(7/12/2013) Como estoy viendo que me quedan pocos capítulos me ha dado por releerme el fic (no vaya a ser que haya puesto algo en algún momento y me deje algún cabo suelto por ahí) y (¡oh, Dios mío!) me he fijado en que a la hora de subir el capítulo (y a pesar de leer varias veces lo que escribo) había pasado por alto algunas faltas de ortografía (pro aun así... ¿cómo pude no darme cuenta de eso?¿¡Cómo!?) y las he corregido. Eso y que me he impuesto a mí misma un número mínimo de palabras por capítulo y bueno... este ni llegaba a las 2000. El contenido en sí no cambia mucho (he quitado cachos enteros y he añadido descripciones que antes no había) y a lo mejor ni se nota, pero yo aviso por si alguien se lo quiere releer. Sigue sin ser una obra maestra (es el capítulo que menos me gusta), pero supongo que está mejor que antes.

(15/8/2015) Casi que podría hacer un copia y pega de la N/A de hace dos años. Ahora no estoy a punto de terminar nada, pero me ha dado por revisarlo todo. No me gustaba la actitud con la que había puesto a Itachi, sentía que no era él, así que lo he vuelto a escribir. Casi literalmente. He cambiado todo lo que había escrito y he añadido cosas, pero los acontecimientos siguen siendo los mismos y el capítulo acaba de la misma forma —aunque con otras palabras—. Si ya lo habías leído y no te apetece volver a pasar por él, no pasa nada. Si vas a volver a leerlo, tiene tres páginas más que antes en Word y es mucho más agradable de leer —bajo mi punto de vista—. Si acabas de descubrir el fic, espero que me haya dado tiempo a corregir el segundo capítulo (y alguno más) , porque los escribí hace mucho tiempo y, sinceramente, no me gusta como me quedaron XD. Lo siento si hay un cambio muy grande entre este capítulo y el próximo, intentaré solucionarlo pronto. (Sí, le he cambiado el nombre al capítulo :D)

Disfrutad del capítulo, espero que os guste ^ ^


CAPÍTULO 1: EL CALLEJÓN DIAGÓN


Informe diario:

Cuatro shinobis enmascarados y vestidos de negro han procedido a atacar la aldea a las 00:15 horas. El ataque ha finalizado a las 2:30 horas con la desaparición de Danzo Shimura y uno de los atacantes, descrito como un hombre delgado, de baja estatura, pelo negro y ojos del mismo color. Se cree que podría tratarse del criminal de clase S Itachi Uchiha, registro ninja 012110. Se ha reforzado la seguridad en toda la aldea. A pesar de las desapariciones mencionadas y la huida de los agresores, ha sido capturado uno de ellos. Es un hombre. Actualmente se encuentra en la celda 25. No hemos conseguido identificarlo. Por motivos desconocidos no podemos retirar la máscara. Es completamente lisa, de acero, con tres aspas: una en la frente y otra en cada mejilla. Parece tener el pelo teñido. Oscila entre los veinte y treinta años de edad. Se niega a hablar. Si la situación se alarga procederemos a la tortura. Un equipo de rastreo liderado por Kakashi Hatake está buscando a los desaparecidos.

Ibiki Morino.


Abrió los ojos, buscando un lugar al que aferrarse. Una vez se estabilizó, miró a su alrededor, en busca del que había sido su contrincante apenas un minuto atrás, pero no encontró al líder de Raíz por ninguna parte. De hecho, no había nadie a parte de él y un gato negro que fue corriendo a esconderse en una tienda abandonada. Desde luego aquello no era la torre del Hokage y tampoco parecía ser ninguna parte de Konoha. Había dejado la aldea hacía varios meses, pero dudaba que en ese tiempo pudiera haber cambiado tanto.

Se encontraba en una calle oscura, fría y sin farolas, el suelo era de adoquines y estaba rodeado de extrañas tiendas, todas cerradas. En los escaparates a medio iluminar podían verse calderos, botes con contenidos sospechosos y lechuzas durmiendo. Los edificios eran altos, repletos de ventanas y daban la impresión de estar inclinados hacia el centro de la calle, como si fueran a derrumbarse en cualquier momento. El lugar terminaba en una enorme construcción de mármol con aspecto de ser importante. A uno de los lados de la puerta había un letrero, pero no era capaz de descifrar lo que ponía, era la primera vez que se encontraba con aquel idioma.

