Disclaimer: Los personajes aquí utilizados no me pertenecen. Todos y cada uno son de la creación del maestro Akira Toriyama. Yo solo los someto a mi voluntad literaria.


Complice

I


Salió a hurtadillas de su habitación.

No entendía por qué debía hacerlo de esa manera; nunca se había ocultado para hacer lo que el quisiera. No le importaba si estaba mal, si era incorrecto o si, siquiera, era apropiado; sólo lo hacía y ya. Sin pedir permisos. Sin pedir explicaciones... Sin pedir aprobación.

Sin embargo; ahí estaba. Abriendo nuevamente la puerta de su habitación con sumo cuidado de no hacer chirriar las bisagras de ésta.

La abrió meticulosamente y con una calma que, en su interior, le desesperaba. Así mismo, salió con mesura y le dedicó una última sonrisa a su habitación; no había logrado despertar a su acompañante y eso era bueno; no soportaría un espectáculo o su aquelarre natural; Así se evitaría la vergüenza de que le encontrarán en el acto y tener que objetar explicaciones que, para el, eran por demás innecesarias.

Emparejo la puerta de su habitación encaminándose hacia su destino. La oscuridad no le fue de impedimento al desplazarse por el pasillo nocturno, Tampoco esa estúpida mesita con flores que sólo le causaban alergia.

Camino con pasos decididos pero silenciosos hasta la única habitación en la casa con una pequeña luz intermitente encendida. Abrió ligeramente la puerta y contemplo la dulzura de esa habitación.

La luz encendía junto con el monitor de seguridad; iluminando los pequeños estantes con peluches y algunas muñecas sobre ellos.

No saciada su curiosidad, entró en su interior admirando lo que le rodeaba; E medio de la gran estancia había un cómodo sofá mecedora; junto a él una mesita que suponía tenía más de esas odiosas flores. A lo ancho había muebles incrustados en la pared con algunos almacenajes y fotos sobre ellos. Incluso la de sus primeras y últimas vacaciones que se habian tomado en familia.

Ignorando la excelsa decoración infantil, volvió a su asunto; escabullirse en con cuidado hasta la única cama en esa habitación, ésta, rodeada de barrotes por todos lados.

Camino igual de silencioso hasta donde descansaba un tenue latido; lento y acelerado. Vivo y palpitante.

Colocó una mano en el barandal temiendo despertar a su ocupante. Fue lento y calculador mientras afinaba más la vista para contemplar la magnificencia de la creación reposante entre sábanas rosa.

No pudo evitar una sonrisa mientras admiraba la belleza durmiente de quien se postraba en algodón egipcio; una locura total que la científica no pudo evitar darse lujo. Contemplo la tranquilidad innata que se manifiesta en un gesto infantil, incorruptible y mágico.

Esa pequeña niña que dormía plácidamente manifestaba todo eso con su simple sollozar.

Estando ahí de pie es que se preguntaba que lo había llevado hasta allí; el dormía plácidamente y, de repente, despertó con la necesidad de verle y saber se encontraba bien. Protegida. A salvo de cualquier peligro imaginario aunque sabía de antemano que a ella no le pasaría nada, ya sea a su corta edad de 5 meses o cuando tuviera 90.

Ella siempre dormiría así, sin preocupaciones. Sin temores. Para eso lo tenia a el.

Estiro su mano y con el dedo índice, acarició su mejilla. Tan suave. Tan tersa y cálida. Su sonrisa se agrando involuntariamente cuando, al tacto, ella respondió con una risa infantil entre sueños.

Su sonrisa aligeró un poco al percatarse de algo; No cabía duda; era hermosa y eso le traería problemas posteriores

Tendría que tener mucho cuidado con los chicos que se le acercarán. Es más, ninguno debía hacerlo. Quizá, cuando el viera que había uno digno de coexistir con esa pequeña, le daría una oportunidad.

Si no... Era mejor no hiciera enojar a un Saiyajin.

Volvió de sus pensamientos al percatarse de que su estancia provocaba que la pequeña se moviera.

Decidió era momento de marcharse. Lentamente retiro su caricia de la rosada mejilla y sucedió algo que no esperaba; ella le tomo del dedo.

Pánico.

¿Que hacer? No quería despertarla y por consiguiente, le encontrarán infraganti.

Ella le tenía muy bien agarrado el dedo, era una Saiya después de todo. La preocupación subió súbitamente por su rostro al enteder que en cualquier momento alguien podría encontrarlo allí, con ella.

¿Que iba a decir? "¿Sentí ganas de venir a verla y saber que esta bien?"

Patético.

Con meticuloso cuidado, saco el dedo de entre las manos de la peliazul. Respiro tranquilo cuando la pequeña, en lugar de despertarse, sólo dio media vuelta y cambio de posición .

Limpió el sudor frío de su frente y dio un paso atrás. Tirando sin cuidado el estúpido florero de la mesita.

— ¡Demonios!.— exclamó silenciosamente. Se agachó para juntar los trozos cuando unas botas blancas se posaron frente a él.

El pánico le invadió y prefirió no voltear a ver hacia arriba y toparse con su dueño.

— ¿Que haces aquí Trunks?.— sin embargo, el dueño decidió hacer las preguntas.

Frente a él tenía a su maestro; vestido con su particular traje de pelea color azul.

Con lentitud calculada, y con las mejillas sonrojadas, el pequeño alzó la mirada y sonrió tontamente.

— Je, Je... Hola papá...— ante el, tenía a quien menos quería que lo viera escapar a hurtadillas fuera de su habitación hasta la de su pequeña hermana. Le parecía una broma el hecho de que esa era la primera vez que se animaba a entrar en la habitación y le habían atrapado.

