Hola:)
Por motivos ajenos, he decidido reiniciar esta historia. Con mejor gramática y otro tipo de narración(: Sólo para ustedes y para mejor comprensión. No se preocupen, esta historia no se sale de contexto para los que ya la leyeron:)
Y para los que son nuevos, espero que la disfruten con SuFin y otros ships(:
No existe prólogo. Se que hice uno antes, pero me gustó más seguir así, para hacer la historia diferente pero sin salirse del tema, así que sin más que empiece la historia.
Capítulo 1: Inspira y duele.
"Nunca juegues con fuego, porque sino te quemarás." Era lo que pensaba el chico rubio pisando la gruesa capa de nieve que cubría todas y cada una de las calles.
Hay una temporada en Finlandia en donde una flor de tallo alto, hojas grandes y color blanco florece con su intenso aroma. Esa flor es pálida como la nieve que acostumbra a caer en los frios inviernos de aquel país. Su aroma tóxico como ácido penetra en el olfato para lograr una sóla cosa: hipnotizar y engañar a la mente por ser tan exótico.
Sin embargo, no era tiempo de que esa flor estuviese en esos campos.
Era un día de verano, un día en el que el cielo azúl y el sol sonreían en lo más alto a cualquier persona que los viera. No había nubes arruinando el paisaje, sólo el cielo y el sol. Las vacaciones habían empezado bien, sin tormentas, sin nieve, sólo un sol de medianoche. Para los legos, un sol que nunca se ponía. En ese país blanco era muy común.
El cabello largo y rubio de Tina Vaïnamöinen golpeó su espalda, liberando gotas de agua tibia por el aire, para volver a caer en su cuerpo desnudo. El agua, quieta, se comía a Tina cada vez que esta se sentaba para enjuagarse o sumergirse un rato. Pasaba por las curvas de su cuerpo en desarrollo, corría como animal en los campos verdes de la primavera.
El cabello rubio le cubría los pechos de lo largo que estaba. Estaba, además, empapado. En ese estado parecía más blanco que rubio, un color parecido al de las azucenas finlandesas.
La cruz de hierro color negro que tenía en el cuello caía mojada en la curva de sus pechos, fría y delgada. Había muchas leyendas sobre esa cruz, pero ninguna tenía testimonio, más que la que Tina conocía.
Aquel había sido un día pesado, después de todo, había sido el último día del instituto, y ya no tendría que preocuparse por tareas ni clases, ni nada por el estilo, razón por la cual estaba tomando una de esas largas duchas que liberaban su ser en el agua tibia.
Quizá el día había sido pesado porque suele pasar que cuando se sabe que algo ya va a terminar, el camino se hace más largo y más lento. Y por ende, más tedioso. Pero gracias al cielo, ya había acabado.
Cuando pasó la media hora, Tina decidió hacer algo que había practicado los últimos dos años de su vida. Sumergió la cabeza en el agua para comenzar a respirar en ella y hacer que ambas se volviesen una misma. Su abuela le decía que el día en que el agua y el ser humano se fusionaran, el resultado sería de lo más increíble. Pero que el hombre tenía mucho pánico por ello. Por eso todos perecían en el intento.
Como siempre, las personas dudamos de todo aquello que desconocemos.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez.
Si lograba pasar el minuto, comenzaría a inspirar. Quizá sus pulmones explotarían, quizá no. Quizá su cerebro se colapsaría por la falta de oxígeno, pero quizá nadie se ha dado cuenta de que el agua contiene oxígeno. Se supone que los humanos estamos hechos para cualquier cosa, ¿O no?
Treinta y cinco. Treinta y seis. Treinta y siete. Treinta y ocho. Treinta y nueve.
A los cuarenta segundos, abrió los ojos. Ya se había acostumbrado a que el tiempo debajo del agua pasase rápido. Muy rápido. El color bronce de la tina invadió sus ojos y luego miró hacia arriba, en donde el color azul aquamarina oscuro parecía un cielo estellado.
