"Una simple visita a una amiga lejana no hace daño, ¿Cierto?"

–"En mis labios queda la marca de vuestro pecado– Musitó Julieta rozando las yemas de sus dedos en sus suaves labios…"– Susurró un chico de cabellos rubios y ojos azules. Leyendo el libro que había tomado prestado de la biblioteca escolar días atrás, por alguna tarea de literatura.

Éste soltó un gran suspiro –Aunque pareció más un gruñido– dejando caer el libro sobre su rostro extendiendo los brazos hacia los lados de su cuerpo haciendo lo que parecía ser un puchero. Tomo el libro por ambas tapas levantándolo de su rostro, finalmente tirándolo hacia la almohada.

–Odio la tarea ¿Cuántas veces he oído esa historia? ¡Yo estuve en la época de Shakespeare, yo vi cuando la escribió!– Habló para sí mismo tocándose el pecho colocando una expresión de indignación aunque luego se agachó guardando algunos cuadernos en el bolso al lado de su cama.

Colocó el bolso en la silla que se encontraba frente a un escritorio en el cual se podía observar algunos libros abiertos, lápices regados y una laptop abierta la cual se encontraba en una página de internet. El rubio acercó la mano al vaso, el cual contenía un líquido rojo dentro.

¡Len! ¡Ven a almorzar!

– ¡Voy, Mamá!

Len Sakine, un chico rubio de ojos cerúleos los cuales resaltaban su piel pálida teniendo aproximadamente 1115 años de edad, manteniendo su cabello rubio atado en una cola de caballo alta. Su personalidad era bastante peculiar dependiendo de con la persona que se encontrara en el momento, pasando de divertirse a estar completamente serio además de tener la habilidad de cambiar el color de sus ojos dependiendo de su estado de ánimo siendo una mezcla de un romance entre un vampiro y una bruja.

El rubio bajo las escaleras encontrando a su madre en la cocina preparando el almuerzo mientras tarareaba alguna melodía cerca de la barra, mezclando algunos líquidos que posiblemente serían pociones.

Una mujer de cabellos cortos hasta los hombros de color castaño claro, llevando un vestido rojo hasta las rodillas el cual tenía algunos detalles de color blanco en los borde sin mencionar que tenía unos buenos atributos los cuales eran resaltados por el vestido. Su nombre era Meiko Sakine, una bruja de aproximadamente 2655 años de edad, a la cual le encantaba probar su magia en cualquier cosa que produjera sombra –Incluso en su hijo–.

– ¿No planeas usar más de tus hechizos en mi, cierto?– Preguntó Len dando un paso hacia atrás mirando la espalda de su madre con miedo. La castaña se giro con una sonrisa malévola lo que le dio mala espina a su hijo.

–Tal vez…– Canturreó Meiko agitando una pequeña botella de cristal la cual contenía un líquido color carmesí que comenzó a teñirse blanco.–No, no lo haré.– Colocó el frasco en la barra. El rubio la miro con alivio mientras se acercaba nuevamente a la mesa. –En un minuto te daré tu comida, solo déjame terminar este hechizo.

Tras decir eso Meiko tomó unas cuantas pizcas de sal para echarlo en un frasco donde podía verse un líquido anaranjado que al hacer contacto con la sal, soltó una nube de humo que al desvanecerse el contenido cambio a ser turquesa.

–Listo. – Meiko tomó el frasco en sus manos colocándolo en una repisa alta explicándole a Len porque no podía tocar el frasco ni beberlo. –Y luego tu cabello se caerá y tendrás dolor de estomago. – aunque realmente Len se había perdido luego de "Tu cabello comenzara a caerse".

Luego de que finalmente Len tuviera su plato de comida frente a él y que su madre se sentara a comer de igual manera no pudo evitar pregunta una cosa. – ¿Papá vendrá?– La castaña negó con la cabeza diciéndole que su padre tenía cosas importantes que hacer como duque de los vampiros.

Len bufó molesto, no había visto a su padre desde hacía dos meses y estaba comenzando a extrañarlo. El olor de su almuerzo llego a su nariz que rápidamente le dio el instinto de devorar su comida pero fue detenido por la castaña que le entrego un cuchillo y un tenedor arguyendo que en la mesa no se come como un animal.

Pasada la hora del almuerzo, el rubio decidió dar un paseo por el bosque diciéndole a su madre que sería para bajar la comida y que también iría a ver a la maga del bosque, aunque tal vez de paso comería un poco más, cualquiera persona que fuera tan ignorándote como para pasar por alto las advertencias que se encontraban en la entrada al bosque.


