Pequeños retazos de nuestras vidas
Antes de comenzar me gustaría hacer una pequeña aclaración: Los personajes de Hetalia no me pertenecen a mí, sino a Hidekazu Himaruya. Yo simplemente he querido hacer esta historia sin ánimo de lucro y con el único fin de entretener.
Los nombres usados son los siguientes: Fem!Russia: Anya/ Male!Belarus: Nikolai / Fem!Lithuania: Helena/ Fem!Poland: Jánica/ Male!Ukraine: Dmitri
Nota importante: Al situarse esta historia en el he pensado que las naciones aparentarían mucha menos edad que la que tienen ahora, así pues aparentarían lo siguiente en edad humana.
Anya: 15 años.
Nikolai: 14 años.
Helena: 15 años.
Jánica: 14 años.
Dmitri: 16 años.
Capítulo 1: Nuevo hogar
La brisa soplaba ligeramente aquel día primaveral haciendo caer al suelo algunos de los pétalos de las flores que comenzaban a portar los numerosos manzanos que se alzaban gloriosos en el camino.
Éstos parecían danzar con el aire creando así bellos torbellinos de colores rosados y blanquecinos. Los cuentos antiguos decían que solo sucedían fenómenos así de bellos debido a pequeñas hadas que, traviesamente, jugaban con las flores de los árboles cuando estaban contentas o cuando querían celebrar algún acontecimiento especial. Y la verdad era que acontecimiento más especial que el que se produciría ese día no se vería en mucho tiempo: Ese día Polonia y Lituania establecerían su unión formalmente.
De este modo, Helena y Nikolai, los representantes de las naciones de Lituania y Bielorrusia respectivamente, se dirigían hacia Polonia. Jánica había insistido profusamente en que debían vivir en su casa, así que así se hizo.
La corte seguidora del país lituano cabalgando a paso lento, levantaba pequeñas oleadas de polvo en el camino de tierra a su paso, lo cual hizo estornudar al pequeño Nikolai, quien iba cabalgando en un precioso caballo de color negro y de largas crines.
_ Odio esto. _Se quejó el joven bielorruso mientras se limpiaba la nariz con una de sus mangas.
_ Te dije que deberíamos haber hecho el viaje dentro de una carroza, como han hecho mis damas de compañía. Pero como no has querido... _Dijo la lituana encogiéndose de hombros ante la afirmación de Nikolai. Ella por su parte cabalgaba un hermoso caballo de color marrón. Su crin estaba debidamente recogida con hilos de oro.
_ No. Quiero ir a caballo.
_ Como quieras... _Helena suspiró ante los arrebatos de su esposo.
La verdad era que Nikolai consideraba de poco hombre el tener que ir dentro de un carruaje ya que eso mostraría debilidad. Mostraría que no aguantaba un viaje a caballo y que debía ir con las mujeres. ¡Antes muerto que demostrar debilidad! Prefería tener unas agujetas de miedo a la mañana siguiente en las piernas por montar tanto tiempo a caballo antes que el que pensaran de él que era débil. Eso jamás.
_ ¿Por qué tenemos que ir a su casa de todas formas? _Preguntó el niño viendo cómo ya casi llegaban a la capital polaca.
_ Jánica así lo quiso. A mí no me importa ir a vivir a su casa, es más, me agrada un poco la idea. Así podré conocer sus bailes, música y literatura. _Contestó la lituana mientras sonreía, la verdad era que tenía muchas ganas de aprender nuevas cosas y aquella era una oportunidad única. A Nikolai eso le parecían cursilerías propias de chicas tontas.
_ Ya verás cuando Polonia te obligue a adquirir sus costumbres, no te gustará tanto.
_ N-no me va a obligar. Nuestro estado se llama "Mancomunidad Polaco-Lituana". ¿V-ves? Mi país aparece también en el nombre, yo también mando.
