Escribí este fic hace cinco años y llegó más lejos de lo que imaginaba. Lo releí hace poco y ni siquiera es tan bueno, pero le tengo un inmenso cariño debido a que, gracias a él, conocí a grandes amigas y, sobre todo, a mi pareja.

No sé muy bien cómo funciona Fanfiction (y eso que llevo leyendo fics aquí mucho tiempo) pero espero manejarme bien y, sobre todo, ¡que os guste! ¡Un saludo enorme!

Por si éramos pocos

PARTE1

Prólogo.

Un niño pequeño y moreno, de ojos oscuros, corría con sus pantaloncitos vaqueros y una camiseta de cuadros, muy bien vestido y peinado con gomina a pesar de su corta edad. No tendría más de tres años.
-¡Eh, diablillo!-Exclamó una morena alta de ojos marrones verdosos cogiéndole por detrás y colocándolo bien alto. El niño rio-. Vas a hacerte pupa si corres tanto.
Era un día de primavera maravilloso con un sol espléndido y una brisa fresca.
-¡El "badco" va hacia el sol!-Exclamó el pequeño señalando al mar. En el balcón de Europa, en Nerja, Málaga, el mar parecía estar dibujada con diferentes corrientes de tonos azules, algunos más claros, otros más oscuros. El niño, en brazos de la mujer, señalaba uno de los barcos que se interponía entre su vista y el sol, y la imaginación del pequeño le había enseñado que aquel barco iba hacia el gran dorado.
La morena miraba con cierta nostalgia aquel mar y notaba que poco a poco la luz amarilla y el color azul se mezclaban por culpa de la vista nublada que tenía gracias a las lágrimas. Se las limpió antes de que el niño la viera, además, había escuchado unos tacones detrás suya, por lo que debía girarse sin alguna muestra de tristeza. Se lo había prometido, aunque le era difícil.
-Pepa, quiero que te hagas una foto conmigo y los niños.-Escuchó. Esta vez sí que se giró, y se quedó mirándola de nuevo aún asombrada por su belleza.
La chica a su espalda era más bajita que ella y estaba preciosa, imponente. Su vestido blanco de boda acentuaba sus curvas y ese pelo pelirrojo y suelto que se mecía con la brisa que viajaba por aquella ciudad del sur, la hacía más natural, más alegre.
A su lado estaba una niña de unos siete años más bonita si cabía. Tenía dos coletas, tenía la piel tostada y sus ojos, azules como el cielo claro de esa tarde, miraban preocupados a ambas mujeres.
-No quiero formar parte de esto, Silvia-Dijo la morena bajando al pequeño al suelo, que corrió al lado de la pelirroja y le tiró un par de veces del vestido, tendiéndole los brazos. Silvia lo cogió.
-Como quieras, pero tu actitud no va a cambiar nada, en todo caso lo empeorará.
Pepa soltó un bufido y negó con la cabeza. Silvia también lo hizo y se giró dispuesta a irse. La morena apretó los labios, aún aguantaba el llanto. Alguien le tocó el brazo.
-Mamá…-Murmuró la niña que había estado al lado de Silvia hasta ese momento-. Yo quiero que nos hagamos una foto juntos.
Pepa forzó una sonrisa y se agachó hasta estar a la altura de su hija. Le dio un beso en la frente y le acarició el pelo.
-Vale, princesa, pero ahora no. Mamá no tiene ganas de hacerse fotos.
La pequeña asintió un poco decaída y la abrazó con fuerza. Se separó con velocidad cuando escuchó que Silvia la llamaba y dedicó una pequeña sonrisa a Pepa, quien se giró, se apoyó en la barandilla de aquel balcón que salía hacia el mar y lloró. Lloró con tal tristeza que sentía que se hundía en su propio llanto.

