju~ ju~.- Rio la extraña voz. Al fondo de la tienda unas cuentas velas empezaron a iluminar la delgada figura de un hombre vestido totalmente de negro, con un gran sombrero del mismo color y un cabello plateado más abajo de las caberas, incluso más largo que el de ella, su flequillo cubría hasta la mitad de su rostro, dejando solo a la vista sus labrios, parte de su nariz y una cicatriz que cursaba de derecha a izquierda su rostro de forma diagonal. Era un hombre totalmente atrayente y familiar, pero de una forma escalofriante y tenebrosa, como una sombra que siempre la acompañaba.- Dime pequeño saltamontes ¿Cómo te llamas?- Le pregunto mientras dejaba el candelabro con las velas sobre un mesón y se acercaba a ella para tomar sus manos.
— Kiara…- Le respondió ella totalmente atraída por la familiaridad del sujeto. – ¿Puedo tocar tu cabello?
— Solo por un momento, no quiero que te enamores de mi ju~ ju~- Rio mientras cubría su boca con su mano que estaba escondida dentro su gran abrigo.
— Undertaker.- Lo llamo el pequeño conde captando la atención del extraño hombre.- ¿Encuentras algo raro en esta mujer?
— Bueno je~ je~ me ha tocado mucho as que el cabello.- Rio viendo como la joven se abrazaba a él y metía sus manos por debajo de tu abrigo.- Posee un aroma a muerte mucho mas grande que tú y tu mayordomo.
— ¿Olor ha muerto? Pero me bañe recién.- Se quejo la muchacha ofendida mientras se colocaba el sombrero de Undertaker
— My lady, dijo a muerte, no ha muerto.- Le corrigió Sebastián con una sonrisa amable.
— ¿Eso significa que me voy a morir? – Pregunto asustada mientras se abrazaba a Undertaker.
— Je~ je~ No lo creo pequeña saltamontes. Generalmente cuando una persona tiene este aroma a muerte, nosotros los shinigamis ya estamos evaluando su vida. – Le aclaro mientras con un brazo le rodeaba para abrazarla y le picaba una mejilla con su mano libre. – Y no veo a ninguno cerca de usted je~ je~ Tratare de investigar sobre usted, permítame saber su nombre y fecha de nacimiento.
— Kiara Bascur. Nací el 28 de Julio en el año 1992. Actualmente tengo 22 años.- Murmuro escondiendo su rostro en el pecho del extraño hombre. Este abrió los ojos sorprendido, sus manos temblaron un poco antes de abrazar con total firmeza el frágil cuerpo de la joven. Estallo en una gran carcajada aun abrazando a la joven, sin querer soltarla.
— JA JA JA~ Pero que divertido. – Respondió calmándose. –Una alma viajera. Eso explica su aroma a muerte, mi pequeña saltamontes je~ je~ je~
— Explícate. – Le ordeno el conde, mientras se sentaba sobre un ataúd.
— Lo más probable conde, es que este hermoso saltamontes se encontrara a punto de morir. Pero el shinigami que debía evaluar su muerte, decidió muy tarde que ella merecía seguir viviendo.- Explico Undertaker, dejando salir de la prisión de sus brazos a la pálida joven. – Cuando pasa eso, generalmente el alma se pierde, puede vagar siendo un fantasma o busca la manera de volver a la vida, reencarnando años más adelante. Este es el primer caso que veo donde el alma viaja con cuerpo y todo hasta el pesado. Sin duda muy interesante je~ je~
— Por eso el aroma a muerte quedo grabado en su cuerpo.- Murmuro Sebastián pensativo. – Tengo entendido que esas personas suelen vivir el doble que las personas normales.
— ¡Claro! Sus almas piden a gritos que le devuelvan los años que le quitaron je~ je~ Viven hasta que sus cuerpo se pudren je~ je~
— Ahora que lo mencionas.- Murmuro Kiara totalmente pálida, tomando la mano que le ofrecía Sebastián para sentarse al lado del conde.- Recuerdo que un automóvil me arroyo, tenía sangre por todos lados y muchos personas mirándome. No lo recuerdo muy bien, son imágenes borrosas.
— Eso significa que moriste en aquella ocasión, pequeña saltamontes.- Respondió Undertaker acariciando la mejilla de la joven.
— ¿No podre volver?- Pregunto con un hilo de voz.
— Me temo que no preciosa.- Le respondió Undertaker, pero esta vez con un tono serio y neutral.
— Me temo que tendrás que acostumbrarte a usar esos estúpidos vestidos. – Se burlo el conde, ganándose una mirada de color verdoso llena de ira.- Serás una Phantomhive por mucho tiempo.
Espero les gustara! Agreguen a favoritos y dejen comentarios!
Mas adelante les iré pidiendo ideas, empezara desde el 3er o 4to capitulo.
No se olviden de comentar. Muchas gracias :)
Atten Meiko :3
