El capitán de Karasuno se encontraba practicando los remates junto con su única y fiel compañera, la pared. El gimnasio se encontraba completamente solo, ya que según el profesor Takeda, había una importante junta de maestros a la que el entrenador Ukai y él deberían asistir; previamente se le avisó a todo el equipo que no habría entrenamiento, pero Daichi decidió practicar un poco, ya que había tenido problemas respecto a recepción del balón.
—Parezco loco practicando de esta manera —soltó mientras golpeaba el balón para que rebotara en la pared.
Por otro lado, el vice capitán iba camino al gimnasio. Pensaba en lo que debería hacer si llegase a relevar al Rey de la Cancha alguna otra vez, tenía que entrenar y qué mejor que ese mismo día.
Cuando menos se lo esperó, ya estaba frente a la puerta del gimnasio, la cual estaba entreabierta, por lo que le pareció extraño; así que optó por deslizarla para ver quién estaba soltando balonazos contra el pobre muro. Esperaba ver a Hinata o Kageyama, sin embargo, su expresión se suavizó cuando se dio cuenta de que el que estaba dentro era su gran amigo, Daichi.
Le escuchó hablar para sí mismo, pero no dijo palabra alguna, en cambio, tomó una toalla limpia de entre sus cosas, dejó su mochila y sacó su botella antes de acercarse al moreno.
—Capitán —le llamó, extendiendo los objetos antes mencionados.
El mayor estaba a punto de golpear nuevamente el balón, pero se detuvo al escuchar aquellas palabras siendo pronunciadas por una blanda voz.
«Koushi» pensó, y de inmediato giró su vista para encontrarse con la cálida y bella expresión de su compañero.
—Suga, gracias —le devolvió el gesto mientras tomaba la botella y la toalla de las manos del armador del equipo. Inmediatamente bebió el agua y prosiguió a limpiarse el sudor—. Pensé que te habrías ido con los demás y ya estarías en tu casa.
—Podría decir lo mismo de ti —contestó el chico de ojos grises mientras le dirigía una mirada con algo de nostalgia—. Hace mucho tiempo que no te veía de esta manera, ¿sucede algo?, ¿te preocupa el equipo?
Esas preguntas le hicieron ponerse a pensar. ¿Cuál era la preocupación que lo hacía practicar tan desesperadamente?, eran muchas, tanto el desempeño del equipo como el hecho de que con forme fueran avanzando se encontrarían con equipos más fuertes. Quería sacar a todos adelante, anhelaba que Karasuno fuera reconocida por las demás escuelas como una de las mejores. Ansiaba que dejaran de ser llamados «Los cuervos caídos» y la mayor parte del grupo estaba cooperando con todo su potencial. Por una parte estaba el dúo imparable de mente simple de primer año, también regresó del As del equipo, y con ello, el de la Deidad Guardiana; Sugawara también había mejorado notablemente, y mucho, pero en cambio, él mismo ¿qué había logrado?; se podía notar que era casi invisible y opacado ante la capacidad de sus compañeros.
—Suga, hay muchas cosas que han estado pasando últimamente dentro del equipo. Muchas mejoras y cambios, eso me alegra mucho, pero creo que no es suficiente. Necesitamos mejorar más. Yo necesito ayudar a todos con ello, darles los ánimos como el capitán que soy y... —comenzó a apretar la toalla que se encontraba en sus manos. Le daba coraje no poder hacer más y ver como el resto progresaba—. Yo... —iba a decir algo más, pero si lo hacía las lágrimas comenzarían a salir, así que se detuvo. Había llorado algunas veces frente a su compañero, aunque muy dentro de él le molestaba, no le gustaba verse tan débil frente a la persona que por años llevaba amando, porque así era, sentía algo por su amigo. Simplemente bajó la cabeza, fijando la vista en el suelo.