Len caminaba lentamente por el sendero disfrutando del paisaje y aunque lo había visto toda su vida simplemente le parecía magnifico. Comenzó a caminar por encima de un tronco el cual se encontraba caído sobre un río que le impedía el paso. Intentando no caerse, camino lo más lento posible, aunque fue inútil ya que una fuerte voz aguda lo hizo desconcentrarse y finalmente caer.

¡Len–kun!

Len se tambaleó del tronco intentando estabilizarse moviendo los brazos pero lo único que logro fue caer al río más rápido. Escuchó los pasos de alguien pisando el césped, estaba irritado y molesto.

– ¡Len! ¡Lo lamento!– Frente a él estaba una chica de cabellos turquesas atado en dos coletas con ojos del mismo color, esta tenía un vestido blanco hasta las rodillas y una chaqueta celeste llevando un bolso celeste en su antebrazo, la chica le extendía la mano. Len la tomó rápidamente levantándose del río gracias al esfuerzo que hizo la doncella.

–Miku, ya es la tercera vez en la semana que me haces lo mismo. Ten más cuidado. – Tomó la esquina de su camisa apretándola un poco para que el agua saliera de ella, la chica llamada Miku intentaba ayudarlo entregándole una toalla blanca mientras susurraba un "Lo siento".

HatsuneMiku era una chica algo torpe pero tierna, todo el que la conociera rápidamente se simpatizaría con ella y se volverían amigos. Aunque la chica era una extraña combinación entre un vampiro y una fantasma, Miku era querida por todos, incluyendo a los hombres lobos.

La de cabellos turquesa se disculpó nuevamente, pero sólo una pregunta se le vino a la mente y no pudo evitar preguntar. – ¿Qué haces tan lejos de tu casa?– El rubio la miró de reojo secándose con la toalla que anteriormente Miku le había entregado.

–Quiero ir a ver a la bruja del bosque, ¿Sabes si esta en el lugar de siempre?– Le preguntó esta vez Len devolviendo la toalla aunque ésta estaba mojada. Miku la tomó lentamente, aunque la humedad la hizo asquearse finalmente dejando la toalla levitando al lado de su mano usando uno de sus tantos poderes de fantasmales. La chica negó con la cabeza.

–No lo sé, no he caminado por ahí, ¿Quieres que te acompañe?– El rubio negó diciendo que podría ir solo. La chica se despidió de él con una sonrisa después de decirle que se vería en el castillo junto con Mikuo y Neru para salir esa noche, él estaba invitado.

Siguiendo con su camino, el joven vampiro continuo caminando contando sus pasos desde que salió del río hasta que encontrara a la bruja del bosque. Levantó la mirada notando un pequeño cartel de color verde, extrañamente éste no tenía nada escrito. Sonrió satisfecho. La había encontrado.

Corrió hasta el cartel dejando de contar sus pasos, mirando a lo lejos una pequeña cabaña de donde salían chipas de diferentes colores por una grieta en la puerta. Se acercó lentamente a la pequeña choza la cual tenía un cartel; pero este si tenía algo escrito.

Aléjese.

Haciendo caso omiso al cartel, tocó la puerta chispeante. Todo quedo en silencio, las chipas dejaron de salir por la grieta y sólo se escucharon algunos pasos aproximándose.

¿Quién es y que quiere? ¿Por qué ignora el cartel, está ciego o que?

– ¡Gumi! ¡Soy yo! ¡Len!– Gritó cerca de la puerta aunque no se escuchó nada de vuelta. Hubo un crujido proveniente del otro lado de la puerta. –¡Vamos, abre! ¡Tengo que hablar contigo!

¿Len? ¿Len Sakine es?

–Sí, soy yo.

¡Haberlo dicho desde un principio! ¡Pase, pase! ¡Que tengo mucho que contarle!– La puerta se abrió rápidamente, el rubio entró mirando a todos lados de la casa finalmente encontrando a la peli-verde junto a una cacerola en la cocina. –Disculpe el desorden. – Len se acerco junto a ella mirando las chispas de colores que salían de una cacerola cada vez que la bruja lanzaba algo nuevo.

– ¿Es un hechizo?– Preguntó Len aunque la repuesta era obvia.

–No, mi almuerzo. – De acuerdo, esa Len no se la esperaba. Se quedó perplejo. –Tranquilo, joven Len. Es algo que como cuando no tenga nada más que hacer. Una simple combinación de especias que hacen explosión, claro, con un poco de magia en conjugación.– Colocó una amplia sonrisa en el rostro además de una mirada picara girando hacia el rubio que retrocedió unos cuanto pasos mientras la peli-verde agregaba algo de romero a la mezcla.

