Disclaimer: Si estos personajes fueran de Himaruya, haría tiempo que Germania sería "una verga más" pero por lo menos algo tiene que ver el pobre hombre.


Iberia & Cartago

A Escandinavia siempre le ha gustado Britania y le hace un graffiti de Odín en la pared cada vez que la visita.

Y Roma dice que a la mierda, pues vale, Britania con Escandinavia, Germania con Helvetia, Helena con Egipto... él se quedará con Galia y les darán por culo a todos, que aun está triste por no haber podido ser el hombre adecuado para ella en Victorian Decadence. Que de verdad de VERDAD la quiere mucho y es su princesa encantadora. De hecho, se ha ido a abrazarla y... a meterse en la cama con ella.

Gales, que estaba en la cama también, pega un SALTO. El romano se lleva a Galia y lo deja ahí con un palmo de narices.

El británico mira a Galia un poco desconsolado porque últimamente no le hace ningún caso. Vale, pues a la mierda, Galia tampoco. Roma la deja en el suelo y se larga de la casa dando un PORTAZO, tal como va vestido.

Sin llevarse nada.

Salvo el coche.

—¡Pero Roooom! —le hablas a la puerta, Germania. Le buscaba en la mañana para contarle que le había hablado Alemania.

Da igual, se ha ido.

Que no haga draaaaama, le echamos todos de menos. Ve lo mucho que sufren todos en Victorian Decadence… Y aun así se ha ido. Le queremos aunque él no lo sienta, y ese asunto de que todos buscan un sustituto no es verdad. Y él les quiere a todos.

Tengo que decir que quien peor lleva es Helena. ¿Helena? Pero si Helena le quiere un montón. Ella no tiene ni siquiera otra pareja estable. Y pensamos en Egipto, pero ella es tan pareja de Helena como de Roma.

Pero Helena no. Helena es 100% de Roma siempre que Roma quiere. Y de hecho, si Roma le hace mucho, mucho caso, ella le pone toda su atención.

Tal vez no es... no sé, a Roma le parece que Helena no va a buscarlo tanto a él como Egipto. Pero Egipto se hace mucho más de rogar lo cual... Es injusto. Es igual, en serio, estará bien. Creo que ha ido a por Iberia y Cartago.

Britania arruga la nariz.

Ah, y que sepa Gales que ha ganado, esta... pero ahora Galia se siente culpable… Junto con todos los ancients y Egipto les va a meter una bronca a todos que flipas.

Britania estaría de su lado si eso fuera posible, también completamente enfadada porque ahora va a traer a DOS más. Y uno es como ella.

Pues sí... Pero ella tiene a Escandinavia. Cada vez que quiere. Sólo tiene que chasquear los dedos. Britania se sonroja un poco porque eso quiere decir que nunca quiere.

Pues... así suele ser. Aunque ella nunca, nunca ha ido detrás de Escandinavia. A veces ve Vikings y se acuerda de él, pero naaaah.

Buaaaaah, hoy es el día del drama romano. Romita tiene a toda la humanidad para él con sólo chasquear los dedos. Pero hoy quería a uno solo y ninguno estaba ahí cuando ha chasqueado los dedos. Y por eso se ha ido. Aunque sea puro drama.

Se paró y dijo "¡Pues hala! ¡Germania con Helvetia, Brit con Escandinavia, Helena con Egipto, yo me largo!"

Porque ayer estaban hablando Austria y Alemania de su padre y Helvetia. Y le pone muy celoso. Y hoy nombras a Escandinavia yendo a visitar a Britania y fue como "¡QUE OS DEN!"

Celoooooos. Que no haga drama, que todos le quieren, de verdad.

Creo que el que le da más celos es Germania. Es decir, hablamos de Egipto con El Niño y... le darán, pero mira cómo se ha ido hoy después del asunto con Helvetia.

Nah, que van a darle. Es que a nadie le da celos El Niño. Inglaterra si acaso en plan "¡ella es una guarra!" "¡Él es un psycho!"

Lo que le decía ayer Austria a Alemania... nadie es bastante bueno para él.

Para Germania, claro.

¡Para América!

Nadie es tan bueno como... Ah…

OXOXOXOXO

Helena espera en la cocina, sentada, sabiendo, a saber Dios cómo, que Roma está por llegar. Se oye el coche en el garaje junto con algunas risas y la griega levanta un poco las cejas y se echa para atrás en la silla aguzando el oído con curiosidad. Sonríe.

