Descargo de responsabilidad: La canción "15" pertenece a Brian Warner, Invasor Zim pertenece a Jhonen Vasquez. No busco lucrar con ninguna de las obras de ellos dos, así demuestro mi admiración hacia ellos.
Capítulo 1: 15
"Si puedes oír esto
No asumas que hablo contigo."
Dib se sentó en la entrada de la eskuela, con sus cuadernos apoyados en su regazo. No recordaba haberse sentido tan triste en mucho, mucho tiempo. Y la ausencia del sol en ese caluroso y húmedo día de comienzos de verano no ayudaba demasiado.
Cansado de ser tratado como loco, como fenómeno, de ser ignorado incluso por su propia familia, hastiado de las burlas de un mundo estúpidamente ciego, se había volcado a un ostracismo voluntario, cerrando una poderosa coraza en torno a sus sentimientos, apenas abriéndola cada tanto para dejar salir su desprecio hacia todo lo que lo rodeaba. Miraba a sus compañeros desde su impenetrable mundo personal, con el cómodo conocimiento de que todos eran unos tontos alienados, pero él no. Oía con indiferencia los constantes sermones de su padre sobre la ciencia real, sabiendo que la manera de pensar que tenía su progenitor, tan cerrada y absolutista, sería una traba en algún momento de su vida, cuando sea tarde para que corrija su error. Y veía día a día a su hermana con sus tontos video juegos, conocedor de que nunca llegaría a nada con ellos. En definitiva, Dib se sabía superior, y había aprendido a sentir mediante el egocentrismo una pequeña y misántropa felicidad.
"Ayer todo lo que creía era en la muerte.
Pero hoy es mi cumpleaños.
Hoy es mi cumpleaños."
Pero el día de hoy se sentía solo, abandonado como nunca antes.
Hacía unas horas había comenzado su cumpleaños número quince, y todavía nadie lo había saludado por ello. Había encontrado una caja con un estúpido teléfono celular sin ningún tipo de nota, pero sabía que era su padre quien le hacía este inútil y ridículo regalo, demostrando una vez más que no sabía nada de él. Y el resto del día había transcurrido como cualquier otro. Dib se restregó las lágrimas de los ojos, sintiéndose como un tonto. ¿Por qué le importaba que nadie se haya acercado a él, si él nunca se acercaba a nadie?
Rayos, en ese último año, ni siquiera se había preocupado por relacionarse consigo mismo. Con su aislamiento había conseguido un espacio para abstraerse pura y exclusivamente a lo más le apasionaba, habiendo avanzado muchísimo en sus investigaciones paranormales, bloqueando todo estímulo externo ajeno a ello, toda opinión positiva o negativa, toda pérdida de tiempo en ser un adolescente convencional.
Pero ahora, es ese momento, se sentía vacío como nunca en su vida, como si lo hubiesen desinflado lentamente hasta dejarlo totalmente sin aire, solo con una sensación de ahogado dolor, en el día de su cumpleaños.
"-No te necesito-
Me digo a mi mismo
Eso no significa que no necesite a nadie.
Alguien con la mitad del alma
Podría oír esto y nunca dejarme."
Y luego estaba Zim. Muchas veces, había sido el nervioso Irken su única razón para no volverse loco de verdad. Entre su mundo aparte y la esquizofrenia existía una pequeña barrera, y esa era haber visto a Zim sin su disfraz, haber conocido su base, incluso haber operado su tecnología. Los extraterrestres existían, y por más que nadie le vaya a creer eso jamás él lo sabía. Y era todo lo que le importaba.
Irónicamente, Zim se había convertido paulatinamente en el único vínculo social del chico, aunque sus interacciones se limitaran a agresiones verbales, y alguna que otra vez, físicas. Pero hasta el alien parecía haberse olvidado de él, cada vez mas distante y distraído en quien sabe que cosa, porque Dib ya casi nunca sentía ánimos de acusarlo frente a la clase, ni de seguirlo hasta su base.
-¿Dib?- casi como si hubiera sido llamado por los pensamientos del humano, Zim se había aproximado a él sin hacer ruido en el pasto mojado por la neblina. Se asomó por el borde de la baranda de la escalera, sorprendido y algo intimidado por las lágrimas que seguían escurriéndose en silencio por el rostro de su enemigo. -¿Estás llorando, larva humana?
