VIAJE LARGO

"El vuelo 52 con rumbo a Port Angels ha iniciado. El capitán y los miembros del personal les deseamos un viaje plácido y cómodo. Cualquier duda que tenga, con gusto le ayudaremos."

Y allí me encontraba, en un estúpido avión, abandonado de toda esperanza alguna de volver a sentir alguna pizca de alegría, y encaminándome al peor lugar del mundo al que podría ir: Forks.

Según toda la información que leí en Internet, era el pueblo más verde y lluvioso de todo Estados Unidos de América.

Wau que emocion, el planeta verde en America.

¿Por qué a mí? Me dije furioso. Había tantos lugares para formar un nuevo hogar y una nueva vida, y mi maldita tía había escogido vivir allí.

Mi martirio estaba a punto de empezar y lo peor de todo es que ya no había marcha atrás, para mi todo estaba perdido.

Aún no podía concebir que en 1 mes mi vida hubiera cambiado tanto. No podía entender como en exactamente 30 días, mis sentimientos habían sufrido un cambio tan grave. Realmente las vueltas de la vida apestaban.

Tenía 17 años recién cumplidos y mis 16 años los había vivido en un orfanato en mi querida y amada Phoenix. Amaba con todo mi ser a mi ciudad. Amaba las tardes calurosas en las que junto a mis amigos, también huérfanos y de mi misma edad con los cuales crecí, jugábamos a guerras de agua, las cuales terminaban en guerras de barro. Las escasas visitas a la playa, los helados en las salidas de fines de semana, las noches mirando las estrellas… eran cosas y recuerdos maravillosos que estaban guardados en lo más profundo de mi corazón. Recuerdos que allí iban a quedar, bien guardaditos y que nunca más volvería a vivir.

Nuestras instructoras y maestras siempre nos habían criado con amor. Sabíamos, por boca de otros, que en los demás orfanatos las cosas no eran color de rosa como en el nuestro. En algunos encuentros de fútbol, era más que evidente la tristeza y el resentimiento en los muchachos de nuestra edad, y en las pocas charlas que manteníamos, ellos nos contaban que en sus hogares nada era lo que parecía. Para los supervisores todos se hacían pasar por un jardín floral, pero al marcharse, la situación volvía a ser la de antes. Golpes, gritos y amenazas eran los métodos de castigo, por hasta reírse. Luego de esa dura realidad, varios chicos decidimos colaborar con nuestras maestras y dedicarles más cariño y respeto por tratarnos de la forma que lo hacían. Aunque no era mucho el cambio, la decisión de responderles con el mismo amor no se hizo esperar.

Pero mi vida cambió totalmente, cuando una tarde de verano, mientras corríamos de un lado a otro en el patio del orfanato, jugando con agua y barro, la señorita Stefannie, una de las instructoras, me llamó. Al acercarme, una expresión de una rara preocupación, y dolor mal disimulado, me hicieron saber que nada estaba bien.

— ¿Sucede algo? —solo atiné a preguntar.

Ella me miró seriamente y luego de un suspiro, respondió:

—Tus verdaderos padres han venido por ti.

Algo dentro de mí se quebró totalmente.

¿Mis padres?

No.

Eso no podía ser cierto.

Claro que no...

Luego de esa respuesta, ella se dio la vuelta y en una señal de "sígueme" me condujo a la sala de espera. Sin cambiarme y totalmente sucio y empapado llegué a la sala, y allí, impacientes, un hombre blanco y con cabello corto negro, y una dama de tez blanca y con el cabello rubio, me esperaban.

Mi corazón galopó rápidamente.

—Se…Señor… Señor Swan…, Señora Hale… —murmuré.

¿Qué hacían ellos allí? Esto era una mentira. Yo ya los conocía.