Nikolai hizo rodar los ojos al ver lo ingenua que estaba siendo Helena. Su hermano mayor, Dmitri, representante de Ucrania, le había escrito hacía un par días contándole que vivir con Jánica estaba resultando ser más duro de lo que él pensaba. La chica le había impuesto sus costumbres, idioma e incluso religión, y eso que la polaca era una criaja a la cual Dmitri sacaba por lo menos cabeza y media, pero, ¡menudo genio tenía la criaja! Era muy mandona y tenía muchos "aires de reina". Bueno, nadie la podía culpar, había sido tratada así desde hacía mucho tiempo.
El bielorruso solo esperaba que Helena supiera sacar carácter cuando estuviera en su presencia y no se dejara oprimir, pues eso supondría despedirse de ciertos privilegios que él tenía muy en consideración, como era el conservar su idioma natal y costumbres en general.
A medida que se iban acercando a la capital, comenzaron a divisar algunas granjas que se encontraban a las afueras de la ciudad. Los campesinos, aunque ya sabían de la noticia de que los representantes de Lituania y Bielorrusia llegarían aquel día junto con su corte, se mostraron sorprendidos al verlos. Todo aquello era lujo. Los caballos estaban más limpios que algunos de los propios campesinos, las armaduras de los caballeros relucían con los últimos rayos del Sol de aquella tarde y las telas de los pendones eran de tan buena calidad que a alguno que otro se le pasó por la cabeza robarlas para así hacerse un traje nuevo.
En cuanto vieron aparecer a Helena y a Nikolai, las gentes se acercaron más al camino de tierra y les saludaban con sonrisas en el rostro, haciendo torpes reverencias. Helena, muy contenta y mostrando su dulce carácter saludaba de buena gana al pueblo llano agitando suavemente una de sus manos. En cambio Nikolai, que iba aún bastante enfadado, solo les dedicaba cortas miradas.
_ Nikolai, anímate. ¡Mira qué agradables son todos! _Exclamó la chica al ver el decaimiento de su amado bielorruso.
_ No puedo, no quiero. No me gusta vivir con Jánica, no me cae bien.
_ P-pero si no la conoces... Es simpática.
_ No lo es, es una caprichosa. Mi hermano me lo ha dicho por carta.
_ B-bueno... quizá sí sea un poco caprichosa pero... Mira el lado bueno, vas a ver a tu hermano. _Argumentó la joven intentando buscarle el lado bueno al asunto, ella era así, positiva hasta extremos que quedaban fuera del raciocinio humano, lo cual era bueno, sin duda.
_ Menuda alegría... _Murmuró Nikolai con sarcasmo siguiendo en su misma línea.
Unos minutos después la corte llegó ante el castillo de la polaca. Tardaron más de lo esperado ya que la gente se empezó a arremolinar en torno a ellos y a los caballos les costaba pasear tranquilamente, pero afortunadamente el tumulto pasó.
Nikolai bajó del caballo en primer lugar y acto seguido bajó Helena ayudada por uno de los caballeros de más confianza. Tras saludar y devolver las reverencias a algunos de los nobles más importantes de toda Polonia que habían ido a mostrarles sus respetos, entraron por fin en la fortaleza.
El Castillo Real de Varsovia estaba casi recién construido, por lo tanto era bastante impresionante. No tenía una estructura propia de castillo medieval, a la cual estaban acostumbrados Helena y Nikolai. El estilo del castillo era barroco, su base era rectangular y estaba construido en ladrillo de color rojo, resaltaba a la vista de sobremanera.
Ambas naciones entraron en el castillo caminando lentamente y observando anonadados la exquisitez y el lujo con el que estaba decorado el "hall" del edificio, al final de éste se encontraban situados dos tronos con acabados en oro y pequeños bajo relieves que servían para ornamentarlos. Sentados en ellos se encontraban Jánica y Dmitri.
En cuanto Nikolai y Helena entraron, Dmitri se levantó rápidamente de su asiento y sonrió al ver a su hermano. Hacía demasiado tiempo que no le veía y estaba muy emocionado. Si por él hubiera sido se hubiera lanzado a abrazarlo con fuerza, pero la mirada de Jánica le hizo detenerse. La imagen que ella quería dar era de superioridad, y eso se conseguía manteniéndose en su posición de gobernante. Aunque ciertamente el nuevo estado se llamaba "República de las DOS naciones" no podía evitar querer tener un poco el control de todo.
