Complicado

Sinopsis: A veces no era sencillo expresarse. [Conjunto de viñetas para la IronStrange Week en Tumblr]

Disclaimer: Iron Man, Dr. Strange y The Avengers no son de mi propiedad. Los derechos van derechito para Stan Lee. Nada me pertenece, salvo mis ganas de fangirlear.

Éste escrito ha sido concebido de manera especial para celebrar la IronStrange Week en Tumblr.

¿Te gusta la ship Iron Strange? Recuerda seguir su página de FB: "Infinity Facial Hair Bros."

ADVERTENCIAS: Este fanfic es algo que escapa de mis manos, porque originalmente no tenía planeado nada de esto. Escribir de ellos todavía, digo. Pero bueno, como dice la canción "la vida te da sorpresas...", jajaja.

Puede que los caps lleven (o no) secuencia, mañana lo sabremos.

De antemano, aviso que Ricardo Arjona me ha inspirado para lo que sería la creación de esta historia, con su reconocida canción "El problema."

Notas de Autora: Pues… ¿qué les puedo decir? Desde hace año y medio que me encanta esa onda de "Facial Hair Bros" que tienen, pero vamos… sabemos las consecuencias de ver Infinity War xDD

Y ésta es una de ellas, así que hay que abrazarlo.

Basado en el Prompt del Día 1: Primer Contacto / Day 1 First Contact


Cap 1 Primer Re-encuentro

La primera vez que le vio, había sido en un evento caritativo en donde su empresa, por lo general, había estado involucrada. Tony Stark, un billonario genio filántropo que disfrutaba de ser playboy en su escaso tiempo libre, muy rara se preocupaba de ciertos detalles relacionados a su propia compañía. Para eso justamente, tenía a su mejor amiga y ex pareja, Pepper Potts, y por algo sus empleados vivían de ese sueldo. A él se le daba bastante bien otro tipo de cosas, una de sus razones principales por las cuales no se involucraba en lo absoluto con algo que no estuviese en su radar, por decirlo de alguna manera.

Tony miró su reloj apenas abrió la puerta del auto, siendo consciente que había llegado elegantemente tarde, casi enseguida inundado de gritos emocionados por parte de las admiradoras que peleaban por un autógrafo suyo. Stark sonrió con naturalidad al verse también rodeado de paparazzi que se peleaban por tomarle todo tipo de fotografías. No obstante, al cabo de unos segundos, se hastió y sólo rodó los ojos ante esto, volteando su cuerpo para darle las llaves al encargado, aquél que velaba por la seguridad de los autos durante esta noche.

El Museo de Artes en Manhattan era enorme, de aspecto soberbio apenas alzó la cabeza para mirar su exterior, como también lucía así de majestuoso y elegante una vez entró al lugar. Le recibieron emocionados, algunos anfitriones se encontraban nerviosos por la presión que desde hace meses tenían, ya que en eventos como éste era importante que todo mundo quedara satisfecho, los compradores, específicamente, ya que de ellos dependía su futuro en este mundo de negocios.

Anthony apenas cruzó el salón donde la subasta se encontraba, saludó a los que pudo mientras corría discretamente hacia una señorita rubia y elegante de nombre Sharon, que se encargaba de distribuir el más fino champagne servido en unas elegantes copas que incluso Tony consideró comprar. Le agradeció a la chica con la mirada mientras que ésta se ruborizaba mientras alzaba su mano, para quitarle importancia. Mientras seguía caminando, Tony se volteó por un momento para admirar el cuerpo de la chica que caminaba de espaldas, y asintió para sí mientras la valoraba. Cerró sus ojos, tomando un buen trago de la copa, y por poco se cae cuando su espalda chocó con algo duro que no esperaba. Parte del contenido se derramó entre sus manos, escurriéndose de manera inevitable en sus brazos, y Tony supo enseguida que mataría al idiota que literalmente, se cruzó en su camino.

— ¿Por qué no te fijas por donde vas, imbécil? —Justo aquellas palabras era las que él iba a decir, las que tenía preparadas de manera automática. Pero al voltearse, Tony frunció el ceño, extrañado, porque esas palabras no las había dicho precisamente él.

Esa voz…

Inconscientemente, tensó su cuerpo y de inmediato quiso tomar algo más fuerte, porque el champagne claramente no le iba a servir en su situación.

Frente a él, un hombre de tez blanca, de ojos enigmáticos y rostro que emanaba inteligencia suprema, una inteligencia suprema bastante parecida a la de él, se quedó por un momento sorprendido, perdiendo casi todo rastro de molestia en su semblante. Se veía confundido.