—¿Hola? —saluda hacia la puerta y el romano entra tomado de la cintura con Iberia y con Cartago refunfuñando tras ellos —. Oh... ¡Oh! ¡Hola!

Ave! ¿Qué te parece? —mueve un poco a Iberia para que Helena la vea bien mientras Cartago se va por ahí. Lejos... y sonrojado.

—Hola —saluda Iberia, sonriéndole un poco y moviéndose como le hace hacer Roma.

—Cartago... ¿E Iberia? ¡Qué sorpresa! —se ríe Helena acercándose con los brazos abiertos para abrazar a Roma y a la chica. Roma la abraza hacia ella, haciendo un abrazo de tres, con fuerza —. Estaba preocupada ya, ¿cómo estás?

—Bien, sólo fui a por ellos, les he convencido que vengan a casa —aun así no la suelta y le da un beso a la mejilla a Iberia—. He pensando que Cartago puede quedarse en el cuarto que era de Germania y ella con Galia.

—¡Oh! ¡Más gente! Qué bueno —sonríe feliz, sin soltarle.

—¿Te gusta? Tal vez puedan venir con nosotros a la Universidad si convences al decano.

Iberia se ríe un poquito dejando que le bese, claro.

—Ah, seguro. Convencerle es muy fácil y estoy segura de que ambos podrán hacerlo muy bien en la universidad. Cartago, ven, ven a que te abracemos.

Cartago les mira con su ceño fruncido perpetuo y levanta las cejas con eso, se sonroja y se va corriendo del cuarto.

—No puedo creer que hayas hecho una casa aquí así y tengas a todos aquí. ¡Y que les tengas a todos así!

—¡Vivir todos juntos es muy divertido!

—Es todo muy bonito... —Iberia se ríe y le mira a la cara dándole ella ahora un beso en la mejilla, que le hace sonreír, aunque mira de reojo haber donde habrá ido Cartago, un poco preocupado.

—Ven, voy a enseñarte la casa.

—Ay este muchacho siempre con esos problemas... —comenta Helena en un suspiro —. Voy por él mientras se la enseñas a Iberia. Querida, bienvenida a tu casa.

Iberia le sonríe a Helena, agradecida y mira a Roma de reojo, que le sonríe y baja la mano de su cintura para ponérsela en el culo. La chica se ríe, dejándole hacer.

—Germania ha ido al gimnasio —explica Helena —. Los demás están por aquí. ¡Ahora les veo!

Roma se ríe también, dirigiéndola hacia fuera de la cocina.

—Así que todos viven aquí... Es bonita la casa y grande —asegura mirando a todos lados —, con muchas cosas, no puedo creer aun que todos vivan aquí tranquilos con lo mal que se llevaban.

—Mantener el equilibro a veces es muy difícil, pero ya sabes que siempre he sido muy hábil —sonríe.

—Claro que sí, el más hábil de todos —asiente —. Hasta con los más difíciles como Cartago, tan mono —se ríe.

—Eso es —la besa, complacido—. ¿Quieres un cuarto para ti sola? Si sigues diciéndome cosas bonitas te lo consigo.

—Sí, sí que quiero uno. O en realidad —sonríe ampliamente y le hace un cariño en la mejilla, acercándose ella a él por otro beso —, con quien quiero un cuarto es contigo.

Roma toma aire y suspira profundamente, sonriendo derrotado. La abraza con ambos brazos.

—Aunque aquí están todos y tendré que compartirte con ellos. Aún no me hago a la idea. Me acostumbraré —le mira a los ojos.

—Te quiero mucho, sé que entiendes lo que pasó tras tu muerte y entiendes que ellos son... importantes para mí y que no podía quedarme nada más para siempre guardando luto. Sé que hice lo que tú hubieras querido pero nunca olvides que fuiste la primera. Mi puerta siempre, SIEMPRE estará abierta para ti. Pase lo que pase.

—Ya lo sé, ya lo sé... Es extraño y diferente pero no pasa nada, me alegra mucho estar contigo otra vez —sonríe —. Estás más guapo y fuerte —eso último se lo ha dicho un montón de veces ya.

—Tú estás tan bella, exactamente como te recordaba. Te eché tanto, tanto de menos.

La chica se ríe y el romano le acaricia la cara con ternura, sonriendo, encantado con su risa.

—Y tú siempre envolviéndome con todas esas cosas que me dices —le mira y mueve las pestañas. Roma toca la frente con la suya, cierra los ojos y le da un besito suave.