La joven hechicera Gumi Megpoid, no tenía más de 566 años de edad. Había estado como aprendiz de la señorita Meiko cuando Len parecía un bebé de 5 años. Tenía el cabello de un color verdoso y sus ojos eran de un celeste claro que brillaban bajo la luz del sol, llevando el cabello corto detrás mientras dejaba que dos largos mechones cayeran por sus hombros hasta el pecho. Teniendo un vestido amarillo suave que llegaba hasta más debajo de las rodillas haciendo ver un poco más refinada junto con una capucha amarillenta que caía hasta el suelo deslizándose por éste.

– ¿En que puedo ayudarle el día de hoy? ¿Un hechizo de sueño o prefiere una poción?– Gumi levantó una botella con una cinta en esta la cual tenía escrita la palabra "Sueño" mientras que salían chispas de su mano de un color celeste.

–No, Gumi. Quiero saber si… ella está aquí…– Susurró Len pero fácilmente la bruja joven lo escuchó, soltando un suspiro. El rubio levantó la mirada con ambas cejas levantadas teniendo las manos juntas y jugando con sus dedos. – ¿Puedes buscarla?– Suplicó.

–Tengo magia, que pueden cumplir deseos. Pero tu petición, me la haces todo el tiempo. ¿Por qué no tomas tus sentimientos, y le haces un entierro?– Len mordió su labio inferir sabiendo a que se refería la bruja.

– ¡Pero, Gumi! ¡Yo...!– Fue interrumpido por el dedo de la peli-verde que lo hizo callar y mirarla confundido.

–Sin embargo, estás de suerte. Puedo sentirla y veo su sonrisa.– Len colocó una gran sonrisa en su rostro mirando a Gumi con los ojos brillantes.

– ¡Gracias, Gumi! ¿Cómo puedo recompensarte?– Len le dio un fuerte abrazo a la peli-verde la cual solamente acarició la cabeza del chico con cariño notando la baja estatura del rubio.

–Con dinero basta. – Dijo sin rimar a lo que el rubio frunció el ceño. –Lo siento, el hechizo de la rima no se ha ido, pero a veces se desvanece. – Sonrió nuevamente tomando un frasco que al destaparlo soltó algunos brillos verdes. Len le sonrió de vuelta.

–Lo siento por lanzarte ese hechizo de la rima. – Bajó la mirada sin dejar de sonreír. – ¿Quieres que te lo quite?

-Para nada, joven Len. A este hechizo de la rima ya me acostumbre.- Gumi sonrió pasándose el frasco de una mano a la otra sin vacilar.

El modo en el que Len le lanzó ese hechizo de la rima a la peli-verde era algo que siempre le había dado risa a ella. Meiko intentaba explicarle a Len como defenderse utilizando la magia, por mala suerte, la pequeña peli-verde se acercó lentamente hasta asustar al niño que hizo lo que su madre le explico, defenderse. Gumi terminó haciendo rimas con todo lo que quería decir, al principio era algo odioso pero finalmente le agradó.

–Fue un placer verte, Len. Ten cuidado al salir y coloca de nuevo el cartel. – Frunció el ceño Gumi esta vez mientras bebía el líquido verde dentro del frasco. El rubio la miró alzando una ceja notando como la peli-verde tomaba el líquido como si nada, la chica al darse cuenta solo respondió con un "¿Qué? Tengo que mantenerme, no seré joven por siempre."

Len salió de la cabaña rápidamente con una sonrisa en el rostro que no tenía intención de desaparecer. Luego de colocar el cartel en su lugar corrió lo más rápido que pudo devuelta a su hogar pasando al lado de Miku y los demás.

– ¡Eh! ¡Len! ¿Vienes? ¡Vamos a molestar un poco a los hombres lobos!– Grito Mikuo sonriendo pero el rubio negó comenzando a correr de nuevo. Tanto Mikuo como su hermana y la amiga de ésta, Neru, se encogieron de hombros restándole importancia.

Al llegar a su hogar mira a todos lados sin ver a su madre. Camino hasta la sala de estar esperando verla ahí pero todo lo que encontró fue una nota en la pequeña mesa frente al sofá. "Len, fui al castillo un momento ya que tu padre me llamó para una reunión importante. Hay comida en el congelador y sangre en el refrigerador de tu habitación. Volveré dentro de unas horas. –Meiko".

El rubio suspiro manteniendo su sonrisa, dejándose caer en el sofá mientras soltaba un suspiro risueño cual colegiala enamorada. –Al fin…– Habló para sí mismo, sacando un retrato de más de 100 años de antigüedad de un álbum de fotos que se encontraba en un pequeño cajón con algunos libros al lado del mueble. –Te encontré de nuevo. – Acarició la foto con su dedo índice siendo cuidadoso de no romperla.

El retrato estaba hecho a carboncillo en el que podía verse una chica rubia con un vestido voluminoso decorado con varios detalles brillante, ésta sonreía felizmente sosteniendo una cesta entre sus manos. –Rin. Te veré de nuevo pronto.

Continuará…