Dio varias vueltas por el lugar, buscando en todos los rincones, sin encontrar ni el más mínimo rastro de Danzo. El consejero se le había escapado en aquel extraño viaje. Por un momento pensó que podría tratarse de algún tipo de genjutsu. Después de todo Danzo poseía el kotoamatsukami de Shisui, pero descartó la idea rápidamente. Danzo era consciente de que no podría volver a activar la técnica próximamente si lo hacía y estaba demasiado convencido de utilizarla para otros propósitos.

Finalmente, sin saber a dónde ir, decidió que tenía que buscar un lugar donde pasar la noche. Estaba en un lugar desconocido y era probable que Danzo siguiera cerca sin que él se diera cuenta. Resignado, el shinobi buscó hasta encontrar un edificio vacío. Ignorando que se trataba de una editorial, se acomodó en uno de los sillones tras mirar la hora de apertura en uno de los carteles de la puerta. Si bien no podía leer, al menos los números eran los mismos que en el País del Fuego.

Itachi se despertó poco antes de que el sol hiciera acto de presencia. Estiró un brazo, a modo de prueba y confirmó sus sospechas. Le dolía todo el cuerpo. El día anterior había pasado por alto cualquier lesión que pudiera tener, preocupado en otros asuntos y con la adrenalina todavía corriendo por sus venas.

Se puso en pie con dificultad, sabiendo que no tenía que preocuparse por fingir delante de nadie. Buscó un cuarto de baño por toda la planta y lo encontró atravesando una habitación repleta de máquinas de escribir. Tanteó la pared en busca del interruptor de la luzy al no encontrarlo decidió dejar la puerta abierta para que entrara la poca luz que llegaba de la calle. Podía distinguir vagamente su cara en el espejo. No tenía demasiado buen aspecto. Pasó la mano por el pelo, deshaciendo la coleta y metió la cabeza bajo el grifo. Cuando volvió a enderezarse, pudo ver los restos de sangre corriendo hacia el desagüe. Limpió el protector de Konoha y lo dejó en el lavamanos junto a la máscara y los guantes. Cogió uno entre las manos y lo examinó. Lo mismo podría tirarlos, estaban tan destrozados como sus propios nudillos. Sabiendo que no tenía otros, decidió guardarlos después de quitar todos los restos de sangre. Se limpió las heridas y cerró las más dolorosas con el poco chakra que le quedaba. Después hizo un inventario de todas las armas que le quedaban antes de sellar la máscara en un pergamino, limpiar el baño y salir de allí.

Los trabajadores del periódico no tardarían en llegar y él tenía que moverse para investigar con algo más de luz. Dio un paseo por los tejados, intentando no ser visto, aferrando la capa con fuerza. No quería que nadie viera el atuendo shinobi. Se detuvo en el primer tendedero que encontró y se fijó en la ropa. Había algunas cosas de su talla, podría llevárselas y la familia no tendría por qué pensar que había sido otra cosa que el viento. Pero no terminaba de estar seguro de si realmente vestían así o habían tenido algún tipo de celebración, del tipo Halloween o carnaval. O una simple fiesta de disfraces. Tampoco estaba del todo seguro de qué era ropa de chico y qué no, sólo veía túnicas y vestidos. Habría pensado que se trataba de un grupo de monjes si no hubiera sido por todas las estrellas, lunares y colores. Y el sombrero picudo que colgaba de una pinza solitaria en un esquina. No se sentía capaz de imaginar a nadie capaz de ponerse algo así. Ni siquiera a Gai.