—Le pediré a Galia que duerma con Britania.

Iberia se ríe un poquito más y le da un beeeeso, sin decir que no, pensando que de menos para empezar no será mal tener su propia habitación. Y el beso es profundo, profundo, profundo aunque termina por separarse un poco de él antes de cualquier cosa, con ganas de hablar.

—Roma... ¿A quién crees que conozca primero? Cuéntame más de ellos ahora que no está Cartago.

—Todos van a quererte muchísimo, eres maravillosa y debiste estar con nosotros desde el principio... Germania va a gustarte mucho y Galia, que es muy dulce aunque últimamente está muy poco en casa. Y Helena ya la conoces... ¿Conoces a Britania?

—Britania —entrecierra los ojos —. No estoy segura.

—Una chica pelirroja, vivía en unas islas en el mar del norte de ti y se parece a Cartago de carácter.

—¡Oh! Las islas. Sabíamos que había gente allá pero no conocí nunca a quien vivía ahí.

—Ven, vamos a buscarla.

La chica asiente conforme y le toma de la mano, entrecruzando sus dedos.

—Vamos a conocer a tus chicas —sonríe un poco aunque en realidad nada de todo esto le hace mucha gracia y debe notársele en la cara.

Roma le aprieta un poco la mano e igual prefiere acabar con ello pronto, golpeando la puerta del cuarto.

—¿Volvió?—pregunta la pelirroja pensando que es Galia.

—Lo hice, ¿estabas preocupada por mí? —sonríe a través de la puerta.

—No! Ugh! ¡No hablo de ti! —Siiii, de verdad es que no pica la mayor parte de las cosas.

—¿Puedo entrar? Quiero presentarte a alguien.

—¿Presentarme?

Sic, venga.

—Pasa, pues...

Mira a Iberia de reojo, le aprieta la mano y abre la puerta. Iberia se la aprieta de vuelta y sonríe amablemente. Britania le mira desde la cama, leyendo, la mira a ella... Frunce el ceño y se sienta.

Ave...

Hello. ¿Ehm...?

—Ella es Iberia, va a venir a vivir aquí con nosotros... es la madre de Hispaniae.

—E-Ella... ¡¿La madre de S-Spain?! —mira tú lo que la sonroja.

—Es que a Britania le gusta mucho nuestro niño —explica Roma a Iberia.

—¡No me gusta tu niño, idiota!

Él se gira a ella y le guiña un ojo.

—Oh, España. Eso no me lo habías contado —comenta Iberia.

—Es que el niño salió a ti en lo atractivo y Britaniae tiene buen ojo con los hombres —se ríe Roma.

—¡No salió a ella! —protesta Britania por protestar.

—¡Ah! ¡Claro que sí! ¡Con lo guapo que es! —replica Roma.

—¡No lo es! —mira a Iberia de arriba abajo, valorándola.

—¿Insinúas que te gusta porque se parece a mí, entonces?

NO!

Roma se muere de la risa. Iberia les mira sonriendo un poco, una sonrisita extraña de no entender algo extraño que siente en el ambiente entre ambos.

—¿Lo ves? Ya te decía que ibas a gustarle —asegura Roma a Iberia.

—¡No me gusta!

—Claro que sí, además, va a quedarse el cuarto de Galia.

Britania parpadea.

—¿Perdona?

—De todos modos Galia últimamente pasa poco tiempo en la casa...

—¿Y ahora la vas a mandar a vivir con Cymru para traer a... esta?

—Nah, le pediré que se mude aquí a tu cuarto... de todos modos, tú también vas a menudo a ver a tus hijos y vosotras os lleváis bien.

Britania parpadea otra vez…

—Que se mude... ¿Aquí? ¿Aquí a mi cuarto? ¿Y yo?

—¿Tú? Nada, tú a tu casa —sonríe y se acerca a ella, sentándose en la cama.

What?! —estás destinándola a que la ODIE. El moreno se muere de la risa y hace un esfuerzo por no abrazarla.

—Pues tú puedes ir a vivir con tus hijos, ellos viven solos, e incluso Belgie te acogería, pero ella pobre no tiene donde ir. Y pensaba decirle al decano que le diera tu plaza en la universidad. Además, tú siempre te quejas de lo mal que vives aquí.

