Para nosotros, los Vikingos de la isla llamada Berk, pese a llevar siglos enfrentándonos a nuestros aférrimos enemigos, los dragones, resultan ser una especie aún desconocida. Sobre todo aquellos llamados furia nocturna.
Y para Hipo, hijo de un fornido jefe Vikingo todo ello le parece una maldición. Considerado un paria entre los de "su especie", una vergüenza para su padre y su sangre vikinga. ¿Por qué? Pues eso es porque...
" ¡TODOS A LAS ARMAS! ¡YA VIENEN!"
Corrió a tiempo para asomarse a la ventana y ver pasar volando a un Gronckle frente a la herrería donde ayudaba como aprendiz.
Montones de siluetas oscurecían el cielo, sembrando caos por toda la villa. Ya podían vislumbrarse y olerse los primeros incendios, y todos los habitantes sin excepción, corrían frenéticamente armados hasta los dientes. Hachas afiladas volaban trazando semicírculos en el aire, de forma tan descuidada que cualquiera podría resultar herido en todo aquel infierno.
Y a él, ¿que le tocaba? Afilar hojas y preparar armas, mientras los demás de su edad estaban encargados de una tarea mucho más gloriosa y heroica... ¡La extinción de incendios!
Pero no estaba dispuesto a quedarse ahí sin hacer nada, ¡maldita sea, también era un vikingo!
Una terrible explosión hizo eco en sus oídos, al tiempo que una brillante bola de fuego azulado eléctrico reventó una de las estructuras cercanas.
"¡Está aquí, un furia nocturna!" Aulló alguien en la lejanía.
Lo poco que se sabía de esos dragones era que nunca fallaban sus tiros, e Hipo estaba dispuesto a plantarle cara. Después de todo, nadie en toda la historia vikinga de Berk había logrado matar a uno. Era el modo perfecto de lograr que le aceptasen como uno más.
Sin pensárselo dos veces, salió corriendo con un nuevo artilugio que había inventado en las manos, arrastrándolo como pudo a un descampado que se alzaba colina arriba... Por entre las nubes tormentosas resonaban los gruñidos del único dragón que volaba en solitario, mimetizado con el ambiente.
Su presa.
No perdió el tiempo, depositó el aparatoso trasto en el suelo tan rápido como pudo. Una vez estaba listo para disparar en cualquier momento, se situó tras la mira, oteando el horizonte mientras aguardaba nervioso.
Un nuevo relámpago surcó los tormentosos cielos, iluminando las nubes y delatando una forma negruzca sobrevolar tras ellas. Era cuanto necesitaba como guía, ya que si no, dar caza al temible dragón guiándose sólo por sus rugidos iba a ser imposible en la negrura de aquella noche.
Contando los segundos que quedaban para que otro rayo iluminase la escena, posó sus sudorosas manos sobre los gatillos del arma, y respirando con dificultad inició la cuenta.
"3...2...1..." El rayo iluminó de nuevo la silueta del dragón y en ese preciso instante disparó.
"L-le he...¿dado?" Sopesó perplejo hasta que, un alarido por parte de la bestia voladora puso fin a sus dudas.
Observó como el cuerpo caía describiendo espirales y se estrellaba de forma sonora, haciendo retumbar el bosque que quedaba al alcance de su vista. Aquella colina había resultado ser una ventajosa posición para disfrutar del espectáculo.
Poco antes de que pudiera reaccionar y expresar su júbilo, un dragón de forma alargada con su cuerpo cubierto completamente por llamas, fijó su atención sobre él.
Hipo echó a correr tan rápido como sus piernas se lo permitían en dirección a la aldea, prácticamente no se había molestado en mirar atrás... Ni siquiera habían transcurrido cinco segundos y ya casi tenía a la mortífera criatura encima.
Evitó dos embestidas del dragón zizagueando por entre los edificios cercanos, olvidándose que poco más adelante quedaba una zona prácticamente al descubierto donde no tendría como ocultarse...
Apretó los dientes por el esfuerzo de la tremenda carrera, y esprintó justo a tiempo para resguardarse tras un enorme poste de madera, evitando así la mortal llamarada que podría haberle freído en un instante. En momentos como éste estaba más que agradecido a su constitución menuda , ya que el poste le tapaba por completo. El tiempo se le acababa y necesitaba pensar en algo si quería salir de allí con vida.
Los pasos de la terrible criatura resonaban como los desbocados latidos de su corazón, a cada paso que daba el ser hacía temblar el suelo, indicándole que se estaba aproximando a él... Su muerte se avecinaría, ¡si no hacía algo por evitarlo! Pero en el momento justo en el que la cabeza del flamígero ser apareció por uno de los laterales del poste, un martillo de hierro impactó contra su cráneo, lanzándolo así lejos de Hipo.
Su padre le acababa de salvar la vida, como tantas veces antes...
La reyerta había finalizado, habían perdido gran parte del ganado otra vez. Y su padre, volvía a avergonzarse de él... Trató de explicar lo que había logrado con el furia nocturna , pero todos se negaron a creer las palabras del pequeño y debilucho enclenque que estéticamente resultaba ser.
Cuando pasó por delante de un grupo de su edad, se mofaron de él, como era habitual. Incluso Astrid, la joven vikinga a la cual admiraba profundamente.
"No pienso dejar que las cosas queden así, si lo que quieren es una prueba, una prueba les daré" sopesó el muchacho para sí de camino a su hogar, mientras que una su acompañante, una vez que se aseguró de que el joven entraba en casa, se dió media vuelta y se perdió por entre los restos humeantes del poblado.