Así pues, Jánica solo se levantó cuando Helena y Nikolai estuvieron frente a ellos, la verdad es que la niña imponía.
_ ¡Helena! ¡Qué bien que has venido! Me alegra mucho que estés en mi casa. _Exclamó Jánica cambiando su semblante a uno más alegre. Después de todo Helena y ella eran muy amigas. _ ¿Ha ido bien el viaje?
_ Sí, no hemos tenido ningún percance indeseado. Tus caminos son bastante seguros. _Dijo Helena sonriendo de la misma manera que Jánica mientras hacía una pequeña reverencia a modo de saludo.
_ Pues a mí no me gustan tus caminos. _ Dijo tajante Nikolai. La verdad es que lo que decía no tenía mucho sentido ya que el paisaje polaco y el lituano se parecían bastante. El caso era molestar.
_ ¡Nikolai! No digas esas cosas tan feas… _Reprendió Dmitri al escuchar la lengua sibilina de su hermano menor.
_ Es la verdad.
_ Pues, tipo que, si no te gusta te aguantas. _Esta vez quien contestó fue Jánica mirando fríamente al bielorruso. Tras esta pequeña intervención se aclaró la garganta y volvió a sonreír dirigiéndose a Helena. _ Todo está bien por lo que veo, si hay algo que pueda hacer por vosotros…
_ Darnos de comer. _Espetó Nikolai sin mucha educación ya que había cortado en mitad de la frase a la polaca.
_ ¡N-Nikolai! _Exclamó la lituana ante la altanería de su joven esposo. La verdad es que desde que Polonia y Bielorrusia habían cruzado la primera mirada, se había sentido en tensión completa. Algo le decía que entre ellos las cosas no irían nada bien.
_ No, está bien. Es cierto que, como que, ya es algo tarde y es hora de cenar.
Y así, con un rápido mandato a una de las sirvientas, Jánica mandó preparar la más suculenta de las cenas para sus nuevos huéspedes. Quería dar una magnífica impresión.
En lo que la cena era preparada, Helena y Nikolai se instalaron en el que sería su actual dormitorio. La verdad era que no era muy distinto al que tenían en Lituania, solo ligeros detalles decorativos y ornamentales los diferenciaban. Pero en sí, los muebles eran los mismos: Una gran cama de madera de roble con dosel y sábanas de colores azul oscuro y blanco, un escritorio ya preparado con papel, tinta y pluma, un gran armario (a decir verdad enorme) y un bonito tocador con espejo.
Las damas de compañía fueron las encargadas de deshacer las maletas y de adecentar el cuarto al gusto de la lituana añadiendo algunos objetos de uso cotidiano de Helena como eran aceites perfumados, complementos para el pelo, y algunas joyas.
Nikolai se tumbó sobre la cama y cerró los ojos mientras suspiraba cansado. Aquello no estaba bien. No podía estar nada bien viviendo bajo el techo de la polaca, pero no le quedaba otra. Además, la lituana parecía estar emocionada por estar allí. Aquello empeoraba la situación. Si se hubiera sentido incómoda quizás hubiera podido convencerla de que se marcharan a casa de nuevo y es que a Nikolai poco le gustaban los cambios, no le agradaba lo desconocido y ciertamente prefería la rutina. En aquella casa la palabra "rutina" era desconocida, eso seguro.
En esto al muchacho le sonaron las tripas y, algo avergonzado se puso la mano sobre el estómago intentando acallarlo. Helena que llegó a escucharlo no pudo evitar soltar una pequeña risita.
_ Creía que no tenías hambre de verdad.
_ ¿Por qué creías eso? _Preguntó Nikolai sentándose sobre la cómoda cama.
_ B-bueno, pensé que el demandar a Jánica por comida era solo para molestarla y tacharla de mala anfitriona por no haber sido ella quien nos lo ofertó primero.