Si, los conocía. Él era el bibliotecario con el cual había mantenido muchas charlas. Solía ir seguidamente a la biblioteca del barrio a leer. Como no tenía dinero, con el permiso de la Directora del orfanato, iba día de por medio a visitarlo y me quedaba dos horas completas leyendo los maravillosos libros que había allí, de vez en cuando manteniendo alguna que otra charla y hasta en ocasiones bebiendo o comiendo cosas que solía llevar a su trabajo.

Y ella, era la dueña de una peluquería que estaba en la misma calle que mi hogar. En varias ocasiones había ido a cortarme el cabello a su tienda, y ella lo hacía gratis. En las conversaciones que manteníamos, siempre solía decir que le hubiera encantado tener hijos. Por medio de sus confesiones, sabía que su único pequeño bebé había nacido muerto.

O al menos eso creía.

No sabía que decir, por primera vez en mi vida, no encontraba las palabras adecuadas para ese momento.

Como no articulaba palabra alguna, ellos trataron de hablar.

—Eddie, ¿como has estado?—preguntó la señora Hale.

Tragué saliva.

— ¿Ustedes...ustedes son...? ¿Qué…?

La directora se me adelantó.

—Edward, ellos son tus verdaderos padres, hijo. Tardaron mucho, pero al fin te han encontrado y deberías escuchar el motivo de su separación. Quizá sientas rencor por que te abandonaron, pero de verdad, la historia es muy triste y quiero que escuches antes de decir algo.

Asentí con la cabeza.

Los dos se miraron a los ojos y comenzaron a relatarme la historia. Ella había quedado embarazada, del ex novio de su hermana, y esta, celosa, cuando me dio a luz, le pagó a una enfermera para que me entregase a ella y luego de eso, mi tía me dejó en las puertas del que, a partir de ese día, se iba a convertir en mi morada.

De novela.

— ¿Debo creerles esta historia de fantasía? Hermanas celosas...todo eso sucede en las telenovelas, no en la vida real...

No alcanzaba a creerles.

—Hijo sé que costará creer, pero es la verdad. Desde que nos enteramos de que no habías muerto, como pensábamos, te hemos buscado por cielo y tierra y fue tan extraño que te hayamos tenido tan cerca y no sabíamos que eras tú. Nuestro pequeño bebe...—soltó el señor Swan.

El silencio reinó unos segundos. Trataba de hallar algo, un indicio que me diga que todo era broma, una equivocación...pero no lo hallé, y en ese momento, en que la señora Hale sorpresivamente se acercó a mí y me abrazó con lágrimas en los ojos y con fuerza, sentí que en realidad algunas novelas y cuentos de fantasía podrían ser realidad.

Luego, todo sucedió muy rápido. La emoción fue reemplazada por alegría al enterarme de que me iba a vivir con ellos. Rápidamente subí las escaleras y me fui a cambiar y a secarme, y luego de una tranquila despedida con mis amigos, me marché de mi, ahora antiguo, hogar. Me quedé sin lágrimas cuando me despedí de mis maestras y les prometí que volvería a verlas, y marché rumbo a mi nueva casa.

Fue un viaje corto, vivíamos a dos o tres kilómetros de allí. Era una casa pequeña, pero justa para tres personas. Era realmente bella por dentro, y emanaba un aura de familiaridad y amor. Al llegar, me instalé en mi habitación y le agradecí a Dios por haberme devuelto a mis padres. Mi nueva vida estaba comenzando y estaba realmente feliz.

Mis padres trataban de estar siempre en casa y de darme todo lo que no habían podido nunca, pero el regalo más asombroso fue cuando, luego de dos semanas, mi padre llegó a casa son una sonrisa de oreja a oreja y me entregó un sobre, con una mirada orgullosa y expectante.

Cuando lo abrí, mi nuevo documento brillaba.

Nombre y Apellido: Edward Swan

Padres: Charlie Swan, Reneé Hale.

Fecha de nacimiento: xxxxxxxxxxxx

Mi madre y yo lloramos una eternidad de la emoción, totalmente llenos de alegría y con el pensamiento de que estábamos formando un nuevo futuro, juntos.