Empezó a escuchar ruido en el interior del edificio y decidió que lo mejor sería salir de allí. No quería que nadie se asustara de encontrar a un extraño examinando su ropa. Sería altamente incómodo, aunque en Konoha fuese algo normal ver a un grupo de ninjas entero echando la siesta en tu tejado. Llegó a un pequeño callejón sin salida y saltó, pegado a la pared. Se arrepintió completamente de no haber bajado andando cuando notó el intenso pinchazo en el pie derecho. Lesión no localizada con anterioridad. Reprimió el dolor y continuó andando hasta salir a la calle principal.

El cielo comenzaba a clarear y las casas se estaban llenando de actividad, al igual que la calle. Varias personas se dedicaban a abrir sus negocios. Se sorprendió levemente al comprobar que efectivamente todos llevaban variantes de la ropa estrafalaria que había visto antes. Pasó frente a una cafetería que no inspiraba demasiada confianza y una heladería. Se llevó la mano al estómago por debajo de la capa distraídamente, no se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que le llegó el olor del desayuno. Necesitaba comer algo. De esa forma podría recuperar algo de chakra más fácilmente, aunque solo fuese lo suficiente para realizar un genjutsu en condiciones en la mente de algún incauto dispuesto a ayudarlo de forma involuntaria.

Un cuarto de hora más tarde se sentó en el escalón de una casa deshabitada, acompañado de un helado, un café, una barra de pan, mantequilla y mermelada. Además de un cuchillo para untar. Un par de transeúntes lo miraron extrañados, pero ninguno se llegó a detener. Itachi terminó de desayunar y tras devolver la taza y el cuchillo al fregadero de la cafetería, entró en primera tienda de ropa que encontró.

Le habría gustado entrar sin hacer ruido, pero apenas que puso un pie en el interior, sonó una campanilla advirtiendo de la presencia de un nuevo cliente. Al fondo del local, detrás de una verdadera jungla de lo que Itachi seguía considerando trajes de carnaval, una mujer de aspecto simpático pero frustrado le tomaba las medidas a un chico rubio poco más alto que él mismo. La mujer situada a su lado parecía ser su madre y si hubiera tenido el pelo castaño, podría haber llegado a pensar que se trataba de la señora Yamanaka.

Se adentró un poco más, observando las túnicas y la dependienta murmuró algo, luchando porque no se le cayeran los alfileres que sujetaba entre los labios. Aunque podría haber sido cualquier cosa, por el tono utilizado y la falta de hostilidad, Itachi decidió interpretarlo como "Espera un momento, enseguida te atiendo". Itachi pasó sin querer frente a un espejo y se detuvo en el acto. Lo mismo también le podía haber preguntado qué le había ocurrido, porque un moratón le cubría la mitad derecha de la cara. No lo había visto en la oscuridad del cuarto de baño.

Suspiró, sabiendo que tampoco podía hacer nada para ocultarlo y siguió dando una vuelta por la tienda, intentando averiguar de qué hablaban la dueña y los dos clientes.

Lo más normal que fue capaz de encontrar eran cuatro maniquíes colocados al fondo, con túnicas y capas negras, cada uno con una bufanda de diferentes colores.

El joven al que le estaban tomando las medidas alzó la voz e Itachi se dio la vuelta, comprendiendo que estaba hablando con él. El chico dijo algo, frunciendo el ceño. Parecía molesto porque no le estuvieran prestando atención.

Itachi se limitó a negar con la cabeza, esperando que se diera cuenta de que no hablaban el mismo idioma. El rubio lo miró de los pies a la cabeza, deteniéndose en el moratón y en los rotos de la capa que Itachi seguía manteniendo cerrada con la mano porque el broche se había roto.

Su madre le dijo algo, quitándole una pelusilla de la túnica y el rubio dejó de observarlo para contemplarse a él mismo en el espejo con la expresión más creída que Itachi había visto nunca. Se notaba de lejos que les sobraba el dinero.

La dependienta colocó un par de alfileres en el bajo, obedeciendo los gestos de la madre y se giró hacia él, con una sonrisa triunfante.

—Welcome! Can I he... —pero la mujer se detuvo de repente y la sonrisa se le congeló en el acto— Oh! You can't understand me, right?