_ Ah, bueno, eso también quería hacerlo. Pero tengo hambre en serio. No me has dejado desayunar esta mañana.
_ ¿Y-yo? No ha sido mi culpa… Te has levantado muy tarde y si hubiéramos esperado más tiempo hubiéramos llegado aquí de noche, y e-eso sí sería peligroso. Por la noche hay bandoleros.
_ ¡Pero si llevamos una escolta entera! No nos hubiera pasado nada.
_ Aun así…
_ Eres una miedica, Helena.
_ ¡No es verdad! Solo me preocupo por que mi gente llegue sana y salva.
Nikolai dejó el tema de lado ya que empezó a oler a comida y, como si se tratara de un embrujo, caminó fuera del cuarto siguiendo el aroma a carne estofada. Helena simplemente suspiró algo triste al ver que el chico siempre quería tener razón, era muy cabezota.
No tardó mucho en encontrar el Gran Comedor. Allí se estaban acabando de preparar los platos y la cubertería en general y ya las criadas comenzaban a servir los suculentos manjares que degustarían esa noche. Había varios tipos de carne cocinadas de diferentes maneras, salsas diversas, pan, y patatas asadas para condimentar.
El bielorruso no tardó en sentir cómo la boca se le hacía agua, estaba tan embobado por la comida que no se dio cuenta de que su hermano mayor se encontraba en la misma sala que él y que se dirigía velozmente hacia su dirección. No tardó mucho hasta que Dmitri abrazó con fuerza a Nikolai. Éste salió de su ensoñación cuando recibió el potente abrazo de su hermano, casi cortándole la respiración.
Dmitri era un joven alto, fuerte y bien curtido por las batallas. Podría atemorizar a cualquiera que se tropezara en su camino de no ser por sus facciones faciales tan dulces. Su pelo rubio, ordenado vagamente con dos horquillas de metal a un lado que le daban un aspecto desaliñado y encantador. Sus ojos azules claros transmitían tranquilidad y su sonrisa era pura inocencia, en apariencia, claro.
_ ¡Брат(*)! ¡Cuánto te he echado de menos! _Exclamó el ucraniano extremadamente emocionado.
_ ¡N-no puedo… respirar! _Intentó pronunciar el bielorrusio ante el "acoso" de su hermano mayor. Al contrario que Dmitri, Nikolai era muy delgado y aún no había "pegado el estirón", cosa que le molestaba de sobremanera.
_ Oh, perdona. _Dijo Dmitri riendo ligeramente mientras soltaba a Nikolai. _ ¿Cómo estás, Nikolai? ¿Bien?
_ No. _Contestó fríamente el bielorruso recuperando el aire con cierta dificultad.
_ ¿Por qué no?
_ Porque ahora tengo que compartir hogar con la estúpida de Polonia.
_ No deberías decir eso. A las damas no se les llama así.
_ Tengo hambre. _Dijo Nikolai cambiando de tema radicalmente, sabía de sobra que de las mujeres solo debían decirse cosas agradables y que no ofendieran su honor, no le hacía falta que su hermano le diera una charla sobre buen comportamiento. _ ¿Se come bien aquí?
_ ¡Mucho! _Dijo asintiendo con ganas el ucraniano. _ Solo llevo unas semanas viviendo con Jánica, pero siempre manda preparar cosas muy buenas. A veces hasta me deja hablar con los cocineros para que les pida lo que quiero comer para el día siguiente.
_ Es decir, que te está comprando a través del estómago. Dmitri, eres un tragón. _Dijo perspicazmente Nikolai mientras daba algunos golpecitos en el estómago de su hermano con el dedo índice.
_ ¡N-no es así! _Dijo sonrojándose un poco el mayor.
La pequeña discusión entre los dos hermanos de repente se vio interrumpida por la llegada de las dos naciones femeninas. Lituania se había cambiado de vestido incluso para la ocasión, algo estúpido según el criterio de Nikolai pues pronto se iría a dormir y nuevamente tendría que cambiarse. Pero ya se sabía. Las mujeres eran seres extraños con costumbres más extrañas aún.