—Daichi —le habló can tranquilidad—, Karasuno no sólo eres tú, ni yo, somos todos —se acercó al moreno, poniendo una de sus manos cerca de aquella zona donde se localizaba su corazón—. Hemos entrenado duro y lo sabes. Fue devastador perder en la Inter High, lo sé, pero hemos avanzado; todos estamos más unidos, incluso el chico rebelde de Tsukishima ha empezado a preocuparse a su manera por el equipo —comenzó a palpar suavemente la espalda del de cabellos negros con la mano que tenía libre. Logrando verse aquello como un abrazo—. Podemos disfrutar cada momento, así como de los partidos venideros. En Karasuno somos como una familia y estamos creciendo, por lo que debemos ser fuertes. Al finalizar este año nosotros habremos dejado la escuela y tendremos que centrarnos en nuestras carreras, sé que es duro, pero aún estamos aquí y no debemos pensar de forma tan precipitada —pasó a abrazar plenamente a su capitán, en parte, para ayudarse a sí mismo a que no se le quebrara la voz—. Es duro para mí también, de hecho, te envidio Daichi. Tu puedes jugar todos esos partidos con los chicos, yo también quiero hacerlo, pero lo mejor para todos ahora es Kageyama y no le odio o envidio por eso; si yo puedo ser de apoyo incluso estando en la banca, eso es suficiente para mí —tal vez esa última palabra fue el detonante para que el mayor se diera cuenta de la tristeza ajena, o tal vez no, pero decidió callarse para evitar demostrar el dolor en sus palabras.
Sawamura sabía que su compañero siempre había sido una persona de muchas palabras, palabras que brindan el soporte necesario para distintas situaciones; y este tenía razón, tal vez estaba siendo egoísta. Sólo pensaba en sí mismo y en cómo mejorar sin la ayuda de nadie, había olvidado por completo el hecho de que Koushi había estado en banca la mayoría de los partidos, apoyando desde lejos al equipo, con regaños y dando ánimos como sólo él lo haría.
De un momento a otro soltó la toalla y la botella que le habían sido proporcionadas, acto seguido llevó una de sus manos a la delgada cintura de su amigo para apegarlo más a sí, mientras que la otra mano subió directo a sus grises mechones, enredándolos con suavidad entre sus dedos.
—Suga —le susurró cerca del oído. Podía sentir la esencia del armador inundar sus fosas nasales, y a decir verdad le encantaba, nunca había tenido tanta cercanía como la que ahora estaba mostrando—, a pesar de que ese chico de primero esté participando como titular en los partidos, no quiere decir que tú no seas importante en el desempeño; nos sacaste adelante en años anteriores. Eres muy importante para todos. Eres demasiado importante… para mí —pronunció lo último rozando sus labios con la oreja opuesta.
El armador sintió un escalofrío al recibir ese roce, sin contar con aquella mano que ahora sostenía su cintura, sin embargo, sentía algo más, algo inusual en su cuerpo, específicamente en su pecho y sumándole a eso las tiernas palabras de su gran amigo, sólo se limitó a reaccionar como el instinto le decía. Subió ambas manos hasta colocarlas sobre el pecho de su compañero, retirándole un poco, luego llevó una mano al rostro del moreno, acariciando suavemente su mejilla con el pulgar para luego.
—Lo sé, Daichi, lo sé. Siempre lo he sabido —suspiró—. Es por ello que no me molesta en lo absoluto estar detrás de todos, además, tú también eres muy importante para mí. Sin ti, creo que ni siquiera habría permanecido tanto tiempo en el equipo —debía admitir que había teniendo sentimientos amorosos por el chico que lo sostenía, pero se había obligado a sí mismo a suprimirlos, no quería arruinar la relación que habían forjado con tanto esfuerzo y tiempo, sin embargo, en ese momento sabía que seguir a su corazón era lo correcto; quería que su amado se tranquilizara y haría lo que fuese para verlo contento lo más pronto posible.