Cincuenta y ocho. Cincuenta y nueve. Sesenta.
Empezó a inspirar. Trató de relajarse, de tener toda la calma posible. Sintió como el agua abrió paso hacia sus pulmones.
Falló.
No aguantó y pasó su cabeza lo más rápido que pudo a la superficie. Comenzó a toser compulsivamente para tratar de sacar el agua de su garganta.
-Mierda.-Decía entre cada tos que le salía.
Ya era algo común, después de todo.
-Y, ¿Qué tal tu último día de escuela?-La chica de cabello negro corto sacó un empaque de galletas del cajón de la mesita de noche.
-Igual que siempre, Ritz. Sólo con la diferencia de que no tomé las últimas clases. Los profesores no hacen nada.-Tina se recostó en su cama con un gesto inocente.-Y, ¿Qué tal tú? ¿Conseguiste trabajo?
-Ni de coña. Creo que me iré. No sé, quizá a España o a Portugal. Quien sabe,-Ritz se acostó en el diván de la ventana.- tal vez y hasta me vaya a USA.
-¿America? ¿Planeas irte allá?-Tina se sentó rápidamente.
Tina sabía que su hermana se iría tarde o temprano. No le gustaba vivir en Tampere, ni en Finlandia. Parecía que tenía más problemas con su madre desde que su padre había fallecido. Más los que ya solía tener.
Quizá ella también estaba harta. Su madre salía con un hombre que se llama Devon. Era un hombre que daba aires de intimidación. Se suponía que tenía dinero, pero a Ritz le daba la impresión de que no lo conseguía a la buena manera. A Tina siempre le dio igual. Casi nunca lo veía, no le gustaba verlo. A veces se preguntaba por qué su madre estaba con él. Ella era guapa y se veía joven aún, en cambio Devon parecía el típico villano que lideraba la mafía, con ojos desgastados, cejas prominentes y atemorizantes, y cabello negro parecido al petróleo.
-Creo. Lo más lejos posible de aquí.-Se metió una galleta a la boca.-Y, ¿Qué harás tú? No te veo aquí tampoco.
Ni siquiera Tina lo sabía. No quería quedarse, pero tampoco sabía a donde irse. Y además, la cruz que llevaba en el pecho la obligaba a quedarse por muchas razones. Así que en realidad no tenía pensamientos para el futuro.
-No lo sé, la verdad.-Dijo acariciando la Cruz con las yemas de sus dedos.-Oye, primero déjame terminar la secundaria.
-Claro, presume que ya la terminaste, so idiota.
Ambas hermanas se tiraron a carcajadas. Tenía razón. Ya había terminado la secundaria, pero es que ella todavía no se hacía la idea. Ni siquiera sabía si había pasado el examen de admisión al Medio Superior. Pero no importaba en ese día, ella sólo disfrutaria seguir ahí, en su cama, con su hermana.
-Oye, ¿Y cómo vas con Dom?- Tina se volvió a recostar.
-¿Dom? ¿Dom qué?- Ritz tiró una carcajada un poco seca.- No lo sé. Es extraño. No le he dicho nada pero parece que sabe, y parece que él está igual. Pero no sé que hacer si mi hipótesis resulta ser cierta. –Se empezó a reir por su formalidad.
-Por Dios, Rita.- Tina la llamó por su nombre y se rió.-Se nota a millas que se gustan. Si, se gustan. Los dos.
-Claaaro.-Ritz alargó la "a", para agregar un cierto sarcasmo infantil.-¿Y qué me dices tú? Mathias nunca te ha quitado el ojo de encima.
Eso era cierto, pero la diferencia era que Mathias Køhler nunca le hablaba. Y él ya estaba en el Medio Superior. Era atractivo. En realidad, era todo lo que una chica podía pedir. El cabello rubio despeinado, los ojos castaños y la altura esperada para un chico de dieciséis, casi diecisiete años.
