Bella se sentó sobre su maleta, rebotando para hacer que toda la ropa cupiera en el interior.

-¿Bella? ¿Qué haces?-Su madre se paró en la puerta de su cuarto con los brazos cruzados, y Bella siguió rebotando mientras hablaba.

-Intento hacer que mi ropa entre. Esta maleta es demasiado pequeña.

Su madre suspiró y se acercó a ella, dándole una palmadita en la pierna para que se corriera, y terminó de cerrar la maleta no sin algo de esfuerzo.

-No es pequeña. Tú tienes demasiada ropa.

Bella se encogió de hombros, caminando hacia la otra punta de su habitación para terminar de guardar su iPod y su libro en la mochila color rosado.

-¿Cómo se llama el coso al que iremos?-Preguntó distraídamente.

-Allegra. El crucero se llama Allegra.-Respondió su madre con un suspiro.-¿Porqué no estás emocionada con esto?

Bella se giró hacia su madre, suspirando.

-Estoy emocionada, mamá. De veras.

Reneé entrecerró los ojos, sacudió la cabeza y le dirigió una mirada a la computadora portátil de su hija.

-¿Ya enviaste la solicitud?

Bella frunció los labios y asintió, desviando la mirada.

-Mamá, si no me aceptan, ¿Podría-

-No. Isabella, ya hablamos sobre esto.-Su madre la observó, severa y con los brazos cruzados.- Nada de literatura. Esa no es una carrera, es un hobby.

Bella suspiró.

-Ya, sé que eso es lo que piensan, pero-

-No es 'lo que pensamos'. Es lo que sabemos.-Puntualizó.-La medicina es lo mejor que puedes estudiar, y tu padre estará muy orgulloso de ti.

Bella asintió y desvió la mirada hacia la ventana.

-Claro.

Su madre suspiró antes de darse la vuelta y salir de su habitación.

-Apresúrate. En una hora iremos al aeropuerto.

Bella terminó de acomodar sus maletas y se tiró sobre la cama boca abajo, gruñendo.

Diablos, no deseaba estudiar medicina. Y mucho menos deseaba estudiar cirugía plástica.

Sus padres tenían un punto a favor al echarle en cara que el increíble estilo de vida que ella llevaba era gracias a la clínica de cirugía plástica de su padre. Vivía en una casa más parecida a una mansión que otra cosa, viajaba a los destinos más exóticos y usaba la ropa más costosa.

Pero a veces, ella renunciaría a todo eso por llevar una vida propia.

Desde que tenía memoria, su madre se había encargado de controlar cada aspecto de su vida. Cómo se vestía, a qué escuela iba, cuáles eran sus amigos y ahora, qué carrera estudiaría.

Bella estaba harta. Harta de su maldita vida, de la frivolidad, de la falta de amor y ternura que una familia normal poseía. Pero sabía que no tenía la fuerza suficiente como para irse. Como para quedarse sin nada.

-¡Isabella!-Suspirando, la castaña se puso de pie y acarreó su maleta hasta el piso de abajo, en donde uno de los empleados la vio y se encargó de guardar su equipaje por ella.

En cuanto llegaron al JFK, despacharon sus maletas y en menos de una hora ya se encontraban en el avión.

Todo un día volando era de lo más agotador para Bella.

Su padre adoraba viajar a destinos exóticos, por lo que la castaña prácticamente vivía en aviones.

Les tomó nueve horas llegar hasta Sydney, y unas cuantas horas más ir hasta Perth, y finalmente se encontraban abordando el Allegra, mientras Bella contenía el aliento, intentando adaptarse al leve bamboleo de la cubierta.

Decir que estaba exhausta era poco. Estaba que se caía al piso allí mismo.

-Mamá, por el amor de Dios, llévame a mi camarote.-Susurró, y vio de reojo cómo su madre rodaba los ojos.

-Si serás dramática.-Masculló, pero Reneé no podía negar que también iba a caer dormida en cuanto apoyara la cabeza contra la almohada.

Gracias al cielo, un chico alto y otro más fornido los ayudaron con su equipaje y luego de chequear en sus boletos, los dirigieron a la zona de primera clase.

Su madre había querido tener 'tiempo a solas' con su padre, así que habían decidido pagar por una habitación doble y una individual para ella, algo que Bella agradecía con todo su corazón.

Su camarote era genial. Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera, y toda la decoración variaba entre diferentes tonos de verde y dorado. Soltando su bolso sobre un sillón en la esquina, Bella se dejó caer sobre la cama y respiró hondo.

Al fin.

Eran cerca de las siete de la noche, y no pensaba levantarse para cenar, así que se quitó a patadas las zapatillas y en menos de lo que pensaba, se quedó dormida.

Se despertó con un insoportable rayo de luz apuntando directo a sus ojos, y con un bufido, giró la cabeza para enterrarla bajo las sabanas, aunque un ruidillo insoportable interrumpió su dulce sueño.

-¡No!-Gritó, ignorando los constantes golpes en la puerta.