Lo cual era la oportunidad perfecta para contraatacar.

—Strange. —Soltó Tony un poco más alto de lo normal, llevándose lo que quedaba del contenido a sus labios. Jamás lo diría en voz alta, pero se sentía muy extraño cada vez que el otro no dejaba de quitarle la mirada. —No esperaba verte por aquí.

Vestido también con un traje de gala negro, con una corbata color vinotinto que era agradable a la vista, Stephen Strange, uno de los reconocidos neurocirujanos a nivel nacional, arqueó su ceja derecha, acomodando su cuerpo sólo un poco. Presentía que con él mantendría una charla pesada.

—Stark. Lo mismo puedo decirte.

La música del salón era clásica, armoniosa para los oídos, pero como era lo único que llenaba el extenso silencio que se extendía para ambos, no era ningún tranquilizante para Tony, que buscaba con el labio torcido uno de sus pañuelos para secarse.

Stephen pareció meditar por un segundo y al final terminó acercándose.

—Ven, déjame ayudarte. —Intentó quitarle su pañuelo azul de entre sus manos, pero apenas sus fríos dedos chocaron con la piel bronceada, el cuerpo de su compañero se removió.

— ¡No me toques! —Le siseó, lo suficientemente bajo que pudo pero al mismo tiempo, empleando un tono autoritario. Mordiéndose la quijada, Stephen lentamente retiró su mano, mirándole con evidente desagrado.

—Veo que no has cambiado.

Algo en su tono de voz evidencia cierta resignación, y un camuflajeado pesar. Tony estaba a punto de decir algo, pero sus palabras murieron al segundo en que vio como unos delicados brazos femeninos se abrazaron al cuerpo de Stephen, y al reconocer quién era, Tony sintió como si le estuviese dando la bienvenida a una sensación que por mucho tiempo, había jurado que estaba en el olvido.

Cuando la alegre castaña le seguía comentando algo que aparentemente, era gracioso para el hombre frente a él, éste hombre que sin duda era un problema con piernas, sin decir ni una palabra se dio la vuelta caminando lo más lejos posible de aquella pareja.

A veces resultaba mantener sus emociones dominadas, y a Tony a veces se le daba bastante mal, pero durante sus años universitarios había aprendido muy bien cuando debía retirarse.

Tú tampoco has cambiado nada, Doc.

—Ay dios, ¿aquél era Tony? —Inquirió Christine Palmer, al cabo de unos segundos, cuando fue consciente que la mirada de Stephen se había dirigido por mucho tiempo hacia otro lugar. Estaba vestida con un bonito vestido carmín, que resaltaba de manera sensual sus atributos. Strange agradecía en silencio a que ella estuviese aquí, en este lugar, apoyándole en uno de los momentos más importantes de su vida. A pesar de no demostrarlo todo el tiempo o de la mejor manera, apreciaba a Christine con su vida. Ella, una de sus mejores amigas y colegas del trabajo.

—Sí. —Stephen alargó la respuesta, haciendo un esfuerzo para mirarle a los ojos de nuevo.

Ella colocó sus manos en la cintura y alzó un poco su cabeza, desafiándole. — ¿Y qué esperas, genio? Oh, no me digas que interrumpí algo importante…

—No. —Le tranquilizó, tomándole por los hombros para intentar calmarle. A veces le ponía de los nervios lo bien que ella podía conocerle, y de ser honesto consigo mismo, era la segunda persona con la que había bajado sus defensas por completo.

A veces era inevitable colocar una barrera de protección a los demás para evitar que se acercaran demasiado a lo que tanto uno más recelaba.

—Stephen… —Murmuró ella, pequeños mechones de su cabello marrón acariciaban su mejilla a medida que ella movía la cabeza. —Podría hablar con él, saber cómo está y lo que…

—No eres su persona favorita en el mundo, lo sabes. —Suspiró, retrocediendo un paso. —Oh bueno, al menos eso es lo que tengo entendido desde la última vez que charlamos.

Ella carraspeó. —Que se gritaron.

Strange ladeó la cabeza en respuesta, mientras se perdía en sus recuerdos, al final tuvo que concederle la razón. —Problemas de comunicación.

—Sería una buena noche para limar asperezas, ¿no te parece?

Él sólo pudo reír en respuesta, mientras le ofrecía su brazo para acompañarle a mirar las exhibiciones por toda la habitación. Se dijo que no le miraría, más de lo necesario.

Aunque por dentro se moría por decir las palabras que tanto le costaba expresar.