No podía perder tiempo, pero tampoco podría hacer mucho hasta que amaneciera. Asi que una vez tomada su decisión, se dispuso a aprovechar las pocas horas de sueño que calculaba que le quedaban hasta que el sol comenzara a salir.
Con las primeras luces del día que entraban por su ventana, a través de las apolilladas cortinas, se levantó de un salto y a toda prisa se vistió. Cogiendo un puñal poco antes de salir por la puerta trasera y sin que nadie se enterase. Todos estaban demasiado ocupados en la reconstrucción y el recuento de daños como para prestarle atención, así que trotó hacia el bosque sin mayor preocupación.
Había trazado una especie de mapa en un cuaderno, donde apuntaba las posibles localizaciones del dragón que había derribado, pero su paciencia estaba agotándose. Llevaba prácticamente horas dando vueltas sin encontrar ni rastro y eso le minaba los nervios...
Tanto que, tras tachar casi completamente el improvisado mapa por completo, comenzó a pelearse de forma estúpida con una rama que ' había osado meterse en su camino', golpeándole la cara y haciendo que su ira estallase.
Con un traspiés volvió de nuevo a la realidad, observando anonadado como el árbol de su derecha había sido prácticamente tajado por la mitad y el camino que se estendía frente a él, parecía haber soportado a duras penas algo similar a una brutal colisión.
¡Al fin una maldita pista! ¡Al fin estaba cerca!
Daga en mano, siguió el camino improvisado de tierra removida, que suponía que le serviría de guía hasta su objetivo. Y poco después detuvo inmediatamente sus pasos, al comprobar como efectivamente anoche, le había acertado a su presa. De verdad lo había logrado.
Con la creciente sensación de júbilo recorriéndole las venas, se aproximó con cautela al ser que yacía atado completamente por su trampa. Todavía respiraba pero no parecía haber captado su presencia lo más mínimo, por lo que aprovechó para estudiarlo con todo el detenimiento que le era posible, sus crecientes nervios a flor de piel...
Diminutas escamas negras cubrían por completo la forma de la impresionante criatura, y al final de su cola sólo tenía una aleta. Parecía carecer de garras, o al menos no como las que ostentaban los otros dragones que había visto 'de cerca' hasta ahora... Esas aterradoras uñas curvas, enormes y afiladas que podían sesgar el cuello de alguien en un suspiro.
Se estremeció por sus propios pensamientos acercándose un poco más, pero siempre con cautela.
Una especie de gruñido apagado le provocó un escalofrío, y poco después los ojos verdosos del extraño dragón le devolvían la atónita mirada.
"Con ésta prueba no tendrán más remedio que creerme" sopesó en alto, mientras alzaba el pequeño cuchillo y se aproximaba inseguro a la ahora indefensa criatura.
Cada pequeño paso que daba, aproximándose más a la negra monstruosidad, más temblaba y más se empeñaban en aflorar sus dudas... Finalmente, se detuvo a una distancia prudencial, pero no muy lejos de su objetivo.
Los ojos de la oscura forma le miraban frenéticamente, forcejeando por liberarse de sus enredadas ataduras. Era su inevitable final, y el ser lo sabía...
Hipo levantó el cuchillo por encima de su cabeza, aún debatiéndose consigo mismo, no fue capaz de apartar la vista de aquellos verdosos ojos que parecían mirarle suplicantes.
"No lo hagas,¡no!" pareció decirle una aflautada voz en su cabeza, parándole en seco, cuchillo a medio camino de acertarle a su objetivo. El joven miró a su alrededor confuso, esa voz... no había sido su conciencia, ¿o si? Parecía tan real...
La criatura tenía los ojos entrecerrados, como aceptando su destino... Había detenido todo forcejeo, completamente derrotada.
Y con la incertidumbre pesando en su conciencia, antes de que pudiera arrepentirse, sesgó las ataduras que mantenían cautivo al dragón negro. Liberándolo ante el incrédulo escrutinio del ser.
El dragón, aprovechando su oportunidad, se zafó violentamente de las cuerdas restantes. Lo que causó que Hipo cayera sobre su trasero y se viera obligado a gatear hacia atrás de forma torpe, con el fin de poner la mayor distancia posible entre él y la ahora enfurecida criatura... Sin embargo, se vió obligado a detenerse en sus intentos por una estúpida roca apostada a su espalda.
El furia nocturna se alzo ante él amenazador, inmovilizándolo con su garra y acortando la distancia lentamente, mostrando sus dientes en el proceso. Cuando estuvo a punto de incrustarle su otra garra en el cráneo, sus ojos sin apartarse un sólo momento de él.. Pareció dudar.
Un suave murmullo parecía abrirse paso por la espesura, como si el bosque cobrase vida y su eco audible resonase en la brisa.
Y de nuevo la voz que había actuado como su conciencia minutos antes para su alivio, hizo su aparición de nuevo, instando al dragón a detenerse.
"No le dañes, te liberó y no te hizo mal, déjale ir" Era apenas un susurro audible, pero el dragón, con sus potentes orejas, habiendo escuchado alto y claro la súplica de la misteriosa y cristalina voz, retrocedió.
Observó una vez más a Hipo, tomándose su tiempo poco antes de al galope, lanzarse por la ladera del bosque, alzando el vuelo a duras penas y chocándose con algunos árboles en el proceso, totalmente aturdido.Y sin más, acabo por perderse en la espesura hasta desaparecer de su la vista del joven muchacho.
Ante ésto, Hipo se puso en pie nervioso, mirando frenéticamente a su alrededor, buscando al propietario de la ' voz salvadora'. Aún estaba incrédulo por todo lo que había sucedido... Estaba vivo, había estado bajo la merced de un furia nocturna, lo había podido examinar de cerca y había sobrevivido para contarlo.