-Isabella, no desperdicies tiempo. Sabes que sólo estaremos aquí por dos semanas y luego deberás volver a estudiar para el ingreso a la Universidad, así que, ¡Arriba!

Bella intentó ignorar a su padre, pero cuando no dejó de golpear la puerta, se levantó de la cama de un salto y abrió la puerta de un tirón.

-Bajaré en un segundo.-Le informó a Charlie, su padre, con un gruñido adormilado.

Charlie abrió los ojos como platos.

-Perfecto. Y péinate, si puedes.

Bella cerró la puerta con fuerza y fue dando saltitos hasta el baño, mientras se quitaba a tirones los pantalones de chándal que había usado para el viaje, y se metía a la ducha unos segundos después.

Media hora más tarde, Bella caminaba dentro del salón del desayuno, usando unos shorts de jean y una camiseta de The Beatles, mientras buscaba distraídamente a sus padres.

El maldito lugar era enorme, pero finalmente los halló en una de las mesas más alejadas de la entrada.

-Oh, gracias por intentar estar a la vista.-Masculló mientras se sentaba junto a ellos, enfadada por haber estado parada en la puerta del lugar como una idiota durante veinte minutos, mientras los buscaba con la mirada.

-Isabella, no seas quejosa.

-Vive quejándose.-Masculló Reneé, de acuerdo con su padre.-Ayer por la Universidad, y hoy por una tontería como esta.

-¿Por la Universidad?-Preguntó Charlie.

Y allá vamos…

-Cada vez que menciono la Universidad se pone de mal humor, y hace comentarios…

Bella dejó de escuchar a su madre, sin oír más que un parloteo en el fondo de su cabeza, mientras con un suspiro se dejaba caer sobre el respaldo de su silla.

Tampoco oyó el regaño de su padre. Se limitó a asentir y murmurar un escueto 'si' en los momentos correctos.

Soy patética.

Diecinueve años, a punto de cumplir los veinte, y no podía enfrentar a sus padres. Nunca lo había hecho, a ser verdad. Y es que el deseo de hacerlos sentir orgullosos de ella aunque sea por un momento todavía bullía en su pecho.

Su madre todavía la culpaba por haberse enfermado de neumonía el año pasado y no haber podido ingresar a la Universidad. Como si ella hubiese planeado pasar meses en la cama sintiéndose como el ser más inservible del planeta, sin siquiera poder ponerse de pie.

Bella sabía que era patético, pero nunca perdería la esperanza de escuchar esas cuatro simples palabras.

'Estamos orgullosos de ti.'

O esas tres todavía más simples.

'Te amamos, hija.'

No, eso no iba a suceder. Y debería comprenderlo de una vez por todas.

El desayuno pasó lleno de cháchara por parte de sus padres, y de miradas perdidas por parte de ella.

Cuando por fin se vio libre, no dudó ni un segundo en poner la mayor cantidad de distancia posible entre ella y sus progenitores, y se calzó su biquini azul antes de partir hacia la cubierta.

Cinco días después, Bella se encontraba bebiendo un vaso de Coca Light, sentada relajadamente sobre una reposera al lado de la misma pileta a la que había partido aquel primer día, una de las menos ruidosas y bulliciosas, cuando la aventura de su vida comenzó.

Comenzó como toda aventura. Con gente confundida que no entendía absolutamente nada.

Una voz gruesa resonó en los parlantes, pero Bella solo llegó a prestarle atención a la última parte.

"…Los restaurantes funcionarán con normalidad. Les brindaremos más información dentro de unas horas. Muchas gracias, y perdón por las molestias ocasionadas."

Bella se enderezó en su reposera, mientras fruncía el ceño al ver el revuelo que se armó entre los turistas, que gruñían indignados.

-¡Voy a querer mi dinero de vuelta!-Gritaba una mujer que rondaba los cuarenta, mientras se enfrentaba a un confundido muchachito de la tripulación.

Bella se puso de pie y cargando su bolso playero sobre el hombro, se acercó a el chico de la barra, que intentaba contener a la gente que gritaba por los alrededores de la piscina.

-Oye, ¿Sabes qué sucedió? No llegué a escuchar lo que dijeron.

El chico suspiró, mientras la miraba con impaciencia.

-Hubo un incendio en el cuarto de máquinas y se fundieron los motores. Estamos varados, nos remolcarán hasta el puerto más cercano mañana por la noche.

Bella le echó una mirada a su reloj, y cuando volvió a levantarla, el chico había desaparecido.

Eran las once de la mañana. Más de un día varados.

Genial.

Bella se encaminó hacia su camarote, abriendo los ojos como platos cada vez que un turista enfadado pasaba a su lado insultando a los cuatro vientos.

Esta gente necesita relajarse.

Cuando llegó a la puerta de su camarote, se cruzó con su madre, que venía gruñendo algo sobre gente incompetente y querer su dinero de vuelta.