Miro cautelosamente a su progenitor intentando descifrar su estado de ánimo parcial ese día, pero su rostro era una enigma que hasta la fecha no sabía descifrar; serio pero no enojado. Enojado pero no con el.

Dio unos pasos hacia atrás rascando su nuca. Ese gesto provocó que Vegeta torciera en una mueca repulsiva; le recordaba a su rival de antaño y esa mediocre actitud infantil y desinteresada de su parte. Quizá prohibiría que Goten se volviera a quedar a dormir y así evitar su hijo pasé más tiempo a su lado. Algunas mañas u expresiones se pegan y al parecer, una "marca sabandija", se había apropiado de su hijo.

— Pues, verás... Yo. Mmm... ¿Cual era la pregunta?.— nuevamente esos gestos infantiles y de fingida perplejidad intentaban salirse con la suya.

— Trunks...— Advirtió.

Vegeta se cruzó de brazos y espero respuesta. Al parecer el ruido no había despertado a Bura. Eso era bueno por que si no, esa noche le tocaría dar entrenamiento exhaustivo al niño frente a él.

El pequeño considerando la posible amenaza que fraguaban las palabras de su padre, libero un suspiro.

— Es que... Bueno, yo... Yo Sólo... Vine a ver a Bura. Pensé que, que quizá había despertado y necesitaba algo.— fue sincero.— Debía ver que estaba a salvo.— Y Vegeta lo pudo percibir. El mayor aligeró, imperceptiblemente, su mueca.

— Sabes que Bura está monitorizada por los aparatos de tu madre. Pudiste haberla despertado Trunks. — con tal reproche, el niño se limitó a bajar la cabeza. Era cierto, pudo haberla despertado y, así mismo, a todos en la casa.

— Lo siento papá...— dijo con arrepentimiento.

A Vegeta no le quedó de otra que omitir. Luego de segundos interminables, el mayor ordeno.

— Ve a tu habitación a dormir que mañana tu y el mocoso de Kakarotto tendrán entrenamiento a primera hora.— ante el castigo, el pequeño asíntio cansado. Dio media vuelta y camino hacia la misma puerta por la que había entrado.

Antes de salir, escucho le llamaban — Trunks.— detuvo.— No menciones lo que ocurrió aqui. Tu hermana está bien.— dicha tal declaracion, el pequeño asíntio volviendo a su camino.

Sin embargo, a pie del marco y con una gran interrogante, se volvió hacia su padre y cuestiono.

— ¿Tu que hacías aquí, papá?— el nombrado le dio la espalda mientras los minutos pasaban silenciosos entre ambos. Al cabo de unos cuantos, Trunks rasco su ojo izquierdo con somnolencia. Volvió nuevamente con su intención de salir cuando escucho, por fin, una respuesta.

— Ella estára a salvo. Ahora ve a dormir.— esa respuesta, aunque tardó en entenderla, provocó una sonrisa cómplice en el rostro del pelilia.

— Entiendo. Hasta mañana papá.— fue lo último que dijo antes de salir, feliz, hacia su habitación.

¿Porque le preocupaba tanto la seguridad de Bura si ella ya tenía al mejor protector?

Su misión no era en solitario y sabía que, llegado el momento, esa situación le uniría más con su maestro.


Una vez la casa nuevamente en silencio, Vegeta volvió al rincón de la habitación donde llevaba varias horas. No es que fuera aprensivo pero, aquellas ramas chocando contra la ventana de Bura, hace unas semanas, le habían despertado. Preocupado, tenía que estar atento a cualquier cambio o alteración de energía.

Sin embargo, la pregunta de su hijo aún le volvía a la cabeza; no el hecho si no la acción.

¿Porque le respondió? ¿Porque decir las razones por las cuales estaba allí y dejar a debate sus acciones?

Sacudió la cabeza intentando ignorar las cuestiónantes en su mente.

Se encaminó a su lugar de centinela cuando escucho la misma risita que había emitido su hija cuando Trunks estuvo con ella. Se acercó lentamente y por inercia imitó a su hijo; acarició la blanca mejilla de la pequeña.

¿Como decir que cada noche visitaba su habitación sólo para admirar su tranquilidad?

Esa que no pudo disfrutar de su primogénito por estar cegado por la amargura en su alma.

¿Como decir que media el Ki de la pequeña sólo para sentirla viva y latente?

De esa manera en la que nunca se preocupó por nadie por estar preocupado sólo en si mismo. La vida tomo un nuevo rumbo para el después de dos sucesos; Su sacrificio contra Majin Buu, y ese tonto torneo del poder. Ahora esos actos pasados de egoísmo no estaban mas en su vida, esta era una nueva oportunidad que nadie, jamas, le había otorgado. Y haría cualquier cosa por protegerla de cualquier peligro..

Salio de sus pensamientos cuando la peliazul le tomo del dedo, justo como vio desde el rincón, se lo tomo a Trunks. Una limitada curvatura apareció en la comisura de sus labios mientras se preguntaba; ¿Y que si cada noche estaba ahí? ¿Que tenia de malo querer cuidar y proteger esa nueva oportunidad que se lenpresentaba?...

¿Que tenia si le confesaba a Trunks sus intenciones si de igual manera, el niño se escabullia cada noche de su habitación para mirar por la rendija abierta de la puerta de su hermana?

Le había confesado, sin quererlo, que estaba ahí por las mismas razones que el.

La curvatura se amplió, esa noche podía dormir tranquilo al saber que el pelilia también estaba atento a su causa. Al final: Contaba con un aliado.


CONTINÚA...


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