Itachi la observó sin saber muy bien que hacer. Debía haber comprendido que no hablaban el mismo idioma. La señora le devolvió la mirada un par de segundos, golpeándose la mejilla con lo que Itachi calificó como un palo de madera muy bien tallado. Al cabo de un rato se le iluminaron los ojos y se tomó la total libertad de cogerlo por el brazo y llevarlo hasta la entrada. Una vez allí estiró el brazo con el sujetaba el palo y señaló con él la tienda de enfrente.

La reconoció fácilmente. Era una de las primeras que había visto la noche anterior. También era una de las más llamativas: el escaparate estaba lleno de botes con ojos, alas de murciélago y otras cosas que Itachi no se sentía capaz de distinguir. No quería entrar allí, mucho menos comprar nada, pero al final decidió arriesgarse y hacer caso a aquella señora. No parecía alguien capaz de tenderle una trampa ni con intenciones de envenenarlo.

Sin embargo, el dependiente de la tienda a la que lo enviaron, sí podría haber tenido esas mismas intenciones. Podría haber sido un hombre alto, si no fuera porque estaba terriblemente encorvado. También tenía un palo parecido al de la señora de la tienda de ropa. Pero este tenía una apariencia mucho más vieja y siniestra, estaba más torcido y era menos elegante. El hombre se quedó examinándolo un par de segundos e intentó comunicarse con él sin mucho éxito. Entonces levantó un único dedo mugriento, como si acabara de tener una idea brillante y sacó una botella de detrás del mostrador. La cogió y se la colocó a Itachi a tres centímetros de la cara. Este retrocedió, incómodo, y chocó contra una estantería. Todos y cada uno de los botes tintinearon unos contra otros y el dueño lo miró entrecerrando los ojos.

—Disculpe —murmuró.

El hombre pareció relajarse y señaló la tienda de ropa, visible a través del escaparate. Itachi tardó unos segundos en darse cuenta de que no se refería a un tarro con ancas de rana, pero asintió. El dependiente hizo un gesto de exasperación y sacó otra botella exactamente igual a la anterior, junto a un pequeño cuchillo y un vaso de cristal.

Itachi miró con curiosidad como el hombre efectuaba un corte limpio en la yema del pulgar y dejaba caer la sangre en uno de los vasos. La curiosidad dejó paso a la indignación y al horror cuando lo cogió por la muñeca e intentó repetir el procedimiento. Itachi se apartó y se dio cuenta de que había puesto demasiada fuerza en el movimiento cuando el hombre lo miró extrañado.

No iba a darle su sangre a ningún extraño. La sangre se utilizaba para firmar contratos y establecer vínculos. No pensaba permitir... ¡Ay! Reprimió la exclamación a duras penas y se llevó una mano a la cabeza. Un pelo —su pelo— flotó en el aire hasta caer en el interior del vaso. A continuación, el tapón de la botella se desenroscó —solo— y el líquido naranja que contenía se vertió en el vaso junto a la sangre y el cabello. El pelo permaneció unos segundos flotando en la superficie antes de entrar en combustión. Entonces el hombre sacó una cucharilla, muy satisfecho, y removió el mejunje antes de beberse la mitad del contenido. Hizo un gesto extraño, como si acabara de comerse un limón e Itachi se quedó con la boca abierta cuando habló.

—Don't wor... ¡Bah! Está asqueroso. Tardas un poco en acostumbrarte. Esa mujer... Se piensa que tengo reservas infinitas y cada vez que ve a alguien lo manda aquí. ¿Tienes dinero? Puedo venderte la botella nueva, esto es solo una muestra, durará un par de horas. Salió el mes pasado a la venta, por eso no la conoce casi nadie. Solo tienes que mezclar una muestra tuya con la de alguien que conozca el idioma que deseas aprender. El efecto acaba volviéndose permanente, pero el cerebro tarda un par de días en asimilar el idioma, una semana como mucho. Toma, prueba.

Itachi se quedó muy quieto, tanto que casi se olvida de seguir respirando y cogió el vaso que le ofrecía. Le dio un trago, todavía no muy confiado, y se obligó a tragar. Estaba realmente asqueroso.