Tony no volvió a saber más de él a medida que transcurría la noche, y en parte le era mucho mejor así, aunque comenzaba a sentirse paranoico cada vez que veía a alguien con contextura similar a la de él.

Eventualmente, pudo salvarse de hacer el ridículo de la noche al usar sus habilidades sociales y disimular en todo lo posible su situación, porque no era (ni sería) el único hombre en la tierra que inesperadamente se cruzara con su ex en cualquier reunión.

Stephen y él habían sido muy unidos, cercanos, incluso antes de haber estudiado la universidad. Ambos habían escogido carreras distintas, para profesiones gradualmente opuestas, y había sido la misma distancia que terminó en separarles y cortar casi de raíz todo tipo de comunicación.

A veces él mismo se abrumaba por lo bien parecido y sincronizados que podían estar. Compartían muchas cualidades, haciendo que en parte casi todo fuese más sencillo, pero al mismo tiempo, también se daban la mano en situaciones donde el orgullo y la terquedad hacían de las suyas.

La pasión que emanaba de sus cuerpos una vez colisionaban, era algo sin precedentes. Tony debía admitirlo, del sexo con ése cabrón jamás se pudo quejar. Pero justamente era una de las cosas que más le molestaban de Strange, y era en donde reconocía en secreto que finalmente había conocido a su igual: en más de una ocasión, ambos parecían ser dos caras de una misma moneda.

A medida que las horas pasaban, la gente se iba poco a poco a sus casas felices de comprar nuevas adquisiciones, Tony se detuvo para contemplar un bonito y llamativo cuadro en acuarela, representando de manera soberbia la Torre de los Vengadores.

Sintió como alguien se aproximaba a sus espaldas, y Tony, intuyendo que podía ser Rhodes, a quién había perdido de vista desde antes, dijo:

—Dile a Charles que me llevo éste, el que lo hizo tuvo un muy buen gusto con los colores.

—Oh, vaya. Muchas gracias. —Respondió aquél tono de voz arrogante que le recordaba demasiado al que él mismo usaba con la gente, y se dio la vuelta, indignado.

Maldita sea con su vida.

—No me refería a ti, Strange. Que tú no sabes pintar.

Éste enarcó sus cejas en respuesta. — ¿Y quién dice que no?

Tony comenzaba a perder la paciencia. —Pues yo. Lo digo yo. A ti no se te daban bien estas cosas, lo intentabas, sí. Pero nunca pudiste hacerlo bien.

Algo en sus palabras pareció afectar a su acompañante. Stark casi de inmediato pudo ver como el ambiente cambiaba, y como sus palabras habían resonado debido a la ausencia de música y de gente que horas antes había impregnado el lugar.

Se fijó detenidamente en la pintura, buscando algún indicio que la representara y… lo encontró. De manera casi imperceptible, se fijó como una adornada y cursiva caligrafía plateada estaba impresa en una de las esquinas inferiores del cuadro. Tuvo un tic en el ojo, al parecer alguien sí se había esforzado con el tiempo.

Suspiró, buscando su mirada. Quiso pasarse una mano por su cabello, pero eso evidenciaría más lo que quería ocultar. —Yo lo…

—No. —Le cortó Strange, acercándose. Dudó un breve momento, pero al final palmeó a Tony por el brazo. —Soy yo el que necesita…

—No seas estúpido, —bramó Tony, queriendo de manera repentina buscar sus lentes de sol. —Estoy por decirte lo que tanto te mueres por escuchar, y vienes a interrumpirme. ¿Qué es lo que te pasa?

—De hecho, a eso exactamente no es algo por lo cual moriría. —Le miró de arriba-abajo. Una idea comenzó a cobrar vida en su cabeza. Le otorgó a Tony una sonrisa que no presagiaba nada bueno. — Y retiro mis disculpas, no las mereces. Con permiso. —Se dio la vuelta, contando mentalmente hasta diez, y sonrió triunfante al llegar apenas a la mitad y escuchar el grito que emanaba de sus labios.

— ¡STRANGE!

Tal vez Christine tenía razón. Lo de ellos no era algo que se olvidara de la noche a la mañana, por mucha distancia y años de silencio que en el pasado pudieron tener.

Algo siempre haría ruido, los recuerdos que tuvieron juntos habían dejado más de una huella.

Quizá era demasiado pronto para sacar conclusiones. Tal vez no era el momento ni lugar adecuado para traer a colación conversaciones que podían llegar a ser dolorosas.

Pero de lo que algo estaría seguro es que Stephen no le perdería de vista, nuevamente.