Iberia levanta las cejas y sonríe un poco más aunque algo entre ellos es tremendamente NOTORIO. Britania abre la boca completamente y Roma sonríe y le mete dentro un dedo antes de retirarlo rápidamente para que no le muerda. La abraza ahora ya sin poder evitarlo.

W-What?! No me... Eres... What?!

—¿Tú qué crees? No seas tonta, tú aquí con Galiae.

—¡Eres un tonto! ¡Voy a volverme a casa! —respira otra vez, eso sí.

—Noooooo —la abraza más fuerte y la británica se queda súper tiesa ahí sin devolverle el abrazo, pero sin quitarle del todo—. ¡Eres idiotaaaaaa!

Roma se ríe y le da un besito en la cabeza.

—También he traído a un chico nuevo, Cartago. Trata de no ser una completa BRUJA con ellos.

—¿Has traído a un chico nuevo también? Pero... ¡¿Y dónde vas a meter a tanta gente?! Eso no se puede, ¿cómo no vas a PREGUNTAR?

—Cartago, va a ir en el cuarto que antes era de Germania. Procura no aliarte demasiado con él, no sé si pueda contra los dos.

—El chico nuevo va a tener un cuarto solo, y ESTA va a tener un cuarto sola y yo... ¿No? —es que es Galia... Pero ella es la reina de los SECRETOS —. ¿Donde pretendes que duerma Galia cuando Cymru viene?

—Aquí, mientras tú te vienes a mi cuarto... ellos necesitan adaptarse un poco. Si no te convence buscaré una casa más grande.

Britania se revuelve un poco, para nada segura ni convencida de nada.

—Mmm... —fulmina a Iberia y luego a Roma, que la besa sin dejarle pensar demasiado. Tooooodo lo malo que podía decir se le olvida.

—Todo sea para fastidiarte —responde cuando se separa, levantándose para ir con Iberia.

Iberia que ahora tiene el ceño fruncidito y se le enrolla del cuello a Roma cuando se acerca a ella. Él la abraza de la cintura.

—¿Estás bien?

Britania tarda en recuperarse y cuando lo hace refunfuña.

—¡Noesquememolestes!

Para cuando Roma ya se ha llevado a Iberia, Britania se levanta dispuesta a ir a chismear con Galia y ver qué dice cuando le digan... Y ahí se va corriendo detrás de ellos a ver si se van con Germania o con Galia.

OXOXOXOXO

Helena, que está muy contenta de que haya gente nueva y cosas nuevas que hacer y que aprender, se va a buscar a Cartago, sin estar muy segura de a dónde ha ido.

Cartago está convencido de haber venido aquí a matar a Roma y destruir todo lo que quiere, así que vaga por la casa mirando qué puede ser suyo. Helena entonces tarda en encontrarlo, aunque finalmente se lo topa en el pasillo de arriba.

—¡Ah, aquí estás!

El chico da un salto y deja caer al suelo el objeto que tenía en las manos, un jarrón que Egipto puso en una mesita baja. Helena aprieta los ojos.

—Uff... Mala idea.

—¡Te has acercado traidoramente por la espalda!

—Me he acercado por el único lugar por el que me podía acercar en un pasillo, siendo que vine de allá.

—¡No me interesa tu retórica!

—Lógica —se le acerca.

—Eso será según tú —pone los ojos en blanco y se separa, sonrojándose.

—Rebátemela si no te parece que es lógica —pide sonriendo y notando que le gusta mucho porque es muy mono, no recordaba cuanto. Se acerca de nuevo.

—Podrías haber hablado y no habría sido un acercamiento cobarde —la acusa.

—Parece que asumes que llamarle cobarde a la manera en que me acerco va a conseguir que me detenga.

—¡Debería! ¿Es que no tienes HONOR? ¡No, claro que no, púnico idiota! —se reclama a sí mismo apretando los ojos.

Dos segundos más tarde, está la mano de la griega acariciándole la mejilla y el moreno casi se la arranca de un mordisco, así que ella la quita, pero le pone la otra en el pecho.

—Eh, calma.

Cartago da un paso atrás y se la aparta de un manotazo. La griega toma aire y hace un leve gesto con los párpados, entrecerrándolos porque le ha dolido.

—¿Qué haces? —pregunta con voz suave y calmada —. No necesitas ser tan agresivo para demostrar que te pongo nervioso.

—¡No me pones nervioso!

—¿Entonces?

El chico se humedece los labios, nervioso, porque sabe que ha hecho mal.

—No me toques.