Pero no pasaron ni dos semanas y mi mundo oscureció, llevándose los sueños y tirándolos a la basura.

Luego cumplirse casi un mes desde mi llegada a esa casa, mis padres me habían inscrito en una escuela secundaria, y era el segundo día de clases, y también mi cumpleaños número 17. Papá había prometido ir a buscarme al colegio, pero nunca llegó. Aún un poco decepcionado, me dirigí a casa luego de su hora de retraso, y un par de cuadras caminadas, vi humo en la calle. No me importó mucho y seguí mi rumbo, pero una gran explosión y una punzada dolorosa en mi corazón, me hicieron reaccionar.

Corrí con el corazón galopando a mil, rogando que mi mal presentimiento no fuera realidad.

Al llegar, quedé completamente inmóvil al ver como sacaban a mis padres totalmente quemados del auto.

Habían chocado, y habían muerto.

Tres horas después, luego de estar en la policía esperando algún tipo de información, supe los detalles del choque. Según las entrevistas realizadas a mis vecinos, se había logrado saber que mamá y papá me llevaban una sorpresa de cumpleaños, un auto de regalo. Y según las hipótesis de los policías, papá aún no conocía el funcionamiento del auto, debido a que era uno de los últimos modelos, así que no supo cómo frenar en un semáforo, provocando ese terrible accidente.

Lo más doloroso fue saber que de los siete heridos, papá y mamá fueron los únicos muertos.

En cuestión de un par de horas más, volví al orfanato, y dos días después, luego aislarme de todo el mundo, de negarme rotundamente a algún contacto con otro ser humano, a comer y hasta a ir a terapia, descubrieron que tenía un familiar en Forks.

Y adivinen quién era.

Sí, mi queridísima tía, la misma que me había abandonado en un orfanato por celos de su hermana. La misma que me había separado de ellos.

Y esto me lleva a lo que al principio relataba.

Me encontraba en ese estúpido avión, dirigiéndome a ese estúpido pueblo, con mi estúpida tía, que, según escuché en la conversación que mantuvo la directora del orfanato, estaba realmente encantada de tenerme con ella.

Bendita mi suerte.

Odiaba viajar en avión. Oh bueno, para ser sincero, era la primera vez en toda mi vida que lo hacía, pero me daba igual. El saber que dentro de unas horas estaría junto a una odiosa persona que logró alejarme de mis padres, era muy tedioso y me ponía de muy mal humor.

¿Y saben cuál era la peor molestia? Que allí venía, por enésima vez, la molesta azafata. ¿Acaso no había nadie más a quién molestar, maldita sea? No sé qué es lo que está esperando que haga, pero que pierda sus ilusiones conmigo.

—Joven, ¿no se le ofrece algo? —me dijo, con un tono demasiado coqueto para mi gusto.

Sí, que desaparezcas de mi vista pensé.

Hay por Dios, qué lindo que está este joven. ¿Cuántos años tendrá? Hum… parece muy joven. Hay Header, deja de tener fantasías con un muchachito pensó la chica.

Y allí estaba de nuevo la pregunta que se hacía a cada momento en que su presencia me molestaba.

Ah lo olvidaba, nací con un pequeño don. No sé cómo, pero soy capaz de leer mentes. Cuando era niño era una molestia, muchos zumbidos en mi cabeza, pero con el tiempo supe manejarlo. Un pequeño detalle que nadie conocía de mí. Bueno, es que obviamente, no iba caminando por el mundo gritando a los cuatro vientos: ¡puedo leer mentes! ¡Hola, soy Edward y sé que estás pensando! Claro que si lo hacía, me hubieran mandado a un manicomio.

Ese don era divertido en lo que respecta a mis amigos, siempre sabía cuando me mentían, aunque eso a veces me arruinaba lindas sorpresas.

