Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. La historia que leerán a continuación es de mi total y absoluta autoría, ya que es mi historia personal adaptada a los personajes de Candy Candy. Cualquier similitud de cualquier índole es pura coincidencia.
Aviso: Puede que a lo largo de esta historia se topen con escenas de carácter y lenguaje sexual explícito, pero nunca vulgar u ofensivo. Queda a tu entera discreción continuar leyendo.
*La historia a continuación, es mi propia historia personal la cual compartiré a través de mi pareja consentida, Candy y Terry. Esta historia no será adulterada, por tanto, no estará abierta a cambios o sugerencias, porque como dije, es mi historia, y es real. Especificaré los detalles que hayan sido cambiados por motivos de creatividad.
100 Sapos y Terry Grandchester
Por: Wendy Grandchester
Capítulo 1 Primer amor
Agosto de 2000
Soy Candice White y en los cinco años que llevo viviendo en Puerto Rico, me he mudado al menos cinco veces. Siempre es volver a empezar de cero. Nueva casa, nuevo pueblo, nuevos amigos, nueva escuela. Estoy a punto de cumplir doce años y me estoy graduando de sexto grado en la escuela primaria Francisco Oller. Tengo un hermoso vestido crema perlado y me han hecho un hermoso moño, me siento grande, me siento otra. Este día para mí es de felicidad, pero a la vez me invade una inmensa tristeza. Me acabo de mudar y este día de graduación será el último que compartiré con mis mejores amigas, ya que no podré asistir a la escuela Intermedia con ellas, así que no sólo estaré en una etapa nueva de mi vida, sino que no habrá nadie conocido y con mi exagerada timidez... es muy difícil empezar de cero.
Estoy posando con mis amigas en las quinientas fotos que mi madre me está tomando y sobre todo cuando recibí la medalla en la clase de español y por supuesto, mi diploma. Después de toda la ceremonia, comemos y pasamos a la fiesta.
Puedo decir que ese fue uno de los días más inolvidables de mi vida. La fiesta terminó a las diez de la noche y lloro porque no sé cuándo volveré a ver a Annie, Patty y Dorothy. Durante ese verano, nos escribimos entre todas durante un tiempo, pero luego, inevitablemente nos distanciamos.
Culmina el verano y ya tengo oficialmente doce años y estoy en la escuela intermedia Juan B. Miranda, popularmente conocida como "Frailes". Ahí empieza la transición de niña a adolescente, pero al parecer yo no he captado eso y mientras todas las niñas tienen modernas y pequeñas mochilas de marca, yo tengo una algo grande de nada más y nada menos que Winnie The Pooh. Ya me estoy sintiendo incómoda y aunque me miran raro, nadie comenta nada, gracias a Dios. Próxima misión: Una de esas mochilas modernas y pequeñas.
Estoy en séptimo grado y son siete grupos, me toco el siete-siete, el último y claro, el más terrible, los alumnos más incordios estamos en ese grupo y yo lo agrezco, porque aunque soy tímida y tranquila, no tendría vida de no ser por las trevesuras de los compañeros que logran sacarme al menos algunas sonrisas.
—Señorita, ¿cuál es su nombre?— Me pregunta el maestro de biología, él es mi maestro de salón hogar, debe estar en sus cincuenta, calvo, pero amable.
—Candice.— Respondo nerviosa mientras todos los ojos se posan en mí.
—¿Y en qué grado está usted?
—En séptimo...— Respondo como si fuera la cosa más obvia porque no entiendo a dónde quiere llegar. ¿Se supone que todos los que estamos aquí estamos en séptimo grado?
—¿Y por qué su camisa es amarilla?— Escucho risitas y luego me doy cuenta de que todos tienen camisa blanca y la mía es amarilla. Me pongo como un tomate de vergüenza.
—Fue un error. Acado de mudarme al área y en la tienda de uniformes me dijeron que esta era la camisa que me correspondía...— Vuelvo a escuchar las risas de mis compañeros y sólo quiero que me trague la tierra.
—Bueno, usted está usando la camisa de noveno grado. Debe usar la blanca, en octavo es azúl y la amarilla es de noveno.