Dib rió con amargura, lanzando una mirada asesina al Irken. –No, extraterrestre estúpido, estoy lavándome los ojos de manera autónoma.
Zim abrió la boca para lanzar un comentario hiriente, pero luego lo pensó mejor, por lo que volvió a cerrarla y se sentó al lado de Dib. Sin decir una palabra, pasó su mano enguantada por la espalda del chico, hasta que sintió que la tensión de sus músculos se relajaba un poco bajo sus dedos. –Dime por que lloras. No entiendo los sentimientos humanos, pero dicen que si lo hablas, es más fácil dejarlo ir.
-¿Y por qué te importaría que yo me sienta mejor? Hasta donde yo se, llevas tres años intentando dañarme.
Zim frunció el seño, mirando a Dib con seriedad. –Me importa, humano tonto. Llevo tiempo en este mugroso planeta y eres la única persona con la cual puedo conversar, bien o mal, sin que mi cerebro superior estalle ante tantas tonterías. Claro que intento hacerte daño, casi tanto como el que tú quieres hacerme a mí, pero no te destruiría. Si me importas tanto como para odiarte, entonces también me importas lo suficiente como para preservarte de tu estúpida raza. ¿Vas a decirme que anda mal?
Dib meditó un momento las palabras de Zim, decidiendo que tenían mas sentido que muchas de las cosas que él había pensado sobre el Irken durante los últimos meses, pero que tenía en común una misma conclusión: se habían convertido en dos seres dependientes el uno del otro, él necesitaba de Zim tanto como Zim lo necesitaba a él. Pero las otras cosas que había pensado del alienígena, se las guardó para si mismo.
"Si no sabes cómo son lo sentimientos eternos
Te enseñaré lo que se siente no tenerlos."
-Muy bien… supongo que puedo decírtelo. Es solo que… estoy triste. Y los humanos lloramos cuando estamos tristes. No se decirte por qué, algunos piensan que es una señal de debilidad, yo solo pienso que me siento un poco más aliviado cuando lo hago, aunque intento evitarlo.
-Hmm… ¿entonces no es lo mismo que cuando te lastimas y lloras? ¿O cuando caen tus lágrimas por tanto reír?
Dib observó a Zim un momento en silencio. No sabía por qué necesitaba explicarle esto, pero en cierto sentido las ocurrencias del Irken le parecían adorables, casi tiernas. Por un instante, se imaginó crecer sólo como él lo había hecho, pero sin entender lo que ocurría a su alrededor, en un entorno que le resultara extraño y hostil.
-No. Se trata de cómo te sientes por dentro. Algunas veces, los humanos lloran porque perdieron a alguien, o porque las cosas no funcionaron como querían, a veces porque se pelean con alguien que les importa mucho.
El Irken levantó las antenas con curiosidad. – ¿Y tú?
-Esteem…- Dib carraspeó –bueno, yo lloro porque estoy solo.
El humano se sobresaltó cuando de improviso Zim puso su mano sobre la de él, mirándolo fijamente a los ojos. –Tú no estás solo, Dib.
"Puedo entender ahora
No estoy realmente muerto
Pero necesito a alguien que me salve.
Dejarme solo para morir
Es peor que tener agallas para matarme"
-¿Y qué es un cumpleaños?- preguntó Zim. Llevaban un buen rato charlando, y aún mantenía las manos unidas, sin darse cuenta del rubor extendiéndose por el rostro del humano. Mirando sus botas, jugaba con unas piedras del piso, haciéndolas rodar con la punta de su pie, hacia un lado y hacia el otro.
-Bueno, pues, cuando se cumple un año terrestre a partir del día en que naciste, cuentas como que tienes un año más. Y haces una fiesta, invitas a tus amigos, la gente te desea un feliz cumpleaños y te hacen regalos. Este sería mi cumpleaños número quince.
-Es decir, que celebras que la Tierra dio quince vueltas alrededor del Sol desde que fuiste alumbrado.
-Hmm, si, ¿suena estúpido?