Pero esta historia se remonta varios años atrás. En una navidad de hace ocho años comenzó todo. Una nueva vida que no tenía marcha atrás. Una nueva vida que ambas quisieron arriesgarse a vivir y que cambiaría todo su mundo y su manera de ver las cosas.
Ambas iban agarradas de la mano por las calles de Madrid aquel veinticuatro de diciembre, sobre las siete de la tarde. En aquella época del año, la noche caía mucho antes y las luces estaban encendidas. Madrid estaba precioso. Pepa, con una boina de invierno blanca, de lana, que destacaba ante la melena larga que había decidido dejarse, un abrigo negro, un vestido del mismo color y unas medias blancas; llevaba unas bolsas en la mano izquierda, la misma que presumía de llevar en su dedo anular el anillo de matrimonio.
-¡Mira Pepa!-Exclamó Silvia soltándose de su mano y corriendo hacia un escaparate. Señalaba un traje de hombre muy formal.
La pelirroja llevaba el pelo suelto y un vestido rojo que apenas se veía por estar tapado con el abrigo grisáceo. Llevaba las piernas al descubierto a pesar de aquel frío y unos tacones negros con un tacón bastante alto, pero seguía sin ser tan alta como su pareja. Iban las dos muy bien vestidas para ir de compras.
-Muy bonito, cariño, pero tu hermana nos mata, ya verás.
-Anda, anda, solo son las siete.
-Precisamente. La cena es dentro de dos horas y tendremos que ayudar ¿no crees?
-Ya estamos ayudando, les estamos comprando los regalos. Además, si llegamos tarde te echaré toda la culpa-Pepa abrió la boca todo lo que pudo mientras sonreía-. Eres tú la que no quería acompañarme nunca a comprar.
-Muy fuerte, pelirroja, muy fuerte. Pues ya sabes, te quedas sin regalo.
Pepa se giró fingiendo enfado y Silvia sonrió abrazándola por detrás.
-Ya, me vas a decir tú que no lo tienes ya compradito y envuelto.
La morena le sacó la lengua y Silvia rio mientras le daba una palmadita en el culo para que siguieran caminando. Ya habían comprado suficiente y sería mejor que fueran de una vez por todas a la cena de nochebuena en "Los Cachis", pero Silvia se detenía una y otra vez en distintos escaparates, poniendo de los nervios a su acompañante. Sin embargo, Pepa, que ahora tenía un brazo alrededor de los hombros de Silvia mientras esta agarraba su cintura, no se resistió a ser arrastrada a una tienda de juguetes.
-Siempre le compraba los regalos a Sara en esta tienda-Comentó la pelirroja-. Ahora dudo que quiera algo de aquí.
Pepa sonrió y miró a su mujer con ternura y preocupación a la vez. Sabía de sobras que era la época del año preferida de Silvia, pero que solía pasarlo mal la noche de reyes. Después de todo, ahora su hijo tendría unos tres años y se acostaría con ilusión el 6 de enero para abrir los regalos la mañana siguiente. Y por si fuera poco, el tema de los hijos tampoco había sido muy satisfactorio desde que comenzaron la relación. Nunca se había vuelto a sacar el tema, y menos después de una boda tan accidentada. Pepa casi pierde lo más valioso que tenía y lo único que se le pasaba por la cabeza ahora, diez meses después, era disfrutar todo lo que pudiera de su esposa en la vida de recién casada. Tras salir del hospital después de estar al borde de la muerte, Silvia parecía tener claro que quería ser feliz, y Pepa iba a proporcionarle aquella felicidad. Y ambas eran felices, claro que sí, a Pepa no le faltaba nada. Pero conocía la vena maternal de Silvia y su tristeza al recordar que no podía tener hijos.
-Pero bueno, algo me dice que no tardaremos mucho en tener a otro niño en la familia-Comentó la pelirroja.
-¿Ah, sí?
-Supongo que Sara querrá ser madre pronto. Lo lleva en los genes.
-Tiene más gen Miranda que Castro ¿eh?
-¿Y tú qué sabes?
-No es tan mandona ni cabezota como tú o tu padre.
Silvia la empujó con la cadera.
-Que no, ya verás-Aseguró-. He soñado con un nacimiento, y estoy segura que la protagonista es Sara.
-He soñado, he soñado…-Repitió la morena-. Pues yo he soñado que mi señor suegro nos montaba una buena por llegar tarde, así que venga, tira.