—Gracias.— Contesto y asiento. Primer día de clases y comienzo con el pie izquierdo. Al rato olvidan el tema, gracias a Dios. Algunos ya tienen sus grupitos de amigos, porque estudian juntos desde primaria y yo tengo que ser la chica nueva por incontable vez. Nadie me habla y me siento profundamente sola, inadaptada.
Tomamos todas las clases en un salón diferente y la escuela es realmente grande, ya que aunque es de séptimo a noveno, los tres grados que componen una escuela intermedia, hay siete salones por cada grado, por tanto la escuela tiene tres pisos, y además está el comedor, el salón vocacional para alumnos con ciertas necesidades, la cancha, el salón recurso para alumnos que necesitan refuerzo en las materias, el salón de teatro, el patio, etc.
Se acaba la primera clase, así que nos dirigimos a la próxima, toda la escuela se encuentra en cambio, así que somos muchos alumnos atrevezando los pasillos y yo camino sin mirar porque no conozco a nadie, así que todas las caras son iguales, hasta que me topo con una en específico. Soy muy tímida, así que se me da muy bien disimular, pero juro que acabo de ver al chico más bello en toda mi corta vida. Es alto para su edad, ya que por su camisa blanca veo que está en séptimo igual que yo. Su cuerpo a pesar de la edad se encuentra en bastante desarrollo, parece un hombre. Tiene lentes y se ve aún más guapo. Va serio, pero algo me dice que está muy lejos de serlo. También veo que es muy popular, muchos chicos le dan la mano y a muchas chicas las saluda con un beso en la mejilla, incluyendo las que se encontraban en mi fila.
De cerca veo que tiene unos ojos hermosos y cálidos, me enamoré de esos ojos a primera vista. Ese chico, quien quiera que sea, no tiene ni idea de lo que ha provocado en mí, pero yo me mantengo en mi sitio y sólo lo miro disimuladamente, deseando ser otra más que pueda sentir su beso en la mejilla. De pronto caingo en cuenta de que nunca un chico me ha saludado así, de aque aún no sobrepaso la niñez, pero la adolescencia está golpeándome de súbito, los cambios y reacciones que ella implica también.
Creo que cinco minutos después pasa toda la algarabía del cambio de salón y ya estoy en mi segunda clase, español.
—Hola.— Me saluda una chica y yo me pregunto si será conmigo la cosa, no puedo creer que por fin alguien me dirija la palabra.
—Hola.— Respondo y sonrío con timidez.
—Te gustó el nene de los lentes, lo sé...— Me dice con picardía y mueve sus cejas hacia arriba y hacia abajo, yo me sonrojo como un labial rojo-puta.
—Eh... no... yo no sé ni quién es...— Digo restando importancia al asunto y sobre todo, porque la vergüenza me mata. Ese era el tipo de chico al que alguien como yo sólo podría mirar de lejos y que él en los tres años que estudiaríamos en la misma escuela, jamás me notaría. Y no es que yo sea fea, pero no me considero una gran belleza. Tengo el pelo rizado y largo, rubio, ojos verdes, demasiado grandes, diría, pecas sobre mi nariz y mejillas y aún conservo una figura un tanto infantil.
—Ese es Archibald Cornwell. Bueno, Archie para nosotras. ¡Está bien bueno! Es el amor platónico de todas, así que no te avergüences.— Me cae bien la chica, bueno, es la única que se me ha acercado. Se presentó como Ana e inmediatamente recordé a mi gran amiga Annie. Pero Ana, ni nueva amiga, es trigueña, un poco desaliñada, no es precisamente guapa, pero es simpática, luego noto que tiene una de sus piernas más grande que la otra, disimulo, porque siempre enseñan a uno a no impresionarse por esas cosas y ella parece ser feliz siendo como es.
Ya he superado al menos el primer mes de clases. Ana y yo somos muy unidas, es mi nueva mejor amiga y también me llevo bien con todos mis compañeras y compañeros, atrás quedó lo de ser la chica nueva. Como también quedó atrás mis coletas, ahora mis rizos están sueltos y uso gel, mi bulto de Winnie the pooh pasó a la historia y uso un coqueto bolso azul pequeño, pero aún así, yo nunca sobresalgo y todos los días veo a Archie, tan guapo, tan popular, tan él, pero él no me ve. Yo tampoco aspiro a que me vea, los chicos como él, los Archies, no son para las Candys, pero es alegre a la vista verlo todos los días.