—¿Por qué? No te estoy lastimando y no te estoy haciendo nada desagradable. Ni siquiera estoy haciendo algo que no te guste.

—Sí que no me gusta que me... ¡no me gusta! —chilla haciéndose un lío.

—¿Exactamente qué es lo que no te gusta? —caída de ojos.

—T-Tú... t-todo. T-Tú —vacila y sigue apretando los ojos —. Cálmate, cálmate. Fuerza.

—Mi todo —repite —. Eso es poco específico, por tanto es poco creíble. Algo debes encontrar que te guste —se le acerca otra vez —. Me da mucho gusto verte otra vez, ¿puedo abrazarte?

Él niega con la cabeza, echándose atrás en una postura agresiva.

—Venga, no puede ser tan malo. No es como que haya dicho que quiero matarte, dije que me da gusto verte y que por eso quiero abrazarte.

—No quiero —sigue en su postura de lucha de "voy a golpearte".

—No me gusta obligar a las personas. Sólo quiero que pienses hace cuanto que no nos vemos, y nos encontramos aquí y vamos a vivir en la misma casa. ¿No crees que puedas relajarte un poco?

—No contigo, Helena —replica agresivo.

—¿Qué crees que voy a hacerte? —voz suave. Cartago se sonroja y no contesta —. ¿Qué estás pensando que puedo hacerte? —le sonríe un poco —. Porque puedo hacerte eso y más.

El chico traga saliva y se sonroja más. Niega con la cabeza.

—Concéntrate, púnico —se pide a sí mismo.

—No te tienes que concentrar en nada de eso ya, Cartago. Estamos aquí y ahora los rencores no importan, así que si sólo es eso, déjalo ir. Claro que si lo que te da es vergüenza...

—¡No! —exclama, da un paso atrás y se topa con algo que cae al suelo, así que pierde el equilibrio y se cae encima, dando una vuelta sobre sí mismo antes de levantarse otra vez.

—Cartago, caaaaalmate —se le acerca más y le vuelve a poner las manos encima.

—¡Aléjate! —Se plancha contra una puerta que, de repente, se le abre desde dentro, haciendo que se caiga. Egipto levanta una ceja porque había salido a ver qué son todos estos gritos.

—¡Ah! Cielo —Helena le sonríe —. Mira quien vino a vivir a casa.

Egipto mira a Helena, luego el suelo y pone los ojos en blanco.

—Lo que faltaba —protesta pasándole por encima, sólo levantando el pie para salir del cuarto.

—¡No vine a vivir a la casa!

—Va a vivir aquí, él e Iberia —Helena intercepta a Egipto y muy hábilmente consigue darle un beso rápido en los labios. Bueno... "Rápido".

Egipto, es que además es completamente tomada por sorpresa. Cartago las mira con absoluto interés, desfrunciendo un poco el ceño.

Aprovechando que Egipto es tomada por sorpresa, que no es tan normal, Helena le abraza de la cintura y se estira más del cuello, profundizando el beso y movieeeeendo una mano hacia el pecho de la morena. Cartago se queda en el suelo viéndolas a las dos con la boca abierta como idiota, ¡odiando aun más a Roma por vivir junto a esto!

Egipto, sorprendentemente, le devuelve un poco a Helena sin estar completamente perdida, cosa rara... pero sabe que a Cartago ella le gusta y planea marcar un poco de territorio. Y eso a Helena le encanta, y me la pierde un poquito haciéndola sonreír, acariciándole la espalda con suavidad.

Ni hablar consigo mismo ni nada devuelve a Cartago su cerebro. Helena se separa un poco y mira a Egipto a los ojos, sonriendo. Egipto la mira de reojo y es entonces que Cartago consigue cerrar la boca.

—Un beso de amor —susurra Helena.

Egipto se SONROJA y pone los ojos en blanco. Igual marchándose. Helena se ríe con suavidad y la mira irse moviendo el culo. Se gira con Cartago, que traga saliva. Extiende una mano hacia él, pero el muchacho repta hacia atrás y se pone de pie él solo.

—Ella es Egipto. Un encanto. No creo que tengas mucho que ver con ella. Ven, vamos a conocer a los demás... Y tu cuarto.

—Me acuerdo de ella, no soy tan tonto.

—Ya sé que no lo eres. Sólo te lo recuerdo. Ven.

Se humedece los labios, mirándola con el ceño fruncido, esperando que vaya delante. La griega se da la vuelta y parsimoniosamente camina hasta la puerta del que era el cuarto de Germania.

