N/A: Si, aquí yo de nuevo. Lo que traigo esta vez es un fic ya terminado y publicado en Saint Seiya: The Dark Side (link en mi profile). Nada de fics a medio acabar o que van para largo. En realidad es parte de una mini-serie (o serie a secas, ya veremos hasta donde llego) contando las venturas y desventuras de mi OC principal, Nela. Sólo como introducción, Nela es reportera en la Agencia (seee... soy original) y se encarga de realizar entrevistas alrededor del mundo, donde la manden. Como el fandom que me absorbe por el momento es Saint Seiya, pues en esta ocasión el reportaje es sobre el Santuario y sus habitantes. La verdad es que todo esto surgio a raiz de una conversación con una buena amiga (Guardiana/Ro de Piscis) sobre lo que pasaría si Nela se metiera en el Santuario de escondidas. A las dos nos va el rol, y nuestras conversaciones por msn son de lo más entretenidas... así que de repente me vi inmersa tratando de conectar ideas de cómo Nela se obsesiona con el Caballero de Capricornio y como éste, más que harto, le pone una orden de alejamiento. Esa fue la idea original. El resultado fue bastante diferente XD.
Ahora sí... al tema.
DISCLAIMER: todos los personajes mostrados en esta historia son propiedad intelectual de Kurumada Masami y todo aquel asociado al proyecto. Tan sólo poseo derechos sobre mi propia historia y mis personajes (Nela). Los demás personajes mostrados tienen sus respectivos dueños: Baby-Guardiana Majere, Guardiana, Dannah, Ayron, Eurydia y Orphen son propiedad intelectual de Guardiana/Ro de Piscis. Shuitza y Syrianth pertenecen a Syrianth. Cualquiera que tenga intención de incluirlos en una de sus historias, por favor me avise para contactar con ellas. Esta vez no se incluye nada de yaoi (bueno, muy poquito y tan soft que casi no cuenta) aunque los personajes siguen estando muy OOC (Out Of Canon). Si te gusta o te interesa el fic, puedes darle al botoncito ese que dice 'Review' y dejar tu comentario. Reviews anónimas serán respondidas en mi profile (aunque agradecería un mail para responder mejor ^.^)
DE COMO CONSEGUIR QUE TE ECHEN DEL SANTUARIO
(O de como Nela se gana una orden de alejamiento)
Buenas noches, estimados espectadores. El material que estamos a punto de mostrarles llega hasta ustedes tras arduas negociaciones con la burocracia y la justicia. Los estrechos de mente que me tacharon de blasfema y de mentirosa novelera han tratado de silenciarme apelando a las leyes, pero su censura no conseguirá evitar que esto se haga público. Están a punto de adentrarse en un mundo lleno de secretos y misterios que pocas veces alguien ha tenido el honor y el privilegio de contemplar. Este proyecto, rodado en modo documental, recoge las idas y venidas del quehacer cotidiano de unos seres extraordinarios y excepcionales: los miembros de la Orden de Athena. Un vistazo a sus vidas y un acercamiento a sus creencias e ideologías.
Disfruten del espectáculo.
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¿Fecha? No recuerdo el día con exactitud. ¿Hora? A eso de las 8 y media de la mañana, me suena (más que nada porque todavía voy medio dormida). ¿Lugar? Me encuentro a las puertas del Santuario, deduzco tras seguir las indicaciones que me dieron.
Tras arduas negociaciones con la Fundación Graude su Presidenta y Directora, la señorita Kido, nos ha concedido un permiso de veinticuatro horas para realizar esta investigación en un lugar excepcional: el Santuario. Sede central de la mítica pero poco conocida Orden de Athena, este lugar funge de refugio y campo de concentración de guerreros y fieles de la Diosa de la Sabiduría. A espaldas de la sociedad, este lugar lleva siglos (por no decir milenios) acogiendo niños con características especiales para iniciarlos en la Fe y entrenarlos al amparo de místicas fuerzas cósmicas.
Dejando de lado la historia del lugar, nos centraremos en averiguar sobre la vida de los residentes más destacados y miembros relevantes de la Orden.