El día de clases terminó y me encuentro a fuera esperando a que el amable anciano, jefe de mi abuela que trabaja como ama de llaves para él, pase a recogerme. A mi alrededor hay otros alumnos envueltos en lo suyo, moviéndose por ahí y entre ellos está Archie. Me doy cuenta que no es para nada serio, lo escucho reir y jugar de mano con otros compañeros y yo me quedo disfrutando de esa escena. Pasa corriendo como un niño mientras ríe y tropieza conmigo casi tumbándome.
—Perdón.— Se disculpa y me sostiene de los brazos hasta que recupero el equilibrio y entonces me suelta y sigue en lo suyo. No hizo contacto visual conmigo en ningún momento, como dije, los Archies no ven a las Candys. Mientras él sigue en lo suyo, yo estoy en la luna, sólo porque él tropezó conmigo y me pidió perdón, aunque no me vio realmente.
Pasan varias semanas y la rutina no se altera. Yo hice otra nueva mejor amiga, Francheska la cual era físicamente bastante parecida a mí, pero a diferencia de mí, ella no pasaba desapercibida. Su falda escolar era corta y ella tenía bonitas piernas, sus zapatos escolares eran de plataforma, eso le daba una apariencia de colegiala porno.
Casualmente, ese día tenemos una excursión. Iremos al cine a ver una película puertorriqueña... ¡Puff! Tantas ganas tenemos de verla, sí como no, pero con tal de salir de la rutina... Estamos en el autobus alborotando y cantando estupideces durante el trayecto al cine, estoy con Ana, Francheska no quiso ir a la excursión y por supuesto que también está ahí Archie, que se sienta al lado de Ana y hablan y relajan como si se conocieran de siempre, yo estoy en medio de los dos sintiéndome fuera de lugar hasta que él se percata de mí.
—Hola.— Me saluda sonriendo y siento que por primera vez me ve realmente.
—Hola.— Le sonrío de vuelta y evito cruzar la mirada de Ana que es por demás incómoda y tengo miedo de que vaya a cometar cualquier indiscreción y me arruine el día. Archie sigue hablando animadamente con las dos, en especial conmigo y me siento feliz, aunque desconcertada, de pronto pareciera que nadie más existía sólo él y yo, conversando, yo estoy girando sobre nubes y deseando hacer eterno ese momento.
El bus se detiene en nuestro destino, rompiendo mi conversación, rompiendo mi momento y todos bajamos. La maestra nos ubica luego de que compráramos las palomitas y las bebidas. Ni siquiera trato de procurar a Archie, comprendiendo que sólo conversó conmigo porque era amable y simpático. Tampoco es para que yo aspire que se sentará a mi lado en la sala.
Me acomodo en una de las butacas con mi funda de palomitas y mi refresco y Ana se sienta al lado mío. Comienza a molestarme con lo de mi nuevo amigo y yo le pongo un alto, no porque me molesten sus comentarios, sino porque yo misma no quisiera ilusionarme, soy muy soñadora y tengo que repetirme el mantra de que los Archies no son para las Candys y no hay excepciones.
—Y hablando del rey de roma...— Dice Ana y yo sin prestar mucha atención me giro hacia la butaca de al lado y... ¡sorpresa! Tengo a Archie al lado mío y me vuelve a saludar y conversar como hace un rato. Vuelvo a girar sobre nubes y Cupido está cantando una canción al rededor de nosotros.
Ya no estoy tan tímida y río a carcajadas con las ocurrencias de Archie, es un verdadero payaso, hace que me olvide de Ana por completo, lo siento por mi amiga, pero esta es una oportunidad que no se ve todos los días y sólo quiero aprovecharla, al máximo.
Comienza la porquería de película, así que las luces se apagan y sólo nos ilumina la pantalla grande y por un momento hay silencio. Nuestros ojos se enfocan en la pantalla y de pronto Archie entrelaza su mano con la mía. Sin importarle que mi mano está llena de sal y de la mantequilla de las palomitas. Mi corazón se acelera a millón, no sé por qué está haciendo eso, me siento alarmada y hasta avergozada por mi mano salada y enmantequillada, quise apartarla de la suya, pero él no me dejó, así de siemple. Estoy soñando, tiene que ser un sueño.
