Lágrimas
Por: Meiko Akiyama
"Por sobre todo sé un hombre y combate hasta el final; sin importar que sacrifiques tu vida".
En verdad lamento no poder cumplirte esa promesa, hermano. Fue la última vez que escuché tu voz y me pedías que me convirtiera en un hombre, para combatir el mal. Después de todo así es como debe comportarse un caballero al servicio de la Diosa Athena, ¿no es así?
Te pido mil perdones hermano, pero creo que me alejaré un tiempo de los combates. Quizás no me haga un hombre valiente y osado como tú, pero por lo menos me queda la satisfacción que estoy haciendo lo correcto.
Es que no he podido hacer otra cosa. El verle inmóvil en el suelo, frío y sin aquella calidez vital; algo me decía a gritos que era mi deber ayudarle. Es por ello que decidí permanecer a su lado. Contemplé a mis compañeros Seiya y Shiryu partir, perderse entre las sombras y les encomendé el cuidado de la señorita Saori, algo dentro de mí estaba seguro que yo ya no podría continuar. ¿Estaba haciendo lo correcto?
Observé cuidadosamente el rostro de mi amigo. Con suavidad pasé mis yemas de los dedos sobre su mejilla. ¡Estaba tan fría! ¿Era tan poderoso el gélido Camus de Acuario? Ha sido capaz de encerrar a Hyoga en un ataúd de cristal… de cristal ¡Qué ironía! Hyoga, cuyo elemento favorito era el hielo, quien podía manejar con asombrosa majestuosidad el aire frío, fue dejado fuera de combate al ser congelado. Ha caído como un niño ante el magnánimo poderío del caballero de Acuario. Pero yo estoy seguro que te arrebató algo más valioso que tu movilidad y casi tu vida. Te arrebató el orgullo.
¡Eras tan orgulloso Hyoga! Tan altivo, con esa mirada de autosuficiencia; como recalcándonos siempre que nunca necesitabas la ayuda de nadie. Quizás por eso no escuchaste mis advertencias en la casa de Géminis, por eso fuiste golpeado por tu propio poder y por ese orgullo te encuentras así ahora, entre la delicada línea que separa a los vivos de los muertos. ¿Por qué no escuchaste mis advertencias? O tal vez yo debí ser más contundente, jamás debí dejar que atacaras al caballero Géminis.
¿Acaso es esa culpa lo que me ha hecho quedarme a tu lado? No estoy seguro, pero me siento en parte responsable. Demasiado responsable. ¿Por qué no me escuchaste Hyoga? Te habrías evitado muchísimos dolores de cabeza y salvado tu vida. Pero, después de todo ¿por qué habrías tú de escucharme a mí? No soy quien para que me escuches.
Mis brazos tiritan de frío al acercar tu cuerpo al mío, el frío que rodea tu cuerpo es más penetrante de lo que pensaba. Quizás mi vida peligre más de lo que imaginé. Pero ¿sabes algo? No me importa si pongo mi vida en peligro, lo único que realmente me importa es ver tus ojos abrirse otra vez. Siempre me gustaron tus ojos, pero nunca creí prudente comentártelo; te lo habrías tomado a mal. Pero ahora que no puedes escucharme, puedo confesártelo abiertamente. Tus ojos son como el espejo de tu alma, ese tono azul es tan hermoso.
¿No puedes complacerme y abrirlos una vez más? Tan sólo una vez más…
Necesito mantenerme optimista, de modo que trato de imaginar tu rostro al despertar. Seguramente me preguntarás qué hago allí, qué ha ocurrido. Si las fuerzas aún me quedan, trataré de sonreírte y decirte que ya todo está bien. He ensayado esa escena tantas veces en mi cabeza que ya he perdido la cuenta. Y es tan triste que esa escena la encuentre tan lejos. Tu rostro ha recuperado algo de color, pero el aura gélida que te rodea aún está presente. Esa ráfaga fría está comenzando a invadirme y he empezado a asustarme. ¿Acaso Camus está castigándome por intentar traerte de vuelta?
Una gota fría recorre mi mejilla. Me encuentro tan cansado que imaginé sería obra del aire frío que te rodea, pero comprobé con asombro que es una lágrima. ¿Acaso he empezado a llorar sin notarlo? Mis labios se curvan en actitud irónica, claro que tengo muchas cosas por las cuales llorar. Mi hermano ha muerto y esta vez está demasiado lejos como para que sus cenizas renazcan y lo traigan de vuelta a mí. Y por ti Hyoga, lloro por ti.
Si llegaras ha saberlo me tacharías de tonto o sentimental, pero lloro porque tengo miedo de perderte. Miedo de no poder terminar mi labor y que los dos perdamos nuestras vidas. Tengo que salvarte, si por lo menos te salvas tú me daré por bien servido y mi alma podrá descansar tranquila.
Los últimos haces de mi energía vital se están escapando finalmente. Y tú aún no das señales de despertar. Lágrimas siguen corriendo desesperadamente por mis mejillas, tratando en vano de apaciguar mis temores. Te he donado la gran mayoría de mi energía vital, la he explotado al máximo; deberías haber despertado o por lo menos moverte. Pero nada aún. ¿Por qué no despiertas, Hyoga?
Haré un último esfuerzo, quemaré el resto de mi energía vital tan sólo para ti. Mis ojos están embarrados de lágrimas, y aunque me parece sentir que tu brazo derecho se mueve un poco, no puedo fiarme tanto; quizás se trate de una jugarreta de mi imaginación.
-¿Shun? ¿Qué… qué… qué demonios estás haciendo?- tu voz está un poco débil, pero sigue tan orgullosa y altanera como de costumbre. Creo que mis labios se arquearon en una sonrisa.
-Aishit…- creo que mi cansada y adolorida mente intentó decirte algo. No estaba muy seguro el qué; pero el que estuvieras bien hizo remover algo cálido dentro de mí. Sentía mi cuerpo liviano, mis lágrimas ahora eran de felicidad, te encontrabas bien y como dije, ahora mi alma puede descansar en paz.
-¡Shun!-
"Adiós Hyoga…"
Fin
N/A: ¡Otro fanfic de Saint Seiya! Ya no puedo ocultar la obsesión hacia la serie ¿no? ¡Me atraparon! Jejeje Les diré que siempre me ha gustado la parejilla de Hyoga y Shun ¡Son tan lindos!
El yaoi me agrada, pero nunca me he animado a escribir uno. No considero este fic un yaoi verdadero, pero es un pequeño intento.
Va dedicado especialmente a mi querida hija Miri, a quien prometí un fic de esta parejita; espero que te haya gustado linda.
Ya saben, para contacto meiko@wings.distant-sky.org y pues los reviews que son siempre bien recibidos. ¡Hasta otro fanfic!