El chico nunca le quitaba la vista de encima cuando ella pasaba enfrente de él. Se la comía con los ojos. Pero eso le molestaba a la chica. No porque pareciese acosador, sino porque, ¿Si le gustaba tanto, por qué no le hablaba?
Las únicas veces que habían hablado era cuando su madre y la tía del chico se daban comidas y mandaban a cualquiera de los dos a hacerle de recadero o cartero.
-No. Entre él y yo nunca pasará nada. Ni siquiera me habla.
-Es guapo. Tan guapo que si yo fuera tú ya me lo hubiese ligado desde hace mucho.
-Pedófila. Yo tengo quince años, y tú casi cuarenta, así que cállate.
-Veinte, no cuarenta. Aprende a contar.-Ritz soltó otra carcajada; las típicas discusiones de broma entre ella y su hermana.
Tina se rió ante ese último comentario.
Ojalá el dolor fuese tan placentero como reir.
-No lo repetiré, ¿Dónde está? No me obligues a matarte, porque es lo último que quiero hacer. Ya cometí mucho acto inmoral y no quiero ensuciarme más.
-Maldito hijo de puta. ¿Ensuciarte? Ni ducharte con cloro te serviria, y, ni de coña te la daré, ni siquiera la tengo aquí.
Lamentablemente, Tina no pudo terminar la frase porque el chico la tomo de los cabellos y la azotó contra la fria pared de ladrillo negro.
-Väinämöinen, no me retes. En serio, no quisiera matarte. No ahora. No está en mis planes aún.
La distancia entre ella y el chico rubio de ojos castaños era extremadamente peligrosa. Si empujaba, sus frentes quedarían más pegadas de lo que ya estaban.
-Suéltame, por favor.
Pero él no lo hizo. Sólo la tomo más fuerte de los cabellos y comenzó a alzarla hasta verse a los ojos. Sus ojos eran castaños y emanaban poder, pero a su vez, un riesgo. Un riesgo que Tina no estaba dispuesta a tomar.
Mathias estaba buscando la Cruz Negra. ¿Para qué? No lo sabía. Pero su padre le había dejado algo muy claro:
"No importa lo que pase, esa Cruz con tu vida debes de proteger. No mueras por ella, sólo vive protegiéndola."
-No te la daré hasta que me digas para qué la quieres.
De repente la soltó. La dejó caer y ella cayó de rodillas en el piso húmedo de roca. El cabello le cubría el pecho y se arrancó la Cruz. Rápidamente, la metió en donde sus vaqueros se habían roto por la caída y la superficie rasposa y húmeda.
Incluso sintió las punzadas de dolor en las rodillas de donde empezaba a emanar la sangre.
Mathias la volvió a alzar pero ahora, en vez de estirarla, la acorraló con los dos brazos en aquel callejón nublado. Se acercó a ella y con una mano le quitó los cabellos del pecho.
-Una vez esa cruz fue de mi familia. Y haré todo para recuperarla. Y si no me la das, te aseguro que mañana no verás de nuevo la luz del sol, y quieras o no, la curz volverá a ser mía.-Se acercó más a ella.
-Mathias, por favor. No quiero llegar a esos extremos.- Se estaba helando. No por la temperatura, sino de las frías palabras que salían de la boca del joven.
-No me retes, Tina. ¿Recuerdas a Klaus?-Preguntó bruscamente mientras la chica sentía el aliento del joven en sus labios.
Hacía poco tiempo, habían asesinado a un muchacho en las afueras de Tampere, pero siempre se había pensado que había sido alguno de los locos pedófilos que se asomaban por ahí. Peor ahora veía y escuchaba a Mathias Køhler aceptar su culpabilidad. La mera idea le daba escalofríos.
-¿Tú lo mataste, pedazo de escoria?
-Me lo has dejado difícil, Tina.