Siendo así, y como muestra de respeto, mi obligación como representante de la Agencia es presentarme ante su máximo dirigente para confirmar mi llegada y negociar las condiciones de mi estadía. Me han advertido sobre la tendencia a la estructuración vertical de los edificios, pero creo que se olvidaron de advertirme que esa verticalidad eran miles y miles de escalones que conectan los numerosos niveles a los que está construida la fortaleza. Ahora entiendo por qué la señorita Kido aumentó mi petición de doce horas a veinticuatro… ¡porque voy a pasar mucho tiempo en las escaleras!
Y lo peor no es eso… lo peor es que el regente del lugar, su Excelencia el Sumo Sacerdote, ocupa las estancias en el edificio más alto, al final de las escaleras. ¿Por qué todos los mandamases tienen la manía de dirigir desde las alturas? ¿Algún complejo arraigado en lo profundo de su psique, tal vez? En fin, prosigamos.
El camino se muestra despejado al avanzar por el vasto erial que precede a la "zona residencial" y, a mi derecha, a lo lejos, puedo distinguir una silueta que me recuerda al Coliseo romano. Sin duda ese debe ser el lugar de entrenamiento y campo de batallas oficial. Más allá a duras penas se vislumbran las formas de pequeñas construcciones en lugares francamente inaccesibles. Según mis notas, esas deben ser las viviendas de las mujeres Caballero, más conocidas como Amazonas (a pesar de que yo juraría que, por tradición, las Amazonas servían a Artemisa como cazadoras y guerreras protegiendo con celo su castidad). Avanzo hasta el pie de la escalinata y espero. Según me comentó la señorita Kido, el Sumo Sacerdote (también llamado Gran Maestro y/o Patriarca) está al corriente de mi hora de llegada y me facilitará un guía.
Esto último se confirma cuando aparece (literalmente) frente a mí un muchacho pelirrojo con unos extraños puntos donde deberían destacar las cejas que se presenta como Kiki, aprendiz del Caballero de Aries. Con una amplia sonrisa me invita formalmente a acompañarle a la Cámara Patriarcal, donde el Gran Maestro me espera. Cuando el corazón me vuelve a latir a un ritmo normal, acepto su invitación y, tomándome de la mano, me hace experimentar un extraño fenómeno que me conduce (y me marea) hasta un lugar desconocido en una miríada de luces doradas.
Tras aguardar a que mi organismo se recupere del suceso (que el pequeño nombra como "teletransportación"), me abandona durante un instante para hablar con uno de los guardias apostados frente a la puerta. Al tiempo que el guardia desaparece tras la puerta, el jovencito me acompaña explicándome con una sonrisa traviesa que debo considerarme muy afortunada al haber conseguido el permiso que estoy disfrutando. Al poco vuelve el guardia y me informa que el Gran Maestro me recibirá en su despacho privado. Me despido de mi joven guía y acompaño al hombre hasta la puerta tras la que, me dice, se encuentra mi anfitrión. Se va y yo toco con decisión a la puerta. Me responde una voz evidentemente trabajada en la labor de impartir disciplina, y yo avanzo.
Quien me recibe no es ni por asomo a quien yo esperaba encontrar. Nada de vejez bien llevada, ni elegantes canas o cuidadas barbas. En lugar de eso, exuberante juventud, brillantes cabellos de color entre verde y dorado claro y rostro lampiño y terso. Y, además, dos puntos de color púrpura en lugar de cejas. Empiezo a sospechar si todos los Caballeros presentarán la misma peculiaridad. Mi desconcierto parece causarle gracia, porque debo haber dicho esto en voz alta y por eso se acerca a mí sonriendo. Tendiéndome la mano, me confirma que se trata de Shion, antiguo Caballero de Aries y actual Patriarca y Sumo Sacerdote de la Orden de Athena, y que, para mi tranquilidad, esos curiosos puntos tan solo los presentan los hijos de la mítica raza de Lemuria, de la que solo hay tres miembros (contándole a él) en el Santuario. Tras presentarme debidamente, me invita a sentarme para conversar sobre mis privilegios y obligaciones como visita foránea.