Él la sigue, guardando la distancia. Helena abre la puerta y se mete al cuarto, yendo a abrir la ventana.

—¿Y cuando volviste? ¿Dónde has estado viviendo? ¿Cómo te encontró Romi?

—Estaba en casa, en el desierto. Hace unas cuantas lunas.

—Vas a estar mejor aquí, aunque extrañarás algunas cosas de casa. Germania te ayudará a que las extrañes menos, creo que serán buenos amigos. ¿Le recuerdas?

Cartago niega.

—El estúpido romano no para de hablar de esas cosas tampoco.

—No es estúpido pensar en hacerles felices con una vida tranquila rodeados de gente que les conoce y entiende.

Frunce el ceño y bufa por la nariz porque ya sabe que no se puede hablar con ella y menos aun mal de Roma.

—¿Te gusta el cuarto?

—No —brazos cruzados.

—Empezará a gustarte más cuando tengas recuerdos sobre él... ¿Quieres probar la cama?

—¡No! —chilla tensándose más de lo que ya lo está de por sí.

—¿Estás seguro? —levanta una mano y empieza a desanudarse el hombro.

—E-Estoy... —calma, calma.

—No vas a salir huyendo cobardemente, ¿verdad? —pregunta mirándole y sonriendo un poco antes de que la tela del vestido caiga al suelo, mas con el afán de calmarle y ver si es posible que una vez que esté satisfecho pueda entender mejor todo y aceptar cosas.

—¡No e...! —empieza a protestar pero el vestido se lleva sus palabras al suelo con él.

Da un par de pasos hacia él, soltando el vestido con más esfuerzo del que emplearía generalmente, sólo para conseguir un buen movimiento de pechos.

—No te... no te acerques, Helena, no me vas a seducir —suplica, más para sí mismo que para ella.

Es que es inminente e imparable. Le abraza del cuello. Cuando siente la tremenda tensión que no cede, tan aprisa como le tocó y se le enredó... Le suelta del todo.

—Calma, calma, calma... ¡Suéltame, Helena! —exclama apretando los ojos y tratando de apartarla. El corazón y la respiración le van a mil por hora.

—Estás demasiado tenso, no tienes por qué estarlo... Nadie va a hacerte daño —explica sólo rozándole un poco el brazo.

—No me fío de ti —decide mejor salir corriendo porque es que ella es como Roma.

—Y yo de ti tampoco —replica ella sonriendo de lado yendo hacia la puerta —. Aún...

Cartago sale corriendo prácticamente para ir a esconderse y Helena se va tan tranquila por otro vestido, empezando a pensar que habrá que organizar una fiesta de ESAS.

OXOXOXOXO

Entre tanto, Roma e Iberia encuentran a Galia en el cuarto del ordenador, que está escuchando Mrs. Robinson.

—¡Galia! —saluda Iberia sonriendo, acercándose a ella.

Ella se gira y levanta las cejas hasta el techo al reconocerla, conteniendo el aliento. Un segundo después nada más salta a sus brazos.

—¡Iberia!

—Galia hermosa, ¿cómo estás? —la aprieta contra sí, sonriendo mucho.

—¡No sabía que habías vuelto!

Roma las mira desde un lado, sonriendo.

—¡Yo no sabía que nadie más había vuelto! Me encanta verte.

Britania entra a la sala y levanta un poquito las cejas.

—Sí, estamos casi todos ¡Te he echado tanto de menos!

—¡Yo también te he echado de menos! ¡Roma me dijo que estabas aquí y no podía esperar para llegar!

—¿Cuánto hace que has vuelto? ¿Dónde estabas? ¿Ya conoces a Germania? ¡Tienes que conocer a Britania!

—Estaba en casa, hacia el norte, atendiendo un mesón.

—¡Oh! ¿Y tu hijo?

—No lo he visto, pregunté pero nadie sabía nada —creo que Iberia es el despiste total.

—¿Ya le has visto? Es taaaaan guapo.

—No, no lo he visto, pero Roma me dijo que vendría a verme. Y a Britania la conocí arriba —mira de reojo a la puerta porque Britania ha entrado y frunce el ceño —. No sé qué pensar de ella pero he visto algunas cosas.

—¡Britania! —exclama Galia mirándola—. ¿Ya has visto quien ha vuelto?

—ESTA pretende quitarte tu cuarto —responde Britania cruzándose de brazos.

Roma se vuelve a Britania levantando las cejas. Galia mira a Iberia.