—¿Cuánto cuesta? —preguntó, notando la boca seca y áspera, como si acabara de lijarse la lengua.

—Por ser tú —dijo, evaluándolo una vez más—, serán dos galeones.

Itachi lo miró fijamente y después miró la botella. No tenía ni idea de qué eran los galeones. Más correctamente, no sabía cuanto eran dos galeones.

—Me la llevo —afirmó y el hombre estiró un poco la espalda, creciendo un par de centímetros. Parecía feliz. Del tipo de felicidad que tienen los vendedores cuando se dan cuenta de que acaban de timar a un turista. Costara lo que costara, no eran dos galeones—. ¿Le importaría...? Ya sabe, lo de la muestra.

—¡Por supuesto! Faltaría más. Trae —dijo, sujetando un pelo de Itachi y echándolo en la botella—, aquí tienes.

Itachi cogió la botella con fuerza y examinó al hombrecillo. Efectivamente, no tenía una mente demasiado fuerte. El gasto sería insignificante, a pesar de que se estuviera recuperando muy lentamente.

—Muchas gracias, señor —dijo, esbozando su sonrisa más sincera.

—¡De nada, joven! ¡Ninguna molestia!

Metió la botella en uno de los bolsillos interiores de la capa. No sabía cuanto duraría el efecto y no quería tener que estar sacándola de un pergamino todo el rato.

—Qué educados son los jóvenes de hoy en día...

Madame Malkin —Itachi supuso que era ella por el nombre de la tienda— levantó la vista del mostrador cuando volvió a escuchar la campanilla.

—¿Ya puedes entenderme, querido? —preguntó saliendo a su encuentro.

Itachi asintió, profundamente agradecido.

—Muchas gracias, señora.

—¡De nada, de nada! Siempre es un placer ayudar a un cliente —dijo alegremente, agitando el palo de madera—. Ahora, ¿para qué vas a querer la túnica? ¿Para diario? ¿Para una fiesta?¿Para el colegio?

—Diario —respondió rápidamente.

—¡Por supuesto! Ve subiendo al escabel, enseguida voy.

Itachi aprovechó que la señora se perdió por una puertecilla colocada detrás del mostrador para deshacerse de las armas y los pergaminos. Los colocó sobre la silla más cercana y los cubrió con la capa. Para cuando la mujer volvió, él ya estaba en el escabel, fingiendo que todo estaba en orden.

Madame Malkin dio un par de vueltas a su alrededor y le hizo unas cuantas preguntas, haciendo que se sintiera incómodo. Sabía que la madre del niño rubio y ella habían estado hablando de él en su ausencia. Se le notaba en los ojos, aunque intentara ocultarlo. Itachi le preguntó si podrían ser unos pantalones y una camiseta en vez de la túnica y Madame Malkin se rio.

—Esa moda muggle...—dijo, midiéndole la espalda para una capa nueva—, me sorprende la cantidad de jóvenes que me lo dicen últimamente. ¡Claro que pueden ser unos pantalones y una camiseta! No te preocupes —aclaró, viendo la expresión de Itachi.

No tenía ni idea de qué era o que significaba la palabra muggle, igual que no sabía lo que era un galeón, pero se alegraba de que estuviese de moda y pudiera tener su ropa sin más preguntas.

—¿Con bolsillos?

—¿Perdona? —habían estado tanto rato en silencio que la pregunta lo pilló desprevenido.

—La capa.

—Ah, sí. Por dentro.

—Tú no vas a Hogwarts, ¿verdad? Por supuesto que no, qué cosas digo... ¡Si ni siquiera hablas inglés!

Tampoco sabía lo que era Hogwarts, notó molesto. No estaba acostumbrado a desconocer tantas cosas. La mujer hizo un gesto con la cabeza en dirección a las túnicas con bufandas que Itachi había visto antes.

—El colegio.

—Ah, no. Estudio en casa.

—Una pena —se lamentó, cortando un trozo de tela con un movimiento del palito mágico. Necesitaba empezar a llamarlos de otra manera, porque era obvio que no eran simples trozos de madera—, este año van a celebrar allí el Torneo de los Tres Magos. Lo habrás oído, ¿no?