_ Oh, o sea, que ya estáis aquí. Qué puntuales~ _Comentó la polaca mientras les indicaba que se sentaran en la mesa. No hace falta decir que Nikolai no tardó ni medio segundo en hacerlo. Sin embargo, antes de comenzar a comer la polaca extendió sus manos. _Antes de comenzar a comer vamos a bendecir la mesa.
Todos los presentes estuvieron de acuerdo y se cogieron de las manos. Todos excepto Dmitri, que cruzó sus brazos sobre su pecho.
_ Dmitri. Tú también. _Exigió la rubia mirándole muy mal. Aquello se repetía todas las noches.
_ No. No soy católico, soy ortodoxo y no voy a rezar a tu modo.
_ ¡Pero si creemos en el mismo Dios! ¿Es que no quieres honrarlo apropiadamente? ¡Eres un mal cristiano!
_ ¡Soy un buen cristiano! ¡Pero no voy a adoptar tu religión! ¡Jamás!
_ ¡Lo harás! ¡Yo mando sobre ti, me has de obedecer!
_ ¡No mandas sobre mí! ¡Que esté anexionado a ti no significa que puedas tener todo el control sobre mí, Jánica!
_ ¡Sí puedo!
_ ¡No, no puedes!
_ ¡Que sí, te digo!
_ ¡Y yo te digo que no!
Helena y Nikolai miraban aquella escena con cierto miedo en sus ojos, el griterío era inmenso, habrían jurado incluso que notaron cómo los nobles personajes que salían en los cuadros que decoraban el Gran Comedor cubrían sus oídos. Las miradas de la polaca y el ucraniano parecían tener fuego, parecía que iban enzarzarse en un combate de un momento a otro. Aquello era horrible. Inconscientemente Nikolai había agarrado la mano de la lituana por debajo de la mesa, tal era el horror que sentía en ese momento. Y Helena gustosa le devolvió el apretón de mano pues se sentía de la misma manera que él.
La discusión se resolvió finalmente después de un par de tensos minutos con la aceptación de Dmitri ante las demandas de Jánica, a la cual cogió de la mano y rezó de mala gana.
_ Bien, ya que hemos rezado apropiadamente, podemos empezar a…
Jánica fue cortada en mitad de la frase ante la imagen de Nikolai comenzando a devorar una pata de cordero que había justo enfrente de su plato. No se molestó ni en usar los cubiertos. El pobre niño tenía un hambre del demonio. Jánica se quedó sorprendida ante la mala educación del joven, estaba claro que Helena lo consentía demasiado. Helena simplemente sintió cierta vergüenza y a Dmitri se le escapó una pequeña risa al verle comer de esa forma.
Nikolai, ajeno a todo, siguió comiendo tranquilamente.
_ N-Nikolai… _Demandó casi susurrando su atención la lituana.
_ ¿Mmh? ¿Qué? _ Preguntó Nikolai con la boca llena y parte de su rostro manchado con la salsa del cordero. Por fin se dio cuenta de que todos los presentes le miraban. _ ¡Ah, la servilleta!
Y dicho esto se colocó la servilleta al cuello como si fuera un niño pequeño y siguió comiendo de la misma manera volviendo a ignorar al resto de las naciones.
Jánica hizo rodar los ojos y empezó a comer, pero más sosegadamente que su compañero el bielorrusio. Así de la misma manera lo hicieron Ucrania y Lituania.
La cena estuvo maravillosa, las carnes estaban cocinadas perfectamente y condimentadas en su punto justo. Las salsas tenían la espesura adecuada y las patatas estaban deliciosas y combinaban muy bien con la carne elegida. Prácticamente se deshacían en la boca. Acompañando la cena, un buen vino se sirvió del cual quedó muy poco en la jarra. Todos quedaron perfectamente llenos.
_ Escuchadme un momentito, ¿sí? _Demandó Jánica mientras se levantaba de su asiento para captar mejor la atención de sus compañeros. _ He de anunciaros algo, como que, súper importante.