—Y que tú y yo durmamos en uno solo, así pierde derechos uno en esta casa —protesta picándose más en realidad porque Galia parece encantada.

—¡Oh! ¡Contigo! —exclama ella—. Puedo dormir con ella si no quieres...

Britania cambia el peso de pie y frunce más el ceño, porque tampoco quiere eso.

—¿Pero es que no te molesta que traiga a más gente a casa y nos mueva como se le da la gana?

Non, ella es muy buena y me cae bien —sonríe a Iberia. Britania aprieta los brazos y refunfuña.

—Pues anda, vete a dormir con ella y ya, a mí me da igual —hay una vibración en la fuerza porque es RARO que Britania se enoje al menos un poco con Galia.

Galia levanta las cejas y automáticamente suelta a Iberia, yendo con Britania.

—Puedes quedarte mi cuarto, Iberia. Yo me iré con ella.

Britania se relaja un poquito imperceptiblemente... O más bien, todos deben notarlo menos ella.

—Eso no debería ser, todo es culpa de Rome —susurra para Galia dejando que la abrace, si lo hace.

—Claro que es culpa de él, pero Iberia es buena —sí que la abraza—. Ya verás cómo te gusta cuando la conozcas.

—No creo, y me molesta que no nos haya preguntado siquiera —mira a Iberia con cara de "mira quién manda aquí, Galia es MI mejor amiga".

Iberia vacila un poquito, frunciendo más el ceño hacia Galia, luego mira a Roma nerviosita.

—Tranquila, Britania es un poco complicada —le susurra Roma a Iberia—. Pero Galia te ayudará.

Iberia se acerca a Roma y le abraza.

Y suenan las llaves de la puerta. Se abre y Germania es quien saluda con el clásico y seco "Hallo". Britania mira hacia la puerta, mira a Roma y la muy cabronzuela sonríe, sabiendo que si ella está indignada, Germania...

Germania, sudado y medio despeinado, con el pelo amarrado en una sola trenza atrás, una camiseta pegada y unos pantalones que le destacan bastante el paquete, entra de vuelta del gimnasio, listo para irse a bañar.

Roma traga saliva al oírlo y trata de calmarse a sí mismo.

—Ehm... dame un minuto —le pide a Iberia, yendo hacia fuera.

Silba una antigua tonada vikinga cerrando la puerta y se topa con Roma en el foyer.

Ave... —sonríe de lado, apoyándose en el marco de la puerta y se lo come con la mirada.

—¡Has vuelto! —frunce el ceño pero la sonrisa clara de lado le delata.

—Me has... —se le acerca y le pone las manos en el pecho—. Echado de menos.

—¿Yo? Desde luego que no —sonríe un poquito más.

—A mi me parece que sí —levanta las manos acariciándole los hombros hasta tomarle la trenza, enrollándola en sus dedos. El sajón entrecierra los ojos y le deja hacer.

—Yo creo que tú me extrañaste a mí —responde... Algo ilusamente.

—Por eso es que volví —se ríe. Germania le sonríe un poco más y le hace un cariño en la mejilla —. Y por eso es que te miro y me parece que no podrías estar más guapo —se acerca para besarle, poniéndose de puntillas.

—Ni siquiera sé por qué te fuiste. Helena me explicó unas cosas —cierra los ojos y se deeeeeja besar.

Roma le da un buen, BUEN beso y como respuesta a Germania, Cartago se topa con ellos por estar corriendo mirando atrás al huir de Helena. Germania se separa del beso de golpe, claro está, levantando las cejas.

Roma también y aprieta los ojos al notar a Cartago, que se separa de ellos y les mira con las cejas en el techo.

—¡Eh! —protesta el germano, descolocado al ver que no es una de las chicas. Piensa si será algún chico de Helena de esos que desfilan frecuentemente por la casa.

—Kssss —le hace el cartaginés a Roma como si fuera una serpiente, a punto de marcharse de nuevo.

—¡Cartago! —exclama él y casi no le da tiempo de pensar teniendo que ir a detenerle.

Germania parpadea, levanta las cejas y entreabre los labios. ¿Cartago? ¿De verdad? Les mira hacer sin moverse.

Roma le detiene del brazo y este le da el puñetazo exacto con el que le rompió la nariz la primera vez, que el romano esquiva sólo por buena suerte, consiguiendo tomarle ambas manos. Así que el púnico le pisa con saña y el latino protesta, tirándole al suelo con rabia, sentándosele encima.