Pero no era ningún sueño. Yo, Candice White, la chica invisible estaba sentada al lado de Archibald Cornwell, de manitas sudadas en el cine. Y así estuvimos hasta que culminó la película y volvimos al bus que nos llevaría de vuelta a la escuela. Ahora tengo un nuevo amigo... o al menos eso espero.
Al día siguiente...
—¿Y cómo te fue con Archie?— Pregunta Ana muy bajito desde su pupitre.
—Nada que tú no sepas, estuviste ahí, ¿no?
—¿Quieres decir que no intercambiaron números ni nada?— Me dice incrédula y poniendo sus ojos en blanco.
—Eso quiere decir, Ana, exactamente eso. Sólo fue un encuentro casual ayer y nada más, déjalo así.— Le advierto, porque sé que la mitad de las chicas tienen su número de teléfono y aunque no es que a mí no me interese, él no me lo dio, ni me pidió el mío, así que acepto las cosas tal como son y me progongo no ilusionarme.
Un cambio de clase rutinario, como siempre. Ahí está Archie, que sobresale entre todos y como si fuera un ritual, todas las chicas y conocidas lo saludan con un beso en la mejilla, a mí no me vio. Sé que no me ignoró, realmente no me vio, porque yo no me dejé ver, no quería soñar con cosas imposibles y cuanto antes yo olvidara el asunto de las manitas saladas, mejor sería para mí.
Así tomé todas las clases y traté de no pensar en él. Estoy vagando por los alrededores de la escuela y cuando estoy subiendo una escalera, me encuentro con él que viene bajando. Me detiene y me saluda con un beso en la mejilla. El primer beso en la mejilla que recibo de un chico. Fue algo tan breve y fugaz, pero mi mejilla se quedó temblando, vibrando. No quiero ilusionarme. No quiero ilusionarme, no quiero ilusionarme. Me repito sin poder convencerme. Fue sólo un saludo, Candy, así las saluda a todas, no tiene nada de especial, tú no tienes nada especial para él.
Abril de 2010
—Pecosa, sal de esa computadora, Junior está hambriento.— Me dice Terry cargando al bebé de seis meses de los dos. Nuestro hijo tiene pulmones potentes y más cuando tiene hambre. Mi hermoso arrogantito engreído que es una copia exacta de su padre.
—Hola, mi amor.— Tomo en brazos a mi hermosa copia del hombre que amo, cuyo único razgo mío son mis ojos verdes y lo pego a mi pecho mientras Terry me admira de pie, con sus hermosos ojos azules llenos de calidez. Se arrodilla ante mí y me da un beso en los labios y luego besa la cabecita de nuestro hijo mientras toma de mi pecho. Mi arrogantito se queda dormido y lo pongo en su cuna. Terry nos sigue.
—¿Cómo te fue en la cita?— Me pregunta alzando mi blusa y besando mi vientre. Tengo dos meses de embarazo nuevamente aunque no se nota.
—Me fue muy bien. Está creciendo y es hermoso.
—Hermosa. Es una niña.— Me dice con su arrogante seguridad.
—Esperemos que sí... y que ella sí tenga tus ojos.— Se los beso porque me encantan.
—Yo quiero que sea una copia exacta de ti.— Me besa y el beso muy pronto sube de tono, me va dirigiendo a la habitación.
—Ahora quiero que me des cariño a mí. Estoy verdeeee.— Me dice pasando mi mano por toda su erección y me va empujando hacia la cama.
Continuará...
¡Hola chicas!
Aquí otra historia, esta es especial porque es mi historia propia, mis amores antes de conocer a mi esposo. Una tiene que besar muchos sapos antes de dar con el príncipe. Les iré narrando desde mi primer amor y demás amores antes de "Terry". Siempre estaremos yendo hacia el pasado hasta que conozca por fin a Terry y claro, siempre habrá algo del presente. La historia comenzará de verdad cuando por fin conozca a Terry, mientras, aún estamos con los sapos.
Espero que les guste. Conocerán mucho más de mí con esta historia que es 100% real. Tendrá lujo de detalles, exactamente lo que yo viví.
Las quiero,
Su amiga,
Wendy Grandchester