Comenzó a bajar el escote de la chica para buscar lo que tanto quería. Pero no encontró nada más que la curva de los pechos de la joven. Antes de seguir tocando, el sacó un cuchillo y lo acercó al pecho de la chica, pero antes de terminar su trabajo Tina le propinó una patada en sus partes nobles, pero no sin antes que el chico le hicera un tajo en el pecho, y aunque a ella le empezó a arder la herida, eso no la hizo detenerse y comenzó a correr.
No miró atrás, sólo corrió. Y mientras corría, se tocaba la rodilla para comprobar que la Cruz siguiese ahí. Y ahí estaba. No se molestó siquiera en verse la herida del pecho. Ni siquiera se dio cuenta de que se había manchado la mano de su propia sangre.
-¡Hija de puta!¡Voy a matarte! ¡Ni se te ocurra decirle a alguien porque también se muere, malnacida!-Mathias se había encorvado por el dolor, pero Tina sabía que tarde o temprano se recuperaría. Y el chico tenía buena condición, por lo que ella sabía, así que a ella no le quedaba más que correr.
Vio la avenida, y vio un taxi. Casi se sube al cofre para pedirle al chofer que la llevase. No lo pensó y se metió en el vehículo. Dio la dirección rápido y el chofer se preocupó por el estado de la chica.
-¿Estás bien, hija?
-Si, si.-La chica afirmaba rápidamente entre jadeos mientras se cubria el pecho.-No se preocupe, es sólo que voy impuntual
El chofer se limitó a ya no preguntar, aunque sabía que la chica le mentía. Esos jadeos de cansancio no eran de impuntualidad, mucho menos el tono en el que la chica hablaba. Sabía que la habían asaltado o algo por el estilo, además, la sangre que se asomaba en las rodillas de sus vaqueros no era algo normal.
Llegaron a la casa de la chica, y le dio la propina al chofer. Salió rápidamente antes de cualquier cosa y trató de no cojear. Una tormenta se avecinaba porque le pareció escuchar un trueno. Se desesperó al no encontrar la llave de su casa, pero para su sorpresa, la puerta estaba abierta.
Entró a la casa y notó cierta tranquilidad incómoda dentro.
-¡¿Mamá?!- Preguntó pero no encontró respuesta. -¡¿Ritz?!-Tampoco.
Menos mal que no había nadie, nada de preguntas. Se giró y cerró la puerta con llave y picaporte. Si alguien iba, llamaría primero, y ella vería por el pestillo de la puerta (?). Subió las escaleras y entró a su habitación casi muerta de pánico. Se vio en el espejo y se asustó.
El cabello, que si antes se había sujetado en una coleta, se había soltado y se había quedado enmarañado de las puntas y de donde Mathias la tomo para alzarla. Y la ropa se había roto de varias partes de donde la golpeaba contra la pared del callejón, ya que esta era rasposa y tenía ciertos picos y grietas.
Miró su pecho, un tajo de unos tres o cuatro centímetros, atravesaba la caja torácica. No era profundo, pero era lo suficiente para haberle sacado sangre y arderle. La sangre había manchado la blusa. Ya se lo arreglaría después.
Y luego se sentó para verse las heridas de las rodillas. No era nada grave, pero si tenía que curárselo para antes de que se infectara. Simples raspones y dos moretones. Pero nada fuera de lo común.
Se quitó la ropa rota y sacó unos vaqueros no tan ajustados y una sudadera negra. Se volvió a poner la Cruz en el pecho y se dio una ducha rápida, tenía que actuar rápido.
Para su sorpresa, notó que la ventana estaba abierta. Aunque juraría que la ventana estaba cerrada. Lo notó hasta que la brisa pegó en su cuerpo semidesnudo.
-Mierda. ¡Ritz, ya te he dicho que no…-Se calló porque se dio cuenta de que Ritz no había sido.
Vio un rastro húmedo en la alfombra y supo que alguien se había subido ahí. Siguió el rastro y vio que terminaba en su cama, en donde había algo que parecía una nota.