El Irken rió. –Prácticamente todo lo que respecta a tu planeta suena estúpido para mí. Ah, y…- miró a Dib a los ojos con una sonrisa torcida. –Feliz cumpleaños, humano.
Dib pasó de estar ligeramente ruborizado a ponerse totalmente colorado. –Gra… gracias, Zim. Eres el primero que me lo desea hoy.- miró el piso, luchando por no deprimirse otra vez.
Al ver el cambio de actitud repentina en el adolescente, Zim sacudió las antenas, un poco nervioso. –Y… ahora qué más tengo que hacer, además de decirte eso…
Pero Dib continuó hundiéndose en su tristeza, volviendo a recordar las razones por las cuales estaba allí en un día como ese. –Nada, Zim. Sólo… nada.
Zim entornó los ojos, molesto por la actitud derrotista del humano. –Muy bien, veo que te agrada seguir con esa actitud de autocompasión, no voy a interrumpir mas tus cavilaciones con mis tontos intentos de levantarte el ánimo.- Sin saber por qué se sentía ofendido, Zim se levantó y se dio vuelta para irse, pero Dib lo retuvo tomándolo por la muñeca, poniéndose de pie él también.
-¡No, Zim, espera! No quiero que te vayas…- Zim se giró lentamente, observando con desconfianza la mano que lo sujetaba primero, y luego el rostro del humano, a escasos centímetros del suyo. –Luego de decirme feliz cumpleaños, puedes darme un regalo.
-¿Y qué obsequio quieres de mi, larva?
Dib tomó aire, evaluando durante una milésima de segundo las posibles consecuencias de lo que estaba a punto de hacer. Cerrando los ojos mas por miedo que por otra razón, chocó sus labios contra los de Zim, robándole un beso fugaz pero intenso. Cuando Dib retrocedió, el Irken lo miró absolutamente aturdido, con los ojos tan abiertos que parecía que se iban a caer los lentes de contacto en cualquier momento. Zim se quedó paralizado tanto tiempo que a Dib le pareció una eternidad, y fue soltando lentamente la muñeca del Irken esperando algún tipo de reacción. Pero al rato los músculos de Zim se fueron relajando, y su expresión se suavizó para dar paso a una sonrisa tímida.
-Eso no es justo, gusano Dib.- murmuró –Si es tu cumpleaños, se supone que tengo que ser yo quien te de el beso.- Zim tomó el rostro de Dib entre sus manos, y aproximándolo con delicadeza al suyo propio, unió sus labios por segunda vez, pero en esta ocasión abriendo un poco los suyos, pidiendo silencioso permiso para que su lengua invada en interior de la boca del humano. Dib entrelazó sus brazos en torno a la cintura del Irken, atrayéndolo hacia él mientras profundizaba el beso, permitiendo que la lengua de Zim recorra suavemente la suya, sintiendo por primera vez en su vida el sabor de la saliva de alguien mas, estremeciéndose de placer al sentir los dedos enguantados enredándose en al parte posterior de su cabello, y acariciando sin pudor la parte baja de la espalda que sostenía entre sus brazos.
Se besaron durante mucho tiempo, apenas separándose lo suficiente para tomar aire y luego retomar la acción, sin darse cuenta de nada más que de sus alientos mezclados y sus cuerpos unidos. Y cuando al fin se separaron, Zim agachó su cabeza apoyando la frente sobre el mentón de Dib, lanzando un profundo suspiro sin abrir los ojos.
-Una mujer nos está mirando.- susurró Dib, besando la parte superior de la cabeza de Zim.
-No quiero que me sueltes.
-Vámonos de aquí. Conozco un lugar.
Dib se separó de Zim, pero lo tomó de la mano y lo guió por las tristes calles de la ciudad que tanto odiaba, haciendo caso omiso a las miradas de asco e incredulidad que les lanzaba la gente al pasar. Sabía qué quería hacer exactamente ahora, y nada iba a hacerlo echarse atrás. Aún así, no se atrevió a mirar a Zim en todo el trayecto, temeroso de las preguntas que podría llegar a leer en sus ojos.
"Sin dejarte ganar
No me sentiré satisfecho
Te enseñaré acerca de perder…"
CONTINUARÁ…
