Disclaimer: Death Note así como sus personajes son propiedad de Tsugumi Oba y Takeshi Obata


¿Qué sentiría al saber que había matado a alguien?

¿Qué sentiría al cometer un asesinato de aquella forma, sin tan siquiera manchar sus propias manos?

Aquellas preguntas eran las que inundaban la mente de Nate River en el momento en que las líneas de tinta negra eran trazadas sobre una de las pálidas hojas. Una hoja blanca de material desconocido, dentro de esa libreta negra.

Estaba haciendo trampa, y lo sabía. Se estaba sentenciando a ser igual que el mismísimo Kira. ¿Lo peor? No le resultaba importante.

De todas formas, no podía desperdiciar el tiempo, pues en cuanto terminara de escribir aquellas dos palabras, tan sólo dispondría de seis minutos y cuarenta segundos para escribir las condiciones de la muerte. Debía actuar con rapidez si no quería que su plan se trastocase y fuera descubierto.

¿Qué sentiría al vencer a Light Yagami con su misma herramienta? ¿Qué sentiría al lograr lo que L Lawliet no había conseguido en vida?

Finalmente el nombre había quedado grabado en aquella libreta conocida como "Death Note". Mientras tanto, el bolígrafo delineaba las letras que darían fin a aquella batalla de mentes sin que nadie supiera nunca que había utilizado aquel método para lograrlo.

Y justo entonces, una sonrisa se dibujó en su rostro, como la de un niño cuando acaba de hacer una travesura, sin duda la ansias por llegar al día acordado lo carcomían.

"Teru Mikami.

El día 28 de Enero de 2010, a las 13:30 horas, se dirige al almacén Yellow Box con el cuaderno falsificado

sin sospechar que lo han cambiado ni comprobar que sea el verdadero.

Diez días después enloquece y muere."

La victoria estaba asegurada. Podría restregárselo en la cara al falso L para siempre, y él nunca sabría que había jugado sucio con él. ¿Qué importaba hacerle una pequeña trampa a un tramposo? De esa forma se había asegurado de que las muertes de L, Mihael Keehl, Mail Jeevas y todos aquellos que habían osado oponerse a Kira no habían sido en vano.

Y como si se tratara de una simple partida de ajedrez, aquella frase atravesó su mente:

"Jaque Mate."

Esa era la última pieza del rompecabezas.