Itachi negó, confuso.

—¿Qué es el Torneo?

—¡No lo sabes! —exclamó, como si fuera imposible imaginar que alguien no supiera lo que era el Torneo de los Tres Magos— Bueno —se tranquilizó—, supongo que en realidad es más o menos normal. Hace mucho tiempo que dejó de celebrarse, decían que era demasiado peligroso. Pero este año van a hacerlo en Hogwarts. Dicen que van a reforzar la seguridad, pero aún así... Dejar que unos niños se enfrenten a esas pruebas...

La mujer parecía indignada.

—¿Pruebas? ¿Cómo un examen? —preguntó Itachi, frunciendo el ceño.

—¿Un examen? No, no, no, es un torneo —explicó, manteniendo un par de agujas entre los dientes—. En él participan las tres escuelas más importantes de Europa... Por cierto, ¿de dónde eres?

Itachi maldijo su suerte, sin saber qué decir. Decidió callarse, a lo mejor la señora olvidaba la pregunta o cambiaba de tema.

—¿Dónde te hospedas? —dijo al cabo de un rato.

—En ningún sitio, acabo de llegar hoy. En realidad no se muy bien donde estoy —añadió, intentando parecer perdido y triste. Era lo más sincero que había dicho desde que había entrado.

—Podrías quedarte en el Caldero Chorreante, está prácticamente aquí al lado, solo tienes que seguir todo recto por el callejón y lo encontrarás. No es excesivamente caro y está bastante bien. Solo necesitarás una varita para entrar... —la mujer se detuvo, con la vista perdida— Supongo que eres menor de edad, pero puedes esperar a que alguien entre o puedes pedirle ayuda a algún adulto. ¿De qué estábamos hablando? ¡Ah, sí! El Torneo. Lo retiraron porque había demasiadas muertes. A la mayoría de gente no le gustó la decisión, les parecía entretenido. No sé por qué habrán decidido volver a celebrarlo, la verdad. Básicamente discuten por saber qué colegio es el mejor. Yo sinceramente prefiero Hogwarts y no es porque yo haya estudiado allí, pero tienen una biblioteca magnífica. Libros sobre todos los temas que puedas imaginar, viajes en el tiempo, pociones, animales...

Itachi dejó de escuchar a la dependienta, mareado por tantas palabras. Su madre nunca había hablado tanto, no entendía a las mujeres que lo hacían. Por lo menos había sacado en claro que Hogwarts era un colegio.

—...lo único que no me gustaba era el tema del internado. No me hacía mucha gracia, pero luego me acostumbré. La comida era...

Y que era un internado.

—¿Dónde está exactamente?

—En Escocia —respondió, metiéndole los bajos a la túnica.

—Solo hay un colegio en esta zona, ¿verdad?

—Claro... Disculpa, se me olvida que no eres de aquí.

—¿Le importaría hacerme el uniforme del colegio?

—¿No estabas de viaje? —dijo, confundida.

—Sí, bueno. Quería saber como era más o menos el país, nos vamos a mudar aquí. Mis padres dijeron que iba a ir a un colegio nuevo, pero no me quedé con el nombre.

Itachi sabía que no era una mentira convincente, no había tenido tiempo para prepararla y sabía demasiado poco de aquel lugar. Itachi suspiró, pensando en el chakra que había conseguido recuperar, y activó el sharingan casi a regañadientes, justo antes de que la mujer pudiera llegar a protestar de alguna manera.

Le dejaría llevarse la túnica gratis, junto a la capa, la camiseta y los pantalones. Por supuesto, le arreglaría la ropa que llevaba puesta. No podía permitir que pagara por el uniforme de Hogwarts, para él era gratis. Tampoco le podía faltar el traje de gala. Estaba hecho un desastre, por lo que le dejaría usar la ducha de su casa. Y, faltaría más, le pagaría la estancia en el Caldero Chorreante.

Itachi sonrió, sintiéndose algo culpable. Aquella mujer le había caído bien, aunque hablase por los codos.