POV madre de Katniss
La suerte es el azar en el destino. Nadie te dice si te va a tocar o simplemente no notara tu existencia. Pero esto era de esperar; inevitable.
Se despide con un gesto de la mano y el rostro impasible. Le cuesta procesar sus emociones, como no lo voy a saber, ¡Si soy su madre! Cómo me arrepiento de haberle faltado cuando más me necesitaba… fui una mala ya es tarde para enmendar ese error. Solo le pido a la vida que, mediante un golpe de suerte, ella pueda volver a casa.
Cada paso de regreso duele como mil clavos en mi piel. Esto no puede estar sucediendo, no. Tiene que ser un maldito sueño, horrible pesadilla. En cualquier momento abriré los ojos y notare que es un truco de la mente. Pero al hacerlo la realidad me abofetea en la cara: ante mí se presentan las calles cubiertas de polvillo de carbón y las pequeñas casas grises aledañas. La pálida luz lo invade todo y eso hace que mi corazón se estruje hasta el punto de doler.
Prim abre la puerta de casa y me sostiene mientras entro. No sé cómo, pero me tiro en la cama. Quisiera irme lejos, a ese lugar donde el dolor no existe. Inmediatamente recuerdo la promesa que le hice a Katniss: no dejare sola a Prim.
By Prim
–¡Prim Everdeen! –pronuncia Effie Trinket. ¡No, no puede ser!.Solo tengo una papeleta. El horror me invade, aun así, es obligación acudir cuando te llaman. Me muevo de mi lugar, echa una piedra. Una extraña fuerza me empuja a caminar, a dirigirme a aquel escenario.
En este mundo es imposible escapar de Los Juegos del Hambre. A cualquiera puede sucederle. Y a mí me toco.
Estoy a punto de poner un pie en el escalón del escenario y algo me empuja hacia atrás.
–¡Me presento voluntaria como tributo! –grita una chica, la chica que tengo delante mio, de espaldas. Al principio me cuesta reconocer ese bonito vestido azul, pero su peinado hace que reaccione inmediatamente.
–¡No, Katniss, no puedes ir! –le digo. Quisiera decirle, además, que ése es mí lugar, que no puede ocuparlo, que debo ser valiente y subirme al escenario. Me aferro a ella, rodeándola con mis brazos; así no podrán alejarla de mi. Pero ella intenta deshacerse de mí, empujándome con un poco de brusquedad.
–Prim, suéltame–manifiesta Katniss un tanto molesta. No le voy a dar el gusto, no voy hacerlo. –¡Suéltame! –añade furiosa. Algo me agarra por la cintura y me alza en los aires. Pataleo enojadísima, triste. Es Gale. ¡Lo odio, como puede hacerme esto!
Le pedí a Katniss que ganara. Sé que puede hacerlo, es valiente, buena con el arco y lista, muy lista. Prometió que lo intentaría.
Y ahora estoy en mi casa, mi madre esta acostada. Tengo miedo de perderla, de que se vaya otra vez. Sus ojos se iluminan y se levanta de la cama, prende el fuego, llena la olla y vierte un par de hojas de menta.
Mamá se levanto. Y eso significa una sola cosa: esperanza en Katniss. Mientras tanto, yo corro las cortinas y cierro bien fuerte la puerta. Nos toca a nosotras alejarnos del mundo, sufrir en silencio las semanas que se acercan.