"No colmes mi paciencia, Väinamöinen, porque soy un hombre desesperado. Tienes hasta mañana para dármela, porque sino mataré a todo lo que se interponga en mi camino, incluso a tu madre y a tu hermana. Ni te atrevas a decirle a la policía, porque ellos están conmigo.
Ya nada es seguro para ti, Väinamöinen.
Te veo mañana, Mathias."
-Mierda.-Fue lo único que dijo mientras rompia la nota y la tiraba en el bote de la basura.
Trató de no creerselo. En serio, trató. Pero recordó lo que le había dicho de Klaus. Y si era capaz de matar a un chico de catorce años, quien sabe que cosas le haría a ella.
Sólo le quedaba una salida.
Se cambió rápidamente y se secó el cabello. Se lo acomodó en una coleta alta y sacó su mochila de mezclilla de la escuela. Metió cuatro cambios y sus zapatos de lona azules, y un cuchillo que guardaba debajo de su almohada por si algo pasaba. Además de que sacó unos cuantos euros del cajón de su mesita de noche.
Tomó su móvil, su reproductor de música y su cargador. Bajó las escaleras rápidamente y tomó una caja de galletas. Y dos botellas de té. Metió todo ordenadamente y se dirigió al archivero que tenían en la estancia. Sacó su papelería y la metió. Tomó su impermeable azul marino y salió por la ventana de la estancia, la que no daba a la casa de Mathias.
Salió por la casa del Sr. Antti. Como si hubiese sido él el que salía, no quería que Mathias sospechase que había huído.
Ya en el camino, tomó su móvil y lo arrojó en el piso mientras lo aplastaba con sus botas.
No había que dejar rastro.
-¿No la has visto?-Ritz entró por enésima vez al cuarto de su hermana.
-No. Llegué y ella no estaba, ni su mochila, nada. La he llamado al móvil pero está fuera de servicio.
A Ritz le empezaba a preocupar su hermana. Eran las diez y media de la noche y la chica no aparecía. Se preguntaba a donde podía haber ido y por qué coño apagaba su móvil.
Alguien llamó a la puerta y Ritz bajó rápidamente las escaleras. Daba todo lo que fuera para que la que llamaba fuese Tina.
-Hola, Rita.-No era ella, sino un hombre grande con ojos degastados.
-Ah, eres tú. Adelante.-Dijo ella en tono cansado y con un toque de desesperación.
-¿Qué pasa?- Devon caminó hasta llegar con la madre de Ritz.
-Tina no aparece. La hemos buscado por todas partes pero no da rastro alguno. No sabemos donde está, no contesta su móvil. Nada.
Devon se estremeció.
-No te preocupes, va a aparecer. Quizá se quedó con una de sus amigas o algo por el estilo, cariño. Ya sabes como son las adolescentes de ahora.-Abrazó a la mujer con un gesto de preocupación que a Ritz le pareció falso.
A Ritz todo eso le parecía patético, ella sólo quería encontrar a su hermana. Subió de nuevo a la habitación de la chica y cerró la puerta. No se le ocurría ningún lugar al cual pudo haberse ido. Se puso enfrente de la ventana.
-¿Dónde estás, Tina? Mierda, mierda, mierda, mierda.-Pateó la pared y se dio cuenta de algo.
Había un rastro de lodo que daba desde la ventana y se detenía en la cama. Parecían huellas pero ya estaban difusas, y se veían más grandes que el pie de su hermana. Después ya no se veía nada, más que las huellas volviendo a la ventana.
Tomó el teléfono, y marcó.
-Hola, buenas noches, quiero reportar una desaparición.
No sé si se esperaban eso, más o algo peor.
Pero es que en serio, después de leer la historia varias veces había algo que no me dejaba contenta completamente, como sea, quiero decirles que este cambio es sólo para ustedes y que cualquier sugerencia, crítica o cosas así, las dejen en un rewiew(:
Nos leemos.