—Kssssss —vuelve a hacer Cartago, revolviéndose bajo el peso de Roma que le mantiene inmovilizado.

Germania levanta las cejas y en principio da un paso hacia Roma para ayudarle con el cartaginés. Luego se detiene, frunce el ceño y se tensa, sin hacer nada más que mirarles.

—Ksss una mierda, anda, ¿qué vas a hacerme? Arráncame la verga si puedes venga. Ni siquiera quieres —lo provoca y el púnico se revuelve más para demostrar que sí que quiere.

—¡Ha! Ya se ve cómo es que sí quieres... —sigue provocándole y él empieza a patearle la espalda con saña y hasta consigue girar para quedar encima. Roma lo envuelve con las piernas aun manteniéndole todo lo inmovilizado que le es posible, hasta que acaba por empujarle lejos, al mismo tiempo que el cartaginés se separa de un salto, rodando y agachándose, mirándole de forma agresiva.

Con el cerebro dividido entre ayudarle o no, Germania sigue mirándoles fijamente. Roma no deja de vigilar a Cartago, poniéndose de pie y pasándose una mano por el pelo. Mira a Germania de reojo un instante, mientras el cartaginés sigue haciendo "kssss" en susurros sin parpadear, mirando a Roma.

—¿Qué pasa? —pregunta Germania mirando a Cartago, que le mira extrañado.

—Nada —sonríe de lado Roma con una de esas que quiere decir claramente "que quiere que me lo tire... y yo quiero hacerlo".

—¿Que hace aquí? —menos fruncido no tiene el ceño.

—Ha venido a matarme —le guiña el ojo a Cartago sin mirar a Germania.

Y este se sonroja... Germania sigue mirando la escena.

—Quizás pueda ayudarle —murmura Germania.

—Se va a quedar en el cuarto de visitas con nosotros hasta que lo logre... —añade y Cartago no dice nada porque esa es la versión que se ha dado a sí mismo.

Y ahí van las cejas del germano al cielo.

Was? ¡¿Se va a quedar?!

Sic —Roma le mira de reojo y se humedece los labios porque no quería decírselo así.

Cartago desvía la mirada a Germania casi por primera vez, mirándole de arriba abajo y valorándole mientras este se toma su tiempo, largo tiempo, para entender lo que está escuchando.

—Fui a buscarle para traerle con nosotros —añade Roma —. A él y a Iberia, que está conociendo a las chicas ahora.

El sajón le sostiene la mirada al cartaginés y luego se gira a Roma parpadeando.

—¿Trajiste a otro hombre a vivir a la casa? —pregunta con la voz más plana posible.

Roma aprieta los ojos y Germania suelta un bufidito casi imperceptible al ver que los aprieta.

Sic —responde Roma y le sostiene la mirada al sajón pensando en Helvetia.

Baja los hombros, modificando la expresión casi imperceptiblemente. Abre la boca para decir algo, para preguntar por qué... Pero un montón de ideas confusas de las implicaciones de esto se le arremolinan en la cabeza. Dejarían de ser dos para ser tres. Dejaría él de ser la segunda verga de la casa para simplemente ser una más.

—¿Por qué no le pones mejor a dormir contigo en mi cama y me devuelves a mí al cuarto de invitados? —suelta sin pensar bien en lo que dice, ni en lo completamente despechado suena esto desde ya.

—¿Por qué no te vas a la montaña con la zorra rubia si tanto te molesta? —replica Roma agresivo y Cartago parpadea, mirando a uno y a otro.

Was? Helvetia? ¿Eso qué?... ¡Yo no la traje a vivir a casa! ¡Ni tengo otros trescientos amantes!

Roma pone los ojos en blanco y se acerca a Cartago, que sale huyendo despavorido sin esperárselo, pero él sólo pasa por su lado, marchándose y dejándoles solos.

Was? ¿A dónde vas? —protesta Germania, frustrado con que se le largue —. ¿Qué esperas que te diga? ¡¿Que qué bueno?!

—¡Haz lo que te salga de los cojones! —grita yendo al taller a golpear algo.

Germania no puede comprender como es que Roma trae a dos personas más a vivir a casa y termina ÉL enfadado… son esas cosas que pasan y que sorprendentemente consiguen que tú te enojes menos... La magia latina.


Hace tiempo que todo el mundo estaba pidiendo esta historia, aquí está por fi :D ¡No olvides agradecer a Josita la edición!