Helena y Nikolai quedaron expectantes ante la pausa de la chica, mas no Dmitri, sobre el cual apareció un ligero rubor en sus mejillas, quizás producto del vino, quizás producto de otra cosa.
_ Dado que ya estáis aquí, he decidido formalizar mi unión con Dmitri y en una semanita o así nos casaremos. ¡Será la boda del siglo!
_ ¿P-pero no estáis ya casados? _Preguntó la lituana un poco sorprendida, ella pensaba que nada más irse a vivir Dmitri con ella habían arreglado una boda, tal y como había hecho ella con Nikolai.
_ No, preferí esperar a que llegaras, ¿no soy una genial amiga? _Preguntó la polaca señalándose a sí misma_ Ah, vosotros también debéis casaros.
_ Pero si nosotros ya estamos casados. _Contestó Nikolai. Helena sonrió tontamente al escuchar al chico decir que estaban casados, pocas veces la reconocía a ella como su esposa.
_ O sea, sí, pero renovar los votos o algo así. Será más impactante si todos en mi reino ven que nos unimos felizmente.
_ Nuestro reino. _Recalcó la lituana volviendo de su pequeña ensoñación romántica.
_ Eso, nuestro reino. Qué tiquismiquis, Helenita. _Dijo en broma la rubia. _ A todo esto. Mañana han de limpiar el castillo para que todo esté perfectísimo para la boda, así que tendremos que dejarlo unas horas por la mañana. Pero tranquilos, he pensado en una actividad que seguro os gusta. ¡Saldremos de caza! ¿Qué os parece?
_ A mí me gusta la idea. _Dijo rápidamente el ucraniano. Usualmente salían a cazar montados a caballo y cabalgar era lo que más le gustaba a Dmitri en este mundo. Sobre un caballo se sentía completamente libre, se sentía poderoso, sentía que era uno con el animal. No por nada se decía que los ucranianos y los caballos podían entenderse.
_ A nosotros también. _Respondió la lituana tras observar cómo asentía su esposo.
_ ¡Muy bien! Pues ahora a dormir, que mañana hemos de madrugar y todas esas cositas.
Las cuatro naciones se levantaron de la mesa y se dieron sendas buenas noches. Jánica salió de la sala agarrada del brazo de Dmitri y charlando animosamente para sorpresa de Nikolai y Helena. Hacía tan solo unos minutos que habían tenido una discusión terrible y ya parecían estar totalmente bien. Parecían un verdadero matrimonio, siendo sinceros.
La lituana y el bielorruso se dirigieron de la misma manera a sus aposentos y, tras ponerse ropa adecuada para dormir, se metieron en la cama. Ésta era sumamente cómoda e invitaba al sueño fácilmente, las sábanas, por otro lado eran cálidas pero a la vez ligeras y muy suaves. Era como acostarse sobre una nube.
_ El día no ha estado mal, ¿verdad? _Preguntó la chica aún sin apagar la pequeña vela que alumbraba el dormitorio.
_ Estoy cansado. _Contestó el chico encogiéndose de hombros.
_ ¿Te ha alegrado ver a tu hermano? Él parecía estar muy contento de verte, se le notaba en los ojos.
_ Sí, bueno. Dmitri es muy pesado y pegajoso, siempre lo ha sido.
_ ¡Debe de ser bonito tener hermanos! Yo jugaba con los hijos de los reyes cuando era mucho más pequeña, pero no debe ser lo mismo.
_ No, no lo es. _En ese momento la imagen de su hermana Anya pasó un momento por la cabeza de Nikolai. _ Y más si no son tan guapos como mi querida hermana Anya.
Helena se maldijo en ese momento por haber sacado el tema de los hermanos, por su culpa el bielorruso había recordado a la rusa y eso no estaba bien. Bueno, estaba bien que se acordara de ella, pero no si lo hacía románticamente y menos si estaba ella delante, que era su esposa.