Y volviendo al tema…

—No, estoy bien—respondí fastidiado.

—Si me necesita, estaré complacida de atenderle—respondió la azafata y se marchó.

Como me gustó ese tono de fastidio, lo hace tan varonil. Será un niño, pero ese cuerpo, esos músculos y ese rostro de ángel tallado en marfil hace que me vuelva loca musitó en sus pensamientos.

Oh por Dios. Las mujeres estaban más locas en estos tiempos.

El viaje se hacía cada vez más largo, y cada vez más mortificante. La maldita azafata y los malditos pasajeros que se preguntaban ¿Por qué no me atiende a mí? ¿qué le ve a ese niñato mal comido? y hasta un qué bonito trasero.

Esto realmente era una pesadilla, y aún faltabas tres horas más.

Como no tenía nada más que hacer, decidí dormir un poco. Me recosté y cerré los ojos, segundos después, quedé profundamente dormido.

"Edward…"

Corrí de un lado a otro, las calles parecían interminables y alargarse a medida que pasaba una cuadra.

"Edward…"

La desesperación era cada vez más, ¿Qué estaba sucediendo? No alcanzaba a comprender los hechos. Y de repente, una explosión a mis espaldas me hizo quedar en shock. Me di la vuelta, y una oleada de humo se esparció por los aires.

No por favor.

"Edward…"

Corrí con todas mis fuerzas, corrí hasta no tener aire en mis pulmones, y al acercarme, busqué algún pensamiento conocido.

"Oh por Dios"

No.

"¡Hagan algo rápido por Dios! ¡Van a morir quemados!"

No por favor, por favor Señor, que no sean ellos.

"Pobre muchacho"

¡NO, DIOS!

Entonces, llegué, sin poder respirar a causa del humo negro y de mi agitación. Un golpe en el estomago hubiera sido nada en comparación de lo que sentí.

Mis padres estaban totalmente quemados.

Una lágrima cayó por mi mejilla, mientras luchaba internamente para comprender que sucedía. Entonces, mi madre, aún moribunda, me miró a los ojos y sonrió.

"Mi niño…lo lamento tanto, y en el día de tu cumpleaños…"

Mamá.

Papá.

No.

Ellos no podrían estar muertos.

Una sensación de vació me hizo caer de rodillas en frente de ese lastimoso escenario. El aire comenzó a faltarme, y juro que sentí que mi corazón se detenía por un segundo.

"Edward…"

Lentamente, el suelo se acercó a mí.

"Edward…"

Escasos centímetros me separaban del frío suelo.

"¡EDWARD!"

Antes de caer, un ángel de ojos dorados me miró fijamente.

Y entonces abrí los ojos.

El rostro de la molesta azafata me miraba preocupadamente.

Qué bien que despertó. Es un ángel dormido, pero no quiero que me sancionen por no hacer bien mi trabajo. Odiaría tener el trabajo de seducir al baboso del capitán de nuevo para que no me sancionen.

¿Qué?

Miré a todos lados, y descubrí que ya no quedaba casi nadie.

—Joven Edward, lamento despertarlo, pero es que ya hemos llegado a Port Angels, y parece que dormía tan plácidamente que no escuchó los anuncios.

Oh, genial. Al fin había acabo ese maldito viaje.

—Gracias.

De nada bombón. Quizá con un beso me bastaría para compensar mi trabajo arduo por mantenerte complacido todo el viaje.

—No fue nada, ese es mi trabajo—dijo con una sonrisa.

¿Tendrá teléfono? Se preguntó a sí misma.

Antes de que empezara a fantasear conmigo otra vez, tomé mi pequeño bolso y bajé del avión apresuradamente. Salí tan rápido que olvidé que mi tía debía ir a buscarme al aeropuerto, por lo que fue un gran susto chocarme con una mujer, y luego escucharla decir:

—Oh, ¿Edward?

La miré de pies a cabeza. Esa no podía ser mi tía.