Sus ojos azules apuntan al horizonte, hacia un lugar que ella y solo ella puede ver. El deseo de volar lejos, de desaparecer y perderse, pintado en su mirada, y detrás de esos mares azules, la sobra de sus pesadillas.
Te mira y te traspasa. Te ve de una manera que nadie más puede. Te desnuda por dentro, en cuestión de segundos sabe que estás destrozado. No te resistas, no funciona.
Y sonríe. Esa sonrisa que te avisa, te dice "no me conoces y nunca lo harás" y te recuerda que ya sabe todo sobre ti.
Eres vulnerable.
Estás perdido.
No puedes hacerle daño, porque ya está destrozada.
No puedes romperle el corazón. Ella finge que no tiene, pero está ahí y ya estaba hecho pedazos la primera vez que te miró a la cara.
Sabes que se hunde, pero no deja que nadie la rescate. Quiere ahogarse, quiere sentir algo. Y no dice nada, porque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa?
Y cuando crees entenderla, cuando piensas que sabes el terremoto que pasa por su cabeza, cuando estás casi seguro de saber qué es lo que la está deshaciendo… Se ríe.
Se ríe y no te deja pasar. Porque jamás lo harás, nunca llegarás a conocerla.
Tal vez tenga tanto amor dentro que solo el pensar en entregárselo a alguien la aterroriza, aunque parece que ella no le teme a nada.
O a lo mejor es demasiado bonita para su propio bien, por eso todo lo que toca lo destroza.
No la culpes, te avisó.
- Te romperé el corazón- dijo.
Bienvenido a sus pesadillas.