Reneé ni siquiera le echó una miradita antes de entrar a su camarote y dejarla allí en el pasillo. Con un encogimiento de hombros, Bella se internó en su camarote y preparó su bolso con parsimonia, antes de darse un baño y pasarse el resto del día tirada en su cama, leyendo el quinto libro de Harry Potter mientras enrollaba un mechón de cabello en su dedo índice.

A eso de las ocho de la noche, su estómago comenzó a protestar, y se dirigió a la habitación de sus padres para preguntarles si pensaban ir a cenar. Al no recibir respuestas, bajó ella sola y cenó en una mesa individual, lo más alejada a la puerta que pudo estar.

No vio a sus padres por ningún lado, y supuso que estaban aprovechando su 'tiempo a solas'.

Ugh. No sigas por ahí, Bella.

La castaña sacudió la cabeza con un gesto de disgusto y volvió a su camarote una hora más tarde, para dejarse caer sobre el colchón, suspirando.

Se pasó las siguientes dos horas intentando conciliar el sueño, algo que se le hizo prácticamente imposible.

A las dos y media de la mañana, Bella se encontraba jugando a un jueguito sin sentido y con música insoportable en su celular, cuando un golpe sordo a lo lejos la puso alerta.

Sabía que no debería ir a investigar, pero su curiosidad siempre había sido más fuerte que su sentido común, así que colocándose un ligero vestido veraniego de color manteca, caminó fuera de su camarote, acercándose a la cubierta.

Se frenó en seco al extremo del pasillo cuando dos empleados pasaron corriendo frente a ella, sin divisarla, y gritando en algún idioma que Bella no llegó a comprender.

¿Qué demonios sucedía allí?

Bella salió a la cubierta. Había gente corriendo de un lado hacia el otro. Y no tenían exactamente pinta de turistas. Ella estaba en el medio del desastre, pero nadie parecía reparar en ella.

De repente, notó que un enorme grupo de esa gente comenzaba a avanzar hacia los camarotes. Llevaban armas.

Respirando agitadamente y conteniendo las ganas de gritar, Bella se giró y echó a correr hacia su camarote.

Ella había leído sobre esto. Había leído sobre los piratas del siglo XXl. Asaltaban cruceros de turistas y arrasaban con todo a su paso. Su padre la había tachado de dramática y exagerada cuando se lo dijo.

Bella respiraba agitadamente cuando giró corriendo en una esquina, y soltó un grito cuando chocó contra un pecho duro y... Enorme.

-Vaya, vaya, qué tenemos aquí.

Bella se pegó a la pared detrás de ella mientras respiraba agitadamente, intentando apartarse de la enorme figura frente a ella. No podía distinguir el rostro del hombre, sólo su increíble altura y el ancho de sus hombros.

-¿Quién eres?-Consiguió susurrar, agitada.

Vio al hombre ladear la cabeza, divertido.

-¿De verdas quieres saberlo?-Preguntó, acercándose tanto a ella que la dejó aplastada contra la pared, con él pegado a ella y con sus enormes brazos a ambos lados de su rostro. Estaba acorralada.

-¡Alejate de mi, imbécil!-Exclamó, con su siempre presente falta de sentido común.

El hombre soltó una carcajada, y Bella volvió a revolverse en sus brazos.

-Sueñtame. Ya.

-¿Eso fue una orden?-Prefuntó él, jugando con ella, y Bella, intentando ignorar lo sensual que era su voz o el estremecimiento que recorrió su cuerpo cuando él se pegó más a ella, respiró hondo.

-Tómalo como se te ocurra, pero sueltame ya, ¡Maldita sea!

El tipo volvió a ladear la cabeza con una sonrisita en los labios.

-Eres graciosa. Creo que voy a quedarme contigo.

-¿Que vas a quedarte con...-Bella inspiró hondo, intentando juntar valor.-Bien, estoy perdiendo la paciencia. Si no me sueltas ahora y no dejas de delirar, voy a patearte las pelotas sin ningún remordimiento. ¡Bájame!

-No, no. No seas una niña mala.-La regañó, con una sonrisa en el rostro. Rostro del cual Bella solo divisaba una mandíbula recta y una boca de pecado.-Eres mía ahora, así que más te vale portarte bien.

Bella reprimió las lágrimas que comenzaban a aflorar, era hora de mostrarse dura, no llorica.

-No tienes idea de quien es mi padre, él va a -

-Nena, la Interpol anda detrás mío y no podría importarme menos, así que guardate las amenazas sobre tu papi.-Antes de que Bella pudiese reaccionar, él la cargó sobre su hombro, caminando en medio del desastre cargando a la castaña que no paraba de gritar improperios en su contra.

Sí, así comenzó su aventura. De forma algo violenta. Pero excitante. Muy excitante.

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Y bien. Publiqué esta historia por primera vez hace bastante tiempo, y recién ahora me decidí a revisarla y corregirla, porque en pocas palabras, estaba terrible. Si la leyeron antes, van a notar que hice algo más que sólo corregirla. La edité... Mucho. Y bueno, espero que les guste, muchas gracias por leerme!

Emma.