_ Y-ya… ¡Mañana iremos de caza! ¿Crees que cogeremos algo? _Preguntó la chica intentando cambiar de tema. El bielorruso asintió.
_ Espero cazar un oso. Dicen que aquí son mucho más grandes que los que había en nuestra casa.
_ Es que más que osos nosotros teníamos muchos lobos. ¿Recuerdas?
_ Sí. No sé por qué no me dejabas cazarlos…
_ Ya sabes que son importantes en mi cultura y además, me gustan mucho. Son muy bonitos.
_ Mmm… Pero un oso si me dejarás cazar, ¿verdad?
_ S-si tienes cuidado sí, supongo que sí.
_ Bien. _Dijo el chico sonriendo malvadamente ya empezando a tramar un plan para combatir contra un posible y temible oso.
_ S-solo espero que mañana Jánica y tu hermano no discutan como hoy…
_ Mi hermano tiene muy mal carácter. Me contó en sus cartas que peleaba mucho con El Imperio Otomano. Iba mucho a luchar contra esa chica. Es así.
_ Y-ya lo veo ya, si a eso le sumamos el mal genio de Jánica…
_ Mejor no pensar en ello.
_ Sí, mejor. _ En esto Helena apagó la vela y se recostó en la cama junto al bielorruso. Tímidamente le cogió de la mano, pero Nikolai se soltó pronto del agarre. _ ¿Por qué no me dejas cogerte de la mano?
_ Porque no. No me gusta.
_ Pues antes me has cogido de la mano…
Nikolai no contestó y entonces se dio la vuelta haciendo como que dormía, queriendo olvidar ese tema. Se sentía un poco avergonzado por haber tenido miedo y sobre todo por haberle cogido de la mano a la chica. La joven se sintió un poco decepcionada. A pesar de que habían sido un matrimonio por muchos años Nikolai no había llegado a quererla nunca. Es más, a veces sentía que la despreciaba profundamente por el asunto de haberle separado de su hermana Anya y demás. Los pensamientos de Helena se vieron interrumpidos de repente cuando notó la figura de Nikolai moverse y acercarse a ella para darla un pequeño y casto beso en los labios.
_ Se me había olvidado. Buenas noches.
Tras decir esto de nuevo Nikolai se dio la vuelta en la cama y se dispuso a dormir. Helena se sonrojó un poco y olvidó todos sus malos pensamientos.
Era curioso cómo habían adoptado sin querer esta tierna costumbre ambas naciones. No es que la lituana le hubiera impuesto que la diera un beso antes de dormir, ni mucho menos, todo había surgido de forma espontánea hacía ya muchas décadas. Los pequeños países habían visto que los nobles daban besos a sus esposas cuando éstos marchaban a explorar, a la guerra o simplemente a cazar. Cuando los niños preguntaron a una de las damas por qué hacían eso, ésta les contestó que no sabía si su marido volvería de donde fuera que fuese, así que le besaba como despedida.
Los niños interpretaron que los besos se daban cuando no sabías con exactitud a dónde iba el otro o cuando algo desconocido se acercaba. ¿Y qué había más desconocido que el mundo de los sueños, donde unas veces solo aparecían oscuras imágenes, pesadillas horribles y criaturas monstruosas? Aquello era peor que ir a la guerra.
Así pues los niños decidieron que como despedida y por si acaso, se darían un beso todas las noches. Y así lo hicieron, convirtieron esto en una costumbre que se arraigó tan profundamente en sus almas que, en el caso de Nikolai por ejemplo, si no le daba un beso de buenas noches a la chica, no podía dormir. Helena encantada siempre correspondía a ese pequeño beso, pues producía en ella una sensación agradable y hacía a su corazón latir un poco más deprisa mientras una extraña felicidad inundaba su alma. Así ella, sumergida en felicidad, conseguía conciliar el sueño rápidamente y sin contratiempo alguno como pudieran ser las pesadillas o cosas de ese estilo.
Un beso. Un acto tierno. Un acto de cariño.
Y, en definitiva, un acto de unión.
Nota de la autora:
Брат(*) = hermano