Al principio parece reticente a aceptar que yo deambule a placer por el lugar pero, al final, llegamos al acuerdo de que mi visita se realizará a través de la Calzada, a lo largo de la cual se encuentran los Doce Templos custodiados por los Caballeros de Oro. Nada que objetar por mi parte, puesto que los ya citados Dorados son elementos primordiales de mi lista de tareas. Me advierte sobre el comportamiento que debo tener para con los Doce Guardianes y se ofrece a acompañarme hasta donde comenzaría mi visita. Sonrío con inocencia y su gesto amable se descompone en uno de desconcierto y ¿miedo?
Le recuerdo, siempre desde el respeto, que mi objetivo es recabar información sobre TODOS los miembros relevantes de la Orden. Suspira con fuerza y se reacomoda en el asiento, aceptando tácitamente su derrota. Extraigo una grabadora y mi cuaderno de notas mientras el Gran Maestro me observa con curiosidad. Le aclaro mi intención de grabar la entrevista para poder revisarla más tarde en el estudio y parece no encontrarle pegas al asunto. Es cuando abro el maletín y saco la videocámara y el trípode que comienza a desconfiar. Mientras acomodo el mejor encuadre y ajusto el sonido y la luz me comenta que puede que no todos colaboren con tanta facilidad, pero que trate de no molestarles o hacerles enojar. Le doy mi palabra de no obligar a nadie a posar frente a la cámara y tomo posiciones. Tomo la grabadora, la conecto, y registro la fecha y el motivo de la entrevista para colocarla en un lugar donde se reciba bien el sonido. Con el control remoto conecto la videocámara y comienzo con las preguntas.
A la primera ya consigo una reacción exagerada. ¿Tan grave es querer saber el estado civil del Gran Maestro? Pero bueno, por su reacción deduzco que aún disfruta de su soltería (aunque ya no sé si por obligación o por decisión propia). Cuando se calma le comento mi sorpresa al ver que su aspecto físico dista mucho de parecerse a la idea que la mayoría de los iniciados tenemos de él. Me explica algo sobre un trato con Hades (O.O WTF!?) y el posterior ajuste de cuentas con Athena, y así zanja el asunto no sin antes murmurar entre risas algo sobre el Caballero de Libra (de la generación de Caballeros de 1743, como el mismísimo Patriarca) siguiendo con la línea del tema. Retomo la cuestión de su incomprensible soltería y compruebo satisfecha que puedo obtener información más jugosa si le pongo nervioso para que pierda su autocontrol. Tras un par de quejas sobre mi indiscreción, acaba confesando que está soltero (y, por lo tanto, disponible) por decisión propia, ya que debe volcar toda su atención en hacer del Santuario un lugar organizado y tranquilo. No está bien que diga esto, pero la visión de ese angelote ruborizado hasta las orejas y titubeando nervioso es demasiado tentadora. Respiro hondo y continúo con las preguntas que ya tenía preparadas desde que supe dónde iba y con quién iba a estar. A la pregunta de si se arrepiente de haber ingresado entre las filas de la Diosa su respuesta es clara y contundente: NO. Al parecer su mayor orgullo es ser reconocido como fiel guerrero de la Sabiduría Encarnada. Alabo su labor y así consigo que su ego aumente en detrimento de su desconfianza.
Tras una larga entrevista con altibajos en su estado emocional (sorprendente su capacidad de mostrarse sereno tras un ataque de nervios), me acompaña a la salida para que yo continúe mi jornada. Por un momento su sonrisa amable casi consigue engañarme, pero tenso la cuerda coqueteando descaradamente con él y al momento acaba sacándome de allí a empujones sin dejar de murmurar algo sobre la indecencia de la juventud y el poco decoro que yo tengo. Me despido dándole un pellizco en el trasero y acto seguido corriendo como alma que lleva el diablo escaleras abajo con todo a cuestas mientras él vocifera mentando a la madre de todo miembro del Panteón Olímpico. El problema es que, cuando quiero darme cuenta, estoy literalmente rodeada de rosas que, yo juraría, se mueven hacia mí…
